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martes, 16 de diciembre de 2008

+Confusión

Las confusiones son parte de la vida misma, a veces aparecen en donde menos se esperan, por ejemplo, en una mañana soleada o una tarde gris, o en el destello de unos ojos que observan fijamente como crece el pasto en la comunidad, una mirada que sin tomar en cuenta los sucesos recientes, se da el lujo de la calma en medio de la tempestad que estaba por asolar la mansión comunitaria.
Entre la inmensidad de las áreas verdes su presencia pasaba inadvertida como si sus piernas fueran raíces y sus brazos ramas, un árbol humano en medio del claro, una mente retozante entre tantas otras intranquilas; y tal vez no es para menos, tratándose de uno de los frutos primeros que dentro de la Comunidad habían nacido, y en tenor de inocencia se desarrollaban, en las bases y manifiestos del proyecto, en la apertura de una mente que recibía instrucción y enseñanza entre los muros que con esfuerzo de sus padres se habían levantado.
Su existencia era motivo de júbilo y sus pasos llamarada de atenciones, todos los pilares querían saber cual sería el sendero del ahí engendrado, todos volteaban a ver con curiosidad y ternura al primero de una generación de la que esperaban muchas bondades ignotas
Desde la Dra. Jaimes, que desde un principio llevó el control del embarazo de Emma, y se mantuvo a cargo de ella y del bebe cuando aun hacía poco que el proyecto de Ruiz se había materializado en su totalidad; hasta éste, que manteniendo cierta distancia también permaneció pendiente y emocionado al ver el desarrollo de los habitantes de su sueño. Y los sueños precisamente, eran un detalle que le habían inculcado respetar, pues sus sueños eran tan valiosos como los de cualquier otro, y la ponderación de éstos se realizaba solo en la medida en que el soñador se esmeraba por su cumplimiento, por esta razón el pequeño Tristán aprendió a hablar de sus ilusiones, de sus miedos, de sus esperanzas, sin temor a ser humillado, ni menospreciado; siempre sintiéndose libre y sabiendo que aún él con su corta edad, fungía como una pieza primordial en esa maquinaria armoniosa que dirigían aquellas personas a las que nadie jamás había llamado "los dueños"

Tristán los conocía a todos y cada uno, como todo habitante de la comunidad, y como cada representante los miembros del consejo conocían a todo comunitario; Tristán sabía sus nombres, y los llamaba "Pilares" o "Emperador" al igual que sus padres y vecinos, sin que el mote le significara mayor importancia que ninguno de ellos.
Es por eso que para él no habían divisiones, no habían diferencias, lo mismo podía jugar con sus padres o con los demás niños, que pedirle un rato de fútbol a Herson, una paleta a Julia y hasta un cuento al propio Emperador, es por eso también que en su mente la única confusión que habitaba era lo que aprendería ese día y ni siquiera rondaba por su cabeza la marea rugiente de los corazones expectantes que por la llegada de una mujer había comenzado, y por eso, aquella mañana el pequeño gozaba de la tranquilidad del momento, admiraba el detalle de ese rincón de la gran casa que era el gettho, con la alegría y esperanza que todo niño debe tener.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Capítulo 9 Una mujer del Mar y un hombre de sus sueños

La noche de la llegada de Lía a la Comunidad, Raúl se hacía muchas veces la misma pregunta, sin encontrar en su mente ninguna respuesta. ¿Por qué dejar entrar a Lía otra vez? A su proyecto, a su vida, a su tiempo, a sus intereses.
La situación era clara, ahora más que nunca debía evitarse problemas y enfocarse a lo que mejor sabía hacer, manejar la Comunidad junto con sus Pilares y hacerse cargo de lo importante, de lo urgente, de cualquier otra cosa que no fuera Lía y el pasado, sin embargo, estaba totalmente preocupado por su regreso, razón por la cual reprendía a su corazón, aunque sabía que quizás su mente también le había tendido una trampa.
En medio de la noche en su vivienda, los recuerdos de Lía se juntaban en su cerebro como un montón de imágenes multicolores con aspectos y sabores muy distintos, algunos grises, otros rosas, algunos rojos y apasionados; así mismo, algunos dulces, algunos agrios, algunos amargos, pero ninguno insaboro e incoloro, todos ellos conducidos inevitablemente a lo que él creía había sido el cruel desenlace de su historia, aquel fatídico momento que lo había dejado marcado y quizás hasta orillado a convertirse en lo que ahora era, por lo que no sabía si agradecer o maldecir a Lía Alarcón.
En los días del pasado solo una mujer además de Lía le había hecho dudar tanto de su capacidad para enfocarse a sus metas y sueños y botarlo todo por un romance que el esperaba sublime, el nombre de esa persona, ahora ausente de su vida, era María del Mar.
María y el emperador se conocieron cuando este tenía 25 años, ella era profesora de primaria, recién salida de la Normal y él un joven lleno de proyectos desordenados y una profunda tristeza. Hacía ya tres años de la partida de Lía y Ruiz pensaba que era tiempo de enfocarse en su gran proyecto y salir por fin del círculo recurrente de los pensamientos tortuosos de Alarcón, pero al conocer a María del Mar, no pudo más que detenerse un tiempo a pensar las cosas con seriedad.
Fue una tarde de invierno cuando ambos se encontraron en una exposición de pintura; ella paseaba distraídamente en medio de los cuadros, con ojos de preocupación y una notoria sensación de hallarse fuera de lugar, lo cual fue fácilmente traducido por Ruiz como una oportunidad para hablarle y salir de ese tedioso sitio que si de algo adolecía era de arte precisamente.
Unas palabras bastaron para darle cuerda a aquella historia, y un remolino de momentos dibujó los matices de su desarrollo.
María siempre usaba ropa conservadora, sin embargo su personalidad era amable y de una ternura propia de una maestra que ama su profesión, su voz era dulce y su piel era tersa y suave, para muchos su personalidad podía confundirse con sumisión, pero para Raúl esa manera de comportarse le resultaba de una infinita comprensión, cariño y empatía.
La estela de María era un perfume suave y hermoso y sus pasos siempre cortos invitaban a querer observarla mientras salía a dar un paseo matinal.
A la hora de comer María olvidaba los modales y se llenaba de lo que a su paso se encontraba, lo que le resultaba muy divertido a Ruiz, por que las mujeres que conocía lo hacían de una manera fina y educada, siempre pidiendo platillos bajos en calorías y dejando alguna parte de ellos en el plato, de hecho esa curiosa forma de alimentarse era lo único que contrastaba en la marcada feminidad de María.
El carácter casi siempre dulce de la susodicha a veces era suplido por la firmeza de alguien que sabe lo que desea y no admitirá nada diferente.
Desde las primeras salidas ella parecía interesarse en Raúl, platicaban mucho y no permitían silencios durante sus estancias.
El amor entre ellos parecía ser una circunstancia inevitable y tan natural como el hecho de que un árbol diera frutos, sin embargo, Raúl empezó a temer por sus ambiciones al verse poco a poco superado por esos pensamientos, por lo que se reprimió todo lo que pudo para evitar sucumbir ante la dulce sensación de abandono que ella le daba y la calidez de su mirada prístina penetrando en cada rescoldo de su lastimada alma.
Poco a poco se fue perdiendo en ella, y lentamente también se dio cuenta de que María sería la principal prueba de su voluntad para darle todo lo que tenía a la Comunidad.

Comenzaron su relación en primavera, se dejaron llevar por el arrullo de las flores y las aves, convergieron las miradas y las manos, se apoyaron uno al otro en sus asuntos, fueron uno solo en la tristeza de Raúl y en la ternura de María, imaginaron un camino unido, un destino igual, una meta que por un momento creyeron de ambos y emprendieron el viaje a lo desconocido una tarde en que a la sombra de los árboles se besaron apasionadamente y su amor que parecía haber nacido rápido, por esa misma razón era intenso y bello.

María veía a la Comunidad como una utopía loable, sin embargo apoyaba a Ruiz en lo que éste le comentaba e incluso se decía a si misma que podría encajar ahí, al lado de los incipientes Pilares y de los habitantes que trabajarían de una manera armónica y casi increíble y hasta llegaba a sentirse parte de ese mundo que su amante soñaba y que parecía dibujar con sus manos que alteaban inquietas de un lado a otro.

Comenzaron a vivir juntos en verano, era una casita solitaria pero hermosa y los fuertes calores contrastantes con las rudas tormentas, llevaron a sus cuerpos a la pasión desmedida y a las interminables jornadas de desnudez en las que todo lo demás parecía ser postergable, así fue como descubrieron juntos que sus cuerpos se reconocían, se acoplaban, se complementaban y por eso el éxtasis que era compartido se desparramaba como la miel de las frutas que ya maduras eran devoradas por los pájaros; para Raúl todo el mundo giraba alrededor del vientre de María, para María no había mejor lugar para vivir que el pecho de Ruiz, que cálido y añorante, parecía haber tenido siempre espacio para sus cabellos, para sus aromas, para sus sonidos e incluso sus sudores y su amor que poco a poco se consolidaba tomaba la vertiente de la concupiscencia y abandonaba poco a poco la ternura.

María comenzaba a temerle un poco a la Comunidad, por que Raúl parecía sufrir por los días que se iban sin que hiciera algo por su creación, sin embargo él dejaba todo por beber de sus labios y esto la tranquilizaba, aún eran una pareja, aún su camino parecía unido y la Comunidad distante.

Los problemas iniciaron en otoño, Raúl dejo de visitar el cuerpo de María tan seguido y ella comenzó a ser celosa, pero no de una mujer, sino de un proyecto, los entonces Pilares buscaban mucho a Ruiz, él trabajaba más que nunca y llegaba cansado, el tedio y la fatiga son pésimos compañeros de la intimidad, pero aún se bebía su aliento, aún llegaba con claveles y girasoles para ella, aún pasaban desnudos una buena parte del tiempo, pero gradualmente esto cambiaba.

María veía como las cosas iban en serio, las inversiones, los planes, las reuniones hasta la madrugada, todo encaminado a un fin mientras que el otoño llegaba al suyo.

María vio pasar los días de aquel invierno, contando cada vez más espacios entre la llegada de Raúl y la solitaria casita que resultaba muy grande para una persona. Al principio trató de refugiarse en la escuela, llegar lo más tarde posible, distraerse con los asuntos de los niños o con las pláticas de los compañeros, pero no podía desviarse de la realidad, la cada vez más inminente decadencia de su relación.

