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martes, 30 de junio de 2009

Capítulo 14 Los archivos de la Comunidad

Dentro de la estancia común, en una sala dedicada a la reflexión y el estudio, muchos textos impresos y otros tantos electrónicos conforman el archivo de la Comunidad, una bitácora escrita por los Pilares y el Emperador, constante en libros de registro, imágenes, promociones, diarios y comentarios alrededor de la vida institucional de su recinto, una cascada de información abierta a los comunitarios que de forma cronológica va mostrando el nacimiento, la evolución y el crecimiento de las empresas y el capital humano de la Comunidad.

La verdad es que no muchos comunitarios la visitan, y de los pocos que acceden, la mayoría lo hace por interés en sus diversas áreas, alguno por curiosidad, pero alguien en especial, como una herramienta efectiva para allegarse valiosa información, que de alguna manera pueda abrirle el camino a sus ambiciones.

Mindell pasaba horas revisando detalladamente cada nota, cada fotografía, cada narración, poniendo especial énfasis en la Gran Crisis y todos los eventos relacionados con problemas internos y externos que habían hecho mella a la imagen de Raúl Ruiz, pues estaba convencido que esos datos podrían serle benéficos en su maquinación.

La Gran crisis le parecía un fenómeno digno de tomarse en consideración por que había causado entre otras cosas, una importante segregación de los miembros de la Comunidad, por que, a pesar de que la mayoría había apoyado a Ruiz y sus Pilares, otros habían desistido del proyecto y hasta habían llevado al Emperador ante las cortes, perdiendo todos los procesos legales de una manera aplastante y siendo obligados por el Consejo y por el voto de la mayoría a marcharse de la mansión; esa derrota de los disidentes se debía más que nada a las habilidades legales de Ruiz y su equipo, pero había algo más, una confianza ciega de los comunitarios que le brindaron su apoyo y testimonio en el momento del proceso y habían declarado ante los jueces que Raúl Ruiz lejos de haber fraguado un embuste para despojarlos de sus legítimos ingresos, les había brindado una oportunidad de conservar sus empleos y sus viviendas, todo por el módico precio de entregar sus utilidades y sus ahorros en pos del salvamento de la Comunidad, sin tener que venderse a otros grandes conglomerados, que seguramente los habrían despedido en el masivo recorte de personal, lo que les hubiera llevado a la ruina; por otro lado, Mindell sabía que esto último de “grandes conglomerados” era precisamente por el apodo de sus cuatro dirigentes, que en ese mismo momento deberían estar hablando con Raúl y si todo iba conforme al plan, le estarían proponiendo que hiciera lo que debió hacer desde dicha crisis: dimitir y venderles.

Por esa misma razón también sabía que la respuesta del Emperador sería un rotundo “no” y que esto desencadenaría la segunda parte de su plan, puesto que estaba convencido de que ante sus conocimientos y habilidades, hasta los grandes podrían ser marionetas bajo sus hilos; sin embargo, a pesar de que las cosas debían marchar correctamente, aún quedaba algo que no le daba seguridad, el hecho de que Ruiz ya había salido de esa Gran Crisis, y que probablemente podría soportar otra de la misma manera, por lo que necesitaba todavía un paso, un elemento que no había calculado aún que debilitara la imagen de Ruiz ante la gente, que le quitara el estatus de Emperador y le devolviera el punto álgido de humano, para que él pudiese darle el golpe definitivo que sería su perdición, pero le costaba trabajo saber cuál sería ese agente incalculado hasta entonces. Por esa razón continuaba extendiendo su búsqueda por los archivos, mientras aproximaba en su mente el tiempo que tardaría Ruiz en llegar de la reunión con los Grandes y seguramente conjurar una junta extraordinaria con los Pilares, con la insulsa idea, según Mindell, de hacer frente a esa propuesta, que a sus “visionarios” ojos sería una declaración de guerra formal de los grandes nuevamente.

En esos pensamientos estaba Quintana cuando un pequeño texto escrito con pluma en la esquina de una hoja de las bitácoras de Ruiz saltó a su vista como una premonición:

“Un día como hoy se fue la Nereida, un día como hoy desdoble mi ser y surgió lo que ahora soy, un día como hoy quizás dejé de ser Raúl Ruiz…”.

