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jueves, 15 de septiembre de 2011

Gamble R E D


Los destellos brillantes molestaban sus ojos, mientras el manto de la noche se cernía sobre su camioneta, cuya aguja no descendía a pesar del temor, como guiada  por la inercia de aquel que huye sin saber plenamente de que.

En situaciones peligrosas como esa, sus manos nerviosas se asían al volante como si fuera una boya en mar abierto, recordándole cómo él mismo se prendía firmemente de una ilusión para no dejarse llevar por la tristeza y la soledad.

Cansado de conducir  y de que los letreros rezaran indicaciones confusas,  decidió orillarse en una bahía en medio de la nada y por primera vez en todo ese gris día se permitió sollozar.

Cuan complicado era entender sus decisiones, que difícil era evitar ser seducido por  el dulce contacto de lo que le hacía daño, ese oscuro placer de lo prohibido y lo mortal, que terminaba llevándolo precisamente al lugar del que escapaba.

Ya no quería vivir en el laberinto de sus emociones, quería ser libre para gritar sin consecuencias y para extender las ardientes alas de su alma; ¿cuantas veces se había sentido así? Con la derrota rozando los labios y la infamia en los ojos de los vencedores, pero de que servía jurarse que no habría de cometer el mismo error, si veía esos crueles ojos en todas las personas que lo miraban, qué utilidad podría tener arengar a su espíritu, si la desconfianza amenazaba con cubrir cada una de sus acciones.

Sin embargo, ahí en un punto aleatorio de la carretera, en una pequeña isla artificial rodeada del mortífero oleaje de vehículos desbocados, comprendió que  su vida consistía en un viaje con destino seguro pero parajes desconocidos, y la única manera de mantenerse en ella era no detenerse para mirar atrás, enfrentarse a contramano con el mundo y aferrarse al viaje por el viaje mismo, por que solo si continuaba en el camino podría vislumbrar lo que le deparara el porvenir.

-          Ya no podrás tocarme - se dijo en voz alta – aunque me hayas hecho tanto daño tus palabras no permanecerán en mi corazón y tu nombre no volverá a dormir en mi boca, tu recuerdo será solo una pesadilla indigna de ser contada y a partir de aquí, de mi derrota, de las cenizas que aún hieren mi ser, volveré a levantarme como el ave de fuego, y no habrá arrepentimientos, por que a pesar de tus inicuos esfuerzos, YO CREO TODAVÍA.

Las estrellas lo miraban lánguidamente y una nueva etapa veía la luz de sus ideas, no tenía aún la respuesta, pero sabía que de la disyuntiva nacería su nuevo yo, el dirigente de su propia vida…