Una tarde como cualquier otra de febrero, mientras una leve lluvia sin fuerzas intentaba cubrir al sol, sintió que estaba repitiendo los pasos de su madre, quien pasó toda la vida esperando en casa a que alguien se apareciera, solo distraída por los balbuceos de los hijos, que en cuanto crecieron, se fueron dejándola sola con sus propias dudas y desesperanzas; entonces tuvo miedo, temor de que Raúl volara tan lejos y ella apenas se quedara mirando la estela que dejaba.

Ahora la comunidad se le figuraba como una mujer ambiciosa que se robaba el cariño de su pareja, sus atenciones, sus desvelos, incluso sus suspiros. ¿Qué derecho tenían esos “Pilares” para estar con Ruiz todo el día? ¿Acaso ellos no tenían otra cosa que hacer, una vida? Los tres eran ahora cuatro, Raúl no era más su pareja, era el líder de aquel ambicioso y descabellado proyecto, era solo una sombra que llegaba en la madrugada y se iba antes de salir el alba.

Se sintió desesperada y salió corriendo a la calle bajo una lluvia frágil, buscando algo sin forma, sin color ni textura: el amor que se supone estaba entre ambos.
Fue inútil buscar a Ruiz, nadie lo había visto y ella ya no sabía donde ir, ahora como su madre, estaba sola con sus pensamientos.

Cuando Raúl llegó en la madrugada de aquel día encontró una pequeña nota sobre la cama, pero tan cansado como estaba, no reparó en leerla antes de quedarse dormido. A la mañana siguiente lo primero que notó fue la ausencia de María, para después tratar de tranquilizarse y tomar la hoja de papel buscando alguna excusa, sin embargo aquel escrito no contenía excusas, solo palabras que hasta ese momento él ignoraba y que ahora era demasiado tarde para acallar:

Hoy tampoco me preguntaste en la mañana, hoy tampoco te acercaste a besar mis labios antes de irte, ni siquiera escuchaste mi historia de los niños nuevos, solo te oías a ti mismo, a Raúl Ruiz, “patrono de causas perdidas”; hoy como todos los días te fuiste físicamente, pero si hablara con la verdad, te diría que tu alma ya se había ido, que tu inquietud resultó más fuerte que cualquier amor por mí.
Yo no soy tu, yo no aspiro esas locuras, solo aspiro una vida tranquila, un beso en la boca al amanecer y alguna caricia nocturna; añoro enseñar, educar a los niños que son nuestros verdaderos patrimonios para el mundo, y encontrar la felicidad en las pequeñas cosas que tu desprecias a diario; ¿me llamarías mediocre? Yo creo que sí lo harías, todo aquel que no siga tus sueños lo es en tu concepción, pero todos los humanos somos universos en nosotros mismos, somos un fin, no un medio, cada uno tiene un planeta de percepciones y posibilidades en su mente y mi mundo, amado Raúl, no se acercará jamás al tuyo.
No me buscarás, pero si lo hicieras te diré algo, yo ya no te conozco más, de hecho nunca lo hice, por que de haberte conocido jamás me hubiera arriesgado a jugar el juego, a amar de esa manera tan entregada como tu lo haces, por que es verdad lo que te digo, tú amas, amas con fervor, entrega y pasión inigualable: amas a “la Comunidad” y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla y ahora lo sé.
Adiós amado Raúl Ruiz, ojalá en mi camino sencillo encuentre a alguien que aspire a la mitad de cosas a las que tú aspiras, pero se entregue a amar el doble de lo que tu lo hiciste.
Atte. MARIA DEL MAR

Ruiz supo que la condena estaba asignada desde entonces, “amas a "“la Comunidad”" y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla” y comprendiendo esto rompió para siempre con esa hoja de papel, al mismo tiempo que daba por terminada una parte de su vida.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Capítulo 8 Una propuesta rechazada

La noche caía sobre la Comunidad, y una luz blanquecina le daba un tono espectral a cada muro y cada espacio, sin embargo, los habitantes iban de un lado para otro finalizando sus actividades habituales, y su ritmo era tan idéntico al de siempre que por un momento a Raúl le pareció que la llegada de Lía solo había sido un sueño y que le esperaba una noche tranquila en su vivienda, claro, después de escuchar la propuesta que tendría que hacerle Mindell al Consejo de los Pilares en pleno.

Julia fue la primera en llegar a la estancia común, había tenido poco trabajo en la Clínica, cosa rara pues siendo la encargada de la salud de los trabajadores de las empresas, la consultoría y de los propios comunitarios, siempre tenía mucha afluencia de pacientes, que la visitaban ya fuera por resfriados comunes, hasta males extraños y difíciles de diagnosticar, como el caso del Emperador; a pesar del semi descanso laboral, había tenido una jornada llena de reflexiones y presentimientos poco comunes, a tal grado que sentía que su don estaba gritándole palabras incomprensibles pero apremiantes y esto la preocupaba bastante, era como si una manzana se hubiera ubicado en su garganta y le impidiera poder respirar bien, como si una espinita invisible se le hubiera clavado y fuera incapaz de quitársela, y todo a causa de lo que había dicho Ruiz a penas en la mañana y que le provocaba esa confusión.

Herson llegó después, y al contrario de Julia tenía una sonrisa notable y un brillo en los ojos que podía iluminar todo el recinto, jugaba con un pedazo de papel, al parecer una tarjeta, y se había olvidado de lo que iban a tratar más tarde, mientras que tarareaba alguna canción y hasta daba pequeños brincos muy curiosos, cosas que Julia notó de inmediato increpándolo desde luego por tanta felicidad, a lo que Valdés solo atinó a sonrojarse y reírse tímidamente.

Octavio se introdujo apesadumbradamente en la estancia común, su rostro estaba pálido y su camisa desabotonada y arrugada parecía como si un camión le hubiera pasado encima, lo que provocó la alarma de Herson y de Juli, sin embargo Grosso no quiso ahondar en detalles y se limitó a decir que no había sido su mejor día pero que todo estaba bien.

Por último Mindell y Ruiz llegaron juntos. Nuevamente el Emperador repasó con la vista a sus Pilares y se dio cuenta de cada expresión en sus rostros, no en balde eran sus apoyos, ya que los conocía muy bien y podía leer en sus rostros cada inquietud que tuvieran, por ejemplo, la mueca de intranquilidad de Julia, la sonrisa incontenible de Herson, la cara pálida y enferma de Grosso y la inmutable seriedad de Mindell que no era cosa nueva por supuesto, sin embargo sabía que tendría que platicar con cada uno, pero de manera separada, pues cada reacción merecía una explicación particular que solo sería compartida si el que la tuviese así lo deseaba, aunque antes de iniciar la reunión le preguntó a Octavio por su salud, a lo que éste haciendo cara de extrañado solo atinó a mencionar que estaba bien como siempre y que pasaran a lo importante.

Mindell articuló el proyector y puso en el varias diapositivas, dándole forma a sus intenciones y explicando detalladamente su plan: las acciones de las empresas que alimentaban a la comunidad podían aumentar su valor si se permitía que gente externa las adquiriera, que inversiones de empresas ya consolidadas la enriquecieran y de este modo las empresas se volverían más competitivas y más grandes, los tiempos eran propicios y este proyecto favorecería a todos; con más capacidad económica la infraestructura comunitaria estaría segura y en posibilidad de ampliarse, el sustento alimenticio también estaría garantizado por mucho más tiempo, y nuevos proyectos productivos podrían realizarse, con la posibilidad de aceptar muchos más miembros y abarcar otras áreas, llegando inclusive a poder aportar cantidades importantes al altruismo. Todo parecía ser un proyecto maravilloso, sin embargo el Emperador no quitaba su ceño de desconfianza, lo mismo que hacían Julia y Herson.

De pronto Raúl dijo:

- Lamento interrumpir, pero si permitimos diversificación de acciones por lo tanto hablaríamos de vender un porcentaje importante de las mismas y con estas dar derecho a voto y voz a los inversionistas para los movimientos de las empresas inclusive en cuanto a contrataciones y despidos, y en ese caso no podríamos seguir los Códigos de la Comunidad ni los lineamientos de nuestro manifiesto, puesto que en su generalidad los inversionistas solo buscan negocio y lucro y no les importan las reglas, mucho menos las de la Comunidad que buscan más que nada la solidaridad y la fraternidad, luego entonces tendríamos que convocar a consejo para elegir a cuales pueden y cuales no, invertir en la comunidad, lo que obviamente no sería atractivo para ningún mercantilista, lo que me lleva nuevamente a otra pregunta. ¿Es necesario Mindell? ¿Estamos haciendo agua o tenemos déficit de ganancias aquí? ¿No nos basta con lo que obtenemos para mantener la mansión? -Increpó seriamente Ruiz.
- Yo puedo contestar a eso con un enérgico “no” -dijo Valdés- tenemos infraestructura suficiente, convenios con abastecedoras y códigos que no lo permiten, quiero dejar en claro que esto no es solo un negocio y eso es nuestra base amigos…
- Sin embargo –interrumpió Grosso- dueños de muchas empresas externas antes me han hecho saber su inquietud por invertir en nosotros, y la idea tampoco es dejar un statu quo por siempre, por que conformarnos simplemente con esto si podemos asegurar más cosas para el futuro, si podemos expandernos más rápido si hacemos esto, además, nosotros tendremos el control, pondremos como regla un límite de porcentaje para que ellos no puedan hacer lo que se les de la gana, nosotros siempre seremos los líderes y de esa manera cumpliremos con el manifiesto, protegiéndonos por medio de esa limitante de porcentaje y por ende protegiendo a los comunitarios en general.
- Quiero entender –dijo Julia- que el problema que representaría esa inversión sería que los métodos agresivos e incluso ruines de muchas empresas contrastan con nuestras bases, y que muchos comunitarios podrían perder sus empleos o los regímenes de salarios con los que hasta ahora han podido subsistir honrosamente, entonces si este es el mayor reto, coincido con Herson y Raúl en cuanto a que no tenemos que correr ese riesgo innecesario, en todo caso ese crecimiento del que hablan Mindell y Octavio es viable en nuestra situación actual, solo que tardaría más tiempo…
- Pues la verdad es que no es mi plan adicionar lo que dijo Octavio- arguyó terminantemente Quintana- imponer una limitante en porcentajes ahuyentará a los inversionistas y no es necesario temer tanto a despidos ni salarios bajos, las empresas solo conservan a lo mejor de lo mejor en sus bancos laborales, y pagan sueldos competitivos, en relación con otras empresas, yo pienso que debemos arriesgarnos y obtendremos más, ya antes lo hicimos y salimos bien, somos capaces de enfrentar retos y ya lo demostraste en la gran crisis Raúl, les pido que lo mediten señores, es rentable, es seguro y es lo mejor para todos, se los aseguro- terminó Quintana dejando a todos meditabundos.

