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lunes, 13 de junio de 2016

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Capitulo 35.- Jugando el juego
Julia observaba distraídamente el recinto donde yacía el Emperador caído, ese espacio impersonal ubicado en la Clínica de la Comunidad, decía tan pocas cosas de sus ocupantes como cualquier hospital, con sus matices blancos y antisépticos, con sus aparatos médicos y el pequeño sofá color crema en el que ella pasaba buenos periodos de tiempo cuidando a su inanimado líder; sin embargo, a pesar de que le hubiera gustado tener a Raúl en su propia habitación, sabía que ese era el lugar adecuado para sus males.
Julia pensó en las cosas que por ocupar hacemos nuestras, llenándolas de detalles que dicen algo de nuestra personalidad e impregnándolas de la esencia de cada uno, en una forma discreta o estruendosa, pero siempre con un toque particular.
Hacía ya muchos años, cuando tomó la determinación de emprender su gran viaje de prueba, ella pensó que podría extrañar mucho su hogar de la Comunidad, así que buscó algunas cosas que llevarse consigo, para sentir menos la lejanía, pero antes de poner sus maletas y planear con delicadeza los detalles de su viaje, Raúl le pidió que lo acompañara a una diligencia importante cuyo propósito estaba ampliamente ligado a la prueba que acababa de aceptar.
Raúl y Julia se dirigieron a una de las colonias más lujosas de la Ciudad y conforme se internaban en ella, pudieron darse cuenta de cómo cada recinto, despacho o negocio crecía en opulencia al anterior, siempre con decorados basados en la exquisita banalidad y con un excesivo gasto de materiales y ornamentos, hasta que llegaron a su destino, las lujosas oficinas de la calle Prusia, que estaban siempre custodiadas por dos guardias de apariencia ruda y una recepcionista que a pesar de su belleza física no era menos fría y autoritaria que los dos guardias ya descritos.
Raúl se acercó a la recepcionista, mientras Julia observaba detenidamente el lugar; en el centro de la recepción se encontraba una estatua de bronce emulando un carro romano, cuyo tamaño era considerablemente grande y cuyos terminados algo burdos, lo que restaba, para su gusto, bastante espacio donde podría ponerse una decoración menos pretenciosa y con mejor estilo, los sillones destinados a la gente que esperaba, que en ese momento sumaba al menos cinco personas de diversas edades y finamente ataviadas, eran de piel sintética color verde brillante, otro desagradable contraste que a Julia le acrecentaba la sensación de que el sujeto que atendía en esas oficinas no podía ser sino más que un nuevo rico, o algo similar, pero debido al hermetismo de Ruiz, no sabía exactamente cual era su importancia para su viaje.
De repente y sacándola de sus observaciones, Julia Jaimes escuchó como la recepcionista hacía una llamada por su intercomunicador y para su sorpresa cambiaba su semblante áspero para poner una sonrisa de cortesía falsa, permitiéndoles el paso a ambos a través de una horrible puerta negra con blanco que debía ser la entrada a la oficina de su jefe.
Al penetrar en el despacho, Raúl Ruiz saludó al hombre que vino a su encuentro con formalidad pero con una leve sonrisa de familiaridad, lo que aumentó aún más las dudas de Julia acerca del sujeto que habían ido a visitar, el cual se encontraba vestido con una camisa blanca con rayas verticales azules, un pantalón sastre negro con botones dorados, y un cinturón de hebilla demasiado grande como para parecer formal.
-Julia, él es el señor Isaac Cadena Ábrego, Senador de la República y un compañero mío de la facultad- dijo Ruiz en un tono serio a Julia Jaimes, a quien dirigió una mirada penetrante esperando que ella se presentara sola.
- Mucho gusto señor Cadena, soy Julia Jaimes, colega de Raúl en su empresa- dijo secamente Julia sin mostrar ninguna emoción en particular.
- Hola señorita, no hace falta la formalidad, no me hable de usted, los amigos de Ruiz son mis amigos, y nos podemos tutear con confianza- soltó con un tono insinuante Cadena mientras tomaba la mano de Julia para besarla.
- Comprendo Isaac- dijo Julia retrayendo su mano discretamente mientras sentía un tanto de repulsión apenas disimulada.
- Isaac, he venido a verte por aun asunto delicado- adelantó Raúl al ver los aprietos de Julia con Cadena- sabía que estarías aquí y no en la Cámara, debido a la controversial decisión de tu Jefe de Sección Parlamentaria, pero aunque sé que es un momento complicado, no podía retrasar mi visita.
