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martes, 1 de diciembre de 2009

Capítulo 23 Pensamientos y decisiones

Con un ventanal inmenso que brindaba una magnífica vista de la ciudad frente a él, y varios empleados de la empresa que había ido a supervisar detrás suyo, Herson se mantenía en silencio total, Habían pasado ya varios minutos de que había recibido una llamada y había pedido una breve interrupción en la junta que se llevaba a cabo para atenderla, y sin embargo, no se le veían trazas de querer continuarla, únicamente deslizaba un trozo de papel entre sus dedos y seguía contemplando la panorámica cual si estuviera dentro de un profundo trance.


Ninguno de los trabajadores se hubiera atrevido a interrumpirle, aún cuando se aproximaba la hora de la salida para varios de ellos y ese retraso podría constituir algún problema para los que tuviesen otros compromisos que atender, por que todos ellos sabían que Valdés se tomaba un tiempo para poder abordar cualquier tema, él jamás hablaba de golpe, sino que tranquilamente pensaba las palabras que utilizaría, de una forma tan pausada que no más de una vez había sido requerido de vuelta a este mundo por su interlocutor; sin embargo esta ocasión ese silencio se veía diferente, no parecía una meditación sobre los temas a seguir tratando, sino una alteración grave por la llamada que había recibido, lo que hacía aún menos prudente una interrupción.

Los trabajadores estimaban mucho a Herson Valdés, gustaban de su presencia y sus inspecciones, por que él era una persona sumamente cordial y accesible, y no se cerraba ante los problemas o las complicaciones de la empresa, sus visitas a esa empresa, eran más apreciadas incluso que las del Emperador, más sin embargo a ambos los respetaban por igual.

Herson había tomado con toda la tranquilidad que podía la noticia que le había dado Julia, en esos momentos había decidido confiar en que Grosso saldría delante de una u otra forma y que no debía preocuparse inútilmente, pues nada ganaba si lo hiciera y en lugar de eso observaba los edificios de la Ciudad, todos ellos obras de la arquitectura moderna conteniendo muchas vidas y muchos problemas únicos, quizás en alguno de ellos, pensaba, habría alguien con problemas mas peliagudos que los que él enfrentaba, pero no por eso podía simplemente ignorar los propios. Las calles transitadas lucían alegremente los múltiples colores de las ropas de las personas que pasaban por ahí y esa alegría de colores brillantes, contrastaba con los gestos de los peatones, que en su mayoría eran malencarados o tristes, y Valdés se preguntó entonces si eso sería todo lo que había que ver en la vida, edificios, calles, autos, personas en su mayoría insatisfechas con sus destinos y sumidas en su egocentrismo y dilemas individuales, cerrando un ciclo que incluía sólo lo mismo, generación tras generación y año con año.

- A la gente le gusta el statu quo - pensó Valdés - prefieren no hacerse la pregunta que yo me formulo, para no tener que dejar los estilos de vida que bien o mal los mantienen existiendo, pareciera que todos apuestan a la comodidad, y se contentan con el ardid popular de “más vale malo por conocido…”, sin embargo todos los días se quejan, sufren y ponen caras de un resentimiento infinito, ¿Por qué no intentarán cambiar sus existencias?, ¿Tantos y tantos años de conformidad y supervivencia los han hecho en su mayoría monótonos y conformistas? No, no debería pensar así, ellos son libres de elegir lo que les plazca y una de las virtudes más grandes que debo fomentar, es la tolerancia que permite que las decisiones de cada quien, no dañen a las de la colectividad. Sin embargo, ¿si yo comulgo con esas ideas de tolerancia, por qué no puedo soportar las ideas que ha traído Mindell? Debería estudiarlas de forma más fría, más objetiva también, por que yo apoyé el manifiesto de la Comunidad y al cerrarme al diálogo con Quintana, lo único que hago es traicionarlo. Como Pilar, mi deber es hacer valer mis habilidades a toda su capacidad para apoyar al proyecto, pero no puedo evitar sentirme ansioso sobre la propuesta de darle entrada al Consejo General, sin embargo…

Valdés continuaba sin decir nada y los empleados poco a poco iban perdiendo su desarrollada paciencia; entre las ensoñaciones que meditaba Herson estaban dos que le resultaban muy importantes, el estado de Octavio y la solicitud de Mindell, pero como ya estaba cierto de que Octavio se encontraba en el hospital y sabía que con preocuparse no lo cambiaría nada, decidió que solo bastaba decidir de que manera tendría que actuar en el Consejo General y si seguiría supliendo a Ruiz por mucho tiempo, aún ante dicho Consejo.

