Vistas de página en total

jueves, 13 de noviembre de 2008

Capítulo 7 La ambición de Mindell

Mindell hablaba interminablemente, las ideas en la cabeza de Raúl seguían dispersas y se esforzaba por ponerle atención, sin embargo sabía que debía poner orden antes de que Lía afectara sus actividades y perdiera definitivamente el límite de la importancia que podía darle, sobre todo tan cerca de la toma de decisiones importantes como lo era precisamente la apertura de acciones, tema que continuaba explicando Quintana, quien al notar el gesto distraído de Ruiz prefirió dejar definitivamente el resto para la noche y cumplir con las tareas que había programadas.

Ambos abordaron el vehículo de Mindell y se dirigieron a una de las empresas de más reciente adquisición por parte de la Comunidad ,para coordinar a los empleados e implementar nuevos planes de trabajo, una agencia de viajes que habían rescatado de la quiebra por medio de la consultoría y que a través de la nueva estrategia del propio Quintana era ahora suya en la mayor parte, el movimiento era así, se investigaban empresas en franca decadencia y se ofrecían los servicios de “reorientación y de salvamento del negocio” sin coste aparente, pero con la condición de que si tenían éxito, una parte de las acciones de la misma pasaría a manos de la Comunidad, transacción con la cual ambas partes obtendrían ganancias, además de contar con la opción de que si llegaban a fracasar totalmente se le abrirían posibilidades al o los dueños de la empresa en cuestión de formar parte de las empresas de la Comunidad, lo que parecía un plan redondo para los empresarios desesperados y aunque al principio le pareció sumamente ventajoso a Ruiz, impuso una cantidad que le pareció benevolente de acciones que obtendrían en caso de éxito, de manera tal que a su forma de ver no se despojara a los fundadores de la empresa rescatada del capital que habían invertido inicialmente, hecho que aunque no le parecía al creador de la idea, aceptaba sin chistar.

Mindell trabajaba en una de las organizaciones a las que la Comunidad brindó asesoría multidisciplinaria y con su amplia visión de las finanzas pudo predecir que los puntos de oportunidad señalados por Ruiz y sus pilares eran precisamente los que debían ser atacados por los administradores del lugar donde trabajaba, siendo la razón por la que pudo tener esa certeza precisamente que él ya había propuesto los mismos sin ser tomado en cuenta.

Esa parecía la historia de su vida, siempre vagando de un lado a otro en busca de ese reconocimiento y confianza que le permitiera llevar a cabo sus ideas y conseguir sus objetivos económicos, pero sin éxito, siendo menospreciado y tachado de radical y de inepto inclusive, viendo como los años seguían pasando y él no podía desarrollarse profesionalmente, sino que se quedaba poco a poco rezagado en otra clase de empleos, puestos que él veía como de segunda categoría, lugares a los que estaba consignado por culpa de la visión tan fofa de cuasi líderes que vestidos en sus grandes trajes tenían miedo hasta de respirar sin permiso de los inversionistas, de los dueños, de personas que en su opulencia destilaban ignorancia, desconocimiento que se traducía en las muchas contrataciones y ascensos que veía tan a menudo y que no lo alcanzaban a él jamás.

Solo se trataba de arriesgarse, de tomar en una mano lo que se tenía y en la otra lo que se deseaba y sin detenerse a ponderar de más, aventarse al ruedo de lo desconocido para probarse a él mismo, para demostrar y demostrarse que la capacidad que guardaba era suficiente y bastante para atrapar al mundo y hacerlo suyo, para ver como la vida se convertía en arcilla entre sus dedos, en masa para modelarla como él lo imaginaba. Entonces su ambición lo era todo, el motor, el medio, el elemento; el motor para impulsarlo a la cima, el medio para llegar hasta lo que anhelaba, el elemento en que se movería y del que viviría hasta no ver conseguidos sus objetivos, no necesitaba canalizarla sino que explotarla, aceptarla como una condición inherente a él y transformarla en herramienta para su propio beneficio, pero la ambición podía ser traicionera, podía incluso dominarlo a él y volverlo en su esclavo, sin embargo se repetía que él podía ser su único dueño, su único jefe y con esta afirmación aguantaba, esperando una oportunidad, leyendo entre las líneas de los días y de los rostros, pendiente de lo que podría ser su momento, su gloria.

Por eso Raúl Ruiz, con fama de haber creado algo nuevo y diferente al que llamaba la Comunidad, de aceptar propuestas nuevas, de creer en la gente y de ser prolífico en los negocios, le pareció la respuesta del destino que se alargaba tanto en llegar, la escalera a su propio desarrollo, la manera de explotar su ambición y ver hasta donde podía llegar con ella, y entonces se arriesgó, renunció a su empleo y tomó en una mano todo lo que los ahorros le habían redituado en su vida, que aún siendo poco eran lo que tenía y en la otra sus anhelos y la firme convicción de sí mismo, esperó fuera del edificio de la Consultoría de la Comunidad hasta que Raúl saliera, encaró al Emperador y dijo:

- No lo desgastaré con elogios ni con presentaciones largas, tampoco llenaré formularios ni iré a citas con trabajadoras sociales, no me vestiré de azul para proyectar buena imagen y dinamismo, ni mentiré acerca de mis muchos logros curriculares, tampoco aceptaré empleos bajos para ir ascendiendo lentamente, ni me sentaré en casa a esperar una llamada que quizás nunca vendrá, pero lo que si haré será llevar sus empresas más lejos de lo que usted piensa, le presentaré proyectos y planes que jamás imaginó, complementaré su equipo con mis conocimientos y le daré el capital que traigo aquí para demostrar mi seriedad.


