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lunes, 30 de noviembre de 2009

Capítulo 22 Sentimientos e incertidumbres

La incertidumbre es un veneno que corroe lentamente, penetra por pequeños rescoldos, como si fuera la mordida de una serpiente y va adueñándose de todo el ser. Baja por la espalda como un escalofrío agudo, debilita las piernas hasta el punto de doblarse, quiebra el espíritu y amarga cada día, haciendo que cada uno de ellos sea igual al anterior.
La incertidumbre tiene cura, pero a veces su cura es peor que la propia enfermedad.

- ¿Tu a que le temes Raúl? – Soltó Julia de pronto, quizás con intenciones de romper la tensión que caía como cemento en Ruiz, pero con efectos de un balde de agua fría.

- Le temo a tantas cosas- contestó Raúl sobreponiéndose- a la muerte, a la soledad, al fracaso, pero quizás en esta etapa de mi vida mi mayor temor sea defraudarlos, a todos ustedes, a los que han creído en mí, a los que me han seguido con tanta fe.

- Nosotros te seguimos por convicción, aún si fracasas, tus Pilares no te dejaríamos, ni te aborreceríamos- intervino Julia con rapidez-.

- Pero si fracaso, muchos destinos sufrirán por mi causa. Si tomo una decisión incorrecta, o si actúo de forma arbitraria, toda la Comunidad puede tener problemas, y ustedes que tienen todos sus ahorros y bienes en ella, se verían simplemente desamparados.

- No lo estaríamos, aún tenemos nuestras habilidades, nuestras profesiones y nuestra capacidad para salir avante. ¿Sabes? Yo no te he idealizado, al menos no como el “Emperador”, si te digo de esa forma de vez en vez, es simplemente por una identificación que hago con los Comunitarios, pero el hecho de bautizarte de ese modo, no significa que espero algo de ti siempre, por que si lo hiciera, sería como si mis expectativas de ti superaran incluso a tu ser real, al hombre de carne y hueso que se enferma, que hace muchos corajes, que se equivoca, que desconoce muchas cosas, pero al mencionarte esos aspectos, no lo hago con afán de herirte, sino de que sepas que a mi no puedes decepcionarme ni defraudarme, por que eres una persona que no se traiciona a sí mismo, proteges tus ideales, y precisamente por eso, y mientras sigas así, no podrías simplemente defraudar a nadie.
Raúl notó la frase que Julia quería ocultar: “y mientras sigas así…”, pero no sabía que pensar de ello, no podía adivinar cual sería entonces la postura precisa de Julia Jaimes si un buen día él se cansaba de todo y se marchaba del lugar.
- ¿Pero y si lo hiciera? Si llega el día en que vuelva solo a pensar en mí, a vivir hedonista y egoístamente, a buscar el placer que esta vida pueda dar. ¿Qué harías? – Preguntó él con un tono de voz desganado, como si temiera la respuesta-.

- Sinceramente no lo se, no me creo capaz de juzgarte, tú eres… - Un silencio incómodo lleno los labios de Julia, ella reprendió a su corazón el hecho de permitirse latir tan fuerte por Ruiz, cuando debería estar muerta de preocupación por Octavio, pero así eran las cosas, solamente podía seguir pensando en el sentimiento que poco a poco notaba.

Raúl no dijo nada más, comprendió que debía enfocar sus pensamientos en Octavio, pues aún si con ello no lograra nada, sentía que era su deber moral, además de que le espantaba un poco pensar que sus Pilares le abandonaran por completo si cambiaba, pues eso confirmaría el hecho de que ellos se encontraban ahí por lo que él había llegado a ser y no por lo que en verdad era.

Después de algunas horas de camino, Raúl y Julia llegaron a la Central Médica, donde los edificios al mero estilo del art deco, tenían quizás la intención de disfrazar lo que eran, sanatorios donde el dolor imperaba.

Ruiz bajó de su vehículo rápidamente, dejando las llaves al valet parking y apresurándose a entrar al nosocomio, sin embargo, su cuerpo le recordó la debilidad que sufría y por poco lo derrumba, si no fuera por que detrás de él estaba Julia, quien en el justo momento en que la necesitaba, lo tomó del brazo firmemente. Raúl estaba sonrojado por la febrícula que tenía, Julia también lo estaba, pero no por la misma razón, quizás en otras condiciones Ruiz hubiese notado el rubor de su Pilar, pero ahora, solo atinaba a apoyarse en ella para andar y seguir avanzando en busca de informes acerca de Grosso.
Cuando llegaron a la zona de recepción principal del hospital, Raúl sintió más vértigo y Julia lo depositó suavemente en los lujosos sillones de la sala de espera, yendo después a preguntar a las empleadas acerca de la ubicación de Octavio.
Raúl descansó un momento, pero no podía decidir a que ponerle más atención, a su estado físico, o a su preocupación por su amigo; sí, él había pensado en Octavio Grosso como su amigo y no como su Pilar o colaborador, esto quizás en otra situación no hubiere tenido importancia, pero ahora, tratando de distraerse de ambos problemas que lo sofocaban, él Emperador solo podía atinar en pensar como era su relación con el ausente, es decir, desentrañar la misma, como le gustaba con cada cosa de la vida.