Raúl previó los hechos venideros con el plan de Quintana, primero un porcentaje limitado, luego uno ilimitado, luego venta total de empresas, luego abandono de comunitarios que en ellas trabajaban y la carga de dejarlos indefensos ante sus nuevos jefes, así que se determinó a no aprobar la propuesta y esperar el resultado de la elección de los demás confiando en que no olvidarían el fundamento de la Comunidad y que Quintana terminaría por entender esa realidad.

Las elecciones del consejo eran absolutas, y para evitar conflictos, después de exponer los argumentos y diversificar los puntos de vista los miembros iban a la parte posterior del auditorio y en un espacio privado votaban en hojas de papel que tenían las palabras lisas y llanas “si” y “no” además de una opción de “si condicional”, el cual en su caso, debería ser escrito con letra de molde, de manera tal que no se reconociera el emitente y por tanto no hubieran rencores o se evitaran lo más posible, así que en esa ocasión el Emperador conminó a votar y las cosas resultaron así: tres no, un sí condicional y un sí, lo que solo significaba una cosa la negativa total del proyecto, así que no teniendo más que tratar la reunión se disolvió y todos se retiraron a descansar.

Octavio por vez primera estaba preocupado, era una noche loca, el se quedaba en casa y su estómago le dolía mucho, además que lo que había dicho el médico le molestaba en sobremanera, ¿cómo se atrevía a insinuar que era alcohólico? La decisión del consejo no le preocupaba mucho, después de todo la negativa de Quintana a poner la limitante le había dejado desconfiado y creía que era lo mejor dejar las cosas así, al menos por el momento y mientras se sentía mejor de salud.

Julia se detuvo a mirar las estrellas camino a su casa, a pesar de sus presentimientos el Emperador se había portado firme y seguro ante la propuesta amenazante de Quintana y eso la tranquilizaba bastante, además que podría platicar con Ruiz posteriormente y así aclarar las dudas que sentía.

Herson estaba contento, esa noche se durmió con el pedazo de papel en las manos y con la promesa a si mismo de llamar al número de la tarjeta de Bareshka el día siguiente para ponerse de acuerdo del plan a seguir, lo que lo emocionaba como a un chiquillo y seguía apartando su mente de lo que el Emperador le había comentado a todos por la mañana.

Raúl caminó a prisa hacia su vivienda, había decidido enfrentarse a la imagen de Lía y estaba seguro de haber elegido correctamente ante la propuesta de Mindell y aunque le preocupaba un poco si él tendría alguna reacción negativa al respecto, confiaba en sus Pilares y en que las cosas estarían bien, apelando a la inteligencia y prudencia de todos; cuando llegó se dirigió a su habitación, pero Lía se hallaba profundamente dormida en su cama lo que le trajo una sensación incomprensible entre ternura y coraje que inmediatamente reprimió para irse a dormir al sofá, entre aliviado y decepcionado por coartar cualquier clase de dialogo entre ellos.

Todos parecían tranquilos, pero había alguien que no estaba así, Mindell en su habitación hacía una rabieta, sus puños apretados se veían tan rojos como la sangre y en su pensamiento estaba la firme disposición de que esa sería la última afrenta que le hiciera Raúl, de alguna manera acabaría con ese lastre y de entre su odio una pequeña ventana se abrió entre sus ojos, quizás la mujer que dormía plácidamente en la casa del Emperador, podría ser esa oportunidad que ya se estaba retrasando.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Capítulo 7 La ambición de Mindell

Mindell hablaba interminablemente, las ideas en la cabeza de Raúl seguían dispersas y se esforzaba por ponerle atención, sin embargo sabía que debía poner orden antes de que Lía afectara sus actividades y perdiera definitivamente el límite de la importancia que podía darle, sobre todo tan cerca de la toma de decisiones importantes como lo era precisamente la apertura de acciones, tema que continuaba explicando Quintana, quien al notar el gesto distraído de Ruiz prefirió dejar definitivamente el resto para la noche y cumplir con las tareas que había programadas.

Ambos abordaron el vehículo de Mindell y se dirigieron a una de las empresas de más reciente adquisición por parte de la Comunidad ,para coordinar a los empleados e implementar nuevos planes de trabajo, una agencia de viajes que habían rescatado de la quiebra por medio de la consultoría y que a través de la nueva estrategia del propio Quintana era ahora suya en la mayor parte, el movimiento era así, se investigaban empresas en franca decadencia y se ofrecían los servicios de “reorientación y de salvamento del negocio” sin coste aparente, pero con la condición de que si tenían éxito, una parte de las acciones de la misma pasaría a manos de la Comunidad, transacción con la cual ambas partes obtendrían ganancias, además de contar con la opción de que si llegaban a fracasar totalmente se le abrirían posibilidades al o los dueños de la empresa en cuestión de formar parte de las empresas de la Comunidad, lo que parecía un plan redondo para los empresarios desesperados y aunque al principio le pareció sumamente ventajoso a Ruiz, impuso una cantidad que le pareció benevolente de acciones que obtendrían en caso de éxito, de manera tal que a su forma de ver no se despojara a los fundadores de la empresa rescatada del capital que habían invertido inicialmente, hecho que aunque no le parecía al creador de la idea, aceptaba sin chistar.

Mindell trabajaba en una de las organizaciones a las que la Comunidad brindó asesoría multidisciplinaria y con su amplia visión de las finanzas pudo predecir que los puntos de oportunidad señalados por Ruiz y sus pilares eran precisamente los que debían ser atacados por los administradores del lugar donde trabajaba, siendo la razón por la que pudo tener esa certeza precisamente que él ya había propuesto los mismos sin ser tomado en cuenta.

Esa parecía la historia de su vida, siempre vagando de un lado a otro en busca de ese reconocimiento y confianza que le permitiera llevar a cabo sus ideas y conseguir sus objetivos económicos, pero sin éxito, siendo menospreciado y tachado de radical y de inepto inclusive, viendo como los años seguían pasando y él no podía desarrollarse profesionalmente, sino que se quedaba poco a poco rezagado en otra clase de empleos, puestos que él veía como de segunda categoría, lugares a los que estaba consignado por culpa de la visión tan fofa de cuasi líderes que vestidos en sus grandes trajes tenían miedo hasta de respirar sin permiso de los inversionistas, de los dueños, de personas que en su opulencia destilaban ignorancia, desconocimiento que se traducía en las muchas contrataciones y ascensos que veía tan a menudo y que no lo alcanzaban a él jamás.

Solo se trataba de arriesgarse, de tomar en una mano lo que se tenía y en la otra lo que se deseaba y sin detenerse a ponderar de más, aventarse al ruedo de lo desconocido para probarse a él mismo, para demostrar y demostrarse que la capacidad que guardaba era suficiente y bastante para atrapar al mundo y hacerlo suyo, para ver como la vida se convertía en arcilla entre sus dedos, en masa para modelarla como él lo imaginaba. Entonces su ambición lo era todo, el motor, el medio, el elemento; el motor para impulsarlo a la cima, el medio para llegar hasta lo que anhelaba, el elemento en que se movería y del que viviría hasta no ver conseguidos sus objetivos, no necesitaba canalizarla sino que explotarla, aceptarla como una condición inherente a él y transformarla en herramienta para su propio beneficio, pero la ambición podía ser traicionera, podía incluso dominarlo a él y volverlo en su esclavo, sin embargo se repetía que él podía ser su único dueño, su único jefe y con esta afirmación aguantaba, esperando una oportunidad, leyendo entre las líneas de los días y de los rostros, pendiente de lo que podría ser su momento, su gloria.

Por eso Raúl Ruiz, con fama de haber creado algo nuevo y diferente al que llamaba la Comunidad, de aceptar propuestas nuevas, de creer en la gente y de ser prolífico en los negocios, le pareció la respuesta del destino que se alargaba tanto en llegar, la escalera a su propio desarrollo, la manera de explotar su ambición y ver hasta donde podía llegar con ella, y entonces se arriesgó, renunció a su empleo y tomó en una mano todo lo que los ahorros le habían redituado en su vida, que aún siendo poco eran lo que tenía y en la otra sus anhelos y la firme convicción de sí mismo, esperó fuera del edificio de la Consultoría de la Comunidad hasta que Raúl saliera, encaró al Emperador y dijo:

- No lo desgastaré con elogios ni con presentaciones largas, tampoco llenaré formularios ni iré a citas con trabajadoras sociales, no me vestiré de azul para proyectar buena imagen y dinamismo, ni mentiré acerca de mis muchos logros curriculares, tampoco aceptaré empleos bajos para ir ascendiendo lentamente, ni me sentaré en casa a esperar una llamada que quizás nunca vendrá, pero lo que si haré será llevar sus empresas más lejos de lo que usted piensa, le presentaré proyectos y planes que jamás imaginó, complementaré su equipo con mis conocimientos y le daré el capital que traigo aquí para demostrar mi seriedad.


- ¿Y qué pretendes a cambio de tantas bondades?- Respondió el Emperador con un brillo gris profundo en la mirada

- Ser su socio, su “Pilar” como los llama Usted, tener esa oportunidad para demostrar mi valía y si fallo, irme dejándole el capital que ahora le quiero entregar- contestó Mindell con tanto aplomo que se sorprendía así mismo.

- No basta ser un genio en su ramo para ser un pilar, ni es algo primordial tampoco, no basta llevar el negocio a límites insospechados, ni presentar innovaciones diariamente, para ser un pilar se necesita creer, creer en la Comunidad, creer en su gente, aprender de ella, identificarse con ella, crear ese lazo único que lo vuelva indispensable señor, y esas cualidades no se si usted las tenga o las pueda desarrollar.

- Aprenderé entonces, creeré en la Comunidad, puesto que será ella en lo que trabaje y el lugar en donde me desarrolle, creeré en su gente, pues esa gente será mi equipo también y ellos cooperarán para llegar a la cima, me identificaré con ella por que será mi objetivo materializado y aunque no se a que se refiere con “lazo único”, le diré que le seré leal, y la lealtad es indispensable en cualquier lazo y en cualquier unión.

