Vistas de página en total

lunes, 30 de noviembre de 2009

Capítulo 22 Sentimientos e incertidumbres

La incertidumbre es un veneno que corroe lentamente, penetra por pequeños rescoldos, como si fuera la mordida de una serpiente y va adueñándose de todo el ser. Baja por la espalda como un escalofrío agudo, debilita las piernas hasta el punto de doblarse, quiebra el espíritu y amarga cada día, haciendo que cada uno de ellos sea igual al anterior.
La incertidumbre tiene cura, pero a veces su cura es peor que la propia enfermedad.

- ¿Tu a que le temes Raúl? – Soltó Julia de pronto, quizás con intenciones de romper la tensión que caía como cemento en Ruiz, pero con efectos de un balde de agua fría.

- Le temo a tantas cosas- contestó Raúl sobreponiéndose- a la muerte, a la soledad, al fracaso, pero quizás en esta etapa de mi vida mi mayor temor sea defraudarlos, a todos ustedes, a los que han creído en mí, a los que me han seguido con tanta fe.

- Nosotros te seguimos por convicción, aún si fracasas, tus Pilares no te dejaríamos, ni te aborreceríamos- intervino Julia con rapidez-.

- Pero si fracaso, muchos destinos sufrirán por mi causa. Si tomo una decisión incorrecta, o si actúo de forma arbitraria, toda la Comunidad puede tener problemas, y ustedes que tienen todos sus ahorros y bienes en ella, se verían simplemente desamparados.

- No lo estaríamos, aún tenemos nuestras habilidades, nuestras profesiones y nuestra capacidad para salir avante. ¿Sabes? Yo no te he idealizado, al menos no como el “Emperador”, si te digo de esa forma de vez en vez, es simplemente por una identificación que hago con los Comunitarios, pero el hecho de bautizarte de ese modo, no significa que espero algo de ti siempre, por que si lo hiciera, sería como si mis expectativas de ti superaran incluso a tu ser real, al hombre de carne y hueso que se enferma, que hace muchos corajes, que se equivoca, que desconoce muchas cosas, pero al mencionarte esos aspectos, no lo hago con afán de herirte, sino de que sepas que a mi no puedes decepcionarme ni defraudarme, por que eres una persona que no se traiciona a sí mismo, proteges tus ideales, y precisamente por eso, y mientras sigas así, no podrías simplemente defraudar a nadie.
Raúl notó la frase que Julia quería ocultar: “y mientras sigas así…”, pero no sabía que pensar de ello, no podía adivinar cual sería entonces la postura precisa de Julia Jaimes si un buen día él se cansaba de todo y se marchaba del lugar.
- ¿Pero y si lo hiciera? Si llega el día en que vuelva solo a pensar en mí, a vivir hedonista y egoístamente, a buscar el placer que esta vida pueda dar. ¿Qué harías? – Preguntó él con un tono de voz desganado, como si temiera la respuesta-.

- Sinceramente no lo se, no me creo capaz de juzgarte, tú eres… - Un silencio incómodo lleno los labios de Julia, ella reprendió a su corazón el hecho de permitirse latir tan fuerte por Ruiz, cuando debería estar muerta de preocupación por Octavio, pero así eran las cosas, solamente podía seguir pensando en el sentimiento que poco a poco notaba.

Raúl no dijo nada más, comprendió que debía enfocar sus pensamientos en Octavio, pues aún si con ello no lograra nada, sentía que era su deber moral, además de que le espantaba un poco pensar que sus Pilares le abandonaran por completo si cambiaba, pues eso confirmaría el hecho de que ellos se encontraban ahí por lo que él había llegado a ser y no por lo que en verdad era.

Después de algunas horas de camino, Raúl y Julia llegaron a la Central Médica, donde los edificios al mero estilo del art deco, tenían quizás la intención de disfrazar lo que eran, sanatorios donde el dolor imperaba.