Ruiz creía que una relación no es fácil de explicar, ni de desentrañar y diseccionar para su estudio, simplemente “es”, no se necesita de explicaciones para tener relaciones amorosas o amistosas con alguien, aunque los científicos hablaran de cosas biológicas, fisiológicas, feromonas, hormonas y otras cosas similares, Ruiz pensaba que la afinidad por cuestiones cuantificables, era muy relativa. El mejor ejemplo de eso era su relación con Octavio, por que de hecho no tenían nada, o casi nada en común, no les gustaban las mismas cosas, ni los mismos autos, ni los mismos deportes, ni las mismas comidas, ni los mismos libros, y esto era tan claro como ver en el escritorio de Ruiz solo periódicos y novelas y en el de Octavio la revista de moda acerca de los “socialites” y la “Guía máxima de bares y antros en la Ciudad”. El ser agua y aceite era un tópico que por gastado, ni siquiera tocaban, ellos solamente convivían y lo hacían de forma armónica, al menos hasta que Octavio retaba a Ruiz en algún rubro, entonces todo cambiaba y se volvía competencia, pero sus competencias en realidad no eran serias, eran una extensión de la fiesta en que vivía Grosso, eran una “rivalidad amistosa”. Ruiz tuvo miedo entonces de que eso también desapareciera, pues no sabía cual era el estado de su amigo y la mujer llamada Liliana Lara, había conseguido preocuparlo de verdad.



Julia volvió con Ruiz y lucía molesta, le habían confirmado que Grosso estaba internado, pero se habían negado a darle información alguna sobre su estado, argumentando que solo podían darle datos a alguien que se identificara como su familiar, o a alguna persona a la que el familiar que estaba acompañando al paciente, diera el visto bueno para que accediera. Raúl le preguntó a Julia la forma en que la mujer con quien había hablado había pasado con él, ya que Octavio ya no tenía algún familiar en la Ciudad, al menos que le conocieran, y Julia le dijo que según la empleada que la había atendido, esa persona que acompañaba a Octavio era su esposa.



Raúl no pudo evitar soltar una pequeña risa, pues alguien como Octavio podría ser impredecible, pero casarse no sería uno de los planes que él pudiese si quiera imaginar. Sin embargo Julia solo contestó su gesto con una rabieta contra la empleada y Raúl tuvo que ponerse a meditar alguna solución, y en eso estaba cuando pensó en lo inoportuno que fue el quedarse sin batería en su celular, pues aunque Julia tenía el suyo, él no había podido memorizar el número telefónico de Liliana Lara, por lo que era inútil cualquier esfuerzo de contactarla, a menos que, de alguna manera pudiera cargar el teléfono, y entonces recordó que en esos grandes y lujosos Hospitales solían tener toda clase de máquinas para la comodidad de los familiares de los pacientes, entre las que debería estar alguna diseñada para recargar los celulares, pues de esas máquinas abundaban en los centros comerciales y un lugar tan opulento como en el que estaban, no podría quedarse atrás.



Julia se puso en búsqueda de las máquinas, pero Raúl la siguió, se había hartado de estar sentado y ya se sentía mejor, por lo que ella no pudo negarse.



A pesar de ser solo una Central Médica, era impresionante la magnitud de la misma, por lo que resultaba muy sencillo extraviarse, Raúl caminaba lenta, pero decididamente, sin embargo Julia, fingiendo un interés médico, le ordenó que fuera aún más despacio y todavía tomado de su brazo. Ella se sentía un poco avergonzada, a su edad ponerse como una colegiala enamorada se vería un tanto ridículo, pensó, sin embargo sus relaciones amorosas no solían llevar ese toque romántico que ella misma despreciaba, o creía despreciar, pues en esos momentos le estaba gustando esa sensación calida de llevar a aquel hombre del brazo en una pose quizás algo cursi y hasta romántica. Sus parejas eran hombres atractivos y físicamente fuertes, mucho más que Raúl Ruiz, le gustaba el tipo de hombre que parece estar siempre meditando en algo, haciendo un proyecto alternativo y ecológico, o artístico en su caso, de cabellera larga y vestir despreocupado, de ojos soñadores y penetrantes, e invariablemente de aberración por los compromisos. Julia también repelía la idea del matrimonio, por eso estaba bien cuando su pareja le decía que era tiempo de salir con otras personas, o cuando ella misma se aburría de ellos y los alejaba con indiferencia, sin embargo sus relaciones eran cimentadas en un plano material estrictamente, a ella no le gustaba hablar de su “don” con sus parejas, sentía que no eran ámbitos compatibles, sentía que no eran las personas adecuadas, tampoco había dejado madurar un amor sólido, pues aunque creía en su existencia, simplemente no sentía que fuera tiempo para ello todavía, pero se reía cuando alguien la intentaba tachar de solterona, esos estúpidos clichés, eran para gente incivilizada y anticuada, para gente con “invalidez cerebral” decía. Nunca antes se había permitido pensar en Ruiz como algo más que su amigo y socio, él siempre estaba ocupado y las muy escasas relaciones que Ruiz tuvo después de María del Mar, eran tan solo “citas” o noviazgos que no solían durar más de una semana, para Julia él solo tenía ojos para la Comunidad, era su pareja y su más grande responsabilidad, tal vez por eso es que ni siquiera había pensado en ese aspecto de él, ese que descubrió poco a poco y sin darse cuenta y que a lo mejor, pensaba, tenía que ver con el “lado humano” del Emperador y no con la efigie que él mismo había creado. Ya a sabiendas de que al menos Grosso estaba con vida y conocían su paradero, ambos podían relajarse un poco, pero la preocupación persistía por el estado en el que estuviera o por la razón que lo llevó ahí, sin embargo Julia en secreto se permitió un lujo, el lujo de ir pausadamente tomando el brazo de Ruiz en su búsqueda y sentir que iba al lado del hombre del que se había enamorado, tan sutilmente que ni siquiera podía decir cuando había sucedido.