Ante su reiterado silencio los empleados tuvieron que interrumpirlo forzosamente y se despidieron de él proponiéndole que terminaran la junta cuando estuviera menos ocupado, entonces Valdés se dio cuenta de que estaba cometiendo errores al desbalancear sus prioridades y deberes de esa manera, pero ya que había hecho esperar en vano a esas personas, decidió que no debía forzarlos a quedarse más tiempo. En lugar de eso se sentó en la mesa de juntas ya solo, y observó el papel que tanto tiempo había estado jugando de forma inconsciente. Con tantas cosas, ni siquiera había podido hablarle a Bareshka y seguramente ella tomaría eso como una negativa del servicio que había ofrecido, sin embargo Herson pensó que después de todo no sería tan malo si lo cancelaba todo, no eran tiempos propicios para celebrar y había cosas más urgentes, pero en su mente una inquietud sobrepasaba esos pensamientos y era aquella que le cuestionaba si acaso el también prefería el statu quo y esa era la verdadera razón de no hablarle a Bareshka, de ni siquiera haberlo intentado y de utilizar como excusa los problemas recientes.

Llevaba mucho tiempo sin una relación duradera y aunque la de Bareshka solo era una vaga probabilidad, esa mujer lo había atraído poderosamente y el consideraba que la relación ideal de la que estaba en búsqueda, debería precisamente empezar de ese modo, con una atracción apasionada.

Herson daba mucha importancia en su vida al papel pasional y amoroso, hacía las cosas de manera más idealizada que ninguno de los Pilares y perdía el suelo de forma constante por actuar así, era un contraste total con los demás, quienes actuaban de forma más metódica y sobria y además superaba mucho a Raúl Ruiz en el rubro de hacer castillos en el aire con cualquier suceso, en su hábil mente realizaba historias partiendo de cualquier pequeño detalle por insignificante que pareciera, con una calle, con una puerta, con una casa, con una comida, y por lo tanto era natural que se imaginara la más bella historia de amor romántica con esa bella mujer que recién había conocido, pero debido a las circunstancias y quizás hasta a su temor al cambio, o a que simplemente fuera otra persona pasajera en su vida, él estaba apunto de romper el papel y seguir con sus otros dilemas más actuales.

- No puedo hacerlo, no ahora – se decía a si mismo pensando – no la buscaré y no es por que me de miedo que no logre nada, o que ella no sea la que he estado buscando, lo que sucede es que debo ocuparme de cosas más inminentes, más importantes…

Herson se contuvo de forma brusca, había pensado que de hecho, Bareshka no era tan importante como lo que sucedía y eso no tenía lógica con su forma de ser, él que siempre había dado un valor preponderante al amor, aunque solo fuera una pequeña posibilidad, no podía desdeñarlo de ese modo, así que solo podía tratarse de temor, y de ninguna forma podía permitirse tener miedo, debía ser arriesgado, aunque fuera en ese rubro, al cual sí debería darle la misma importancia que a los demás, pero ante esa duda se sintió muy solo.
En esos casos de incertidumbre, él siempre acudía con su amigo Ruiz, entonces escuchaba sus opiniones, no para valorar la suya solo en mérito de la de Raúl, sino que para enriquecerla y sentirse comprendido, pero ahora su amigo estaba ausente, y aunque en parte era por su enfermedad, Herson comprendió que esa no era la única razón. De todas formas todo cambiaría y él lo sabía, pero lo que lo desesperaba era el hecho de que las cosas se moverían de su estado, no por su esfuerzo conjunto, sino por esa mujer tan detestable cuyo nombre era Lía Alarcón.
Solo y ansioso, se decidió a actuar, no cancelaría la celebración y le hablaría a Bareshka, por que solamente Ruiz podría decidir cancelar los proyectos que ya estaban en marcha y ni siquiera el Consejo General en pleno podría evitar que su lealtad continuara con el Emperador.

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