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martes, 8 de diciembre de 2009

Capítulo 25 Lía y Quintana

El hogar de Ruiz se convertía en una reclusión solitaria para Lía, llevaba varios días sin si quiera saber de él, inquieta y aburrida viendo como las horas que se marchitaban, reflejaban su paso en la luz diurna del lugar, mientras ella solo se limitaba a investigar por ahí y por allá en los rincones de la casa.




Ese ejercicio le fue vano, no había ahí nada que no conociera desde antes de Raúl, así que se preguntó por un momento, cuáles eran las cosas que habían cambiado en él, como para que hubiera preferido irse de ese modo, dejando incluso su ropa y pertenencias, y todo para no enfrentarla.



Por fin, cuando su naturaleza inquieta e hiperactiva le obligó a tomar acción en el asunto y estuvo harta de esperar sin éxito, decidió salir a conocer la Comunidad y a su gente y así tal vez, con algo de suerte, encontrar a Ruiz.



La Comunidad estaba ubicada en una extensión inmensa de terreno y era habitual ver a muchas personas trabajando en los detalles del mantenimiento, quienes la miraban con extrañeza, pero la saludaban amablemente.



Los días anteriores a su salida, ella se limitaba a comer lo que había en el refrigerador y la alacena de Raúl, pero cuando este comenzaba a agotarse, se preguntó de que manera conseguiría comida ahí, si no llevaba consigo nada de dinero, pues como era su costumbre, cada vez que cambiaba su residencia, se gastaba todo con propósito de obligarse a conseguir más.



La naturaleza destructiva de Lía, no era óbice para que no apreciara las mejores cosas materiales que podía ofrecer el hombre, por eso su dieta también era muy especial, y el estar comiendo cosas enlatadas y refrigeradas era un suplicio para ella. Algunas de las cosas que prefería comer eran ensaladas exóticas, frutas de temporada, y muy poca carne, si era posible solo una o dos rebanadas de jamón de pavo del más fino, o un corte de ternera o borrego. Detestaba la comida rápida, las pastas, los pasteles y la comida grasosa, pero era capaz de comer lo que fuera si era extremadamente necesario.



El primer lugar que quiso investigar era lo que parecía ser un enorme comedor, donde precisamente se estaba llevando a cabo la hora de la comida. Los olores que desprendía aquel lugar eran suculentos y había un agradable bullicio de comunitarios que también aprovechaban ese descanso para convivir armoniosamente. Al momento de entrar, algunos comensales dirigieron su mirada hacia ella, pues no era alguien conocido y eso resultaba extraño, lo que se aunaba a su belleza que era de notarse y algunos comenzaron a murmurar a ese respecto, en una situación similar Lía hubiese salido de ahí fingiendo indignación, pero tenía mucha hambre y no sabía de otro sitio cercano donde pudiera comer, y menos aún sin dinero.



De repente un hombre se levantó de entre las enormes mesas que estaban dispuestas a lo largo del comedor y le hizo señas con una mano en alto. Ella reconoció a la persona, como el sujeto que Raúl le había presentado la noche en que regresaban de la Cámara, y recordaba que su nombre era Mindell Quintana.



Al acercarse lo reconoció plenamente y se puso alegre por que eso significaba que podría comer gratis y sin mayor problema.



- Por favor tome asiento señorita, ¿gusta comer con nosotros? No hay comida a la carta, pero en realidad no podemos quejarnos del sazón del buffet, es muy bueno –dijo Mindell con tono servicial y acercándole una silla a Lía- dígame entonces ¿Comerá?

- Sí por favor, me gustaría una ensalada, si es que tuvieran – dijo Lía usando un tono suave que denotaba fragilidad y que acostumbraba utilizar cuando quería algo de algún hombre- si fuera usted tan gentil de averiguarlo, le estaría muy agradecida.

- ¡Faltaba más! En un momento regreso – le dijo Mindell presuroso.



Aquella era una escena extraña para los Comunitarios que la observaban, por que primeramente y como ya se ha dicho, desconocían a Lía Alarcón y no se explicaban por que un Pilar la había llamado a la mesa, y además de eso, Mindell Quintana, jamás acostumbraba ir a comer con ellos, ni les hablaba, ni mucho menos intimidaba y su presencia durante varios días seguidos en el Comedor Comunal, era muy exótica.



