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martes, 16 de diciembre de 2008

+Confusión

Las confusiones son parte de la vida misma, a veces aparecen en donde menos se esperan, por ejemplo, en una mañana soleada o una tarde gris, o en el destello de unos ojos que observan fijamente como crece el pasto en la comunidad, una mirada que sin tomar en cuenta los sucesos recientes, se da el lujo de la calma en medio de la tempestad que estaba por asolar la mansión comunitaria.
Entre la inmensidad de las áreas verdes su presencia pasaba inadvertida como si sus piernas fueran raíces y sus brazos ramas, un árbol humano en medio del claro, una mente retozante entre tantas otras intranquilas; y tal vez no es para menos, tratándose de uno de los frutos primeros que dentro de la Comunidad habían nacido, y en tenor de inocencia se desarrollaban, en las bases y manifiestos del proyecto, en la apertura de una mente que recibía instrucción y enseñanza entre los muros que con esfuerzo de sus padres se habían levantado.
Su existencia era motivo de júbilo y sus pasos llamarada de atenciones, todos los pilares querían saber cual sería el sendero del ahí engendrado, todos volteaban a ver con curiosidad y ternura al primero de una generación de la que esperaban muchas bondades ignotas
Desde la Dra. Jaimes, que desde un principio llevó el control del embarazo de Emma, y se mantuvo a cargo de ella y del bebe cuando aun hacía poco que el proyecto de Ruiz se había materializado en su totalidad; hasta éste, que manteniendo cierta distancia también permaneció pendiente y emocionado al ver el desarrollo de los habitantes de su sueño. Y los sueños precisamente, eran un detalle que le habían inculcado respetar, pues sus sueños eran tan valiosos como los de cualquier otro, y la ponderación de éstos se realizaba solo en la medida en que el soñador se esmeraba por su cumplimiento, por esta razón el pequeño Tristán aprendió a hablar de sus ilusiones, de sus miedos, de sus esperanzas, sin temor a ser humillado, ni menospreciado; siempre sintiéndose libre y sabiendo que aún él con su corta edad, fungía como una pieza primordial en esa maquinaria armoniosa que dirigían aquellas personas a las que nadie jamás había llamado "los dueños"

Tristán los conocía a todos y cada uno, como todo habitante de la comunidad, y como cada representante los miembros del consejo conocían a todo comunitario; Tristán sabía sus nombres, y los llamaba "Pilares" o "Emperador" al igual que sus padres y vecinos, sin que el mote le significara mayor importancia que ninguno de ellos.
Es por eso que para él no habían divisiones, no habían diferencias, lo mismo podía jugar con sus padres o con los demás niños, que pedirle un rato de fútbol a Herson, una paleta a Julia y hasta un cuento al propio Emperador, es por eso también que en su mente la única confusión que habitaba era lo que aprendería ese día y ni siquiera rondaba por su cabeza la marea rugiente de los corazones expectantes que por la llegada de una mujer había comenzado, y por eso, aquella mañana el pequeño gozaba de la tranquilidad del momento, admiraba el detalle de ese rincón de la gran casa que era el gettho, con la alegría y esperanza que todo niño debe tener.