Ruiz por otra parte se sentía apenado, pero por necesitar la ayuda de su Doctora y Pilar de esa manera, no por alguna discriminación hacia ella, sino por que sentía que tenía que dar el ejemplo de firmeza en esos momentos, y resultaba todo lo contrario. Cuando por fin encontraron la máquina que buscaban y mientras el celular de Raúl de cargaba, Julia le habló a Herson Valdés para informarle del paradero de Octavio y éste se comprometió en ir lo más pronto que pudiera. Después de hablar con su común amigo, Julia le dijo a Raúl:



- Si es posible, deseo atender personalmente a Octavio, por que aunque no es lo más indicado por nuestra relación, siento que puedo dar de mi parte mi mayor esfuerzo y si en algo fallara, aun quedan los demás médicos de la Clínica de la Comunidad para apoyarme.

- Es dable lo que pides Julia, además podremos estar más tranquilos, pero antes de eso, debemos saber que es lo que le pasó a Octavio, pues a pesar de que siempre se comporta de forma impulsiva, no le había pasado nada en lo personal antes.

- Tal vez se deba a un aspecto que le he pedido en múltiples ocasiones controlar, pero que siempre se niega a hacerlo.

- Yo también pienso que puede deberse a su alcoholismo social, con esa enfermedad, es muy difícil delimitar para el enfermo cuando ya es un problema casi irreversible.

- Tienes razón Raúl, pero debemos esperar para poder saber que haremos, si él esta incapacitado tampoco podrá intervenir en el asunto del Consejo General…



Raúl bajó la mirada de forma angustiada y procuró recomponerse pronto, pero su estado débil y los acontecimientos tan repentinos que atravesaba, habían mermado mucho su resistencia, por lo que al verlo Julia sintió deseos muy grandes de abrazarlo, al menos para darle un poco de apoyo y fuerzas. Poco a poco se acercó a él y cuando estaba apunto de rodearlo con sus brazos, Raúl alzó la vista y señaló:



- Bueno, con eso será suficiente carga, debo hablar con Liliana Lara.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 21 Sueños recurrentes

Raúl y Julia partieron en el auto del primero, a Ruiz solo se le había ocurrido apoyar la búsqueda que ya se realizaba participando también en ella y recorriendo lugares que eran frecuentados por Octavio.

En algunas otras ocasiones del pasado Grosso se había ausentado de la Comunidad sin aviso, pero nunca pasaba más de un día sin que volviera con alguna excusa increíble o descaradamente diciendo la verdad de sus correrías.

Raúl sabía que Octavio era una persona que vivía en fiesta la mayor parte del tiempo, aún cuando trabajaba o cuando opinaba en las reuniones del Consejo de Pilares, pero siempre se tomaba las cosas con seriedad cuando un reto de su área lo exigía, por esa razón Ruiz perdonaba algunas de sus ausencias, aunque trataba por todos los medios de que se disciplinara más; sin embargo el Emperador sentía tristeza cuando suponía que las razones de la constante vorágine de diversión en que se sumía su Pilar, eran consecuencia de un vacío profundo que intentaba llenar con una capa de alegría fingida.

Uno de los lugares que Grosso visitaba y que para variar no era un bar, ni nada festivo que se le pareciera, era una pequeña zona verde ubicada a la orilla de una carretera poco transitada, pero de velocidad elevada, que se encontraba en una colina, en la cual se había improvisado una entrada para dos automóviles máximo y en la que, a base de múltiples pasos y visitas, se había forjado un pequeño senderillo que bajaba por la zona de la colina que no estaba pavimentada y se internaba entre algunos árboles que se hallaban a la orilla de una presa. Ese sitio, a pesar de estar cerca de una carretera de velocidad alta, proporcionaba tranquilidad si uno se alejaba cuesta abajo y cerca de la presa, tranquilidad para meditar mientras se observaba el minúsculo movimiento ondular del agua, provocado por algún mosquito o algún pequeño pez que habitara esos lugares, mientras la espalda se recargaba en uno de los fuertes trocos que se alimentaban de esa tierra húmeda y factible para que la maleza viviera. Cuando la noche alcanzaba a los pocos visitantes y los mosquitos se adueñaban del lugar, solo bastaba regresar cuesta arriba y colocarse encima de una enorme roca que se encontraba cercana al improvisado estacionamiento, y divisar las pocas estrellas que la Ciudad permitía encontrar. Octavio le había enseñado alguna vez el lugar a Raúl y Ruiz le había puesto por nombre “El Bosque de la Soledad”, con un poco de sarcasmo, al ser solo un pequeñísimo lugar natural en la Ciudad,  al que solo se podía acceder en vehículo, y debido a la falta de espacio para dejar más de dos autos, estaba claro que los visitantes debían sentirse formidablemente solos, aun teniendo al lado un montón de automovilistas sin rostro que pasaban velozmente por ahí.

Raúl quiso empezar la búsqueda en ese sitio, quizás no con demasiadas esperanzas de hallar a Octavio, pero sí con el deseo de que ese lugar tan peculiar, en su forma y en los gustos de Grosso, le ayudase a pensar con claridad acerca de su paradero.