Ninguno de los presentes podía saber que Quintana había estado buscando una oportunidad para acercarse a solas a Lía Alarcón, para poder conocerla a modo y averiguar un poco de sus planes, formulando uno propio para que lo ayudara o no le estorbara en su caso, y que la noticia de la internación del Emperador en la Clínica de la Comunidad, le había dado la idea de ir al Comedor todos los días que fueran necesarios, para esperar pacientemente a que ella apareciera, pues tendría que hacerlo forzosamente al quedarse sin alimento la casa de Ruiz, y entonces él tendría la oportunidad que deseaba.



Quintana era muy sagaz, podía descubrir con solo verla el hambre que tenía Lía y lo fingido de su tono en comparación con la primera reacción que mostró al conocerlo, también podía deducir que si ella había esperado tanto para acudir al Comedor se debía a que era una mujer muy orgullosa, y estaba cuidando sus acciones de una manera muy esmerada, quizás por que quería demostrarle a Ruiz una supuesta dependencia, o quizás por que pensaba que tenía que ser muy precisa en la primera interacción que tuviera a solas con los miembros de la Comunidad, fuera la razón que fuera, todo aquello le sería útil a Mindell para sondearla.



Alarcón por su parte tenía un poco de interés en Quintana, el mismo que tenía por todos los demás Pilares, por que sus relaciones con Raúl podrían ser un obstáculo para su permanencia en la Comunidad, pero al conocerlo, pudo ver únicamente a un tipo que solo le merecía indiferencia, sin ningún atractivo y con una mirada molesta y asechante como las que debían tener los roedores observando un pedazo de queso.



Mindell regresó con Lía y le llevó un plato con algunas variedades tipo buffet que había ese día, incluyendo la ensalada.



- Muchas gracias, ¿usted ya comió? – le inquirió ella-

- Justamente estaba terminando señorita, pero dígame, ¿Qué le ha parecido la Comunidad?

- Es un lugar muy grande, podría perderme si no tengo guía – le dijo con un tono insinuante Lía, pero se arrepintió rápidamente, por que Quintana le desagradaba mucho a la vista y no tenía ánimos de estar fingiendo en un recorrido que podría realizar sola - sin embargo esperaré a que Raúl me lo de personalmente cuando pueda hacerlo.

- Ya veo, usted debe ser una amistad muy cercana a nuestro “Emperador” – soltó Minell perniciosamente- ¿cómo se conocieron?

- Digamos que somos muy afines, eso es todo – dio como seca respuesta Lía, con un aire de suficiencia-.

- Comprendo – farfulló Mindell, tragándose la insolencia con calma- debido a esa cercanía y afinidad que señala ¿entonces me imagino que ya ha ido a visitarlo verdad?







La pregunta que le hacía a Lía, era un método para poder saber que tan bien se llevaban y de qué iba su relación exactamente, puesto que si ella lo ignoraba, significaba que él la estaba rechazando y esquivando, y eso le daría una oportunidad para poder utilizarla en sus planes.



- Por supuesto - mintió Lía – ¿y usted? Por que siendo uno de los llamados “Pilares” seguramente ha estado yendo a verlo a diario, sería imperdonable que una de sus “manos derechas” estuviera ausente.



Mindell tragó bilis ante este nuevo embate, la realidad es que no se había parado por la Clínica, y tampoco sabía el estado exacto en que se encontraba Ruiz o si estaba consciente o no, y como ésta se encontraba dentro de los linderos de la Comunidad, Lía hubiera podido dirigirse a ella, tan solo preguntando a cualquier persona como llegar, lo que hacía creíble su dicho. Por eso no podía saber si ella mentía, pues tampoco había comentado mucho el tema con los demás Pilares, por que Herson y Julia se mostraban resentidos con su propuesta de la intervención del Consejo General y además estaban ocupados en la búsqueda de Octavio Grosso, Quintana estaba atrapado por lo que Lía decía y si fuera la verdad, ella tenía una relación estrecha con Ruiz en ese momento, y la misma era tan fuerte, que hasta se atrevía a ser insolente con uno de sus Pilares, sin ningún tiento, convencida del apoyo de Ruiz.



