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lunes, 24 de noviembre de 2008

Capítulo 9 Una mujer del Mar y un hombre de sus sueños

La noche de la llegada de Lía a la Comunidad, Raúl se hacía muchas veces la misma pregunta, sin encontrar en su mente ninguna respuesta. ¿Por qué dejar entrar a Lía otra vez? A su proyecto, a su vida, a su tiempo, a sus intereses.
La situación era clara, ahora más que nunca debía evitarse problemas y enfocarse a lo que mejor sabía hacer, manejar la Comunidad junto con sus Pilares y hacerse cargo de lo importante, de lo urgente, de cualquier otra cosa que no fuera Lía y el pasado, sin embargo, estaba totalmente preocupado por su regreso, razón por la cual reprendía a su corazón, aunque sabía que quizás su mente también le había tendido una trampa.
En medio de la noche en su vivienda, los recuerdos de Lía se juntaban en su cerebro como un montón de imágenes multicolores con aspectos y sabores muy distintos, algunos grises, otros rosas, algunos rojos y apasionados; así mismo, algunos dulces, algunos agrios, algunos amargos, pero ninguno insaboro e incoloro, todos ellos conducidos inevitablemente a lo que él creía había sido el cruel desenlace de su historia, aquel fatídico momento que lo había dejado marcado y quizás hasta orillado a convertirse en lo que ahora era, por lo que no sabía si agradecer o maldecir a Lía Alarcón.
En los días del pasado solo una mujer además de Lía le había hecho dudar tanto de su capacidad para enfocarse a sus metas y sueños y botarlo todo por un romance que el esperaba sublime, el nombre de esa persona, ahora ausente de su vida, era María del Mar.
María y el emperador se conocieron cuando este tenía 25 años, ella era profesora de primaria, recién salida de la Normal y él un joven lleno de proyectos desordenados y una profunda tristeza. Hacía ya tres años de la partida de Lía y Ruiz pensaba que era tiempo de enfocarse en su gran proyecto y salir por fin del círculo recurrente de los pensamientos tortuosos de Alarcón, pero al conocer a María del Mar, no pudo más que detenerse un tiempo a pensar las cosas con seriedad.
Fue una tarde de invierno cuando ambos se encontraron en una exposición de pintura; ella paseaba distraídamente en medio de los cuadros, con ojos de preocupación y una notoria sensación de hallarse fuera de lugar, lo cual fue fácilmente traducido por Ruiz como una oportunidad para hablarle y salir de ese tedioso sitio que si de algo adolecía era de arte precisamente.
Unas palabras bastaron para darle cuerda a aquella historia, y un remolino de momentos dibujó los matices de su desarrollo.
María siempre usaba ropa conservadora, sin embargo su personalidad era amable y de una ternura propia de una maestra que ama su profesión, su voz era dulce y su piel era tersa y suave, para muchos su personalidad podía confundirse con sumisión, pero para Raúl esa manera de comportarse le resultaba de una infinita comprensión, cariño y empatía.
La estela de María era un perfume suave y hermoso y sus pasos siempre cortos invitaban a querer observarla mientras salía a dar un paseo matinal.
A la hora de comer María olvidaba los modales y se llenaba de lo que a su paso se encontraba, lo que le resultaba muy divertido a Ruiz, por que las mujeres que conocía lo hacían de una manera fina y educada, siempre pidiendo platillos bajos en calorías y dejando alguna parte de ellos en el plato, de hecho esa curiosa forma de alimentarse era lo único que contrastaba en la marcada feminidad de María.
El carácter casi siempre dulce de la susodicha a veces era suplido por la firmeza de alguien que sabe lo que desea y no admitirá nada diferente.
Desde las primeras salidas ella parecía interesarse en Raúl, platicaban mucho y no permitían silencios durante sus estancias.
El amor entre ellos parecía ser una circunstancia inevitable y tan natural como el hecho de que un árbol diera frutos, sin embargo, Raúl empezó a temer por sus ambiciones al verse poco a poco superado por esos pensamientos, por lo que se reprimió todo lo que pudo para evitar sucumbir ante la dulce sensación de abandono que ella le daba y la calidez de su mirada prístina penetrando en cada rescoldo de su lastimada alma.
Poco a poco se fue perdiendo en ella, y lentamente también se dio cuenta de que María sería la principal prueba de su voluntad para darle todo lo que tenía a la Comunidad.