- Tengo miedo Raúl, no se que está pasando- dijo Julia con voz entrecortada, mientras Raúl conducía rápidamente para llegar al Bosque de la Soledad.

Julia era una mujer de carácter muy fuerte y a Ruiz le inquietaba que en esos momentos mostrara signos de tan notoria fragilidad, ya que siempre era firme y confiaba mucho en si misma, llegando incluso a ser caprichosa y a denotar cierto aire de superioridad ante los demás, lo que aunado al misticismo de sus actos y estudios y a los rarísimos libros que solía leer, la dotaban de una misteriosa personalidad; pero Raúl sabía que en el fondo se preocupaba mucho por todos los Comunitarios a su manera y esa forma de ser tan misteriosa era lo que le daba un toque único. Raúl pensó que su deber como líder de los Pilares era mantenerse incólume ante las situaciones como la que atravesaba, pero que estaba bien que sus soportes fueran sensibles y mostraran ese lado humanizado, a pesar de que le causara mucha extrañeza el verlo reflejado en una de las mujeres más fuertes que había conocido.

- El miedo es natural e inherente a los humanos, está bien tener miedo, temes por que te enfrentas a algo nuevo y fuera de tu control, pero si lo meditas profundamente sabrás que no existe el control absoluto, ni en la más mínima de nuestras actividades; a veces semejamos ser los dueños de este mundo, los amos y señores, capaces de moldearlo a su imagen y semejanza, quienes a pesar de incontables siglos, pestes, guerras y cambios climáticos, hemos permanecido indestructiblemente para dejar nuestra semilla de superioridad; sin embargo la mayor parte del tiempo somos frágiles personas cuya vida es menos que un suspiro en la existencia de la tierra y más aún, en la existencia de aquello que por desconocer, terminamos nombrando como “universo”. Nuestras cortas vidas a pesar de su efímero lapso, están llenas de tantos matices y colores como el más vasto arcoíris, sufrimos y soñamos, reímos mucho, pero hay quien dice que venimos al mundo solo a llorar y a ver como nuestras lágrimas se secan al sol, así como nuestros cuerpos se secarán al paso de los años. En verdad que la complejidad de los humanos radica en esos extremos, en su corta vida y en su extenso legado, por que si bien es cierto que solo algunos grandes personajes han sobrevivido al paso de los siglos, ya sea por su genio, su creatividad, su dedicación, su amor al prójimo y hasta por su odio, también es cierto que si sus hazañas permanecen, se debe a los demás que las preservaron en el tiempo, pues nada serían esas ilustres personas, si no hubieran otras muchas, sin nombre aparente, hacia quienes esos logros fueron dirigidos, buenos o malos, y que cuentan sus logros para poder usarlos o aprender de ellos para el porvenir. Ahora es natural que temas por lo que sucede en nuestras vidas, es una consecuencia del grave desequilibrio de nuestro estado común, pero tu estas aquí, los Comunitarios estamos aquí, yo estoy aquí, y de alguna manera podremos apoyarnos entre todos para salir adelante, por que es imposible acabar con el miedo, pero podemos aprender de él, convivir con él, para no ser sus esclavos. Ahora mismo eres parte de un proyecto, que más que eso es una realidad, tu función es primordial, como la de cada uno de sus miembros, por eso no desfallezcamos ante el miedo, no seamos rehenes de los que lo infunden, de los que lo usan como arma y estandarte  y no nos unamos a los que con su derrota permiten que aquellos puedan seguir dominando, seamos libres en nosotros mismos, aceptando el nuestro, pero apoyándonos los unos en los otros, para de ese modo darnos valor, para poder hacer una diferencia, que es nuestra máxima meta,  para que todos juntos logremos que nuestro valor sea la pauta que marque el final de la dictadura del miedo. Ahora es natural que temas por Octavio y hasta por la actitud de Mindell, pero te recomiendo que seas fuerte y no dudes en apoyarte en mí y en los demás, por que tu esfuerzo individual tendrá frutos en lo colectivo, ya lo verás, saldremos adelante.

- Aunque se que tienes razón – contestó Julia con voz baja- hay algo en mi que no deja de inquietarme. Pocas veces hemos hablado sobre ello y la verdad es que no se cual sea tu opinión al respecto, o si tu crees, como muchos, que estoy loca o que solo soy una excéntrica, quizás las veces anteriores que lo hemos hablado, solo te has limitado a darme por mi lado sin decirme en realidad cuales son tus sentimientos al respecto, y naturalmente que hablo de lo que yo llamo mi “don”.

- Ya veo – contestó Raúl sin dejar de observar a la carretera- a ese respecto puedo decirte dos cosas, la primera es que no me cierro a posibilidades, gusto de analizar las cosas y de llegar a últimas consecuencias que mi capacidad permita, por eso se que en esta vida hay muchos misterios para los que la humanidad no ha encontrado una explicación que se ate a su lógica, y hasta podría decir que he llegado a la conclusión de que las personas usan el escepticismo como un arma de protección a su disposición, para defenderse de todo aquello que obviamente escapa a su conocimiento y por tanto a su control; sin embargo yo he decidido no utilizar dicha arma, sino que permitir que las cosas se desentrañen ante mi visión para poder emitir algún juicio personal. La segunda cosa que puedo decirte es que yo te respeto en todas tus facetas, como persona, como mujer, como doctora, como Pilar, y por ese motivo, también respeto tu faceta “mística” si puedo llamarle así sin causarte una ofensa.

- Puedes llamarle como desees, por que entiendo que lo haces con respeto Raúl- contestó Julia mientras entrecruzaba sus dedos nerviosamente.

- Pues por esas dos razones, puedo asegurarte que creo en tu “don”, en la medida en que creo en ti y por eso me gustaría que me contaras lo que sientes sin empachos- dijo Raúl con un tono casi paternal que le disgustó un poco a él mismo.

Julia continuó cabizbaja jugando con sus dedos, hasta que alzó sus bellos ojos para mirar a Raúl que continuaba cuidando la marcha del automóvil.

- Desde que mencionaste ante los Pilares el asunto de la mujer que habías dejado estar en tu casa, he sentido una opresión angustiosa en el pecho, y he tenido un par de sueños raros, además de repente tengo la impresión de que una percepción profunda en mí, me advierte de un gran peligro que se cierne sobre nosotros.

Raúl abrió los ojos en señal de sorpresa y por primera vez distrajo totalmente su mirada de la carretera para ver por unos segundos a Julia, quien continuó relatando.

- En mis sueños suelo verme en una pequeña barca, que se encuentra en medio de un mar oscuro y es sacudida sin cesar por un viento helado, sin embargo la pequeña embarcación resiste los embates de la marea y a pesar de que la poderosa agua del océano parece batirse cada vez con más vigor, mi barca salvadora sigue inamovible. Entonces yo intuyo que esa barca sobrevivirá hasta que pueda salir de ese mar rugiente y por unos momentos me tranquilizo, pero entonces un relámpago de color rojo cae de los negros cielos y golpea la embarcación y esta comienza a inundarse rápidamente, entonces de la nada apareces tú y comienzas a ayudarme a vaciar la inundación que amenaza con hundirnos, pero cuando recién comenzamos a controlar el desastre, de las negras olas surgen cuatro brazos que te toman y te atrapan, para finalmente llevarte con ellos al mar y hundirte, a pesar de mis esfuerzos y de mis uñas que te desgarran en su vano intento por asirte a mí, en ese momento se que también mi barca pronto te hará compañía en las profundidades, pero despierto y el llanto de mis ojos brota tan copiosamente, como lo hace un sudor frío que recorre mi espalda, y si acaso consigo volver a dormir, el sueño se repite.

Después de oír el relato de Julia, Raúl agradeció a las circunstancias el haber llegado ya al "Bosque de la Soledad" y poder reflexionar sin distracciones acerca de lo que su Pilar le decía. En su mente racional la respuesta más lógica era negar alguna relevancia en el sueño recurrente de Julia y quizás hasta buscar un motivo psicológico implícito, pero como había dicho a su interlocutora antes, él si se daba la posibilidad de creer y analizar las cosas antes de desmentirlas inmediatamente, así que le solicitó a Julia que pensara en los detalles más marcados de su sueño, para intentar darle alguna relación con los problemas actuales, aunque tomando con reservas la importancia que deberían darle ambos a ese aspecto, sobre todo en un momento en el que deberían centrar su atención a la localización de Grosso.

Por ese motivo Julia continuó diciendo- Pues una de las cosas que más me llaman la atención de mi sueño es el rayo rojo, por que yo no miro al cielo en ningún momento hasta que aparece, es decir, estoy esperando el ataque del mar embravecido, pero no me espero que ese ataque llegue de las alturas, es algo completamente inesperado…

En ese momento un timbre fuerte sonó de entre las ropas de Julia y ambos se sobresaltaron, se trataba del teléfono celular de Raúl, que Julia traía por si él lo necesitara, mismo que hacía la advertencia de tener la batería baja y estar próximo a apagarse. De repente también Raúl recordó la llamada a las tres de la mañana de días anteriores y su fracaso de comunicarse con el número al que le pertenecía dicha llamada, así que haciendo una relación en tiempos y hechos, pensó que quizás Grosso estuviera detrás de eso.

- Julia, dame el teléfono antes de que se le acabe la batería – dijo Raúl nervioso- debo devolver una llamada que quizás nos de alguna pista.

Julia le dio el teléfono y Raúl se dio cuenta de que el número en cuestión le había marcado nuevamente, tan unos minutos después de que él se había tratado de comunicar, solo  que ya no pudo contestar, por que perdió el sentido en esos momentos, y Ruiz pensó que eran muchas casualidades, y que seguramente Octavio le había hablado por estar en algún problema.

Raúl marcó rápidamente y en el tercer timbrazo del teléfono una voz de mujer que se notaba angustiada le contestó.

- ¿Bueno?
- ¿Bueno? ¿Con quién hablo?, soy Raúl Ruiz, tengo varias llamadas perdidas de ese número…

- Soy Liliana Lara – le dijo la voz de mujer llorosa- debe venir rápido a la Central Médica Norte, Octavio está…

Raúl se quedó impávido, la mujer no pudo terminar la frase, en ese momento su celular se había apagado por falta de batería, dejando en su dueño una gran duda y una opresión angustiosa, como seguramente la que había sentido Julia en días pasados.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Capítulo 20 La sombra del caos

Los ojos de Raúl se abrieron lentamente, otra vez despertaba en un lugar distinto de su morada. Esta vez no se encontraba en ninguna casa, estaba en la Clínica privada de la Comunidad y a su lado nuevamente, aguardaba con un gesto de ternura infinita, la mujer en quien más confiaba, Julia Jaimes, quien al notar que él despertaba, cambió el dibujo de su rostro por una sonrisa fresca y sincera.

