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jueves, 12 de abril de 2012

GAMBLE COOK



-“Otro día difícil”- se repite mientras conduce a casa por la madrugada y una lluvia pertinaz amenaza con cerrar el ciclo de barbaridades.

Las cosas marchan mal desde que perdió el trabajo, nunca se imaginó lo duro que sería encontrar uno que lo hiciera sentirse realizado o al menos estable que ya es ganancia.

En su mente se repite su pasado,  primero estudiar y estudiar como un medio para ser feliz y después toparse con que la realidad se dedica a destruir sueños, y situar a las personas en el mundo de los suelos.

Encontrar un trabajo que no tiene nada que ver con lo estudiado pero al menos ofrece un sueldo básico tan urgente en los días de casado que recién comienzan, esforzarse sin lograr ascender, dar cada día un poquito más de juventud para recibir a cambio supervivencia, apenas supervivencia.

Despertar un día con la noticia del recorte del personal, pues  la economía es volátil, el patrón inestable, el fisco voraz y la inseguridad perpetua.

Tocar puertas, llenar formularios, hacer exámenes, observar como la mañana se marcha a medida en que la desesperación llega, saber que en casa estarán tres bocas para alimentar y hojas de papel que en sus grifos contienen deudas que crecen con el simple trascurso del tiempo, y mirar que el currículum siempre adolece de algo que jamás se hubiera anticipado.

Estos son sus días actuales, pues lejos quedaron los tiempos de la fiesta, la nave que compró papá, la novia que ves un día si y otro descansas, los amigos que te acompañan en las buenas,  la escuela que es aburrida y limita la imaginación y el futuro que está tan lejos que no hay que pensar demasiado en él. Pero de repente y sin saber como, esa lejanía le ha alcanzado, y ha quemado cada una de las esperanzas que el adolescente le hubiera deseado al adulto en su interior.

Llega a casa a las cinco y media  A.M., no sabe si reír o llorar, pues  por fin ha encontrado un trabajo, uno que comienza a las ocho de la noche y lo deja llegar cuando todos recién se marchan ante el alba que va naciendo, uno que le impedirá disfrutar a sus hijas tan pequeñas, uno que irá mermando sus fuerzas poco a poco, uno que le causará disgustos con su esposa y, si se deja vencer  por el  cansancio, algún que otro susto en la carretera;  pero ya es algo, al fin vuelve a contar con algo, así que respira tranquilamente y piensa en el otro futuro, el de sus hijas, el de su legado y se ilusiona nuevamente, quizás la vida misma es un medio, una herramienta para que alguien que queremos algún día sea feliz y eso para él, ya es algo para dibujarle una sonrisa ante el reino de la desesperanza.