- ¿Y qué pretendes a cambio de tantas bondades?- Respondió el Emperador con un brillo gris profundo en la mirada

- Ser su socio, su “Pilar” como los llama Usted, tener esa oportunidad para demostrar mi valía y si fallo, irme dejándole el capital que ahora le quiero entregar- contestó Mindell con tanto aplomo que se sorprendía así mismo.

- No basta ser un genio en su ramo para ser un pilar, ni es algo primordial tampoco, no basta llevar el negocio a límites insospechados, ni presentar innovaciones diariamente, para ser un pilar se necesita creer, creer en la Comunidad, creer en su gente, aprender de ella, identificarse con ella, crear ese lazo único que lo vuelva indispensable señor, y esas cualidades no se si usted las tenga o las pueda desarrollar.

- Aprenderé entonces, creeré en la Comunidad, puesto que será ella en lo que trabaje y el lugar en donde me desarrolle, creeré en su gente, pues esa gente será mi equipo también y ellos cooperarán para llegar a la cima, me identificaré con ella por que será mi objetivo materializado y aunque no se a que se refiere con “lazo único”, le diré que le seré leal, y la lealtad es indispensable en cualquier lazo y en cualquier unión.

- Entonces no me queda más que observar como lo hace, pero yo no soy pleno en las decisiones, los Pilares también le pondrán a prueba y sepa que nuestra prioridad no son las ganancias sino la propia Comunidad y lo que significa para cada uno de nosotros, siento en usted una ambición grande que se desprende de su voz, de su gesto y de sus palabras, un coraje que lo mismo podría beneficiar que perjudicar, así que aunque suene rudo de mi parte le diré que aún si logra todo lo que dice, si no consigue los requisitos que le mencioné, yo veré por mi gente y solamente le daré las gracias- dijo Ruiz en un tono frío que a Quintana le pareció un reflejo de sus ojos casi grises convertido en palabras.

- De acuerdo señor, yo también le diré algo, podría irme de aquí, suponiendo que es igual que otros que me han puesto a prueba y han terminado dándome lugares insignificantes, pero no lo haré por que creo en usted y adivino que es diferente; créame, en eso de adivinar pocas veces me equivoco- Finalizó Quintana con un gesto de seguridad que parecía llenar todo ese escenario.

Esa fue la primera y única vez que Raúl lo vio tan decidido, tan valiente, incluso tan violento, después y poco a poco Mindell dejó esa fiereza para mostrar una seriedad sin límites que rayaba en una expresión taciturna, cosa que Ruiz apreciaba pues sabía que él hacía eso para lograr cumplir los requisitos que le había impuesto, tenía la certeza de que Quintana con esa ambición inmensa luchaba diariamente por conservar el gesto de tranquilidad, seriedad y respeto con él y los pilares y se desahogaba en las finanzas, en los negocios, donde demostraba su propia naturaleza y su genialidad; por eso cuando el Consejo lo nombró Pilar, el Emperador estaba muy satisfecho de ese cambio de actitud y dio por sentado que había logrado canalizar positivamente esa ambición y que podría ser el método que por fin lo identificara plenamente con el proyecto, así que le depositó su confianza y estimación como antes lo había hecho con los otros Pilares.

Sin embargo Mindell Quintana no podía dejar de sentir que Ruiz lo limitaba, él era el hechicero de las finanzas que había elevado tanto a las empresas de la Comunidad y había ayudado a salir de la “gran crisis” a la misma, y no obstante eso, el Emperador seguía imponiendo criterios que disminuían las ganancias, que resultaban proteccionistas para terceros y que en general restaban sus méritos, todo con base en los “fundamentos de la Comunidad”, en el Manifiesto del Consejo y en el consenso de los demás Pilares, cosas que si bien al principio quería comprender, ahora le parecían insoportables, pues le hacían sentir de nuevo subestimado, menospreciado y no le permitían alcanzar del todo sus pretensiones; pese a todo, él seguía con su actitud de siempre, serio, callado, taciturno y respetando expresamente los designios de Raúl Ruiz.

El día y la visita a la agencia de viajes transcurrieron sin novedad alguna, Raúl pidió a Mindell que volvieran a la Comunidad para alistarse para la reunión nocturna, y durante el camino, mientras que Mindell conducía tranquilamente y Raúl observaba las calles por la ventanilla del copiloto, sus mentes divagaban en vertientes muy distintas; Ruiz, ya libre de compromisos laborales por ese día, se permitía pensar solo un poco en la llegada de Lía, mientras que Quintana pensaba en que nuevamente debía esperar, estar muy atento y quieto hasta vislumbrar esa escalera, esa llave que en esta ocasión le permitiría superar la limitante en su camino, aquello que sentía no le permitía cumplir sus ambiciones: el Emperador.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sigo esperando ansiosa el capitulo 8. ¿Qué es lo que tanto aturde al Emperador respecto a Lía?