- Por fin regresas con nosotros, luego de tres larguísimos días, no tienes idea de lo feliz que me hace tenerte consciente- dijo ella con sincera alegría y un ligero rubor en sus mejillas.

- No recuerdo nada ¿Qué ha pasado Julia? ¿Me enfermé muy fuerte otra vez? Me siento muy cansado- contestó Raúl con un tono tan bajo que costaba trabajo oírle.

- Yo estaba en lo cierto, tu cuerpo estaba al límite cuando te hablé esa noche, pero quizás tardé demasiado en prevenirte, no importa ya, tendrás que descansar forzadamente y de seguro mejorarás- replicó Julia todavía con tono alegre, sin embargo al decir eso, tomó la mano del Emperador suavemente y puso una expresión de mucha seriedad para continuar hablándole- No volveré a descuidarte de ese modo y aunque suene contradictorio, se que no me perdonarías si callara lo que tengo que decirte. Se que cada vez que despiertas no hago más que hablarte de forma lúgubre, pero la Comunidad tiene problemas, Herson y yo tuvimos que decirle a Mindell de tu estado actual, y aunque esperábamos que reaccionara diferente, ha insistido en que ya no es suficiente el Consejo de Pilares, quiere que actúe el Consejo General Organizacional, tu sabes que solo se había planteado después de los problemas posteriores a la Gran Crisis, pero él insistió en que era necesaria su intervención ante tu precario estado, y al parecer, con respecto a tu hermetismo total sobre tu reunión en la Cámara; francamente Herson se disgustó mucho con él, le recriminó el hecho de que ni siquiera habías tenido tiempo de tratar con nosotros esa reunión, por que enfermaste casi inmediatamente, pero Mindell arremetió de una forma inexplicable con el tema de la mujer que has traído a tu casa sin presentarla abiertamente al Consejo de Pilares. Es un hecho que Mindell Quintana esta irreconocible, pero también es un hecho de que tiene razón acerca de que estipulamos la intervención del Consejo General en tu ausencia y en otros casos en que fuera meritorio, por eso no hemos podido negarle su petición, por más que lo deseáramos.

- Quizás desde un principio el pensaba eso… -dijo Raúl quedamente- No, no debo pensar así, lo que debe estar pasando es que el hecho de que Mindell esté así nos muestra que es un pilar confiable, por que se preocupa más por la Comunidad que por mi estado, pero en verdad me inquieta que el Consejo General tome una decisión peligrosa por que …

- Basta Raúl – interrumpió Julia con voz fuerte- tu no vas a hacer nada, ni siquiera quieras insinuarlo, solo descansarás, debes hacerlo- dijo Julia bajando la voz gradualmente, para después darle la espalda a Raúl y llevarse una mano a la frente, mientras apretaba la otra a la altura de su vientre- fui muy tonta al haberte dicho esto, pero era mi deber después de todo, yo también soy tu pilar y no por eso simplemente ignoro tu salud Raúl. Debiste verlo, ni siquiera preguntó más por ti, solo se limitó a escupir su propuesta de la intervención del CGO, al oírlo sentí algo tan extraño…- nuevamente Julia se detuvo un momento en su conversación, mientras cambiaba su mano de su frente a cubrir su boca, para después de unos breves momentos continuar- De cualquier forma, aunque sea cierto lo que dices y él solo actúa de forma profesional, o aunque se trate de alguna otra cosa, debes dejar esto en manos de Herson y mías, nosotros llevaremos tu voz al Consejo General y veremos por el bien de la Comunidad.

- Dijiste solamente los nombres de Herson y el tuyo, ¿Es acaso que Groso ya ha tomado partido por Mindell? – preguntó Ruiz mientras trataba pesadamente de incorporar su torso- ¿Qué dice él de todo esto?

- Octavio esta desaparecido desde que te enfermaste bajo la lluvia – dijo Julia aún dándole la espalda a Raúl- Nadie lo ha visto, ni hemos podido contactar con él, no sabemos si está bien, y aunque algunos comunitarios han empezado a buscarle por los lugares que frecuenta y hoy por la mañana dimos aviso a la policía, aún no tenemos nada.

- No puede ser- dijo Raúl con voz desesperada y dejándose caer nuevamente en la cama del nosocomio- todo esto, ¿por qué pasa ahora? Primero esa mujer y ahora esto…

- ¿A que te refieres Raúl? – preguntó ansiosa Julia al momento en que volteaba rápidamente a ver al Emperador, dejando ver sus hermosos ojos llenos de lágrimas- ¿Quién es esa mujer? No entiendo su presencia con nosotros.

- Mmm…- farfulló Raúl, mientras pensaba la manera en que explicaría la presencia de Lía- Ella es la única persona que me puede hacer dudar de la filosofía de la Comunidad, de hecho, es esa duda la que me impidió presentarla formalmente al Consejo de Pilares y abogar por que se quede con nosotros.

- La filosofía de la Comunidad es que no se le cierran sus puertas a nadie- dijo intrigada Julia- para que esa mujer te haga dudar de eso, tiene que ser una persona detestable.

Raúl sintió un golpe de ira dentro de sí mismo, pero pronto recuperó la razón y tranquilizó su corazón, pues simplemente no podía creer que esa ira se debiera a las palabras de Julia, ya que sabía que esas palabras eran poco menos que la verdad, y sin embargo, en alguna parte de su estúpido corazón, aún seguía defendiendo a Lía y eso dolía más que cualquier palabra hiriente.