Ruiz bajó de su vehículo rápidamente, dejando las llaves al valet parking y apresurándose a entrar al nosocomio, sin embargo, su cuerpo le recordó la debilidad que sufría y por poco lo derrumba, si no fuera por que detrás de él estaba Julia, quien en el justo momento en que la necesitaba, lo tomó del brazo firmemente. Raúl estaba sonrojado por la febrícula que tenía, Julia también lo estaba, pero no por la misma razón, quizás en otras condiciones Ruiz hubiese notado el rubor de su Pilar, pero ahora, solo atinaba a apoyarse en ella para andar y seguir avanzando en busca de informes acerca de Grosso.
Cuando llegaron a la zona de recepción principal del hospital, Raúl sintió más vértigo y Julia lo depositó suavemente en los lujosos sillones de la sala de espera, yendo después a preguntar a las empleadas acerca de la ubicación de Octavio.
Raúl descansó un momento, pero no podía decidir a que ponerle más atención, a su estado físico, o a su preocupación por su amigo; sí, él había pensado en Octavio Grosso como su amigo y no como su Pilar o colaborador, esto quizás en otra situación no hubiere tenido importancia, pero ahora, tratando de distraerse de ambos problemas que lo sofocaban, él Emperador solo podía atinar en pensar como era su relación con el ausente, es decir, desentrañar la misma, como le gustaba con cada cosa de la vida.



Ruiz creía que una relación no es fácil de explicar, ni de desentrañar y diseccionar para su estudio, simplemente “es”, no se necesita de explicaciones para tener relaciones amorosas o amistosas con alguien, aunque los científicos hablaran de cosas biológicas, fisiológicas, feromonas, hormonas y otras cosas similares, Ruiz pensaba que la afinidad por cuestiones cuantificables, era muy relativa. El mejor ejemplo de eso era su relación con Octavio, por que de hecho no tenían nada, o casi nada en común, no les gustaban las mismas cosas, ni los mismos autos, ni los mismos deportes, ni las mismas comidas, ni los mismos libros, y esto era tan claro como ver en el escritorio de Ruiz solo periódicos y novelas y en el de Octavio la revista de moda acerca de los “socialites” y la “Guía máxima de bares y antros en la Ciudad”. El ser agua y aceite era un tópico que por gastado, ni siquiera tocaban, ellos solamente convivían y lo hacían de forma armónica, al menos hasta que Octavio retaba a Ruiz en algún rubro, entonces todo cambiaba y se volvía competencia, pero sus competencias en realidad no eran serias, eran una extensión de la fiesta en que vivía Grosso, eran una “rivalidad amistosa”. Ruiz tuvo miedo entonces de que eso también desapareciera, pues no sabía cual era el estado de su amigo y la mujer llamada Liliana Lara, había conseguido preocuparlo de verdad.



Julia volvió con Ruiz y lucía molesta, le habían confirmado que Grosso estaba internado, pero se habían negado a darle información alguna sobre su estado, argumentando que solo podían darle datos a alguien que se identificara como su familiar, o a alguna persona a la que el familiar que estaba acompañando al paciente, diera el visto bueno para que accediera. Raúl le preguntó a Julia la forma en que la mujer con quien había hablado había pasado con él, ya que Octavio ya no tenía algún familiar en la Ciudad, al menos que le conocieran, y Julia le dijo que según la empleada que la había atendido, esa persona que acompañaba a Octavio era su esposa.



Raúl no pudo evitar soltar una pequeña risa, pues alguien como Octavio podría ser impredecible, pero casarse no sería uno de los planes que él pudiese si quiera imaginar. Sin embargo Julia solo contestó su gesto con una rabieta contra la empleada y Raúl tuvo que ponerse a meditar alguna solución, y en eso estaba cuando pensó en lo inoportuno que fue el quedarse sin batería en su celular, pues aunque Julia tenía el suyo, él no había podido memorizar el número telefónico de Liliana Lara, por lo que era inútil cualquier esfuerzo de contactarla, a menos que, de alguna manera pudiera cargar el teléfono, y entonces recordó que en esos grandes y lujosos Hospitales solían tener toda clase de máquinas para la comodidad de los familiares de los pacientes, entre las que debería estar alguna diseñada para recargar los celulares, pues de esas máquinas abundaban en los centros comerciales y un lugar tan opulento como en el que estaban, no podría quedarse atrás.



Julia se puso en búsqueda de las máquinas, pero Raúl la siguió, se había hartado de estar sentado y ya se sentía mejor, por lo que ella no pudo negarse.