- A los amigos no se les deja para el último Raúl, no te preocupes- dijo Isaac Cadena mientras hacía el ademán para que todos tomaran asiento- en el Senado siempre es lo mismo, tu y yo sabemos lo simbólica que es la política en este país, el ir o no ir a las sesiones en realidad no cambia nada, pero todo es la apariencia, todos los partidos hacen lo mismo, solo que algunos son más hipócritas que otros.
- Puedo comprender eso, pero precisamente de lo que vengo a hablarte es del tema que no se ha querido discutir en la Cámara, es acerca de Quetsaí.
- Y que tienes tú que ver con esa endemoniada tierra que solo trae problemas a nuestro Partido- dijo Cadena con un notorio énfasis en la palabra “nuestro”, mientras observaba de forma directa y penetrante a Ruiz a los ojos.
- Con el partido y las decisiones acerca de Quetsaí nada directo, pero sí con la gente que habita ese pueblo tan golpeado, es propósito de la fundación que presido hacerse presente con ayuda humanitaria, comida, medicinas, atención médica y solo eso, no pensamos hacer propaganda de ningún tipo, ni pensamos inmiscuirnos más de la cuenta, sabemos lo delicado de la situación, y lo único que deseamos es brindar ayuda como sociedad civil organizada, sin estandartes, sin colores, sin el partido, para evitarte cualquier tipo de problemas –dijo Ruiz manteniendo la mirada en su interlocutor.
- Ah que Raúl éste tan loco- dijo Isaac mientras se acariciaba el bigote con el índice y pulgar- no, si en la Facultad ya empezabas a despuntar con tus ideas tan raras y radicales, lo extraño es que a pesar de que hablabas tanto y tan diferente a lo convencional, aún así nosotros nos llevamos bien desde el principio, quizás por las buenas relaciones entre tu padre y el mío.
- Ambos buenos políticos, aunque el tuyo de profesión, de carrera y de legado y el mío solo de pasatiempo- dijo Ruiz, quien conocía las debilidades de su ex compañero, quien por encima de todo tenía a su padre, quien le había heredado fortuna y puestos y al que naturalmente le debía todo, correspondiéndole con una especie de admiración fanática.
- Mi padre, que Dios tenga en su gloria, tuvo la encomienda del entonces presidente de gobernar el Estado donde se encuentra ese pueblo autóctono mal llamado Quetsaí, por eso se qué clase de gente vive en ese lugar, gente mal nacida, belicosa, ignorante y peligrosa para el gobierno. Y ahora tú me vienes a decir que les quieres prestar ayuda, simplemente no lo entiendo, sabes bien que mi padre tuvo canas verdes por esos desgraciados, en su tiempo tuvo que darles varios escarmientos para ponerlos en cintura y apenas se logró calmarlos unos sexenios, después vino el nuevo partido gobernante a hacer puras pendejadas y en vez de apaciguarlos los volvió a alebrestar- dijo Cadena poniéndose rojo de coraje.
- Creo que el partido que ahora gobierna no tiene idea de cómo resolver el conflicto y solo ha causado más desgracias en esa gente Isaac, sin embargo, te repito que mis motivos no tienen que ver con política, solo quiero hacer labor allá con mi fundación, alguna vez platiqué con tu señor padre- dijo Raúl haciendo un molesto énfasis en “señor”- y él mismo me confió que le daba pena ver tanta miseria en las localidades de ese Estado, si él, que era el encargado específico de traer la paz a como diera lugar en esas regiones, llegó a sentir empatía por esa gente, ¿por qué tú no has de permitirme con tu poder simplemente pasar las barricadas que tú conoces, además de las del gobierno federal y estatal para llevar víveres?
- No es tan sencillo Raulito, esas barricadas tienen su razón de ser- le dijo Cadena en ese tono insinuante y fastidioso que a Julia le daba cada vez más repulsión- tu no la conoces, por eso me pides esto.
- Las conozco Isaac, el motivo es un cerco de información, para que la opinión pública no siga revolviéndose a ese respecto, también es una estrategia de debilitación como lo han hecho en el pasado otros gobernantes y por último también es un plan para causar la autodestrucción de Quetsaí porque de este modo solo alimentan el rencor contra las instituciones de parte de ese pueblo y así, si los pobladores en su desesperación llegan a atacar a las fuerzas del supuesto orden, les darán una excusa mediática excelente para terminar con ese pueblo de una vez por todas, después de todo este gobierno tiene el lema de que es mejor derramar un poco de sangre por un “bien mayor”.