- La verdad es que él me comisionó para asuntos urgentes, usted y yo sabemos lo responsable que es y la importancia que le da a este negocio –mintió Quintana esta ocasión-.

- Claro que le da importancia, pero también es una persona muy emotiva, ¿Cuándo irá a verlo? – Contestó Lía mientras degustaba la ensalada y sin inmutarse en su tono ni por un momento-.

- Iré a la Clínica esta noche, parece increíble que estando tan cerca y dentro de la Comunidad, las múltiples ocupaciones me lo hayan impedido – dijo Quintana, esperando no ser descubierto-.

- Entiendo. – dijo Lía, mientras abría un poco los ojos en un gesto de asimilar la situación- Bueno, he terminado de comer, le agradezco el favor de su compañía, nos veremos en la noche entonces, señor Quintana, como usted sabe, debo volver a la Clínica, a hacerle compañía a Raúl, pero no se preocupe, le contaré esta conversación, para que él sepa que se está ocupando con éxito de los encargos que le dio, seguramente él comprenderá que por eso no ha asistido.



Lía se marchó dejando las porciones en su plato que no eran ensalada y caminando rítmicamente, mientras que la estela de su fina fragancia podía aspirarse incluso en las mesas aledañas a la de Quintana; él ni siquiera dijo algo más, pues cuando pudo reponerse Lía ya se había marchado. Por lo que le había comentado Julia, Ruiz estaba delicado, pero por lo que Alarcón le había dicho, estaba consciente, luego entonces, ya los otros Pilares le habrían dicho de su actitud, y el Emperador ya había tenido varios días para tomar cartas en el asunto, antes de que él pudiera mover todos los hilos para preparar al Consejo General, además, por lo que se notaba, Lía Alarcón se llevaba muy bien con Ruiz, y no podría utilizarla en sus planes, y para poner el punto en lo mal que estaba la situación, ahora ella lo acusaría con Raúl y sería peor la situación al saber éste su mentira. No quedaba más remedio que darse prisa y continuar con lo que había ideado, y para eso debía marcharse rápidamente a la segunda empresa más importante que mantenía la Comunidad, pues desde ahí podría encontrar apoyo en un viejo miembro de la disidencia, Enrique Hernández, quien podía serle útil en el Consejo General que se formaría próximamente.



Por otro lado Lía, que no había pensado en la posibilidad de que Ruiz estuviera enfermo o grave y a eso se debiera su ausencia, se daba prisa por encontrar y llegar a la Clínica de la Comunidad, pues aunque estaba tan segura de sí misma que podía asegurar que había convencido a Mindell, todo tendría complicaciones si no comprobaba el estado de Raúl y utilizaba su probable debilidad a su favor, así que comenzó a correr un poco y se aprestó nuevamente al encuentro con Ruiz.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Capítulo 24 Liliana Lara

Liliana atendió de prisa la llamada de los comunitarios que esperaban por su ayuda, bajó desde la habitación de Grosso por ambos, y los encontró en la sala de espera con rostros desencajados, su primera impresión al ver al Emperador fue que no se veía tan atractivo como Octavio y tampoco llamaba tanto la atención, tal vez hasta podía pasar desapercibido ante la gente, si no fuera por esos ojos casi grises tan extravagantes, mientras que Julia le pareció una mujer bella a secas, pero no le dio mayor importancia, pues estaba preocupada por la salud de su falso marido y ella era la clave para que todos pudieran pasar a verlo.




- El apareció en el bar en donde trabajo y me invitó a salir, yo accedí y después de acabar mi turno fuimos a divertirnos por la Ciudad – contestó Liliana Lara ante las preguntas de Raúl- habíamos visitado dos bares y le pedí a Octavio que paráramos, después de todo el médico le había indicado que dejara de beber, al menos por un tiempo…

- ¿Quieres decir que ya había visitado a un médico? – Increpó Ruiz extrañado- No nos hemos enterado, es decir, ni siquiera me dijo nada- comentó en voz baja a manera de excusa, mientras analizaba que en realidad el tampoco le había dado tiempo Grosso para que se lo dijera, al estar muy ocupado entre Lía y su propia y decadente salud.