- Entonces no me queda más que observar como lo hace, pero yo no soy pleno en las decisiones, los Pilares también le pondrán a prueba y sepa que nuestra prioridad no son las ganancias sino la propia Comunidad y lo que significa para cada uno de nosotros, siento en usted una ambición grande que se desprende de su voz, de su gesto y de sus palabras, un coraje que lo mismo podría beneficiar que perjudicar, así que aunque suene rudo de mi parte le diré que aún si logra todo lo que dice, si no consigue los requisitos que le mencioné, yo veré por mi gente y solamente le daré las gracias- dijo Ruiz en un tono frío que a Quintana le pareció un reflejo de sus ojos casi grises convertido en palabras.

- De acuerdo señor, yo también le diré algo, podría irme de aquí, suponiendo que es igual que otros que me han puesto a prueba y han terminado dándome lugares insignificantes, pero no lo haré por que creo en usted y adivino que es diferente; créame, en eso de adivinar pocas veces me equivoco- Finalizó Quintana con un gesto de seguridad que parecía llenar todo ese escenario.

Esa fue la primera y única vez que Raúl lo vio tan decidido, tan valiente, incluso tan violento, después y poco a poco Mindell dejó esa fiereza para mostrar una seriedad sin límites que rayaba en una expresión taciturna, cosa que Ruiz apreciaba pues sabía que él hacía eso para lograr cumplir los requisitos que le había impuesto, tenía la certeza de que Quintana con esa ambición inmensa luchaba diariamente por conservar el gesto de tranquilidad, seriedad y respeto con él y los pilares y se desahogaba en las finanzas, en los negocios, donde demostraba su propia naturaleza y su genialidad; por eso cuando el Consejo lo nombró Pilar, el Emperador estaba muy satisfecho de ese cambio de actitud y dio por sentado que había logrado canalizar positivamente esa ambición y que podría ser el método que por fin lo identificara plenamente con el proyecto, así que le depositó su confianza y estimación como antes lo había hecho con los otros Pilares.

Sin embargo Mindell Quintana no podía dejar de sentir que Ruiz lo limitaba, él era el hechicero de las finanzas que había elevado tanto a las empresas de la Comunidad y había ayudado a salir de la “gran crisis” a la misma, y no obstante eso, el Emperador seguía imponiendo criterios que disminuían las ganancias, que resultaban proteccionistas para terceros y que en general restaban sus méritos, todo con base en los “fundamentos de la Comunidad”, en el Manifiesto del Consejo y en el consenso de los demás Pilares, cosas que si bien al principio quería comprender, ahora le parecían insoportables, pues le hacían sentir de nuevo subestimado, menospreciado y no le permitían alcanzar del todo sus pretensiones; pese a todo, él seguía con su actitud de siempre, serio, callado, taciturno y respetando expresamente los designios de Raúl Ruiz.

El día y la visita a la agencia de viajes transcurrieron sin novedad alguna, Raúl pidió a Mindell que volvieran a la Comunidad para alistarse para la reunión nocturna, y durante el camino, mientras que Mindell conducía tranquilamente y Raúl observaba las calles por la ventanilla del copiloto, sus mentes divagaban en vertientes muy distintas; Ruiz, ya libre de compromisos laborales por ese día, se permitía pensar solo un poco en la llegada de Lía, mientras que Quintana pensaba en que nuevamente debía esperar, estar muy atento y quieto hasta vislumbrar esa escalera, esa llave que en esta ocasión le permitiría superar la limitante en su camino, aquello que sentía no le permitía cumplir sus ambiciones: el Emperador.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Capítulo 6 La rebeldía de Octavio

El aire helado en el rostro, una canción estruendosa y un deportivo rugiendo por las calles, mientras que en su mente la perfecta planeación del día, una repetición de todos los días desde que se hacía cargo de las relaciones públicas de la Comunidad; Grosso armónicamente veía pasar por su imaginación la jornada que le esperaba, llegar a un gran edificio, observar sutilmente el lujo de la recepción y trazar un guiño para la recepcionista, rápidamente anunciarse y al mismo tiempo calcular la fortuna de la empresa en que se encontraba y hasta el físico del gerente, escoger las palabras precisas y buscar en las primeras frases de su interlocutor el punto flaco que debía atacar para convencerlo de que la Consultoría que Ruiz comandaba y que tanto éxito tenía con las empresas de la Comunidad, era la llave indicada para el superamiento y el mayor lucro de la de su interlocutor , bromear solo un poco de ser necesario, buscar una nueva reunión en algún otro sitio si el potencial cliente se ponía difícil, elogiar de una manera tan sutil que lo mismo podría estar insultando al gerente y éste no se daría cuenta, cuidar su expresión corporal y al final salir bien librado, nunca con menos que una promesa real de estudiar el servicio que ahí le presentaba, después bajar por el elevador y revisar su apariencia, secar algún molesto vestigio de sudor o algo parecido, volver a la recepción con algún comentario gracioso y si la señorita que ahí laboraba valía la pena regresar nuevamente con una excusa más o menos convincente obteniendo nunca menos que una promesa real de salir a festejar el triunfo logrado. Posteriormente conducir hasta el “cuartel general” tomar solo algunas copas en su oficina para relajarse, para adelantar el festejo, para calmar el ansia; hacerse cargo de los subalternos, coquetear un poco con alguna mujer si es posible, reunirse en consejo si no se suspendía por alguna ausencia del Emperador y puntualmente a las ocho de la noche salir a uno de los mejores lugares a beber y reunirse con la nueva conquista, o en su defecto con alguna de las anteriores que como él disfrutara eso, la dulce sensación de ser aún joven, cumplir bien con el trabajo y embriagarse en una fiesta diaria que a nadie podía hacer daño, y de ese modo no preocuparse, no meditar innecesariamente.

Cual si fuera una premonición todo lo que había maquinado pasaba puntualmente, solo un detalle diferente, una pequeña cosquilla en el abdomen, nada para preocuparse se repetía constantemente, solo un mínimo achaque que no estaba dispuesto a aceptar e ignoraría por el resto del tiempo que le durara. Al terminar su trabajo en la empresa a la que acudió, montó a su deportivo y como seguía sintiendo ese minúsculo pero constante malestar decidió que no tenía deseos de ir a las oficinas de la consultoría, que era, simultáneamente con las empresas, una de las bases económicas de la comunidad y el lugar donde Grosso se encontraría la mayor parte de su tiempo si no fuera por que le llamaban el pilar errante, pues tenía que ir por ahí consiguiendo clientes, atendiendo inquietudes de los que ya tenían y vigilando en general a los encargados de las relaciones públicas en las demás empresas de la Comunidad.

Octavio no se caracterizaba por su férrea disciplina, sino por el contrario, había sido amonestado por el consejo y por el propio Raúl Ruiz por haberse comprado el automóvil en que ahora viajaba, pues era un lujo muy innecesario que salía del concepto de los pilares y en general podía llegar a ofender a los comunitarios, sin embargo él aceptó la amonestación, se quedó sin un mes de sueldo, pero se salió con la suya y se compró su juguete; también en otras ocasiones había hecho rabiar al Emperador con su actitud rebelde y lo había metido en aprietos, pero no había llegado a límites peligrosos, por lo tanto, y sabedor de su importancia como Pilar, seguía cumpliéndose sus caprichos y ese día en especial decidió que se tomaría un descanso del resto de su jornada, no para atender ese cosquilleo, sino para olvidarse de él en alguno de sus restaurantes bares favoritos y prepararse para salir en la noche con una de sus amistades.

Una vez decidido se dirigió al bar Recess, uno de sus preferidos, donde además de las mejores bebidas, servían exquisitas viandas para acompañar y en donde trabajaba una de sus amigas como mesera, Liliana Lara, quien para él resultaba la perfecta opción cuando había un tiempo libre y no era requerido por Ruiz para alguno de sus encargos, por lo que se instaló en el lugar y se puso a curiosear con la vista mientras era atendido; el incidente de la mañana no le preocupaba, después de todo el Emperador ya era bastante grandecito para hacer lo que él quisiera de su vida privada, y a él le molestaba el hecho de que el consejo también tuviera que enterarse de la intimidad de las personas, así que prefirió no involucrarse en el asunto, aunque en el fondo sentía curiosidad por la mujer que se hospedaba en la casa de Ruiz, ya que conocía poco de los gustos del Emperador y esto le llamaba la atención. A pesar de aceptar su estatus como pilar, permanecía reacio para tomar a Raúl Ruiz como su líder, le decía Emperador como los otros, pero él lo hacía con un dejo de sarcasmo, le gustaba pensar que trabajaba con él y no para él, y que después de todo ese era el Concepto de Comunidad, es decir que no hubieran jefes absolutos; pese a su actitud respetaba a Raúl por varias cosas, entre ellas por su entrega para realizar el proyecto de la Comunidad y su valor en los momentos importantes, y no podía evitar sentir aún más respeto por él cuando la mirada gris de éste se le posaba encima y entonces creía por un momento que Ruiz era distinto a los demás por algo que no se podía explicar, sin embargo se había hecho la promesa de no demostrar demasiado ese respeto, por que le gustaba conservar su imagen de rebelde, de oveja negra de la Comunidad.

Liliana llegó a su mesa, llevaba cola de caballo que le llegaba casi hasta la cintura y vestía el uniforme del lugar consistente en una blusa blanca escotada y una minifalda negra que dejaba ver sus largas piernas que eran uno de los detalles físicos de ella que le agradaban a Octavio, mismo que aunado a su tez morena y sus ojos verdes la dotaba de una belleza un tanto exótica y especial para el pilar errante que era la causa de que él volviera y volviera a ese lugar.

Filtreó con ella y le pidió un vodka, mientras que la cosquilla se había transformado en una especie de toque eléctrico que ya le abarcaba la mitad del abdomen y comenzaba a preocuparlo; pese a eso bebió su vodka y encendió un cigarrillo pensando que la edad y la salud no tenían por que molestarlo aún y que el mejor remedio sería conseguir que Liliana saliera esa noche con él, procurando que no se cambiara esa falda y esperando que se suspendiese la reunión del Consejo nocturna por alguna razón, cuando de pronto el toque eléctrico se volvió en calambre y junto con ese dolor intenso una bocanada breve de sangre interrumpió sus pensamientos y le privó del sentido.

Cuando despertó se encontraba en un cuarto de hospital, tenía suero en los brazos y Liliana lloraba calladamente en un sillón junto a su cama, al verlo ella se le abalanzó en un abrazo y le repitió muchas veces lo feliz que estaba de que estuviera bien, cuando un médico entró el lugar e interrumpió a Liliana.