- Mmmm vaya, vaya con Raúl Ruiz- le dijo Cadena, mientras se tranquilizaba un poco recordando como su padre le tenía afecto a Ruiz por su vivacidad, inteligencia y sus cojones como él mismo lo decía, y como en sus últimos días su ya viejo y enfermo padre, le pedía a Raúl que lo visitara para que amenizara sus tristes ratos con su plática, lo que también le causaba a Isaac celos y envidia, pero de todos modos, no podía mandar al infierno a Ruiz así como así, no es lo que hubiera querido su viejo, ni se lo perdonaría allá en el cielo donde seguramente estaba, por eso Cadena mientras hablaba había ideado otra estrategia aún mejor, para quitarse la molestia de Ruiz y para que todos quedaran contentos- ya sé lo que puedo hacer por ti Ruiz, como bien lo has supuesto hay un cerco mediático en esa comunidad, así que todo tendrá que ser completamente confidencial y discreto, dejaré que entre un solo transporte y nada más, pero a pesar de mis influencias, tu sabes que hay que incentivar a varios jefes policíacos, no puedo quitarles sus manías nomás por ti amiguito, ese camión ira cubierto de lonas y llevará un solo tipo conduciéndolo, ese tipo tiene que traer ropa de policía, como la consigas es tu bronca, tú no puedes ir, no me conviene que nadie te reconozca, manda a alguien oculto entre las lonas si quieres, y eso es todo, no me hago responsable de lo que pueda pasarle a tu gente, asimismo negaré cualquier cosa si se llega a descubrir, ni tu ni yo nos conocemos y como son esos bárbaros piénsalo muy bien Raulito.
- Ya lo he pensado Isaac, y no es más lo que te pido que lo que me ofreces, te agradezco.
- Que raro, creí que ibas a respingar por lo de la incentivada a los polis, tu eres muy raro sabes.
- Que no comparta una idea no significa que sea un ingenuo, ustedes siempre justifican lo que hacen en pro de la consecución de las metas, y no veo por qué no puedo hacerlo yo cuando sé que mis intenciones no son viciadas.
- Jajaja- rió estrepitosamente Cadena- ah que mi amigo Raúl, tu sí que eres raro, mira hasta tu amiguita ha puesto un rostro de pocos amigos, será mejor que le expliques como funciona nuestro mundo, porque si no ya no te va a querer secundar.
Cadena despidió a Ruiz y a Jaimes y volvió a sus ocupaciones, pensando sin embargo que ese plan era excelente por que el propio Ruiz iría a estamparse con la pared de Quetsaí y de ese modo se lo quitaría de encima, mientras que no estaría faltando a los deseos de su padre.
Julia mientras tanto iba cabizbaja mientras Ruiz conducía su vehículo.
- Julia, se que te sientes molesta por lo que hemos tenido que hacer, pero no podíamos entrar en el pueblo si no era con ayuda de ese sujeto.
- No me gustó que te hayas rebajado así, ¿no se supone que nosotros queremos hacer las cosas diferentes? No podemos hacer nada diferente jugando igual, no podemos pugnar por nuevos valores cuando caemos en los mismos vicios, es incongruente.
- ¿Has pensado que ocurriría si nosotros no pagáramos los impuestos del gobierno?
- No tiene que ver la analogía, es obvio que nos clausurarían, pero los impuestos están dentro de la ley.
- Hay leyes que no son justas y tenemos que respetarlas de todos modos, a eso me refiero- dijo Ruiz más serio- no podemos romper las reglas sin conocerlas, no hay forma de lograr un cambio si no se conoce a fondo lo que hay que cambiar, si nosotros quisiéramos trabajar con los mejores fines pero sin acoplarnos aunque sea un poco a lo establecido nos estrellaríamos con la pared del mundo, nos borrarían como han borrado a tantos otros, por eso aunque nos cueste debemos conocer las reglas, inmiscuirnos en el juego pero no rebasar la línea de cruzarlo.
- Eso suena muy cómodo, no hay forma de jugar el juego sin ser parte del mismo.
- Sí la hay, en eso consiste lo sublime, nosotros destruiremos ese juego desde adentro, pero no podemos hacerlo desde el principio, por eso los necesito a ustedes, para que ustedes sean los que me ayuden a no cruzar esa línea y volverme uno más de ellos.
Julia se conservó callada, no sabía de qué otra forma pudieron haber actuado para evitarse ese trago amargo, y solo podía llegar a la conclusión triste de que Ruiz tenía razón, pero el rebasar o no esa línea era algo de lo que no estaba totalmente segura, y eso le causaba mucha incertidumbre justo antes de empezar su prueba.

La casa de Mindell Quintana se encontraba siempre fría, quizás era el efecto de los pisos marmoleados, o a lo mejor de la presencia de esas cortinas gruesas y satinadas que cubrían en su totalidad a los rayos del sol, o en último de los casos esa ausencia de calor podía deberse al constante abandono de su dueño por todo el día; fuese la razón que fuese, el hecho era que Lía Alarcón sufría inmensamente de dolores reumáticos, entre esas cuatro paredes, en las cuales habitaba desde el accidente del Emperador, a raíz del cual, había notado que la hostilidad de los Pilares había aumentado increíblemente, de todos menos del dueño de esa morada claro está, quien, en una supuesta muestra de amabilidad y hasta de gallardía, había ofrecido a Lía quedarse bajo su cuidado, en tanto que Julia se negaba a que permaneciera en el hogar de Ruiz o incluso en la propia Mansión y era apoyada directamente por Valdés, sin embargo, ante la ausencia temporal de Grosso en la toma de decisiones, Quintana había dicho que humanitariamente deberían respetar lo dicho por Raúl y permitirle a esa mujer que se mantuviera cerca de él, al menos hasta saber con exactitud si su líder decidiría lo contrario, lo que no fue posible de rebatir, ante la falta de alguna prueba que delatara la peligrosidad de Lía, que no hacía nada más que mantenerse llorosa y en un estado como de trance, el cual naturalmente no se debía a su preocupación por Raúl, sino a su incertidumbre acerca de lo que podría pasarle a ella misma ya sin Ruiz que la pudiese proteger.
Por eso había aceptado sin más opciones la propuesta de Quintana, quien, en el colmo de la supuesta caballerosidad, hasta le había propuesto quedarse en la planta baja para evitar así ninguna clase de conjetura ni molestia, lo cual había mencionado en voz muy alta ante todos los que se habían reunido en la sala de espera de la Clínica de la Comunidad apenas unas horas después de acaecido el siniestro.

Lía pensaba mucho en sus opciones desde que se quedaba con Mindell, ya había pasado una semana desde el coma de Ruiz, y no tenía a la mano información precisa de su verdadero estado o de si podría o no despertar, además, no podía estar del todo cómoda con los dolores de sus articulaciones y sin salir de esa buhardilla por temor a alguna represalia o mal trato, orquestado por esa odiosa mujer, como catalogaba a Julia Jaimes, era muy difícil remediar esa dolencia.
En todos esos días Quintana no había hablado mucho con ella, solo lo necesario, lo más banal, quizás él mismo también pensaba en sus opciones, pues Lía aún podía mirar en él una ambición parecida a la suya, desbordante e implacable, capaz de hacer lo que fuese para obtener sus objetivos, por eso estaba segura de que todo eso de su amabilidad era falso y solo se trataba de algún engranaje para que su plan funcionara, pero ella no era para nada diferente, así que quizás la solución sería seducirlo o de menos convencerlo de que juntos podrían unir fuerzas para algunas metas comunes, pues aunque en ese momento su función podría ser casi nula, quizás si las cosas giraban y el Emperador llegaba a despertar, ella podría ayudarle. Por eso era vital descubrir su bluf, desenmascarar definitivamente a Mindell teniendo mucho cuidado de no arruinarse mostrándose tal cual era, así que decidió comenzar buscando la verdadera cara del Pilar, quien precisamente regresaba de sus labores diarias y ofrecía un saludo impersonal.

Lía se mostró a Mindell simulando ingenuidad y coquetería y preguntándole por el estado de Ruiz.
- ¿Cómo se encuentra nuestro Raúl?

- No he podido verlo mucho tiempo, he estado ocupado, pero Julia sigue con él, incluso ahora de noche estoy seguro que ha dejado enfermeras que no se le despegan- dijo Mindell en un tono seco, pero mostrando un dejo de desprecio en su mirada, lo cual fue analizado por Alarcón rápidamente, quien decidió hacer una prueba más atrevida.
- Vaya, quien podría decir lo irónica que es la vida, tantos años lidiando con enfermedades, con tensiones, con gente rebelde, con acreedores, con tantos problemas que me imagino supone la vida de un empresario como él, y terminar cayendo de esa forma, en realidad carece de gracia y hasta de dignidad para su mote - insinuó fuertemente Lía, sin despegar sus bellos ojos de los taciturnos de Quintana quien le devolvió la mirada calladamente para después de un rato soltar una carcajada.

- Con que falta de dignidad y dígame señorita Alarcón, que piensa usted que merecía el Emperador entonces, quizás una larga vida de felicidad y éxito y por tanto una muerte sorprendente, digna, fuera de los estándares, memorable, en fin, más acorde con él - dijo Mindell también sin apartar la mirada.

- Pues... -titubeo Lía, quien no sabía exactamente leer a ese hombre, pero estaba casi segura de que odiaba a Ruiz y en ese caso tenía que apostar el todo por el todo- creo que un gran destino y eso incluye la muerte, es solo para hombres que lo consigan, que no sean medianitos, que destaquen, que sean los mejores, que ambicionen más y más, que no se detengan solo por evitar aplastar a alguien, que sepan hacer lo necesario, hombres brillantes y destacados, tales como tú Mindell...

Mindell le dio la espalda a Lía y se rió más fuerte.

- ¿Sabe una cosa señorita Alarcón? -le dijo a Lía ya sin darle la cara- Para mentir con precisión, con ahínco, con soltura, es decir, con eficacia, lo más útil es creerse las propias mentiras, llegar a convencerse a uno mismo que la ficción que está diciendo no es otra cosa que la realidad, pero esa herramienta del mitómano ofrece un peligro intrínseco y ese riesgo es que se pierda por completo la noción de la verdad; no hay nada más patético que un mentiroso viviendo sus mentiras, y no sé si sea su caso, pero sí sé que usted miente. No piensa eso de mí, ni tampoco me respeta, solo pretende utilizarme como en su momento usó a Ruiz, pero sépase que él y yo jamás seremos ni siquiera parecidos, así que ande con cuidado. Ya que se ha "sincerado" conmigo, supongo que puedo decirle que no la desampararé, no al menos hasta que decida si puede o no tener utilidad, pero mientras eso pasa le aconsejo que tenga paciencia y que no intente actuar sin mi tutela, quien sabe, usted ha insinuado que soy ambicioso, a lo mejor también me gustaría tener el premio que nunca tuvo Raúl, o quizás solo estoy investigándola para él y para los demás Pilares, eso no lo podrá saber con exactitud hasta que yo lo considere pertinente, lo único que puedo decirle es que yo nunca olvido y esos desplantes que me hizo antes, los tomaré muy en cuenta.
Quintana se retiró del lugar riendo ahora en tono más bajo y Lía sintió que un intenso coraje le llenaba los puños de ira, pero no dijo nada, se quedó callada esperando, buscando en el fondo de su ser paciencia para vengarse de ese mal nacido y también, para sacar de esa situación algún provecho. Aún no llegaba su momento, pero todos esos pedantes insoportables de los Pilares la verían reírse de ellos pronto.

Capítulo 37 Quetsaí

Es impresionante lo que el hastío y la desesperación pueden hacerle a una persona que se considera centrada; puede que la semana que Julia llevaba cuidando a Ruiz,no fuera tanto tiempo,y aunque trataba de estar con Raúl lo mas posible, había ratos en que lo dejaba al cuidado de las enfermeras, sobre todo cuando su impotencia y ansiedad empezaban a cobrarle factura, tal y como delataba el espejo situado en el baño de la habitación de Raúl, por eso su único escape a la situación eran sus recuerdos, recuerdos de tiempos aparentemente mejores, pero no por ello más fáciles, como aquella noche antes de irse en pos de su prueba en que Ruiz le confió por fin su verdadero plan sobre Quetsaí.

-   Julia, seré franco contigo, te he elegido sin que tu pudieras preverlo, porque tu sensibilidad va más allá de lo que yo puedo explicar y entender, tienes una forma de llegar a las personas que no comprendo, pero admiro, por eso nadie más que tú puede llevar a cabo esta empresa. Te he mentido en cuanto a las metas de la fundación, nosotros no vamos a ayudar a esa gente así porque si, los necesitamos para la siguiente fase de la Comunidad, Quetsaí es un pueblo costero, pero guardan siglos de historia y conocimientos prehispánicos, se dice que ellos son excelentes agricultores, algo que parece imposible tan cerca del mar, pero no sólo han sobrevivido a base de la pesca, si no de sus cosechas, lo cual es loable y demuestra que los rumores son ciertos, es por ello, y porque el puerto que se ubica dentro de sus linderos está prácticamente libre de vigilancia estatal,  que una amenaza aún más grave se ha cernido sobre ellos, los narcotraficantes han llegado a devastar aún más la zona, han hecho masacres que ni el gobierno ha podido ocultar, han sometido a ese pueblo orgulloso a base de sangre y fuego y ahora están al borde del genocidio y la extinción, esa raza milenaria de hombres de bronce no merece tal barbarie, nosotros debemos reclutarlos y salvarlos, ellos pueden ser los agricultores de la Comunidad, cuyo fin último es volverse autosustentable, un organismo que produzca sus propios alimentos, sus propios servicios y se rija por sus propias leyes, algo completamente inusual dentro de este país, por eso sólo tú puedes convencerlos, ya casi no hay tiempo para ellos y su gran orgullo también es un obstáculo para su propia preservación. No creas que te dejaré sola, pero hay algo aún más vital que debo hacer aún si logras  convencerlos de que se unan al proyecto, así que si todo sale como planeo, nos reuniremos a tiempo en aquél lugar.-

Julia tuvo ganas de abofetearlo, pero al final se contuvo al pensar en la gran relevancia de su misión, en que si tenía éxito sin duda todos los costos tendrían sentido, al meditar en el miedo y la desesperanza que seguramente dominaban a aquellos seres humanos que tan urgentemente requerían de auxilio, por lo que accedió.

-   Ella es Zyan, la muchacha originaria de Quetsaí que te servirá de intérprete y tratará de auxiliarte en tu prueba, ambas irán de incógnito en una camioneta de carga que he dispuesto para ello y que conducirá una de mis hombres de confianza, va armado y sabe bien cómo defenderse, aunque ello no es ninguna garantía, por lo que nuevamente les pregunto a ambas si debemos continuar con el proyecto, o sin ningún compromiso, podemos abortarlo.-
La doctora se quedó viendo a Zyan y su piel morena y sus ojos dulces le dieron una extraña sensación entre confianza y empatía, y se imaginó cuántas otras jovencitas como ella estarían ahí, siendo rehenes de la maldad pura de los “civilizados” como estúpidamente se nombran los hombres que viven en las ciudades, y entonces no lo dudó más, porque si para algo se había preparado, era para que valiera la pena lo que hacía y hasta ahora no pensaba hacer algo más loable que aquello; por otro lado Zyan siempre había sido voluntaria para cuando se realizara tal misión, así que asintió de inmediato.


-   Iremos Raúl, pero tú también debes prometer, que lo que vas a hacer mientras nosotras vamos para allá, será sacarnos un seguro de vida con muchísimos ceros a favor de la Comunidad.-