- Bueno, él es muy renuente e imagine que lo sería más ante esa clase de indicaciones –dijo Liliana observando a Raúl con pena, como si le hubiera confiado un secreto que él no debería saber y entreabriendo sus verdes ojos nerviosamente- pero yo creí que ustedes lo sabían, bueno, no los conozco, pero son los mejores amigos de “Tavo”, él me ha hablado mucho de ustedes.



Lara decía la verdad, no conocía a esas personas que estaba conduciendo a la habitación de Grosso, pero tenía la seguridad que eran lo más cercano a parientes que él tenía y por tanto eran los indicados para cuidar de él, además de que ella había faltado al trabajo y estaría en riesgo de perderlo si continuaba en el sanatorio y aunque Octavio le importaba mucho más, no tenía otra fuente de ingresos y era peligroso perder el empleo.



Raúl inquirió que Liliana era una de las conquistas de Grosso, pero el hecho de quedarse con él tanto tiempo, hablaba de que ella lo quería mucho o al menos realmente estaba interesada en su Pilar, lo que le hizo tomarle simpatía al instante. A la vista de Raúl, Liliana era completamente el tipo de mujer que gustaba a “Tavo”, pero él sabía que nunca se tomaba las relaciones con seriedad y probablemente no debería hacer una amistad estrecha con Lara, pues seguramente dejaría de verla pronto.



- Comprendo, pero ¿Cuál es su estado? – Inquirió Raúl-.

- El médico dijo que es el hígado, sufre de una enfermedad llamada cirrosis y aunque no entendí muy bien, él me dijo que era aún tratable, pero que si “Tavo” continúa bebiendo, podría llegar a complicarse enormemente y hasta podría morir – dijo Lara con un tono angustiado y lloroso- yo no quiero que le pase nada malo, ustedes tienen que hacer algo, a mí no me escuchará, ¡Por favor señor Ruiz, señorita Jaimes, ayúdenlo!

- Haremos lo que esté en nuestras manos señorita Liliana – dijo Ruiz meditabundo-

- Yo puedo tratarlo también, darle indicaciones, dietas, todo para evitar que necesite trasplante – comentó Julia rápidamente.



Al llegar a la habitación, ambos Comunitarios se impresionaron viendo a Grosso en tan deplorable estado, su piel se veía muy pálida, había sangre en las comisuras de su boca y su vientre se veía hinchado, tenía suero conectado a las venas de la muñeca y dormía con un gesto de dolor.



- Despierta a ratos, pero no habla mucho, creo que está muy cansado para hacerlo, yo he estado a su lado cuanto he podido, pero, aunque me duela tengo que volver al trabajo, mi turno de hoy es nocturno y salgo en la madrugada, me gustaría que me permitieran seguir viéndolo – comentó Liliana entre sollozos, mientras sus manos se entrelazaban fuertemente y sus rodillas se flexionaban hacia delante – por favor, si es que se lo llevan de aquí, díganme donde puedo verlo, no causaré muchas molestias.



- No se preocupe Liliana, una persona que se interesa tanto por uno de nuestros Pilares y le brinda tales cuidados y cariños, siempre tendrá el derecho de estar con nosotros en la mansión – dijo Ruiz con tono paternal – Julia, por favor acompáñala y procuren revisar cuáles son los trámites para trasladarlo a nuestra Clínica, como ella se ostentó como su esposa, seguro que requeriremos de su consentimiento…



- Perdónenme por decir que era su esposa –dijo Liliana abriendo mucho sus exóticos ojos- es que si no lo hacía… ¡Ellos me iban a impedir quedarme a cuidarlo!



- No tenga cuidado, nosotros no juzgamos su actitud, solo he hecho un juicio acerca de lo que será necesario para llevarnos a Octavio, o “Tavo”, como usted le dice.



Liliana se sonrojó e hizo un gesto de deferencia mientras salía del cuarto, Julia la acompañaba pensando en que aquella mujer expresaba corporalmente todo lo que no decía con los labios; sus manos, sus ojos y en ocasiones hasta sus piernas actuaban de forma armónica manifestando una emoción, y todo esto lo había podido ver en el poco tiempo que llevaba de conocerla. Jaimes asimiló la cortesía del Emperador como un coqueteo y se sintió un tanto molesta, pero desechó la idea rápidamente, pues necesitaba trabajar en equipo con Lara si querían llevarse a Octavio de aquel lugar.



- En verdad lamento si he causado una molestia, quise comunicarme con el Emperador antes pero…

- ¿Incluso sabes que le decimos así? ¿Qué tantas cosas te dijo Octavio Grosso?

- Pues él me comentó que Raúl Ruiz es conocido por sus trabajadores como el Emperador, pero que a él le causaba un tanto de gracia ese apodo, sin embargo siempre esta diciendo que es una persona muy especial y yo me lo imaginaba… no se, algo diferente…

- ¿En que aspecto? ¿Creíste que sería alto y muy blanco quizás? O a lo mejor pensaste que tendría los ojos de color azul o verde como los tuyos – dijo Julia en un tono de profunda irritación que no podía disimular-

- No, simplemente lo imaginé distinto, disculpa si te he ofendido…

- No, discúlpame a mí, estoy muy nerviosa – Julia tenía un mar de sentimientos encontrados y muy poco espacio para organizarlos, pero su reacción contra Liliana sobrepasaba el límite de lo que se podía permitir, ella no entendía por que trataba de esa forma a una mujer trabajadora que había arriesgado su empleo y se había privado seguramente del sueño durante largo tiempo, por un mujeriego incorregible, como lo era su co-Pilar, pero sabía que contrariamente a su actuar, debía estarle muy agradecida y hasta admirada por su sacrificio- hoy en día no se ven personas tan amables como tú, -le manifestó Julia más tranquila- te agradezco también profundamente, él es una persona muy apreciada e importante para nosotros y no has hecho más que cuidarlo.

- No ha sido nada, él también es importante para mí, pero no quisiera que se lo dijeras, cuando despierte totalmente seguramente estará confundido, si no sabe que me he quedado todo el tiempo con él cuidándolo será mejor para mí, aunque después quiero visitarlo de todos modos…

- Pues es algo complicado Liliana, si no quieres que se entere de tu estancia, quizás no deberías ir a verlo después, pero ¿por qué no quieres que se entere? – Dijo Julia inquisitiva-.

- No quiero que se entere de que… en verdad lo quiero – contestó Lara agachando la cabeza y volviendo a estrechar sus manos a la altura de su regazo- es que cuando salimos… el siempre me aclara que no quiere estar con nadie en serio, y que solo estamos juntos para pasarlo bien, pero yo no pude seguir con su ritmo y me enamoré, aun sabiendo que no estaba bien…



Julia comenzaba a exasperarse con las prolongadas pausas y gestos de su interlocutora, pero esta última confesión le había causado empatía, por lo que se tranquilizó y le contestó a Liliana:



- Vaya y si te has equivocado, él es mi socio, compañero y amigo, pero no por eso soy inconsciente de su forma de ser, soy su doctora y había notado sus nefastos hábitos desde antes, pero Raúl me ha prohibió obligar a nadie a someterse a tratamiento, por que supone que es parte de la libertad de las personas curarse o no, claro, siempre y cuando no afecten a los demás, quizás tenga razón, pero lo que es indudable es que ya no podremos quedarnos de brazos cruzados, asimismo sé de su inestabilidad emocional y lamento decirte esto, pero yo no me quedo callada y menos con alguien que merece mi gratitud, de ser posible trata de controlar tus sentimientos alejándote, pues podrías llevarte una cruel desilusión, si por otro lado persistes, te deseo mucha suerte y te pido que te fortalezcas anímicamente.

- Eres tal y como dijo “Tavo” – contestó Liliana con una sonrisa desdibujada en el rostro- una doctora sincera y apasionada, te confieso que nunca antes me habían regañado desconocidos, pero siento como si ya los conociera, así que no resulta tan extraño, después de todo conozco sus formas de ser muy bien por lo que he escuchado. Yo también lamento decirte que aunque se que puedo sufrir mucho, no puedo alejarme de él, ya no… - Lara hizo una larga pausa y una lágrima nació en sus prístinos ojos- ¡Yo quiero estar con él ahora! ¡No quiero que se muera, entiendes!



Julia se asombró nuevamente ante la pureza de sentimientos de la benefactora de Grosso, estaba claro que ella no hacía miramientos en cuanto a decir lo que sentía, pero le faltaba constatar una cosa antes de dar su brazo a torcer y considerar a Liliana como una persona viable para el proyecto.