- Señor Octavio, ¿Cómo se siente?
- Me duele todo el cuerpo, estoy mareado, no me siento muy bien ¿Qué pasó doctor? -le dijo Grosso con un tono balbuceante.
- Tuvo un aviso señor, una úlcera provocada posiblemente por exceso de alcohol, estrés o ambos, pero además de eso, le hecho análisis y su hígado no esta muy bien, dígame señor ¿Cuántas veces a la semana bebe? –le increpó el médico con una mirada que revelaba que sabía la respuesta.
- Tres o cuatro veces- dijo Octavio aún con voz entrecortada- pero nunca antes me sentí mal… tan mal-remató mientras sentía la mirada inquisitiva del médico
- La señorita Lara lo ha cuidado bien, a penas lleva usted cinco horas inconsciente, pero debo advertirle que debe atenderse, estos cuadros se pueden repetir constantemente si no lo hace, pero además de eso no solo debe atender su estómago e hígado, le dejaré un folleto, solo revíselo, píenselo y si así lo decide llame

El doctor le dio a Liliana el folleto y salió del cuarto, era de una clínica para alcohólicos y contenía un test para darse una idea de si se tenía esa enfermedad, al verlo Liliana volvió la mirada y Octavio enrojeció de ira y con las pocas fuerzas que tenía dijo

- Que me quiten estos cables, quiero largarme de este lugar

lunes, 3 de noviembre de 2008

Capítulo 5 La amistad de Herson

Herson y Octavio se dirigían también a diversos lugares después de la reunión matutina, a pesar de sus claras diferencias ambos se llevaban bien, pero esa mañana los comentarios de Raúl los habían dejado pensativos y ambos iban serios hacia el estacionamiento.

Al llegar a sus vehículos los dos se despidieron y Herson se dirigió a una de las empresas que alimentaban la Comunidad, tenía que ver al Jefe de Personal quien le había indicado que ya estaban listas las audiciones para los grupos que llevarían a cabo una presentación musical para el décimo aniversario de dicha compañía.

A Herson esa empresa le traía gratos recuerdos, pues había sido la primera que habían logrado abrir cuando aún eran solo tres pilares y Raúl y representaba todo un logro, en especial por que se dedicaban a vender alimentos como salsas y especias, en un principio hechas artesanalmente, con recetas que todos ellos habían ido recolectando de familiares y amigos y por ende era el espíritu más puro de esa unión, un trabajo en equipo que tenía un montón de sueños envasados en botellitas de vidrio.

Ya entrado en añoranzas, todavía recordaba el día en que conoció a Ruiz, ambos asistían a la misma preparatoria y él iba caminando por las jardineras que estaban enfrente de los edificios, extensiones de césped y algunos árboles con el encanto de ofrecer plácidas horas de unión con la naturaleza y lecciones de anatomía para los más aventurados, pasando por exploración y recolección de insectos y simples siestas estudiantiles de alguno que otro asesino de clases, cuando de repente vio a un joven con los ojos casi grises observando fijamente a la nada, aprovechando la sombra de un pino y con una montaña en miniatura de medicinas y libros a su lado, cosa que le pareció llamativa pues a su edad no había visto a personas que necesitasen tantísimos medicamentos, así que satisfaciendo su curiosidad se acerco a él para interrogarlo.

- Hola, todos esos medicamentos son tuyos o quieres abrir una farmacia- le dijo Valdés en tono juguetón
- Afortunadamente no preguntaste si acababa de atracar una de esas – le dijo Ruiz más serio- sí son mías, son pequeños placebos para una enfermedad que desconocen, pero alégrate no se contagiosa por burlarte de mí.
- ¡Vaya! No hay necesidad de ser agresivo, solo es curiosidad amigo, soy Herson, tu como te llamas- le dijo Valdés tratando de conciliar.
- Me llamo Raúl – le dijo secamente Ruiz
- Raúl, quizás entonces me digas como es eso de que n sabes que tienes, ya has visto a varios médicos me imagino.
- Sí, pero igual no atinan, hay cosas que aún no están escritas ni descubiertas, y de vez en vez a alguien le toca ser precisamente el parteaguas para que alguien más las patente y les ponga nombres. Te preguntaría por que tu curiosidad, pero no le veo el caso, en vez de eso te pregunto, ¿has pensado en tu muerte Herson?
- Ehr… ¿a qué debo esa pregunta?
- Hoy en la mañana fui al hospital y vi a un joven como de mi edad entrar ahí de pie y salir cubierto con una sábana, y me pregunté que le habría pasado, unas personas que también se percataron dijeron que vivía en la calle y que unos vagos lo habían golpeado en la cabeza para quitarle algo de comida. ¿Te imaginas Herson? Morir por algo de comida, después de haber vivido en la calle, de ser miserable, de ser tan joven, ¿crees que su muerte sirva de algo? O solo se perderá en la nada, en el tiempo que sigue y sigue sin importar cuantos mueran, cuantos sean pobres, cuanta violencia y cuanta desazón haya y siga habiendo aquí, ¿tu que crees?
Herson se quedó mudo y solo atinó a llevarse las manos al rostro, mientras que Ruiz continuó.
- En todo caso no será en vano, por que yo me di cuenta, y quizás yo mismo no sepa como hacerlo, o me tachen de un niño jugando a pensar diferente, pero igual me di cuenta y no lo dejaré así… No se ni por que te digo esto, probablemente solo querías jugar un rato y ya te fastidié el día, pero velo por el lado amable, al menos te he dado que pensar. Mira estos son un montón de libros que alguien escribió hace muchos años- dijo Raúl señalando el montón de publicaciones- a mi me gustan por que son mágicos, los que los hicieron fueron capaces de crear un mundo, una realidad, su realidad que es distinta a lo que nosotros vemos y en algunos casos sus ideas trascendieron en los demás y dejaron huellas aún después de su muerte, eso me gustaría, pero aún no se como, pienso que ya lo sabré…
- ¿Y no le tienes miedo a tu enfermedad?- interrumpió súbitamente Valdés-¿ No te preocupa que te pase lo mismo que al muchacho que dices de un momento a otro y no puedas hacer nada de lo que dices?
- Aprendí a admitir mi situación y mi enfermedad, me quejé mucho tiempo para lograrlo, maldije y me cerré a todo, pero a fin de cuentas yo estoy aquí y ese joven no, y mientras siga aquí, no quiero vivir de prisa, sino bien y para mi vivir bien es precisamente lograr eso que te digo, no perderme únicamente en lo que comúnmente se dice que hacemos los de nuestra edad, puede ser que eso sea lo que me mantenga con ánimos para seguir- le contesto Ruiz con un brillo en esa mirada gris, que aunque por corto tiempo llamó la atención de Herson.
- Así que es eso, bueno, mientras tengas esa meta y ese montón de libros seguro que lograrás algo, solo procura no ser tan agresivo con la gente, no todos vamos a molestarte, señor seriecito- le dijo Herson con una sonrisa que invitaba a reír que aunada a sus ojos casi miel y sus cabellos alborotados daban una imagen entre lisonjería y confianza que extrañamente hicieron soltar una carcajada a Raúl. Pero no una carcajada de burla, sino una de fraternidad que nunca había sentido y que contagió a Valdés de una forma casi mágica.

Desde entonces Herson lo había acompañado, pues sus ideales eran muy parecidos, él también disgustaba de ver las injusticias, el hambre y la indiferencia, pero difiriendo de Ruiz, él se pasaba los días soñando y pensando profundamente; desde niño siempre se inventaba historias fantásticas y a veces cuentos tristes, todos ellos donde él era el protagonista y emprendía épicas acciones para salvar el día, o a sus padres que siempre estaban trabajando y pocas veces tenían tiempo para él.

Apreciaba mucho la amistad y siempre trataba de hacer las cosas de la manera más correcta que pudiera.

En el amor, a pesar de haber tenido muchas parejas desde su adolescencia, él esperaba a la adecuada, a una que lo hiciera sentir enamorado solo con verla, que fuera a la vez inteligente y tierna, que pudiera rebatir todo lo que él dijera, pero también apoyarlo en los momentos duros, una mujer bella más que físicamente en los aspectos de su ser no visibles. Y aunque esa mujer tardaba en llegar, él se ocupaba de la Comunidad, de su trabajo, de sus amigos y esperaba pacientemente su momento, personalidad que lo hacía muy carismático y a vista de todos, mucho más accesible y “humano” que el Emperador.

Al llegar a la empresa notó que muchos grupos habían llegado respondiendo la solicitud y se preguntó cual de ellos sería mejor elegir así que sentándose pacientemente con el Director del Personal vio uno por uno, hasta que de repente una visión apareció frente a sus ojos, era una mujer vestida de manera poco común, una blusa bordada con motivos autóctonos, una falda larga y sandalias, dos pequeñas trenzas que brillaban como un pequeño sol, donde su cabello rubio se dejaba caer como un caudal caprichoso, tez blanca y los labios más rojos y bonitos que hubiese visto junto con unos ojos miel que dejaban muy atrás al color de los suyos propios, pero todo esto contrastaba con el aspecto de las demás personas que estaban en ese lugar tocando música popular, así que le llamó para preguntarle con quien venía y que música tocaba.

-Oye - le llamó él asombrándose de lo nervioso que se había puesto ante la muchacha- ¿vienes a la audición?, ¿cuál es tu banda?, ¿qué tocas?- le preguntó rápidamente mientras hacía un esfuerzo por que la voz no le temblara.
-Yo no pertenezco a ninguna banda, quiero ver al encargado del lugar- le dijo ella en un tono más serio.
-Pues aquí lo tiene, soy Herson Valdés y soy el administrador de esta empresa- le dijo él algo más seguro que en un principio.
-¡Disculpe!- le dijo ella sonrojándose- no pensé que usted fuera, no parece… perdone, no es que no se vea… yo solo…- contestó ella poniendo aún más rubor en sus mejillas, cosa que le provocó mucha ternura a Valdés.
-No se preocupe señorita dígame que se le ofrece- le dijo él, pensando que después de todo su aspecto algo desaliñado quizás no fuere inconveniente en todos los casos.
- Quiero ofrecer mis servicios, yo soy artista plástica y como se que tienen una gran presentación, yo podría pintar algo para su escenario o hacer algún modelo…

Valdés se quedó pensativo, su carrera había sido muy próspera entre otras cosas por cuidar finamente los gastos que se realizaban y ese seguro sería un gasto excesivo, sin embargo, era el décimo aniversario de su primera empresa y no quería reparar en eso, por otro lado no podía dejar pasar desapercibido que sería la perfecta ocasión para llegar a conocer a aquella muchacha y no se le hizo insano solo intentarlo como una cosa curiosa, así que le dijo a ella que le interesaba la idea y que lo discutirían después de las audiciones si quería, ella accedió y entonces él le preguntó su nombre.