- Quizás lo haya sido en el pasado, pero sería irresponsable de mi parte, además de hipócrita claro, estigmatizar a alguien por su pasado, prejuzgar su presente por sus acciones pasadas sería contrario a mi rol en la Comunidad, así que espero que entiendas que no debes expresarte así de nadie nuevamente.

Ahora fue Julia quien sintió una opresión en el pecho, ella sabía que no era consecuencia del pequeño regaño que había sufrido, sino del darse cuenta que Raúl estaba defendiendo a Lía, a pesar de lo que le había contado Herson, pero lo que le preocupaba realmente, era ese malestar tan grande que experimentaba al hacerse a esa idea, pues esa opresión solo podía traducirse en el más despreciable de los sentimientos después del odio y la lástima: los celos. Quizás por eso descuidó las demás labores de la Clínica mientras cuidaba a Raúl, quizás por eso, ni siquiera ella se creyó la excusa de que estaba cuidándolo tan fervientemente por ser el líder de la Comunidad y nada más por esa razón, quizás por eso el solo nombre de Lía Alarcón comenzaba a serle tan desagradable.

- No olvidaré lo que dices Raúl- le contestó en un tono firme Julia- pero merezco que me cuentes más acerca de ella.
- No es tiempo para eso Julia- replicó Raúl con más fuerza- ni es tiempo de quedarme a descansar mientras todo se cae a pedazos, debo ir ante el CGO, debo encontrar a Octavio y quizás hasta deba investigar a Mindell después de todo.
- He dicho que no lo harás Raúl, no quiero verte empeorar hasta morir, ¡ni quiero perderte! – Gritó Julia mientras nuevamente rompía en llanto.

Raúl se impactó un momento ante ese grito, pero rápidamente desechó la idea que cruzó su cabeza y se convenció a si mismo de que Julia era su mejor amiga y que por esa razón era por lo que lloraba, aunado a la desaparición de Octavio y al caos que imperaba en la Comunidad. Por lo que lentamente se incorporó de la cama y se dirigió a Julia, quien seguía sollozando y tomándola de la cintura le dijo:

- Julia, mi vida es la Comunidad, mi vida son los miembros y los pilares, esa es mi verdadera vida, yo no tengo otra ilusión, ni otro amor, es mi deber y como pilar, tu deber también es olvidar tus preocupaciones estrictamente personales hacia mi persona y verme como lo que soy, el dirigente de la Comunidad, ambos debemos cumplir con nuestro deber y resolver esto, Herson es valiente y valioso pero no podrá solo, quiero seguir confiando en Mindell, pero hay muchas cosas que no encajan con su actitud, debo cuidarlos a todos y lo que ahora urge es encontrar al miembro perdido del Consejo de Pilares, cerciorarnos de que esté bien y auxiliarlo en cualquiera que sea su situación, para después que él también nos acompañe ante el Consejo General Organizacional y defienda a los Comunitarios, debes venir conmigo en su búsqueda y aceptar que ese es tu deber primordial ahora.

Julia miró dentro de los ojos grises del Emperador durante largo tiempo, mientras su respiración se hacia lenta y su cuerpo temblaba trémulamente y después de ese tiempo mordió su labio y abrazó a Raúl diciéndole:

- Soy un Pilar de la Comunidad y he de cumplir mi propósito Raúl, vamos pues, debemos encontrar a Octavio Grosso, donde quiera que él esté.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Mictlán

La vida es un jardín, pero plagado de ortigas e hiedras venenosas. Su camino es sinuoso y confuso, pero su destino siempre es el mismo, el beso dulce del fin de la existencia.

Entonces el sueño lo abraza todo, lo sublima y lo conduce a lugares nuevos y diferentes, donde el abrazo de la muerte es placentero y sus colores de oscuridad lo llenan todo.

Ahí las almas se abrazan desnudas, se unen en coros de lamentos y añoranzas, que después se confundirán en los vientos del negro mundo del Mictlán, y como esos vientos juegan con las voces, así jugarán con los restos, con las almas que despedazadas y vueltas a formar continuarán su vereda mortuoria en busca de la paz.

Las oraciones se pierden sin escucharse entre las negras montañas que custodian el más allá, los pies etéreos se dirigen con prisa a su final destino, pues ya han cruzado el río que evita que alguien quiera volver a devorar la vida, pues su platillo es tan raro y delicioso, que nunca habrá de consumirse dos veces.

La sangre ya no existe y el peso es relativo, el dolor sin embargo permanece, pues es el último obstáculo para los distantes espíritus que nacieron con él y deberán morir aún conservándolo.

En la muerte ya no hay amor, solo queda el recuerdo, el gozo que una vez existió y fue desperdiciado en las arenas del tiempo, la esperanza que fue bebida por ávidas alegrías y tristezas que conformaron la vida misma.

La respiración es una memoria sutil de algo que ya no será, por eso las almas apenas pueden distinguir el agua del viento, pues navegan entre sus corrientes filosas y quemantes, aún falta que sean despedazadas y devoradas por las bestias que representan el apego a lo que se queda atrás, esos rostros, pasiones, y objetos que hacen tan difícil el camino hacia el inframundo.

Por fin los últimos lograrán atravesar la tempestad de espinas y agujas de las sombras y habrán de llegar ante el dios del Mictlán quien les otorgará su eterno destino, el cual esperan sea un nuevo renacimiento.