- Liliana dime una cosa, ¿Te ha contado Grosso en que trabaja exactamente?

- Pues, él me dijo que es Comunicólogo y que hace la publicidad y relaciones públicas para una o varias empresas, pero no me ha dicho muy bien los detalles de las mismas, solo sé que trabaja con ustedes y que los estima mucho aunque no les diga, que admira a su Emperador puesto que es una persona muy noble y ha sido caritativo, y que su meta es trabajar unidos como si fueran una unión o algo así; a mi me gusta mucho eso de que sean unidos, pero no le he preguntado más.

- Y ¿A que lugares van cuándo salen?

- A él le gustan mucho los bares, como yo trabajo en uno no me gustan tanto, siempre le digo que cuide su dinero, pero no me escucha, gasta mucho, cuando puedo yo le ayudo con lo mío o a pagar algo de lo que consumimos, pero si esta consciente de ello se enoja, a mí no me gusta ser abusiva con lo del dinero, por eso le propongo que vayamos a otra clase de lugares, pero pocas veces acepta. Una ocasión me llevó a un lugar que llamó “El bosque de la soledad” o algo por el estilo, eso me encantó, fue tan bello y romántico…



Julia había saciado su curiosidad, la muchacha que tenía al lado no tenía idea de las percepciones de Grosso, pues de otra forma jamás le hubiese ayudado a pagar nada ni aconsejado que no gastara tanto, también le agradaba el proyecto y no le gustaban los bares, así que todo parecía ser perfecto para que fuera una sana y recomendable pareja para su compañero, a pesar de que era algo joven para su gusto, el único inconveniente era precisamente Octavio, pues era el quien podía simplemente desecharla como a todas las demás, posibilidad que enojó un tanto a Julia, quien ya había descansado al saber que la enfermedad de su compañero aún tenía tratamiento y por lo tanto que no habían llegado demasiado tarde.



- Ya veo Liliana, no creas que no comprendo tu situación, yo también comienzo a saber algo de lo que significa querer a una persona con la que no tienes posibilidades, y aunque suene cursi, te apoyaré en lo que se pueda…



En la habitación de Octavio, Raúl yacía al lado de la cama de su Pilar y lo miraba pacientemente, pensando que quizás esto no estaría sucediendo si se hubiere dado tiempo para escucharlo antes, en forma privada, dándole la atención que se merecía como una de sus prioridades, entonces sintió que se estaba equivocando mucho y eso era peligroso, a lo mejor era tiempo de retirarse por un periodo y quizás debía dejar las decisiones importantes al Consejo General… pero no, él debía sacar a la Comunidad de cualquier aprieto, pues era su obligación, por eso era el Emperador y ahora más que antes, tenía que confiar en sus habilidades para salir del obstáculo.



De pronto su amigo abrió los ojos, Octavio tenía la mirada apagada y un gesto triste, su rostro era toda una oda a la depresión e invitaba a sumirse en la misma a Raúl, quien jamás lo había visto sin una sonrisa, aunque fuera leve, en la boca.



- Octavio, estas fuera de peligro y ya estoy aquí, junto con Julia, pronto te sacaremos y te cuidaremos en la Clínica de la Comunidad, saldrás con bien de ésta amigo – le soltó Ruiz con voz queda-.

- No digas mentiras R-Raúl, me siento muy mal – balbuceó Grosso- además, si vivo, seguramente me quitarán mi estilo, mi propia vida, ¿qué puedo hacer sin ser yo mismo Ruiz?

- No digas eso, el cambiar de hábitos no hará que dejes de ser tu, por que tú no eres solo un estilo de vida, eres más, mucho más.