-Ah no se lo he dicho- dijo ella- soy Bareshka Bazzel.

jueves, 30 de octubre de 2008

Capítulo 4 El don de Julia

Raúl se retiró de la reunión seguido de Mindell Quintana, mientras que Grosso y Valdés se fueron por su lado también; Julia, por otra parte se dirigió a su consultorio y en el camino meditó sobre el poco casual comentario del Emperador, en otras condiciones no le habría dado importancia, pero ella era una persona que podía ver en las pequeñas cosas infinidad de detalles que pasarían desapercibidos por el ojo común.

Julia nació una mañana de tempestad y junto con los fuertes vientos y el estruendo celestial de los relámpagos, su llanto vino fuerte al planeta, alto y decidido, como una premonición de lo que esa niña tendría destinado, la fuerza y a la vez la sutileza propia de una mujer.

De niña, su actitud inquisitiva y su carácter travieso la hicieron amada de todos, pero a la vez forjaron el capricho de entre sus virtudes, el orgullo que la impulsaría a ser todo lo que deseara llegar a ser.

Cierto día mientras su familia la llevaba a pasear por una feria, durante su incipiente pubertad, conoció un aspecto del mundo que hasta entonces jamás le había pasado por la mente, se encontró con una gitana, una mujer que según su propio dicho, era capaz de ver el futuro de cualquier persona y de traer los hechizos de la suerte y el amor, este último un concepto aún inexplorado por ella, pero que sin duda era uno de los motivos que consideraba primordiales para vivir.

La gitana al principio fue ignorada por sus padres, pero en un descuido la aún niña se escapó de la mirada paterna y se fue a ver las artes de aquella mujer, cuya aura de misterio le atraía bastante.

La hechicera habló con Julia durante mucho tiempo, pues a pesar de la angustia de los padres de ésta, la niña se encontraba bien escondida dentro de una carpa de la feria. Mientras le leía la mano, la gitana le dijo que podía ver en aquellas líneas muchas vidas anteriores y un don especial que hasta entonces jamás había visto, un poder que no podía explicar, pero que seguramente la hacía un ser único y especial, lo que causó sorpresa en Julia, quien cada vez se sentía más deseosa de dominar ese lado mágico que recién le habían descubierto, sin embargo, en el momento en que más atenta estaba, aparecieron sus padres, al principio ansiosos y después muy irritados con ella, propinándole su primer castigo y de paso desilusionando todo aquello que había aprendido ese día.

Mientras crecía, la inquietud se iba haciendo más grande, se preguntaba a menudo si esos poderes de los que la mujer le habló, serían verdaderos y pasaba horas e incluso días enteros tratando de descubrir en ella algo fuera de lo común, pero sin éxito aparentemente.

Muchos adolescentes de su pueblo la notaban, les atraía la naciente adolescencia de Julia, les gustaba además su carácter hosco y caprichoso y la indiferencia que demostraba a todo el mundo, sin embargo ella prácticamente no se juntaba con nadie, prefería estar sola durante los descansos de la secundaria, poniendo mucha atención a las cosas que sucedían a su alrededor para poder despertar aquellos dones que le emocionaban.

Su madre, al notar la abstracción de su unigénita y su continuo intento de descubrir lo esotérico o sobrenatural, trató por todos los medios de convencerla de que esas cosas eran solo charlatanerías y pérdidas de tiempo, de que mejor debería poner más empeño a la escuela en vez de divagar y perder tantas horas en algo tan inútil y sin sentido; pero a pesar de sus esfuerzos y desavenencias, nada conseguía en Julia, excepto motivar más su orgullo y fomentar una rebeldía que no podría ser controlada.

Pero a fuerza de fracasos para encontrar sus dones y ante la insistencia de las figuras paternales de que desistiera de esos intentos, ella centró su atención a las ciencias y a las cosas explicables y aceptables por todos, sin renunciar del todo a la posibilidad de encontrar en sus adentros ese detalle que la hiciera poderosa y única.

Durante su primera juventud, al terminar su educación media, Julia decidió irse a estudiar a la capital, no por que le gustase “la Gran Ciudad”, si no por que sabía que en su localidad no encontraría las instalaciones más adecuadas para estudiar lo que más le apasionaba además de la magia: la medicina, que si no era tan apasionante como el ocultismo, de menos si le inspiraba fuertemente a entrar de lleno en el misterio más mundano pero no menos loable del cuerpo humano y sus achaques, cosa que tampoco les pareció a sus padres, y en especial a su madre con la que definitivamente ya no se llevaba bien, y que la retó a irse por sus propios medios, a valerse sola y por sí misma en ese lugar para locos y asesinos que era la metrópoli, y donde todos parecían de menos desquiciados e inmorales al por mayor, sin embargo a pesar de las amenazas de su progenitora, ella emprendió el viaje, solo con algunos de sus ahorros y una maleta en la que depositaba, además de sus sueños, su firme confianza de poder salir bien librada, gracias a los poderes que en su interior habitaban y sin duda despertarían en una situación de emergencia.

En la Ciudad Capital, la joven encontró miles de almas sin nombre, gente que anónima vivía a su lado, que incluso eran sus compañeros de universidad, pero no le decían nada mas que su notoria apatía y se sintió por primera vez sola, desamparada entre la muchedumbre sin rostro y los modos de la orbe que le hacían añorar su hogar por muy difícil que resultase volver en ese momento, pero ella supo que volver, significaría más que un fracaso, el triunfo de una verdad que no aceptaría, la verdad de que no tenía esos dones y que solo era una mujer asustada en medio de tantos sueños rotos, y eso jamás lo podría conceder, no sin luchar hasta las últimas consecuencias. Pocos días después consiguió trabajo en la propia universidad, vendiendo en una de las pequeñas tiendas que estaban dentro de las instalaciones universitarias, y empezó a recuperar la fe que creía perdida, ganó confianza y amigos, se abrió paso entre las clases y los maestros y se apasionó cada vez más con la medicina que generosa le abría las puertas de aquel conocimiento y se imaginó haciendo labores altruistas donde más la necesitaran, en las comunidades rurales, donde no había médicos, en los cinturones de miseria que decoraban tristemente la Ciudad, en cada rincón que clamara a gritos por su ayuda, pero sintió que estaba muy sola para lograr todos esos proyectos.

Un día, mientras caminaba de sus clases a su trabajo, notó a un grupo pequeño, pero muy escandaloso de estudiantes que repartía panfletos y hablaban estruendosamente, de entre ellos, el que más llamaba la atención por su voz decidida y enfática y que parecía el líder de los demás, detuvo su vista incidentalmente en Julia, mientras que ella pensó que en ese hombre algo había de diferente, algo que no podía definir pero que seguramente podía notar gracias a aquellos poderes sensoriales de los que en el pasado le había hablado la gitana, y si esa persona le había hecho sentir eso, era necesario acercarse para poder despertar a la magia que estaba escondida en ella.

El hombre le habló de su proyecto, de un proyecto compartido que requería esfuerzo solidario y ganas de soñar mucho, una meta que necesitaba adeptos que fueran distintos a la mayoría de personas, que quisieran dar todo de sí para alcanzar el gran objetivo: una comunidad, un grupo formado de pilares que lo sostuvieran, entonces Julia pensó que ese era el camino para devolverle a la medicina el favor de sus conocimientos, para desarrollar más sus poderes natos, y de paso para explicarse por que esa sensación tan extraña provenía de aquel hombre, del que a penas sabía su nombre: Raúl Ruiz, pero que sospechaba que mucho tendría que ver posteriormente y supo inmediatamente que sería uno de los pilares que necesitaba esa organización.

Desde ese momento se había desarrollado en todos aspectos y encontraba en la Comunidad un lugar bello para vivir y crecer como doctora, como persona, como pilar y como dueña de ese don tan peculiar de su sexto sentido; por esa razón, esa mañana al escuchar a Ruiz, algo en ella le había advertido que la presencia que llegaba a la mansión, distaba ser de solo un incidente sin importancia, era como si un intenso escalofrío recorriera sus venas y la pusiera sobre aviso de la tormenta que estaba por llegar al remanso de su vida.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Capítulo 3 Los Pilares

Raúl dejó a Lía sola en su casa sin volver a dirigirle palabra alguna, mientras que ella aún desconcertada decidió comenzar a reconocer el lugar lentamente, pensando que tarde o temprano se aclararía su situación, pero creyendo firmemente que ya tenía medio cuerpo dentro del lugar.

La casa de Ruiz era amplia y armoniosa, cada rincón de ella reflejaba serenidad y aunque había pocas cosas, cada una era característica de él; en la sala de estar que se ubicaba directamente frente a la puerta de entrada, había un librero atestado de ejemplares de todos tipos, desde novelas románticas hasta libros de filosofía, títulos desde El Príncipe, El Contrato Social o el Leviatán hasta Clemencia y Navidad en las Montañas, había también cinco sillones de tonos café sobrios, un aparato de sonido y un televisor junto del cual había un estante con al menos trescientas películas de diversos géneros, al centro un tapete en forma de luna llena y varias lámparas para leer. Detrás de la sala un pasillo llevaba a la cocina y el comedor y unas escaleras laterales llevaban al segundo piso donde había tres habitaciones y un baño; una de ellas el cuarto de Raúl, otra un estudio/despacho y la última un lugar con aparatos terapéuticos y máquinas para hacer ejercicio, todo ello por recomendación de una de las pilares quien era la que se encargaba de cuidarle la salud a Ruiz.

Lía recorrió el lugar y decidió dejar su maleta con sus pertenencias en la habitación de Raúl, se sentía tranquila en ese lugar y por un instante decidió recostarse y percibir el aroma que éste había dejado en el lecho, sin embargo al hacerlo una sensación poco conocida para ella la invadió, una especie de oleada cálida y agridulce que vino desde el recuerdo y le tocó el corazón, por lo que pegando un brinco y apretando los dientes recordó su propósito de estar ahí y volvió a tranquilizarse.

Mientras tanto Raúl caminaba hacia la estancia común, sus ojos casi grises se perdían en un mundo lejano y doloroso, el sitio al que deben irse las ilusiones perdidas y los amores añejos, un lugar que no deseaba visitar y sin embargo se mantenía al límite del mismo. Era temprano, pero los Pilares debían estar ya ahí, listos para la breve reunión matutina, planificar la jornada y despedirse cada uno a sus lugares de trabajo. Raúl entro al recinto, que era una especie de auditorio, en cuya tarima se estaba instalada una mesa redonda de madera en la que, justo como lo previó, estaban ya los pilares esperándolo.