Comenzaron su relación en primavera, se dejaron llevar por el arrullo de las flores y las aves, convergieron las miradas y las manos, se apoyaron uno al otro en sus asuntos, fueron uno solo en la tristeza de Raúl y en la ternura de María, imaginaron un camino unido, un destino igual, una meta que por un momento creyeron de ambos y emprendieron el viaje a lo desconocido una tarde en que a la sombra de los árboles se besaron apasionadamente y su amor que parecía haber nacido rápido, por esa misma razón era intenso y bello.

María veía a la Comunidad como una utopía loable, sin embargo apoyaba a Ruiz en lo que éste le comentaba e incluso se decía a si misma que podría encajar ahí, al lado de los incipientes Pilares y de los habitantes que trabajarían de una manera armónica y casi increíble y hasta llegaba a sentirse parte de ese mundo que su amante soñaba y que parecía dibujar con sus manos que alteaban inquietas de un lado a otro.

Comenzaron a vivir juntos en verano, era una casita solitaria pero hermosa y los fuertes calores contrastantes con las rudas tormentas, llevaron a sus cuerpos a la pasión desmedida y a las interminables jornadas de desnudez en las que todo lo demás parecía ser postergable, así fue como descubrieron juntos que sus cuerpos se reconocían, se acoplaban, se complementaban y por eso el éxtasis que era compartido se desparramaba como la miel de las frutas que ya maduras eran devoradas por los pájaros; para Raúl todo el mundo giraba alrededor del vientre de María, para María no había mejor lugar para vivir que el pecho de Ruiz, que cálido y añorante, parecía haber tenido siempre espacio para sus cabellos, para sus aromas, para sus sonidos e incluso sus sudores y su amor que poco a poco se consolidaba tomaba la vertiente de la concupiscencia y abandonaba poco a poco la ternura.

María comenzaba a temerle un poco a la Comunidad, por que Raúl parecía sufrir por los días que se iban sin que hiciera algo por su creación, sin embargo él dejaba todo por beber de sus labios y esto la tranquilizaba, aún eran una pareja, aún su camino parecía unido y la Comunidad distante.

Los problemas iniciaron en otoño, Raúl dejo de visitar el cuerpo de María tan seguido y ella comenzó a ser celosa, pero no de una mujer, sino de un proyecto, los entonces Pilares buscaban mucho a Ruiz, él trabajaba más que nunca y llegaba cansado, el tedio y la fatiga son pésimos compañeros de la intimidad, pero aún se bebía su aliento, aún llegaba con claveles y girasoles para ella, aún pasaban desnudos una buena parte del tiempo, pero gradualmente esto cambiaba.

María veía como las cosas iban en serio, las inversiones, los planes, las reuniones hasta la madrugada, todo encaminado a un fin mientras que el otoño llegaba al suyo.

María vio pasar los días de aquel invierno, contando cada vez más espacios entre la llegada de Raúl y la solitaria casita que resultaba muy grande para una persona. Al principio trató de refugiarse en la escuela, llegar lo más tarde posible, distraerse con los asuntos de los niños o con las pláticas de los compañeros, pero no podía desviarse de la realidad, la cada vez más inminente decadencia de su relación.

Una tarde como cualquier otra de febrero, mientras una leve lluvia sin fuerzas intentaba cubrir al sol, sintió que estaba repitiendo los pasos de su madre, quien pasó toda la vida esperando en casa a que alguien se apareciera, solo distraída por los balbuceos de los hijos, que en cuanto crecieron, se fueron dejándola sola con sus propias dudas y desesperanzas; entonces tuvo miedo, temor de que Raúl volara tan lejos y ella apenas se quedara mirando la estela que dejaba.

Ahora la comunidad se le figuraba como una mujer ambiciosa que se robaba el cariño de su pareja, sus atenciones, sus desvelos, incluso sus suspiros. ¿Qué derecho tenían esos “Pilares” para estar con Ruiz todo el día? ¿Acaso ellos no tenían otra cosa que hacer, una vida? Los tres eran ahora cuatro, Raúl no era más su pareja, era el líder de aquel ambicioso y descabellado proyecto, era solo una sombra que llegaba en la madrugada y se iba antes de salir el alba.

Se sintió desesperada y salió corriendo a la calle bajo una lluvia frágil, buscando algo sin forma, sin color ni textura: el amor que se supone estaba entre ambos.
Fue inútil buscar a Ruiz, nadie lo había visto y ella ya no sabía donde ir, ahora como su madre, estaba sola con sus pensamientos.