- Solo se que no quiero una vida así…



Octavio volvió a sumirse en el sueño, Ruiz volvió a bajar la cabeza, era la segunda vez en ese día que se sentía tan débil y no solo por su afección, sino por tener que aceptar que la cirrosis era solo una enfermedad secundaria, y que la que ponía en riesgo de muerte a su Pilar, era una cuya cura sería igual o incluso más complicada que la de la secundaria, el alcoholismo.

martes, 1 de diciembre de 2009

Capítulo 23 Pensamientos y decisiones

Con un ventanal inmenso que brindaba una magnífica vista de la ciudad frente a él, y varios empleados de la empresa que había ido a supervisar detrás suyo, Herson se mantenía en silencio total, Habían pasado ya varios minutos de que había recibido una llamada y había pedido una breve interrupción en la junta que se llevaba a cabo para atenderla, y sin embargo, no se le veían trazas de querer continuarla, únicamente deslizaba un trozo de papel entre sus dedos y seguía contemplando la panorámica cual si estuviera dentro de un profundo trance.


Ninguno de los trabajadores se hubiera atrevido a interrumpirle, aún cuando se aproximaba la hora de la salida para varios de ellos y ese retraso podría constituir algún problema para los que tuviesen otros compromisos que atender, por que todos ellos sabían que Valdés se tomaba un tiempo para poder abordar cualquier tema, él jamás hablaba de golpe, sino que tranquilamente pensaba las palabras que utilizaría, de una forma tan pausada que no más de una vez había sido requerido de vuelta a este mundo por su interlocutor; sin embargo esta ocasión ese silencio se veía diferente, no parecía una meditación sobre los temas a seguir tratando, sino una alteración grave por la llamada que había recibido, lo que hacía aún menos prudente una interrupción.

Los trabajadores estimaban mucho a Herson Valdés, gustaban de su presencia y sus inspecciones, por que él era una persona sumamente cordial y accesible, y no se cerraba ante los problemas o las complicaciones de la empresa, sus visitas a esa empresa, eran más apreciadas incluso que las del Emperador, más sin embargo a ambos los respetaban por igual.

Herson había tomado con toda la tranquilidad que podía la noticia que le había dado Julia, en esos momentos había decidido confiar en que Grosso saldría delante de una u otra forma y que no debía preocuparse inútilmente, pues nada ganaba si lo hiciera y en lugar de eso observaba los edificios de la Ciudad, todos ellos obras de la arquitectura moderna conteniendo muchas vidas y muchos problemas únicos, quizás en alguno de ellos, pensaba, habría alguien con problemas mas peliagudos que los que él enfrentaba, pero no por eso podía simplemente ignorar los propios. Las calles transitadas lucían alegremente los múltiples colores de las ropas de las personas que pasaban por ahí y esa alegría de colores brillantes, contrastaba con los gestos de los peatones, que en su mayoría eran malencarados o tristes, y Valdés se preguntó entonces si eso sería todo lo que había que ver en la vida, edificios, calles, autos, personas en su mayoría insatisfechas con sus destinos y sumidas en su egocentrismo y dilemas individuales, cerrando un ciclo que incluía sólo lo mismo, generación tras generación y año con año.

- A la gente le gusta el statu quo - pensó Valdés - prefieren no hacerse la pregunta que yo me formulo, para no tener que dejar los estilos de vida que bien o mal los mantienen existiendo, pareciera que todos apuestan a la comodidad, y se contentan con el ardid popular de “más vale malo por conocido…”, sin embargo todos los días se quejan, sufren y ponen caras de un resentimiento infinito, ¿Por qué no intentarán cambiar sus existencias?, ¿Tantos y tantos años de conformidad y supervivencia los han hecho en su mayoría monótonos y conformistas? No, no debería pensar así, ellos son libres de elegir lo que les plazca y una de las virtudes más grandes que debo fomentar, es la tolerancia que permite que las decisiones de cada quien, no dañen a las de la colectividad. Sin embargo, ¿si yo comulgo con esas ideas de tolerancia, por qué no puedo soportar las ideas que ha traído Mindell? Debería estudiarlas de forma más fría, más objetiva también, por que yo apoyé el manifiesto de la Comunidad y al cerrarme al diálogo con Quintana, lo único que hago es traicionarlo. Como Pilar, mi deber es hacer valer mis habilidades a toda su capacidad para apoyar al proyecto, pero no puedo evitar sentirme ansioso sobre la propuesta de darle entrada al Consejo General, sin embargo…

Valdés continuaba sin decir nada y los empleados poco a poco iban perdiendo su desarrollada paciencia; entre las ensoñaciones que meditaba Herson estaban dos que le resultaban muy importantes, el estado de Octavio y la solicitud de Mindell, pero como ya estaba cierto de que Octavio se encontraba en el hospital y sabía que con preocuparse no lo cambiaría nada, decidió que solo bastaba decidir de que manera tendría que actuar en el Consejo General y si seguiría supliendo a Ruiz por mucho tiempo, aún ante dicho Consejo.