Capítulo 19 Vieja Melodía

Despertar es un ejercicio difícil cuando no se encuentran motivos para hacerlo, o quizás un sentido que defina la razón por la que nos empeñamos en vivir, en realidad pocos saben por que lo hacen, por que se levantan todos los días y se aferran a una existencia que en muchas ocasiones, se encuentra plagada de carencias, temores y traiciones.

Es por eso que Ruiz halló un motivo mayúsculo que le obligaba a despertar y moverse cada día, a hacer a un lado sus dolencias y enfermedades para poder hacerse cargo de ese motivo, la Comunidad, un ser ficticio que le reclamaba alimento y atención, que como si fuera un vástago, le exigía su tiempo y a cambio le otorgaba la maravillosa capacidad de hacer a un lado la soledad y la duda permanente del sentido que tenía su propia vida.

Sin embargo, esa mañana, que más bien podría ser medio día o aún más tarde, su malestar era tan grande que no podía ignorarlo como en otras ocasiones, quizás la advertencia de Julia había llegado tarde y esta vez los excesos le cobrarían factura, y en esa situación lo que más le molestaba es que todo se debiera a un descuido bajo la lluvia, pero detrás de ese supuesto descuido, la mano de Lía nuevamente en su vida, otra vez causando daño, a pesar de lo poco que deseaba permitírselo.

En su mente una viejísima canción resonaba, y él se hacía las mismas preguntas que esa antigua melodía: “¿Por qué volviste a mí?, siendo tan grande el mundo, habiendo tantos hombres, después de aquél ayer, que tu lo maldijiste y luego lo destruiste ¿a que quieres volver? ¿Por qué volviste a mí, buscando compasión? En mí ya no hay amor, en mi alma ya no hay nada, mi vida aventurera contigo se acabó…” Esas notas resonaban en su cabeza como el primer día en que la escuchó, en su ya lejana niñez, cuando se aburría oyendo la canción que al parecer tenía un significado especial para los adultos que la escuchaban, sin poder descifrar que significaría para él mismo en el futuro.

Que curiosa es la vida que de repente le pone sentido a las cosas que en ella se transitan, haciendo que aquél que se burló de un sentimiento, se vuelva el burlado por el destino, por el tiempo y por la misma gente- pensó mientras intentaba incorporarse pesadamente.

Cansado de autocompadecerse se puso de pie y recorrió el cuarto de Julia en busca de su ropa y sus pertenencias, sin embargo, al llegar a la ventana de la habitación, pudo observar que su ropa se secaba en la terraza contigua, por lo que, aunque no quisiera, debería quedarse ahí por un rato más, ya que no sería bien visto si salía solo en toalla o en ropa interior, así que se acomodó en un sofá de la estancia de Julia y se dio cuenta de que su teléfono celular se encontraba en la mesa de centro de la estancia y estaba encendido, a pesar de que seguramente se había empapado como él en su tropelía nocturna, y al revisarlo se percató que tenía una llamada perdida de un número desconocido justamente a las tres de la mañana, lo que dejó intrigado a Raúl, por lo que marcó dicho número, pero sin obtener respuesta alguna.

Dejando de lado su teléfono, vio varios periódicos apilados a un lado de la entrada principal, pues al parecer Julia los había recibido como cada uno de los pilares diariamente, pero no les había dado importancia y los había dejado simplemente apilándose indefinidamente, situación que irritó un poco al Emperador, pues les había pedido a todos los Pilares que se informaran constantemente de las situaciones del mundo que los rodeaba, aunque la verdad, él mismo había dejado a un lado los periódicos últimamente sumido en las ocupaciones del diario acontecer, y en ese sentido se sintió incapaz de darle algún reproche a Julia, quien además de todo lo había cuidado muy esmeradamente y si no se encontraba en ese momento, se debía a que ella era muy responsable con su trabajo en la Clínica de la Comunidad.

Así pues Ruiz comenzó a leer los periódicos en orden ascendente, pues disfrutaba ver como las especulaciones de los cronistas eran confirmadas o negadas en los días posteriores a su publicación, y completamente dedicado a esa labor, pudo darse cuenta de diversos acontecimientos aparentemente aislados, pero que en su mente vivaz, tenían una clara correlación y le decían muchas cosas entre líneas, quizás una de ellas, el profundo motivo del interés de los Grandes en hacerse de la Comunidad, así que leyendo cuidadosamente esas notas periodísticas, decidió que en la reunión de la noche con los Pilares, se las haría saber de la forma en que él lo contemplaba y quizás de esta manera comprenderían el por qué se oponía rotundamente a la alianza con los Cuatro Grandes, y con un poco de persuasión, hasta obtendría su votación en el Consejo.

Excitado por la idea se dirigió a la terraza para descolgar sus ropas y ponerse en activo, ignorando las indicaciones que Julia le había dado más temprano y que apenas recordaba entre sueños, que consistían en quedarse recostado al menos un día más para saber como iba evolucionando con las medicinas, sin embargo y casi al llegar a la terraza, sintió como su cuerpo se debilitaba y un escalofrío lo recorría, al tiempo que todo se iba poniendo oscuro y él caía de bruces en el piso completamente inconsciente, mientras a lo lejos escuchaba como sonaba su teléfono desde la estancia, y como en su mente confundida, las notas de la canción se iban callando poco a poco, hasta terminar con la frase más importante de toda la melodía: ¿Por qué volviste a mí buscando compasión? Sabiendo que en la vida, le estoy poniendo letra a mi última canción…