La mirada de Raúl abarcó el lugar y reconoció a las cuatro personas presentes en el círculo donde solo faltaba él, al primero que vio fue a Herson Valdés, un administrador aún joven, cuyo aspecto algo desaliñado podría engañar al que lo viera de primera vez, pero cuyo profesionalismo no conocía límites, amante del humanismo e idealista de convicción, sus métodos arriesgados incluían poner siempre al capital humano como el factor determinante en los resultados de cualquier empresa; tenía los ojos casi miel, el cabello castaño a penas un poco largo, una camisa azul con los tres primeros botones sin abrochar y una esbeltez general que se perdía poco a poco con los años y un apetito voraz; él era la mano derecha del emperador, el pilar más cercano y también el más antiguo de todos, el que se había unido al proyecto cuando todo era incierto y los dilemas de salud de Ruiz parecían complicar el escenario aún más; su amistad estrecha con el Emperador no era obstáculo para que lo enfrentara de vez en cuando y para que expusiera la realidad sin endulzarla o mitigarla, sin duda esa cualidad le agradaba mucho a Ruiz que la mayoría de veces apreciaba más una crítica que un halago. Valdés era sentimental en el fondo pero siempre guardaba un silencio de meditación, como preparando la siguiente palabra que iba a decir con sumo cuidado.

Después de Herson observó a Julia Jaimes, médico general con diversas especialidades en medicina alternativa y con una personalidad misteriosa, aún para los miembros de la Comunidad, sus largos cabellos negros le llegaban hasta la cintura y sus ojos cafés eran tan profundos como dos lunas llenas y brillantes, ojos en los que cualquiera que no tuviera cuidado se podría perder y no regresar más; su tez blanca y sus facciones llegaban a coronar su belleza, pero este rasgo era a penas el preámbulo de una hermosura integral, solventada también en una gran inteligencia y un sexto sentido del cual pocos tenían conocimiento, Julia gustaba de estudiar el ocultismo en sus ratos de ocio y no pocos la juzgaban de excéntrica de vez en vez, pero ella era la guardiana del emperador, la que siempre estaba atenta de la salud del mismo y de todos los miembros de la Comunidad.

Al lado de Julia estaba Octavio Grosso, comunicólogo que parecía la antítesis del aspecto desaliñado de Valdés, ya que estaba rigurosamente arreglado y portaba ropas finísimas, consistentes en un traje negro, camisa y corbata rosas y un anillo de oro, además sus cabellos rubios perfectamente peinados y su tez blanca y cuidada con diversas cremas lo hacían parecer metrosexual. Grosso a diferencia de los demás pilares, venía de una familia rica, su madre había muerto al nacer él y su padre encargado de diversos negocios pocas veces tenía tiempo para su retoño, por otro lado, las diversas crisis financieras y un mal manejo de las finanzas habían llevado a la quiebra a su padre y posteriormente al suicidio cuando Octavio solo tenía quince años, y la generosidad de un tío le había permitido vivir, sino suntuosamente, si de forma holgada, sin embargo su educación básica, llena de modales y costumbres de gente opulenta le había permitido tener una habilidad casi mágica para desarrollarse en esos círculos y ahora en la comunidad él era el absoluto encargado de todas las relaciones públicas, la publicidad y de “refinar” a Ruiz cuando éste tenía importantes citas de negocios; políglota y simpático parecía estar siempre feliz, sin embargo solo los pilares sabían que ese aspecto en muchas ocasiones, era derivado de su sed de alcohol interminable.

Por último, pero no menos importante, el miembro más reciente de los pilares, el primero en arriesgar el capital de todos en temerarias inversiones, que en más de una ocasión atentaban en contra de cualquier especulación, pero que de una u otra forma terminaban redituando más y más para la Comunidad, el también llamado hechicero de las finanzas, el economista Mindell Quintana, de cabello negro cano desde la juventud, nariz aguileña, ojos tan cafés que parecían negros, semblante taciturno y serio, con una altura considerable y una delgadez persistente desde su niñez; había llegado a la Comunidad en busca de alguien que creyera en él y encontró en el Emperador esa confianza depositada que tanto requería para llevar a cabo sus sueños, hacer tanta plata como fuera posible y así olvidar un pasado en el que todo el mundo parecía subestimarlo y menospreciarlo. Mindell era quien se mostraba más respetuoso hacia Raúl, procuraba no contrariarlo y hacia su trabajo eficientemente, sin embargo la identificación con el grupo le costaba trabajo y solía ir a todas partes rigurosamente solo, su historia era desconocida para la mayoría de comunitarios, pero Raúl lo estimaba e intentaba que hiciera un buen equipo con el resto de los Pilares.

Al ver entrar a Raúl todos comenzaron a decirle sus planes para ese día, pero en especial había dos cosas que el Emperador quería tratar con ellos, la primera era la apertura de acciones con una empresa externa, proyecto que había presentado Mindell Quintana y que en su preámbulo había generado una serie de debates con los pilares que hacían el tema peliagudo y complejo y que por ende tenía prioridad, sin embargo la segunda, aunque pareciera más banal, le retumbaba en la cabeza, y se trataba de la llegada y quizás permanencia de Lía Alarcón.

Ruiz le pidió a Mindell que le explicara correctamente el proyecto para la apertura de acciones, pero éste le respondió que tenía preparada una presentación para el Consejo programada para la reunión nocturna y que le solicitaba entonces posponer el tema para poder abordarlo mejor, situación que desconsoló al Emperador, que esperaba poder distraerse con problemas más serios de un problema que a pesar de lo que deseaba le presentaba un dilema personal que amenazaba con mezclarse en el ámbito laboral, así que sin más preámbulo expuso el tema de Lía.


- Quisiera proponer a una persona para que se integre a la Comunidad, pero necesito tiempo para decidir correctamente si eso es lo mejor, y se los planteo desde ahora, por que mientras así lo decida estará en mi casa y no quiero que les cause extrañeza su presencia, y mucho menos que pudiesen especular sobre el tema, saben que entre nosotros no hay secretos, pero se trata de un asunto de carácter personal y agradezco su comprensión desde ahora, se trata de una mujer que conocí en el pasado y por ahora no les diré más- les dijo con voz sería pero en ocasiones entrecortada Raúl.

- Pero que dices Raúl, si es por un tiempo o quieres mantenerlo en secreto puedes confiar en nosotros, aunque me parece muy extraño que lo digas tan seriamente, no pareces ser tú, siempre tan correcto y serio, quien traiga a vivir a su casa a una mujer desconocida- le dijo Grosso en respuesta, en un tono festivo, sin embargo al ver que la expresión de Ruiz no cambiaba y su semblante seguía áspero, continuó diciendo- Esta bien, esta bien, creo que hablo por todos al decir que si es tan importante para ti tomes tu tiempo y nos comuniques tu decisión cuando quieras.

Los demás asintieron al notar que Raúl se veía preocupado, pero en la mente de cada uno reacciones diferentes se suscitaban, para Herson quien conocía mejor que nadie la vida de Ruiz, estaba claro que la persona hospedada en casa del Emperador podía tratarse únicamente de dos opciones, la primera María del Mar, la mujer que vivió con Raúl durante una temporada, antes de la inauguración de la comunidad, y la restante Lía Alarcón, la mujer que lo había dejado totalmente desolado y que era la única que en su tiempo pudo hacer que él se olvidara del proyecto.

martes, 28 de octubre de 2008

Capítulo 2 Reencuentros y recuerdos

El guardia abrió la reja y con ceño fruncido acompañó a Lía hasta la morada del Emperador.
Al penetrar en la mansión, lo primero que se divisaba era la vereda principal de la comunidad, que llegaba a un punto central y se dividía en tres partes; hacia el centro se encontraban las estancias comunes, a la derecha las casas de los Pilares y a la izquierda los edificios comunales; en el punto divergente en el que Lía Alarcón se quedó un momento a contemplar la majestuosidad de aquel sitio, se encontraba una pequeña escultura en forma de luna menguante, lo que encendió lo recuerdos de Lía, puesto que en la época en que conoció a Ruiz, éste tenía un gusto especial por dicho astro, y procuraba llevar siempre un dije con su figura, por lo que la mujer se imaginó que las manías de Ruiz estarían intactas a pesar de tantos años transcurridos y que en un rincón de Raúl ella seguía estando firme; sin embargo lo que le preocupaba era la forma en que él la recordaría.

El primer contacto visual de ambos fue en la universidad al inicio del curso, ella despampanante se presentaba ante todos con alta seguridad y estima, mientras él, mucho más reservado, guardaba cualquier comentario como si analizara cada momento de esa nueva etapa, que en teoría no debería estar investida por tanta seriedad y cálculo.
Desde el primer momento Lía notó a Ruiz, aunque no por alguna razón en especial, simple y sencillamente por que estaba sentado al frente , sin embargo, al momento en que la causalidad cruzó sus miradas ella pudo notar una combinación especial de sensaciones emanadas únicamente a causa de su persona, o eso quería creer, una mezcla de ternura y deseo que lejos de repelerla le causaba curiosidad, por el hecho de que ese sujeto pudiera conjuntar ambas cosas, matizadas por un toque de inocencia que sus pretendientes normales estaban lejos de tener, no obstante eso, Raúl estaba lejos de los estándares que ella requería para si quiera pensar en una relación, pues no tenía ni la estatura, ni el rostro, ni el físico, ni el estilo de vestir, ni alguna cosa que para ella fuera suficiente para pensar más tiempo en él, así que tras esa breve inspección ella pensó que su presencia sería completamente indiferente el resto del ciclo escolar, sin saber que ambos tendrían una historia mucho más larga.

Para Raúl la extraña estela que Lía desprendía le hizo sentir un breve escalofrío, como una sensación de terror reprimido, como una rana ante la presencia de una serpiente, o el brillo exclusivo en los ojos de un condenado, lo que en lugar de alejarlo lo invitaba a continuar observándola, pues quizás esa mujer de apariencia frívola pero atrayente, fuera una invitación viviente a creer de nuevo en aquello que aún dormitaba en el fondo de su mente, esa idea vaga de la “sublimidad” que para él se escondía en el exquisito instante cuando el amor aparecía como un milagro, como un relámpago abriéndose paso por las espesas nubes, pero tan sutil como el retoño de un árbol seco al finalizar el invierno.