Cuando Raúl llegó en la madrugada de aquel día encontró una pequeña nota sobre la cama, pero tan cansado como estaba, no reparó en leerla antes de quedarse dormido. A la mañana siguiente lo primero que notó fue la ausencia de María, para después tratar de tranquilizarse y tomar la hoja de papel buscando alguna excusa, sin embargo aquel escrito no contenía excusas, solo palabras que hasta ese momento él ignoraba y que ahora era demasiado tarde para acallar:

Hoy tampoco me preguntaste en la mañana, hoy tampoco te acercaste a besar mis labios antes de irte, ni siquiera escuchaste mi historia de los niños nuevos, solo te oías a ti mismo, a Raúl Ruiz, “patrono de causas perdidas”; hoy como todos los días te fuiste físicamente, pero si hablara con la verdad, te diría que tu alma ya se había ido, que tu inquietud resultó más fuerte que cualquier amor por mí.
Yo no soy tu, yo no aspiro esas locuras, solo aspiro una vida tranquila, un beso en la boca al amanecer y alguna caricia nocturna; añoro enseñar, educar a los niños que son nuestros verdaderos patrimonios para el mundo, y encontrar la felicidad en las pequeñas cosas que tu desprecias a diario; ¿me llamarías mediocre? Yo creo que sí lo harías, todo aquel que no siga tus sueños lo es en tu concepción, pero todos los humanos somos universos en nosotros mismos, somos un fin, no un medio, cada uno tiene un planeta de percepciones y posibilidades en su mente y mi mundo, amado Raúl, no se acercará jamás al tuyo.
No me buscarás, pero si lo hicieras te diré algo, yo ya no te conozco más, de hecho nunca lo hice, por que de haberte conocido jamás me hubiera arriesgado a jugar el juego, a amar de esa manera tan entregada como tu lo haces, por que es verdad lo que te digo, tú amas, amas con fervor, entrega y pasión inigualable: amas a “la Comunidad” y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla y ahora lo sé.
Adiós amado Raúl Ruiz, ojalá en mi camino sencillo encuentre a alguien que aspire a la mitad de cosas a las que tú aspiras, pero se entregue a amar el doble de lo que tu lo hiciste.
Atte. MARIA DEL MAR

Ruiz supo que la condena estaba asignada desde entonces, “amas a "“la Comunidad”" y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla” y comprendiendo esto rompió para siempre con esa hoja de papel, al mismo tiempo que daba por terminada una parte de su vida.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Fue una tarde de invierno cuando ambos se encontraron...Unas palabras bastaron para darle cuerda a aquella historia, y un remolino de momentos dibujó los matices de su desarrollo...El amor entre ellos parecía ser una circunstancia inevitable y tan natural como el hecho de que un árbol diera frutos...Raúl empezó a temer por sus ambiciones al verse poco a poco superado por esos pensamientos...Poco a poco se fue perdiendo en ella, y lentamente también se dio cuenta de que María sería la principal prueba de su voluntad...imaginaron un camino unido, un destino igual, una meta que por un momento creyeron de ambos y emprendieron el viaje a lo desconocido una tarde...fueron uno solo en la tristeza de Raúl y en la ternura de María...para Raúl todo el mundo giraba alrededor del vientre de María, para María no había mejor lugar para vivir que el pecho de Ruiz...María veía como las cosas iban en serio...todo encaminado a un fin mientras que el otoño llegaba al suyo...María vio pasar los días de aquel invierno...entonces tuvo miedo...Raúl no era más su pareja...era solo una sombra que llegaba en la madrugada y se iba antes de salir el alba...Se sintió desesperada y salió corriendo a la calle...buscando algo sin forma, sin color ni textura: el amor que se supone estaba entre ambos...

Unknown dijo...

...hoy como todos los días te fuiste físicamente, pero si hablara con la verdad, te diría que tu alma ya se había ido, que tu inquietud resultó más fuerte que cualquier amor por mí...cada uno tiene un planeta de percepciones y posibilidades en su mente y mi mundo, amado Raúl, no se acercará jamás al tuyo...No me buscarás...de haberte conocido jamás me hubiera arriesgado a jugar el juego, a amar de esa manera tan entregada como tu lo haces...tú amas, amas con fervor, entrega y pasión inigualable...Adiós amado Raúl Ruiz, ojalá en mi camino sencillo encuentre a alguien que aspire a la mitad de cosas a las que tú aspiras, pero se entregue a amar el doble de lo que tu lo hiciste.