Ante su reiterado silencio los empleados tuvieron que interrumpirlo forzosamente y se despidieron de él proponiéndole que terminaran la junta cuando estuviera menos ocupado, entonces Valdés se dio cuenta de que estaba cometiendo errores al desbalancear sus prioridades y deberes de esa manera, pero ya que había hecho esperar en vano a esas personas, decidió que no debía forzarlos a quedarse más tiempo. En lugar de eso se sentó en la mesa de juntas ya solo, y observó el papel que tanto tiempo había estado jugando de forma inconsciente. Con tantas cosas, ni siquiera había podido hablarle a Bareshka y seguramente ella tomaría eso como una negativa del servicio que había ofrecido, sin embargo Herson pensó que después de todo no sería tan malo si lo cancelaba todo, no eran tiempos propicios para celebrar y había cosas más urgentes, pero en su mente una inquietud sobrepasaba esos pensamientos y era aquella que le cuestionaba si acaso el también prefería el statu quo y esa era la verdadera razón de no hablarle a Bareshka, de ni siquiera haberlo intentado y de utilizar como excusa los problemas recientes.

Llevaba mucho tiempo sin una relación duradera y aunque la de Bareshka solo era una vaga probabilidad, esa mujer lo había atraído poderosamente y el consideraba que la relación ideal de la que estaba en búsqueda, debería precisamente empezar de ese modo, con una atracción apasionada.

Herson daba mucha importancia en su vida al papel pasional y amoroso, hacía las cosas de manera más idealizada que ninguno de los Pilares y perdía el suelo de forma constante por actuar así, era un contraste total con los demás, quienes actuaban de forma más metódica y sobria y además superaba mucho a Raúl Ruiz en el rubro de hacer castillos en el aire con cualquier suceso, en su hábil mente realizaba historias partiendo de cualquier pequeño detalle por insignificante que pareciera, con una calle, con una puerta, con una casa, con una comida, y por lo tanto era natural que se imaginara la más bella historia de amor romántica con esa bella mujer que recién había conocido, pero debido a las circunstancias y quizás hasta a su temor al cambio, o a que simplemente fuera otra persona pasajera en su vida, él estaba apunto de romper el papel y seguir con sus otros dilemas más actuales.

- No puedo hacerlo, no ahora – se decía a si mismo pensando – no la buscaré y no es por que me de miedo que no logre nada, o que ella no sea la que he estado buscando, lo que sucede es que debo ocuparme de cosas más inminentes, más importantes…

Herson se contuvo de forma brusca, había pensado que de hecho, Bareshka no era tan importante como lo que sucedía y eso no tenía lógica con su forma de ser, él que siempre había dado un valor preponderante al amor, aunque solo fuera una pequeña posibilidad, no podía desdeñarlo de ese modo, así que solo podía tratarse de temor, y de ninguna forma podía permitirse tener miedo, debía ser arriesgado, aunque fuera en ese rubro, al cual sí debería darle la misma importancia que a los demás, pero ante esa duda se sintió muy solo.
En esos casos de incertidumbre, él siempre acudía con su amigo Ruiz, entonces escuchaba sus opiniones, no para valorar la suya solo en mérito de la de Raúl, sino que para enriquecerla y sentirse comprendido, pero ahora su amigo estaba ausente, y aunque en parte era por su enfermedad, Herson comprendió que esa no era la única razón. De todas formas todo cambiaría y él lo sabía, pero lo que lo desesperaba era el hecho de que las cosas se moverían de su estado, no por su esfuerzo conjunto, sino por esa mujer tan detestable cuyo nombre era Lía Alarcón.
Solo y ansioso, se decidió a actuar, no cancelaría la celebración y le hablaría a Bareshka, por que solamente Ruiz podría decidir cancelar los proyectos que ya estaban en marcha y ni siquiera el Consejo General en pleno podría evitar que su lealtad continuara con el Emperador.