Lía Alarcón llegó a la morada de Ruiz, la cual se encontraba al centro como si estuviera custodiada por las otras cuatro casas de esa zona, y al aproximarse a la puerta, el propio Raúl le abrió el paso.

El semblante de Ruiz había cambiado, esos años de distancia entre las últimas e incomprensibles frases de despedida, parecían haberlo transformado, naturalmente ya no era un jovencito pero la mirada de aquel hombre podía leerse como un gesto gris de tristeza muy a pesar de la demás expresión de su cuerpo.
Lía decifró en él la amargura de la soledad y un gusto malévolo recorrió sus entrañas, por su parte, él la veía diferente, mucho más madura obviamente, mucho más bella de lo que la recordaba, con las energías que a él le hacían falta, con ese aire de desprecio que jamás desaparecía de su ceño.

El mutismo reinó la escena, y solo se interrumpió cuando Lía se acercó al Emperador para abrazarlo, gesto que Ruiz aceptó con cautela, procurando no sentir nada, o fingir que no sentía, pero después de ese estrechamiento le dijo:

- Han sido quince años ya, quince largos años desde que desapareciste- le dijo él con una voz fuerte que ocultaba un tono trémulo.
- La vida me ha devuelto a donde pertenezco Raúl, y esta vez no te será fácil verme partir- le contestó ella con un sugerente tono de familiaridad.
- ¿Acaso la edad no te transforma? Pretendes revivir lo que me costó años de dolor superar, pretendes irrumpir en el pasado sin saber con que fuerzas te metes, energías llenas de resentimiento y dudas.
- No te creo, tu no eres capaz de odiar con la pasión con la que amas, y si pude conocerte en aquellos días se muy bien que no eres de aquellos que olvida un gran amor.
- Tienes razón, yo no olvido nunca, pero eso no me interesa ahora, lo que quiero es saber que te trae a verme, sé franca, no me debes nada, ni tengo yo obligación de verte, pero lo he hecho y quiero saber si debo comenzar arrepentirme.
- Ya te lo he dicho, he venido aquí por ti, para recuperar lo que entonces no pude mantener, pero ahora con los años de la experiencia se que podré hacerlo.
- ¡Basta de juegos Lía! Ya no tengo la paciencia de hace tantos años, dime la verdad ¿a qué rayos volviste?
- No tengo a donde ir, no me queda nada, el destino me ha puesto en mi lugar y vengo aquí a pedirte que me aceptes una vez más, eso es todo.

Raúl la miraba fijamente, en los ojos de ella podía ver tristeza también, aumentada con una dosis de desesperación, sin embargo los recelos del pasado lo torturaban a cada momento y no estaba dispuesto a perdonar y olvidar lo que jamás había comprendido, así que tomando la determinación ganada a pulso junto con el nombre de “Emperador” le mencionó tranquilamente:

- No estoy yo para ser héroe de nadie, ni para pedirte cuentas, pero esta casa, y la Comunidad entera no se cierran a nadie que venga sinceramente.
- ¿Entonces me crees?
- No Lía, pero tampoco me interesa creerte, puedes quedarte aquí si en verdad no tienes a donde ir, pero no seré yo, sino el consejo de los pilares, quien decida si tu puedes quedarte.

Lía sintió desprecio en aquellas palabras, pero a pesar de eso, también sintió el temblor disimulado de Ruiz cuando la abrazaba, tenía una esperanza de tomar lo que deseaba y se aferraría a ella, como se aferra un moribundo a la vida.

lunes, 27 de octubre de 2008

Capítulo 1 Lía Aparece

Luz tenue se colaba entre las rejas de la entrada, la mansión estaba resguardada tras metálicas lanzas de aspecto certero, pero tras la apariencia irascible de aquella fachada se encontraba un lugar fuera de lo común, la utopía que habían soñado los creadores de esa fastuosidad.
En la cima de aquellas rejas un letrero avisaba al visitante a que atenerse al ingresar: “Deja el mundo afuera”.
Una mujer se encontraba de pie frente a dicho escenario, su cabello teñido brillaba al recibir la luz solar de aquella mañana incipiente y su tono de piel blanco y terso permitía un juego de matices con cada destello luminoso. Su figura estilizada dibujaba un cuerpo de proporciones perfectas y belleza fina, cual si hubiere sido delineada por la hábil diestra de un escultor, hermosura que apenas se veía opacada por una nariz chata y sólo un poco prominente.
La mente de aquella mujer divagaba en el esfuerzo de aclarar sus ideas y recordar los motivos para adentrarse en otro mundo, un sitio donde lo que menos conocía era el posible rumbo de su existencia, la cual se vería notoriamente afectada por un hombre, un sujeto que alguna vez le había jurado amor y que por un desdén del destino ahora debía odiarla con todas sus fuerzas, pero no podía asegurarlo y aquella visita era en parte una moneda al aire, como todas las decisiones que podemos tomar.
Después de dudar por algunos minutos tocó una campana rústica que hacía las veces de un timbre y por respuesta un guardia se apareció presuroso cual si fuera una invocación.
-¿Que se le ofrece? -preguntó el guardia con desdén.
- Busco al señor Raúl Ruiz- dijo la mujer con firmeza en sus palabras.
- ¿Tiene cita? No he sido notificado por el señor Ruiz ni por ninguno de los Pilares.
- No tengo cita, pero igual me recibirá, solo dígale que Lía Alarcón le busca- anticipó la mujer ante cualquier rechazo del guardia, con el mismo tono rígido y digno de su frase anterior.
-Espere entonces señorita- gruñó el guardia al sentir una orden en vez de una petición; sin embargo el acceder a esa casa no era del todo difícil, cualquiera podría hacerlo, la dificultad sería en todo caso quedarse, y por otro lado Lía sabía que su nombre era extremoso o le abría esas rejas o las cerraba para siempre.
Raúl Ruiz era parte del pasado de Lía, un hombre de contrastes, debilidad física pero poder mental, temperancia pero impaciencia ante lo que le parecía injusto, inquietud y sobriedad, una persona con momentos críticos de salud, pero siempre dispuesto a levantarse una vez más. Fundador de aquella casona, sus motivos para impulsarla eran desconocidos para casi todos los habitantes, pero Lía, una completa extraña ahí, quería adivinarlos en base a sus propios pensamientos, es decir, en base a la soledad y el deseo de poder, sin saber que estaba completamente equivocada.
Ruiz podía parecer a primera vista pretencioso y egocéntrico, pero de alguna manera lograba hacer que esos defectos se volvieran en virtudes altamente productivas para sus fines, él comulgaba con las ideas de igualdad, solidaridad y fraternidad y la mitad de su vida se la había pasado buscando personas afines a sus sueños, de tal manera que aquella ilusión fuera colectiva y no individual, un proyecto en vez de una locura, un lugar alejado del odio y la avaricia donde la tranquilidad reinara hegemónicamente. Es verdad, al ser solo un humano uno de sus motivos más importantes lo fue también el miedo, el terror a desaparecer sin dejar nada en el mundo, sin siquiera un legado de su breve paso por la vida y de que la idea de la soledad no pudiera ser vencida nunca en su corazón. Así de real era Ruiz, con miedos y fortalezas, con un físico deleble pero un deseo inmortal.
Su ilusión se vio materializada en un principio al encontrar a cuatro compañeros, un equipo formado por personas a quienes conoció en etapas importantes de su vida y en vísperas de la construcción de su sueño.
Gracias a su apoyo multidisciplinario y a un régimen de ahorro e inversión efectivos, planeó negocios fructíferos, se arriesgó muchas veces, pero logró una riqueza considerable con el respaldo de sus cuatro socios, la cual arrojó al proyecto mayor, ese en cuya entrada Lía seguía esperando una respuesta, el mismo que tras de arduos años de trabajo había transformado un terreno gigante en “La Comunidad” un palacio conformado de un impresionante edificio comunal, muchas estancias comunes y cinco casas que eran el orgullo de los fundadores.
Dentro de ese edificio comunal, doscientas personas de variados orígenes convivían diariamente, la mayoría de ellos, miembros de las empresas que alimentaban el proyecto, mientras que los demás eran piezas fundamentales para mantenerlo engrasado y funcionando, tan así que cada hombre mujer y niño se sentía identificado con la Comunidad, cada uno sabía que debía realizar un trabajo sin el cual las cosas simplemente no marcharían.
Cientos de personas y miles de historias convergiendo ahí, edades, géneros, condiciones, todo resumido en aquella “locura” y todos esos elementos llamando respetuosamente a Raúl Ruiz “Emperador”, mote que le desagradaba por ser tan exclusivo, pero al mismo tiempo le llenaba de orgullo, por saber que todo su trabajo tenía una recompensa. A sus cuatro amigos la gente no los olvidaba, les llamaba “Pilares” y así los sentían, como cuatro cimientos aguantando el peso del lugar y apoyando al Emperador.
Sin embargo no todo podía ser azul añil, el lado sombrío del Emperador existía, enfermedad y cansancio le rodeaban, además de que su vida amorosa resultaba ser un problema, sus relaciones actuales estaban basadas irremediablemente en el interés de las mujeres que le buscaban para vivir sino opulentamente, al menos sin preocupaciones, obtener libertad de seguir con sus vidas solteras pero no ofrecer a cambio nada, ni siquiera sentimientos de cariño o agradecimiento, lo que gradualmente le había provocado una herida sentimental a Ruiz.
María, su último cariño real, le había dejado por causa de la Comunidad y ahora todo lo amoroso le parecía un desastre, pero no obstante eso, cada uno de esos pequeños detalles había conformado su personalidad.
En éste orden de ideas y por sus ocupaciones, Raúl no estaba con frecuencia en la mansión, pero por caprichos del destino, esa mañana en que Lía Alarcón llegó a la Comunidad él se encontraba en casa revisando algunos archivos y escuchando música leve, mientras su mente le traía a María como una visión tormentosa. En esas estaba, cuando el sonido de su intercomunicador rompió su distracción y le heló la sangre cual si fuera una premonición, quizás un mal presentimiento.
Por su mente pasaron muchas cosas en el momento en que escuchó del guardia el nombre de la mujer que lo buscaba, primordialmente sentimientos encontrados y miles de hechos agridulces; por supuesto, una cosa era segura, Lía Alarcón estaba muy presente en el cerebro del Emperador y ahora le tocaba decidir si estaría nuevamente presente en su vida.
Raúl se levantó de su escritorio y emitiendo una voz mecánica dijo:
- Permítele pasar, la veré aquí mismo.