Mindell estaba seguro que era la letra del Emperador, pero no sabía a que o quien se refería éste con la palabra “nereida”, lo cual era intrigante, ya que la acepción lo remitía a las ninfas que residían en el mar, y eran jóvenes hermosas de medio cuerpo arriba, y peces en lo restante, detalladas en la mitología como seres peligrosos pero muy bellos, capaces de dar la muerte más placentera, tanto que el hombre se entregaría gustoso a este final; así que tras meditarlo llegó a la conclusión de que el Emperador no podía referirse con esto más que a una mujer, una mujer de esas características precisamente, quizás una mujer fatal, o un amor no bien correspondido, quizás alguna ex novia que lo había sumido en una depresión profunda, quizás algo útil en su conspiración.

Pero la duda permanecía, quién era esa mujer y qué relación tenía con Raúl; solo estas respuestas lo llevarían quizás a ese inciso oculto que le faltaba en su plan, solo este conocimiento le daría un arma efectiva para deshacerse de ese fanatismo mágico con el que lo veían sus empleados y le conduciría a él, Mindell Quintana, a ese trono, que tampoco era lo suficientemente digno para él pero que le llevaría a su destino final, derrocar a los Cuatro Grandes de su altísimo estatus, para por fin ocupar su merecido sitio; por eso había hecho hasta lo imposible para reunirse con ellos, por eso había buscado una oportunidad para acceder a su restringidísimo círculo, por eso les había prometido la Comunidad en bandeja de plata y a su pedante dirigente como premio especial, por eso y gracias a su habilidad, había tentado la infinita avaricia de los grandes para que aceptaran su planteamiento, por eso les había picado su fastuoso orgullo recordándoles que a ese insignificante sujeto llamado Ruiz, ellos no lo habían tirado ni con la crisis que acabó con tantas jóvenes promesas, por eso estaba ahí en los archivos quebrándose la cabeza para descifrar quien era esa nereida, de la cual iba encontrando más y más frases escritas a mano en los textos de Raúl, todas ellas reveladoras, comprometedoras, útiles en su camino, frases como:

“Escuche una canción a la orilla de un rugiente mar, me prometió las olas, pero me dejó solo la quemante arena entre mis dedos. ¿Por qué Nereida?”

“Es tan alto el precio de decir tu nombre, que solo me remito al apodo que no conocerás, así quizás pueda salvar lo poco que dejaste de mi alma… Nereida”

“¿Y si volvieras? Qué haría si volvieras, sería capaz de perderme otra vez en tu embriagador canto, en tu dulce aroma, en tu candor de cuerpo, o quizás ya no existen en mi esas capacidades, quizás definitivamente y para lo que me quede de existencia soy solo el Emperador, un emperador que odia su mote Nereida”

Mindell leía intrigado, pensando que quizás si no le odiara tanto, hasta podría sentir lástima de Ruiz y su atormentado suplicio amoroso, pero no lo haría, al contrario, buscaría la manera de aprovecharlo, solo le faltaba saber un poco más, que quizás se revelara en alguna conversación con los otros pilares, pero ¿quién podría ayudarlo sin darse cuenta?. Valdés era muy inteligente para revelar secretos de su mejor amigo, Julia Jaimes quizás también y no sabía si siquiera estaría enterada de esa tal Nereida y a Groso a lo mejor ni le interesaría, así que no era esa la solución.

De pronto un ruido de pasos lejanos llamó su atención y dejo los textos para salir inmediatamente, pues seguramente se trataría de Ruiz volviendo de la reunión y le interesaba mucho constatar que todo saliera conforme estaba planeado, pero al acercarse al sonido se sorprendió al notar que Raúl venía acompañado, una mujer lo seguía, seguramente la mujer de la que les habló a todos los pilares, pero no podía explicarse el motivo por el que la habría llevado a la Cámara.

Al toparse de cerca Ruiz le habló.

- Hola Mindell, disculpa estoy algo cansado y me retiro a mi hogar.

- ¿En serio? Creía que quizás, no se, podrías contarme que tal estuvo la reunión de hoy. Le dijo curiosamente Quintana
- Prefiero no tratar nada ahora mismo, estoy cansado, quizás mañana- replicó Ruiz al tiempo que volteaba a ver a Lía Alarcón- ella es Lía Mindell, es de quien les hablé antes.
- Mucho gusto señorita, soy Mindell Quintana - le dijo éste a Lía.

Lía le dio la mano sin decir nada y continuó su camino con Raúl, a Mindell le pareció un gesto odioso el no contestar, pero no hizo mueca alguna, solo se quedó observando a ambos mientras se alejaban. En realidad había observado más que solo dos siluetas marchándose, había observado por unos segundos una mirada distinta en el Emperador, una mirada menos gris que las acostumbradas, una mirada confusa dirigida a aquella mujer, una mirada que quizás haría un hombre atrapado en el canto de una nereida.