A pesar de ser solo una Central Médica, era impresionante la magnitud de la misma, por lo que resultaba muy sencillo extraviarse, Raúl caminaba lenta, pero decididamente, sin embargo Julia, fingiendo un interés médico, le ordenó que fuera aún más despacio y todavía tomado de su brazo. Ella se sentía un poco avergonzada, a su edad ponerse como una colegiala enamorada se vería un tanto ridículo, pensó, sin embargo sus relaciones amorosas no solían llevar ese toque romántico que ella misma despreciaba, o creía despreciar, pues en esos momentos le estaba gustando esa sensación calida de llevar a aquel hombre del brazo en una pose quizás algo cursi y hasta romántica. Sus parejas eran hombres atractivos y físicamente fuertes, mucho más que Raúl Ruiz, le gustaba el tipo de hombre que parece estar siempre meditando en algo, haciendo un proyecto alternativo y ecológico, o artístico en su caso, de cabellera larga y vestir despreocupado, de ojos soñadores y penetrantes, e invariablemente de aberración por los compromisos. Julia también repelía la idea del matrimonio, por eso estaba bien cuando su pareja le decía que era tiempo de salir con otras personas, o cuando ella misma se aburría de ellos y los alejaba con indiferencia, sin embargo sus relaciones eran cimentadas en un plano material estrictamente, a ella no le gustaba hablar de su “don” con sus parejas, sentía que no eran ámbitos compatibles, sentía que no eran las personas adecuadas, tampoco había dejado madurar un amor sólido, pues aunque creía en su existencia, simplemente no sentía que fuera tiempo para ello todavía, pero se reía cuando alguien la intentaba tachar de solterona, esos estúpidos clichés, eran para gente incivilizada y anticuada, para gente con “invalidez cerebral” decía. Nunca antes se había permitido pensar en Ruiz como algo más que su amigo y socio, él siempre estaba ocupado y las muy escasas relaciones que Ruiz tuvo después de María del Mar, eran tan solo “citas” o noviazgos que no solían durar más de una semana, para Julia él solo tenía ojos para la Comunidad, era su pareja y su más grande responsabilidad, tal vez por eso es que ni siquiera había pensado en ese aspecto de él, ese que descubrió poco a poco y sin darse cuenta y que a lo mejor, pensaba, tenía que ver con el “lado humano” del Emperador y no con la efigie que él mismo había creado. Ya a sabiendas de que al menos Grosso estaba con vida y conocían su paradero, ambos podían relajarse un poco, pero la preocupación persistía por el estado en el que estuviera o por la razón que lo llevó ahí, sin embargo Julia en secreto se permitió un lujo, el lujo de ir pausadamente tomando el brazo de Ruiz en su búsqueda y sentir que iba al lado del hombre del que se había enamorado, tan sutilmente que ni siquiera podía decir cuando había sucedido.



Ruiz por otra parte se sentía apenado, pero por necesitar la ayuda de su Doctora y Pilar de esa manera, no por alguna discriminación hacia ella, sino por que sentía que tenía que dar el ejemplo de firmeza en esos momentos, y resultaba todo lo contrario. Cuando por fin encontraron la máquina que buscaban y mientras el celular de Raúl de cargaba, Julia le habló a Herson Valdés para informarle del paradero de Octavio y éste se comprometió en ir lo más pronto que pudiera. Después de hablar con su común amigo, Julia le dijo a Raúl:



- Si es posible, deseo atender personalmente a Octavio, por que aunque no es lo más indicado por nuestra relación, siento que puedo dar de mi parte mi mayor esfuerzo y si en algo fallara, aun quedan los demás médicos de la Clínica de la Comunidad para apoyarme.

- Es dable lo que pides Julia, además podremos estar más tranquilos, pero antes de eso, debemos saber que es lo que le pasó a Octavio, pues a pesar de que siempre se comporta de forma impulsiva, no le había pasado nada en lo personal antes.

- Tal vez se deba a un aspecto que le he pedido en múltiples ocasiones controlar, pero que siempre se niega a hacerlo.

- Yo también pienso que puede deberse a su alcoholismo social, con esa enfermedad, es muy difícil delimitar para el enfermo cuando ya es un problema casi irreversible.

- Tienes razón Raúl, pero debemos esperar para poder saber que haremos, si él esta incapacitado tampoco podrá intervenir en el asunto del Consejo General…



Raúl bajó la mirada de forma angustiada y procuró recomponerse pronto, pero su estado débil y los acontecimientos tan repentinos que atravesaba, habían mermado mucho su resistencia, por lo que al verlo Julia sintió deseos muy grandes de abrazarlo, al menos para darle un poco de apoyo y fuerzas. Poco a poco se acercó a él y cuando estaba apunto de rodearlo con sus brazos, Raúl alzó la vista y señaló:



- Bueno, con eso será suficiente carga, debo hablar con Liliana Lara.

No hay comentarios: