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jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo 29.- Encuentro casual

Liliana caminó durante mucho tiempo mientras se lamentaba por su timidez para no pedir aventón a la Ciudad, o al menos que la dejaran llamar un taxi.

Era ya muy tarde, era seguro que no llegaría a su trabajo y probablemente la regañarían o hasta la despedirían, así que de nada había servido que se retirara de aquél lugar y se fuera dejando a su querido Octavio en esa situación tan incierta. El camino para llegar a la Comunidad era sombrío, boscoso y nada sencillo de transitar por las noches, a menos claro que uno fuera con un vehículo, incluso una bicicleta, para poder apretar la velocidad y ponerse a salvo de la oscuridad y cualquier asechanza posible y aunque en todos los años de existencia de la mansión, ningún altercado había sucedido en la vereda, esto naturalmente era ignorado por la peatona que temblaba de frío  y nervios.

Los sonidos propios del bosque y de la noche comenzaban a apoderarse del ambiente y ningún vehículo se apreciaba por el momento; los pasos de Liliana, antes rápidos y ágiles, comenzaban a hacerse pesados y temerosos, hasta el momento en que un guijarro en el camino la hizo ir de bruces hacia el suelo.

Sucia y adolorida sintió ganas de llorar, por su empleo, por su timidez, por su amor imposible, por su soledad, por el sitio, por miles de razones que la ponían peculiarmente triste, y como ya había avanzado un tramo muy considerable, tampoco era una idea lógica regresar a la mansión en busca de apoyo del Emperador o de Julia Jaimes.

De repente, mientras las primeras lágrimas comenzaban a surcar su rostro, un veloz automóvil le llamó la atención aproximándose y deteniéndose bruscamente frente a ella que miraba inquieta y expectante. Un hombre de cierta edad, seguramente mayor que ella, descendió del auto y se le acercó; resultaba ser bastante atractivo a la vista y su intromisión milagrosa hacía que tuviera aún más encanto para Liliana Lara, que se mantenía de rodillas y sollozando.

- Señorita ¿Qué ha ocurrido? Bueno, además de lo obvio claro. Permítame ayudarle - le soltó Valdés a quemarropa, mientras la levantaba fuerte pero delicadamente a la vez y la atraía hacia él en un gesto tan natural que ni siquiera resultaría ofensivo ni extraño-.

Liliana se sonrojo en demasía pero se mantuvo callada en un intento por recuperar el aliento y que no se le quebrara la voz para explicar y pedir ayuda.

- Usted no vive en la mansión de enfrente, permítame que la lleve a su destino por favor. ¿Puede caminar? Vaya pregunta-  dijo Herson mientras la cargaba en vilo- Claro que no puede, si no, no hubiera estado en una posición tan incómoda.

Herson la llevó cargando el breve espacio entre el suelo lodoso en que se encontraba y  la puerta del copiloto, pero a Liliana le pareció mucho más. En su vida jamás la habían cargado, no sabía como sentirse, claramente era una violación a su espacio vital, pero no le molestaba, además no tenía idea de quien era el extraño que la estaba introduciendo en su coche, pero no le daba miedo, el dolor de su tobillo parecía menos mientras esos brazos fuertes, pero a la vez delicados, la transportaban con una suavidad insospechada. Muchas veces había sido pretendida por sujetos guapos y caballerosos, pero por alguna razón el que ahora la llevaba por ese camino la tranquilizaba y atraía como nadie, en una sensación muy peculiar y parecida  a la que había vivido al conocer a Octavio Grosso, sin embargo Grosso no era así, tan amable, tan cuidadoso, tan galante, Octavio era algo rudo con ella, por no decir bastante, Octavio era en ocasiones grosero e indiferente, completamente seguro de sí mismo rayando en lo egoísta, Octavio era otro de esos tipos "malos" que de alguna manera se habían sabido meter en su vida mucho mejor que los "buenos", por eso Julia le había dicho que no le convenía, pero el sujeto con el que estaba... De forma increíble Liliana se sorprendió a si misma con esta clase de pensamientos, era completamente arriesgado y peligroso pensar así de un desconocido, un sujeto en un automóvil que de repente había aparecido y la había salvado de ese paraje oscuro y desolador, hablándole con toda delicadeza y llevándola en sus brazos para depositarla suavemente en el asiento de su auto y que seguramente jamás volvería a ver, lo cual le dejó nuevamente un sentimiento de tristeza.

De pronto ya iban acercándose a la Ciudad, surcando la oscuridad del bosque y con una música leve de fondo que amentaba el hechizo del momento para Liliana.

- Señorita, lamentó ser descortés, pero pronto llegaremos a la Ciudad y me gustaría saber a donde dirigirme, no quiero que piense que soy entrometido, pero ni siquiera me ha dicho su nombre, el cual por supuesto que me gustaría saber.

Herson no intentaba ser galante, a diferencia de Octavio, él no era un conquistador, simplemente trataba de ser amable y no asustar más a su pasajera, que por la impresión que le daba, se encontraba en estado de choque o algo parecido, pues ni siquiera podía articular palabra, por lo que Valdés intuyó que el dolor por la caída debería ser muy fuerte o él muy atrevido por ofrecerse a llevarla sin que ella al menos se lo pidera, por lo que trataba por todos los medios de romper la situación que se le hacía tan tensa, además de que, por más que lo intentaba, no podía dejar de notar el encanto magnético de la belleza que le acompañaba y en especial de sus largas piernas, que aún con polvo y raspones lucían impactantes.

Su ánimo estaba por los suelos y solo deseaba llegar a la Mansión para olvidarse del fracaso de aquél día, pero no podía simplemente ignorar a una mujer sola en medio de la vereda boscosa e irse a ver a sus compañeros, hubiera sido perverso y contradictorio. Sin embargo, las notas suaves en su aparato de sonido, no eran suficientes para distraerlo de la imagen de Bareshka tan fría y diferente de lo que hubiera esperado, por eso la opción de arrancarle al menos unas palabras a su acompañante, le parecía de lo más deseable también.

Liliana Lara volvió de su abstracción para responder la pregunta, pero su voz se negaba a salir de forma normal, así que apenas atinó a hablar con un tono dulce y bajo, entrecortado y muy frágil, para presentarse y apenas poder articular el nombre del bar donde trabajaba, insinuando que ese era su destino.

Herson se enterneció con la voz y los gestos de Liliana, pues parecía una niña asustada a la que sus padres le habían prohibido hablar con extraños y se sintió con ganas de ayudarle.

- Ya veo, trabaja en ese lugar seguramente, pues dudo que este de humor para unos tragos con esos raspones tan fuertes - le dijo a Liliana mientras disimuladamente le veía los tobillos y en particular el que estaba lastimado.

Liliana notó la mirada de Herson, pero no se molestó ni le causó asco, como aquellas miradas que lujuriosamente la desnudaban, las cuales eran tan constantes, que hasta en Octavio aparecían. A su vez Hersón se notó descubierto y se sonrojo al instante, le daba mucha verguenza haber cedido en la tentación de echarle otro vistazo a las piernas que pudo ver tan claramente mientras se acercaba a la mujer cuyo nombre ahora conocía, que yacía de rodillas en el piso. Ahora seguramente le desconfiaría aún más y se iría con una pésima impresión de su persona. Nada más lejos de la verdad, Liliana solo se interesaba más y más en él. Herson decidió hacer un intento más por congraciarse con aquella pasajera frágil y volvió a portarse galante sin notarlo.

- Me gustaría ayudarla, creo que esta sufriendo por esos raspones y si no pudo caminar a mi auto, tampoco podría trabajar en esas condiciones, por favor, permítame que la lleve a un médico o a su casa, no estaré tranquilo dejándola así, si me lo permitiera quedaría gratamente complacido.

Liliana se sintió conmovida ante aquellas palabras de ese extraño, que a pesar de que había pedido su nombre, no había dado a su vez el suyo, y aunque quiso tomarle la palabra por que el dolor había regresado y estaba muy incómoda con sus ropas sucias, tenía la esperanza de que la dejaran estar en su trabajo sin represalías.

- Gracias por su propuesta, pero debo ir al trabajo, es muy importante que me presente y estaré bien - mintió Liliana con un tono aún más dulce que el anterior- si me pudiera llevar ahí yo le estaría muy agradecida de todos modos.

Herson aceptó haciendo notar sus reservas, pero se ofreció a acompañarla para no contrariar su voluntad. A pesar de que el camino hasta el bar donde trabajaba Lara era extenso, gracias a la habilidad de Valdés al volante y su conocimiento de la Ciudad se hizo más corto, además de que estuvo amenizado por algunos comentarios de ambos, que poco a poco dejaban la tensión para darle un toque más casual a su encuentro.

Al llegar al exclusivo lugar, Herson sirvió de apoyo para que Liliana pudiera llegar hasta el acceso de empleados, llevándola fuertemente del brazo y poniendo todo su peso en él, sin embargo dos sujetos con pinta grotesca que hacían las veces de cadeneros del lugar le negaron el acceso mientras gruñían:

- El jefe quiere verte, pero nos dijo que fuera aquí.

Liliana se preocupo y la tensión se le reflejó en el rostro, ante la mirada de Valdés.

De las luces de neón del lugar salió un tipo vestido extravagantemente, con una cadena de oro y un traje blanco, incluídos los zapatos lustrosos, y un aire de suficiencia que daba lástima.

- ¡Pero si es la dueña del lugar en persona! - soltó con sarcasmo ridículo el sujeto- O al menos eso deberías de ser si quieres venir cuando se te de la gana y a la hora que se te antoje...

Liliana se disculpó bajando la mirada en un gesto de sumisión, pues a pesar de que le molestaba su asqueroso jefe, la necesidad del empleo la obligaba a tragarse su dignidad de vez en vez.

- Una disculpa no es suficiente, tu eres solo una mesera, una simple y sencilla mesera. ¿Acaso pretendes tener un trato especial por tu aspecto? No eres nadie para mí, si quisiera, podría cortarte tu única fuente de ingresos.

Hersón se contuvo mientras observaba a Liliana que inmovil continuaba con la mirada gacha, pero en sus puños comenzó a nacer un calor y una cosquilla que de vez en cuando aparecían para complicarlo todo.

- Pues esta bien, ya no llores mujercita, si tanto te interesa, quizas podríamos llegar a un acuerdo...

Mientras decía esto, el sujeto jaló a Liliana del brazo y la tocó descaradamente en la pierna lastimada, lo que la hizo perder el equilibrio y soltar un grito de dolor; aspaviento que cual si fuera una mecha encendida, detonó aquella sensación en los puños de Valdés, que surgía ante tipos como el que tenia enfrente, así que sin mediar palabra y tampoco medir consecuencias, en un instante Herson estaba ya sobre el jefe de Liliana, golpeándolo rápida y salvajemente ante la sorpresa de los gorilas cadeneros, quienes después de salir de su estupor se le abalanzaron al Pilar, tratando de aprovechar su tamaño y sus conocimientos en las técnicas de sacar borrachos, pero Herson no era un borracho, era una persona muy atlética, y preparada, un tipo lleno de bríos y coraje por esos tratos tan denigrantes contra una mujer, así que haciendo uso de una agilidad insospechada, se desembarazó de los gorilas, tomó cargando a Liliana y escapó en su vehículo a gran velocidad, mientras los cadeneros atendían a su jefe que permanecía completamente noqueado, en esa noche que comenzaba a tener más giros inesperados de los deseados.

martes, 26 de enero de 2010

Capítulo 28 Tentación III

- En cualquier momento uno se tuerce, y sus sueños y convicciones desaparecen, es entonces cuando terminas siendo otro número para la estadística, otro grano en la arena. Yo no quería ser así, no se cuando es que me transforme, no se cuando fue que perdí el control. Aún ahora no podría asegurar que ya lo he perdido, me siento igual que antes, como siempre, quizás fue de una forma tan gradual que ni siquiera lo sentí, y en este momento la única diferencia la hacen los cables que tengo conectados. ¿a qué hora pasó Raúl? Ya ni siquiera te soy útil, ni a ti ni a nadie.

Grosso continuaba su monólogo mientras la luz marchita del ocaso se colaba por las persianas de la habitación y perdía en un esfuerzo vano en contra de la blanquecina luz eléctrica.

- Tantas veces hablamos de lo que podría ser un buen negocio, y tu dijiste que aunque fueran un giro de éxito, había algunos que no querías realizar, como los bares, los antros y los giros negros, quizás lo decidiste por tu convicción, por principios, por moral, o que se yo; sin embargo, no sabías que uno de los tuyos sería víctima de uno de esos giros ¿O acaso lo sabías? Quizás lo veías venir, pero igual no hiciste nada, solo te quedaste observando como me deterioraba sin que me diera cuenta. Pero me estoy equivocando, tu no tendrías por que pagar por mis errores; el darte la responsabilidad sobre mis acciones no te convertiría en el padre que no tuve, ni a mí en una mejor persona de lo que soy, pero ahora siento que todas esas cosas estan de más, contigo ahí mudo, conmigo aquí acostado e inutil, mientras las horas siguen pasando y mi cuerpo empieza a doler más, mientras la sed regresa y la visión libre que tengo por este breve instante se extingue. No se como seré cuando esta visión se vaya, no se si seré como todos los alcohólicos que salen en las cintas, pero no quiero pasar por esto, no me siento con fuerzas, quizás lo mejor sería solo desaparecer y ya, a lo mejor hasta te sirvo más así, sin estorbar, después de todo yo soy reemplazable, lo se, todos lo somos, hasta tú.

Ruiz seguía sin responder, su propio malestar lo tenía a raya de cualquier comentario y no se sentía con fuerzas para armonizar o tranquilizar a su Pilar, así como tampoco fue capaz de interpretar la indignación de Julia, ni las insinuaciones de Lía; Octavio tenía razón y se equivocaba, todos y ninguno eran reemplazables, pero no podía explicarlo en ese momento, así como tampoco podía revertir las palabras de Grosso. Así que se quedó en silencio, mientras Octavio hacía el intento por seguir dormitando, y aprovechando ese momento de tranquilidad obligada, se puso a pensar en los giros de los que le hablaba Octavio.

Pudo haber conseguido más dinero, más posesiones, pudo haber impuesto sus órdenes y su voluntad a más gente, pero todo eso carecería de sentido, por que incluso ahora, cuando había actuado siguiendo a su conciencia, pero su cuerpo, que es el reflejo de la mente, le limitaba tan seriamente, se preguntaba el significado de sus acciones, se preguntaba si todo eso tendría un valor, si en verdad podría escapar de la efímera condición a la que estaba condenado por medio de la Comunidad, y solo se encontraba él sin respuestas y con la misma incertidumbre de siempre y ante esta situación, se imaginó una realidad distinta, un escenario completamente diferente al que estaba viviendo.

Esa mañana se hubiera tomado un cocktail exótico en los límites de su propiedad que daban a la orilla del mar, un océano turquesa, solo destinado a las personas como él que pudieran pagarlo, un paisaje limitado a la gente poderosa y rica, alejado de todo. Entonces su mujer Lía Alarcón, habría aparecido usando un diminuto bikini trayendo en las manos un aceite para darle un masaje en la espalda, mientras los demás se ocupaban de los negocios, mientras los demás se partían el alma para brindarle a él todo ese bienestar material. En ese mundo no habría Comunidad, pues en nadie más confiaría tanto, ni a nadie le daría lo que les daba a sus Pilares, todo sería suyo; en esa realidad el dolor físico no existiría, y todos los días Lía, a quien por supuesto hubiera podido comprar, estaría a su lado, dándole en la boca el dulce veneno de su falso amor.

Raúl no supo contestarse si en esa realidad sí sería feliz, y solo atinó a quedarse dormido, junto con Octavio, ambos perdidos en ensoñaciones de opio.

domingo, 24 de enero de 2010

La gente se repite cada día, se escuchan las mismas frases, se ven los mismos rostros, cada uno en su universo personal revolviendo un ciclo que se supone eterno. Entonces llega siempre la duda, la necesidad de romper el límite, de trascender, de cambiar, pero se antoja tan lejana la posibilidad de hacer algo distinto, que terminamos cediendo al dulce anonimato que protege de la desilusión. La desilusión que nos orilla a seguir grises, iguales, jugando el juego que alguien hace siglos estableció.

¿Cómo se podría escapar a la muerte? De que forma se puede salir de las cuatro paredes de la percepción, de la moralidad, del tedio, del ocio, de la ambición, de la mezquindad. Es que nos limita nuestra condición, o es otro pretexto para seguir siendo iguales.

viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo 27 Tentación II

Una pequeña caravana arribaba a la Comunidad, una ambulancia seguida de dos vehículos, uno de ellos perteneciente a Octavio Grosso, pero tripulado por Julia Jaimes y Liliana Lara, el otro de propiedad de Raúl Ruiz, quien guió a la ambulancia por el camino boscoso que desembocaba en la mansión. Seguramente Octavio dormía incómodamente en el vehículo de emergencia, en ese caso y esas condiciones,  no estaría apto para asistir a ninguna reunión, ni mucho menos a alguna votación, y aunque la fiebre de Raúl no cedía, él a diferencia de su Pilar, si debía de estar en condiciones para cambiar el rumbo de la elección que se avecinaba.

El vehículo de Valdés no estaba en su sitio, por lo que debía estar ocupándose aún de otros asuntos, y aunque a Ruiz le hubiera gustado que alguien le ayudara a caminar desde su auto hasta la Clínica de la Comunidad, hizo un esfuerzo más para caminar erguido y sin pausas mientras los camilleros le seguían de cerca.

Julia y Liliana se detuvieron en el estacionamiento, era tiempo de que la segunda se retirara.

- Hasta aquí puedo llegar, ya debo volver al trabajo, además seguramente él despertará pronto.
- Quizás deberías quedarte a verlo por tus propios medios, pero esta bien, respeto tus decisiones Liliana.
- Gracias Julia, no se como podría pagarles que se hagan cargo de Octavio, estoy segura que estará en buenas manos con Usted, yo vendré en cuanto pueda, aunque resulta difícil llegar hasta aquí sin un trasporte privado.
- La distancia es una de las excentricidades de nuestro lider, pero resulta más sana que estar a un lado de la Ciudad con todo su estrés y contaminantes.
- De acuerdo, pues de nuevo gracias y hasta pronto - dijo Liliana en tono de despedida, mientras se alejaba por entre las rejas.

Julia se detuvo un momento a pensar en cómo haría su interlocutora para volver sin transporte, pero pensó que en ese mismo momento no podía encargarse de eso, sino de Octavio, y que Liliana podría encontrar a alguien que la llevase, incluso podría pedirle a uno de los Comunitarios que la llevase, si es que no fuera tan introspectiva.

Ruiz entro por la puerta principal de la Clínica, un nosocomio privado para los miembros del proyecto, que aunque no competía en la grandeza y lujos de la clínica que no hace mucho había abandonado, sí estaba lo suficientemente equipada para ser útil y eficaz.

Haciendo una seña a los camilleros les ordenó que llevaran a su Pilar al segundo piso, donde se encontraban los cuartos de hospitalización, y sintiéndose aún más mareado se dirigió a la Sala de Espera para poder descansar unos momentos, sin embargo, lo hizo con la mirada baja, para no claudicar mientras lo hacía.

Al llegar a los sillones depuestos para la espera, sintió la presencia de alguien que estaba a su lado, pero más que su presencia, su olor, un aroma peculiar y embriagante, la escencia de Lía, por lo que poco a poco levantó la mirada para topársela cara a cara.

Ella mostró una sonrisa afable, entre alivió y dudas, como las que solía darle al Emperador, mientras que él sintió que desfallecía presa de la fiebre y la incertidumbre.

- Raúl, me dijeron que estabas hospitalizado aquí y he venido a buscarte, pero esas ineptas enfermeras no me han sabido decir donde estabas, solo me dijeron que quizás volverías aquí y por eso aquí me tienes aguardando, pero a la vez estoy sorprendida, por verte fuera de los cuartos, ¿Es que acaso no estabas muy enfermo?
- Estaba, pero ya estoy bien Lía- Raúl hizo una pausa pensando lentamente en lo que le diría para desembarazarse de ella, pues sabia que no era el momento para hablarle y su debilidad empeoraba las cosas, pero no quería armar alboroto, así que lo mejor sería contestarle con la amabilidad que le fuera posible- agradezco tu preocupación, pero como ves estoy bien, regresa a la casa ahí te veré en la noche y hablaremos...
- Ni hablar Raúl, no te creo que estés bien, además así como me han tratado tus empleadas, estoy segura que ni siquiera te han sabido cuidar, mejor vámonos juntos, aplaza los deberes que tengas y ven conmigo para que te cure.
- No puedo Lía, estoy bien - farfulló Ruiz sintiendo un coraje desde el estómago que se extendía hasta sus labios, solo por oirla hablar así, de sus enfermeras y de él mismo, después de todo no podía explicarse como podía ser tan cínica- y ahora si me disculpas, tengo otros asuntos que tratar aquí.

Raúl se levantó pesadamente e intentó dar un paso, pero al momento de mover la pierna sintió como un calor abrasador le quemaba las entrañas y le despojaba de sus últimas fuerzas, así que involuntariamente perdió el equilibrió y fue a dar cerca de donde estaba Lía, quien en un rápido movimiento y con unas fuerzas desconocidas para Ruiz, lo tomó con fuerzas de la cintura y lo atrajo hacia ella, brindándole apoyo, pero quedando con los rostros de frente y casi unidos.

- Imposible que te deje así, ni siquiera puedes andar. ¡Valiente Emperador! Cayendo y tropezando delante de sus empleados...

Raúl no entendió a lo que se refería Lía, hasta que pudo alzar la mirada y vio cerca de ellos a Julia, quien lo miraba de una extraña forma que nunca antes había visto, conformándose como una mezcla entre sorpresa y rencor.

- ¡Julia! - gritó el Emperador, pero ella ya se dirigía a las escaleras, en busca de Grosso seguramente y le daba la espalda - Vuelve y ayúdame...

Ruiz casi perdió el conocimiento con ese pequeño esfuerzo y sus palabras ni siquiera se escucharon más allá de Lía quien se preguntaba el porqué de ese grado de confianza entre Raúl y la mujer que se había marchado. ¿Sería acaso su doctora? ¿Qué vínculo los unía? Pues aunque ella ya sabía de los Pilares y sus identidades por sus investigaciones anteriores, no conocía el o los motivos que habían transformado a Julia en un Pilar, y ahora que la veía de frente, con esa hermosura tan auténtica, pensaba que debía ser cuidadosa con esa mujer, que seguramente podría conquistar a Ruiz si se lo propusiera.

Las enfermeras ayudaron a Lía y a Raúl pero contrario a lo que hubieren deseado no se encaminaron hacia los cuartos del hospital, sino hacia la casa del Emperador, sin embargo, justo cuando iban a cruzar el umbral, Ruiz recuperó unas pocas de sus fuerzas y se opuso.

-Lía en serio, esperame en casa, ire pronto, como ves no puedo ir a otro lado, ahora debo hacerme cargo de algo más urgente, si lo entiendes y me respetas, me dejarás aquí.


Lía asumió que sería mejor postura si así lo hiciera, pero no accedió a regresar a la casa de Ruiz, solo le ayudó a llegar al segundo piso y regresó a la sala de espera, pues no estaba dispuesta a dejarle a Julia su valiosa presa.

Ruiz, no se permitó pensar en el incidente y siguió la ruta que le indicaron las enfermeras en busca de Grosso, encontrándose a los camilleros que se iban en ese instante y gratificándoles.

Al entrar a la habitación Grosso yacía aún dormido, y Julia le sostenía la muñeca haciendo señas de tomarle el pulso.

- Julia, ¿Cómo está?
- Estable por lo pronto - dijo Julia en un tono gélido, completamente nuevo para el Emperador- Así que ella es Lía Alarcón. No sabía que ya se llevaban tan bien en tan escaso tiempo.
- ¿De que hablas?
- Me imagino que pedirás al Consejo desde ya que se quede como tu compañera o tu pareja ¿No es así? De ese modo ella te cuidará lo que nosotros no hemos podido...

Raúl  aún se sentía mal y era incapaz de interpretar los celos de su Pilar médico, además de que a penas le quedaban fuerzas para estar de pie, así que se sentó lentamente en el sillón de espera sin decir más y se acurrucó esperando la llegada de Herson y hasta de Mindell que seguramente se presentarían, hasta entonces hablaría, pero esta decisión solo estaba basada en su propia debilidad física.

Julia sintió un rubor distinto en el rostro, uno de ira por haber sido ignorada, que además se unió a sus grandes celos y no pudo contenerse más, así que se alejó rápidamente de aquél lugar, donde dos de sus compañeros, se debatían entre la salud y la inconsciencia.

jueves, 21 de enero de 2010

Capítulo 26 Tentación I

Un vértigo incontrolable de meses lapidarios se colgaba de sus hombros cual si estuviera enganchado a su piel, lacerándola a cada instante; días sin descanso, noches inciertas, medicinas para engañar el alma, que de cualquier forma yacía enferma; manos invisibles apretando sin piedad su cabeza, murmullos imparables de voces hambrientas, exigiendo, rogando, quejándose sin descanso y reinando sin control en sus pensamientos.




Rostros fugaces, sonrisas ajenas, fragancias esfumándose más rápido de lo que aparecían.



Solo, irremediablemente, aún entre sus Pilares, aún entre la gente que le admiraba y perseguía para hacerle un comentario, brindarle un saludo o hasta una rabieta; solo, aún con las reuniones, los viajes, la Cámara, el Consejo, las visitas, las peleas, los debates, los clientes, la gente, los encuentros; solo, aún cuando debía compartir su espacio con el “Emperador” la figura intocable que había creado para presentarse al mundo, y que ahora cual monstruo rebelde, le exigía más y más tiempo de vida a costa de su propia existencia.



En ocasiones como las que atravesaba, se atormentaba pensando que quizás su careta fuera más importante que él mismo, por que la gente prefería al “Emperador” sobre el hombre, por que si dejaba de serlo, sería afrentado por todos aquellos a quienes había acostumbrado a ser el que no era, sin embargo mantener dos vidas en un solo cuerpo era agobiante y tremendo.



Julia tenía razón en sugerirle un descanso, llevaba mucho tiempo requiriéndolo, pero ahora menos que nunca tenía la convicción de hacerlo, necesitaba algo más que amenazas médicas para detenerse y cambiar de vida, necesitaba una mano estrechada que le dibujara un camino, una sendera distinta a la que las cosas actuales le establecían, una alternativa que lo llevara a escapar, al límite de los comunitarios, de los detractores y de su deber, por una vía extrema y lejana que lo condenara a huir por entre luces y voces sin sentido, un brazo de apoyo perteneciente a una mujer, una compañera capaz de quebrantar la realidad y hacer que ésta pareciera solo una proyección ambigua y borrosa, pero a falta ella sólo le quedaba seguir aguantando intentando mantenerse firme ante tanto mareo.



Lía no era una opción, era simplemente la mayor de sus calamidades, por eso debía desechar la idea de ella de su mente, pero un esfuerzo tan grande solo lograría debilitarlo aún más, así que sin poder acercarse ni apartarse de ella, solo se mantenía parado sobre la estrecha línea de la indiferencia, esperando el más mínimo roce del viento que lo arrojase a uno u otro lado.



Por lo que aún cansado y confundido debería continuar su faena; primero escoltando la ambulancia que salía del sanatorio llevando Grosso y dirigiéndola con rumbo a la Comunidad, y después decidiendo que hacer para convencer al Consejo General de dejarlo seguir tomando decisiones fundamentales y alejándose de la propuesta de los Grandes, aunque para poder convencer a ese Consejo, primero tenía que encontrar en su interior razones que lo convencieran a él mismo.



En otra parte, Herson, que aún se mantenía en la empresa que había ido a inspeccionar, revisando documentos para la nueva inspección que se avecinaba, había recibido una nueva llamada de Julia avisándole del traslado de Grosso, por lo que tendría todavía unas horas libres ya de presiones, hasta regresar a la Comunidad, sin embargo quería ocuparse antes de la llamada a Bareshka, por lo que tomando con nerviosismo su móvil, marcó los números tan impersonales y fríos que resultaban ser los de esa persona tan especial que guardaba en su mente y que lo alejaba gratamente de los conflictos de la Comunidad y esperó como un niño asustado mientras los monótonos sonidos de un timbre llamando se sucedían uno tras otro. Herson se imaginaba la conversación, de alguna forma ella le haría notar con su tono trémulo un interés más allá de los negocios y así todo empezaría, una historia magnífica, fuera de serie, que le indicaría la pauta del inicio de lo que tan anheladamente esperaba un amor “virtuoso”.



Sin embargo mientras sus ensoñaciones crecían, de repente y como si nada, una dulce voz femenina llegaba para quedarse en vez de los tonos de espera de la llamada.



- ¿Diga?

- Mmm… Quiero hablar con la señorita, con la artista Bareshka Bazzel – alcanzó a decir Herson mientras las palabras se le amontonaban en los labios con timidez, en aras del comienzo de esa situación tan especial-.

- Ella habla. ¿Quién me busca, se trata de un cliente?

- Soy Herson Valdés, tuvimos una entrevista en días pasados, para un evento de aniversario de una empresa perteneciente al Emporio denominado “La Comunidad”, usted me dio sus datos y por eso le llamo.

- ¡Ah! Lo recuerdo, es usted el joven administrador del otro día, claro, quiero saber si ya ha pensado si necesita mis servicios, esto para poder comenzar de una vez los trabajos.

- Considero que si, pero necesito verla… ver su trabajo – corrigió rápidamente Valdés intentando no descubrirse- ¿Dónde puede ser esto?

- Asista a mi taller, si gusta puede hacerlo en este momento, me encuentro en el, le enviaré la dirección por mensaje al móvil si así le conviene – dijo secamente Bareshka-

- Iré entonces señorita – finalizó Valdés dándose cuenta que su interlocutora había cortado ya la llamada-



Herson se mantuvo unos instantes con el teléfono en la mano, su mirada se postraba en ninguna parte, mientras meditaba lo seco y frío de la voz de Bareshka, después de todo él se había hecho tantas ilusiones, tantas perspectivas, y resultaba que a final de cuentas, ella simplemente lo recordaba como un posible cliente más. ¿Es que ella no había sentido lo mismo? Para un hombre tan romántico como Valdés, una respuesta de esta naturaleza no podía más que desmoralizarlo, pues se resistía a pensar que la verdadera dueña de sus sentimientos se comportara de esa forma, y aunque era pronto para hacer cualquier juicio, incluso para él, esperaba que las cosas, ya sea por el destino o por el amor, sucedieran de distinta manera; después de todo el buscaba señales, pautas que le dijeran en su misterio, que iba por el camino correcto para encontrar a la mujer que buscaba, pero esta actitud pasiva no estaba haciendo más que acabar con sus ilusiones poco a poco.



- ¿Y si he estado equivocado todo este tiempo? –Se preguntaba constantemente a sí mismo. Quizás solo he estado buscando algo ficticio, un engaño, como me dijeron tanto, una concepción televisada de lo que debería ser el verdadero romance y amor, por que a final de cuentas, a mi edad, pocos hombres podrían darse el lujo de darle un lugar tan grande a sus sentimientos en su vida…



Fuera la razón que fuera, él se sentía abatido con esa pregunta, pero no se daría por vencido tan pronto, pues si se había ilusionado tanto con Bareshka, era seguro que merecía la pena esforzarse al máximo para llegar a conocerla, para encontrar de alguna manera esas pistas que la delataran como aquella mujer que estaba buscando.



Cerca de ahí, sin que Valdés sospechara si quiera, en el estacionamiento cubierto de esa empresa, dos siluetas platicaban entre las sombras en espera de la salida de el propio Herson, pues uno de ellos lo abordaría, echando a andar el plan del otro, ambos listos para poner otro obstáculo en el camino de la Comunidad.



Herson recibió el mensaje de Bazzel y se dispuso a buscarla de inmediato, así que preparó sus últimos pendientes y descendió por los elevadores al estacionamiento de empleados que se encontraba en el subterráneo del edificio, cuando acercándose a su vehículo, notó que un hombre recargado en el le esperaba, se trataba de Enrique Hernández quien vestía con una camisa azul deslavada, unos pantalones cafés mal acomodados, botas industriales y el cabello largo y chino cayéndole en los hombros y por la frente, al grado de casi cubrir sus ojos castaños.



- ¡Pero si se trata de Herson Valdés en persona! El esbirro más leal del mal llamado “Emperador” – dijo en tono burlón y haciendo una mueca incomprensible Hernández-

- A mi también me sorprende encontrarte aquí Enrique Hernández – dijo seriamente Valdés- aunque supe que el líder de los disidentes había sido nombrado asesor del Gerente de esta empresa, pero creí que se trataba de algún gesto piadoso de mal gusto al que no se le debía prestar tanta atención, después de todo tu permanencia en cualquier trabajo solo radica en tu estabilidad emocional y siendo honestos, yo no te daría más que unos meses nuevamente.

- El único gesto de mal gusto es tu automóvil Valdés – dijo sarcásticamente Hernández- me fascinan estos momentos, en que su ridículo “Manifiesto” les impide hacerme algo, puedes aseverar por ejemplo que no duraré mucho tiempo en este puesto, pero la realidad es que ya llevo lo suficiente, lo suficiente para saber que ustedes solo posan, fingen ser quienes no son, pero me gustaría más que mostraran los dientes para que todos pudieran verlos como son de veras, en realidad solo yo pude ver a tu ambicioso Jefe usando su psicología torcida para salvarse el pellejo durante su juicio en la gran crisis, es increíble que los jueces de ese entonces hayan sido tan estúpidos y crédulos, pero yo no soy así; los disidentes de entonces debimos ganar, pero el fanatismo de sus empleados y las influencias del propio Ruiz cambiaron la balanza a su favor.

- Me incomodan las personas como tu que solo viven del rencor y del pasado Hernández – contestó firmemente Valdés- y si bien es cierto que nuestro Manifiesto te permite seguir trabajando con nosotros, también lo es que si te metes conmigo en un tono personal no estoy obligado a contenerme y mucho menos a soportarte, así que si tu asunto no es laboral yo…

- Pero sí que es un asunto laboral Herson, de eso quería hablarte –contestó Enrique interrumpiéndolo- todos sabemos ya de la intervención del Consejo General, otro Leviatán jurídico creado para contener la soberbia de tu jefe, pero lo que no sabemos con certeza es quien va a ser el que dirija el Consejo General, pues es de todos sabido que aunque se compone de todos los miembros del Consejo común y de los Gerentes regionales, además de otros representantes de los Comunitarios, lo que no sabemos es quien será quien dirija sus trabajos, ahora que Ruiz será motivo de la reunión y resulta obvio que no podrá ser juez y parte; por eso la gente murmura Valdés, se dice que ustedes quieren poner al más neutral de los gerentes regionales dirigiendo esa escena, pero créeme, no tendría la capacidad ni el poder para hacerlo, lo se por que ese Gerente es mi Jefe y por eso conozco de antemano su falta de carácter.

- Ve al grano Hernández, tengo cosas importantes que atender, como para escuchar esas pretensiones tuyas; debes saber que el Gerente de esta empresa es de la total confianza de Raúl, por eso no intervenimos cuando quiso ponerte como su asesor externo, por que precisamente lo hizo por tus habilidades, sin comprometerse a que tu locura pudiera poner en riesgo la empresa, aunque yo pienso que lo hizo para tenerte cerca y vigilado.

- Ya veo, ustedes se creen que pueden hacer eso, pero la realidad es que me necesitan, yo no hice nada ilegal, solo defendía los derechos de los míos, es por eso que aunque dirigí la disidencia durante la crisis, ustedes en base a su Consejo y Manifiesto, no encontraron razones justificables para echarme, sin cometer una grave arbitrariedad, sin embargo ya que te quejas por tus múltiples ocupaciones, y ya que seguramente tu Jefe supremo te ha ordenado otra tontería improductiva como siempre, iré al grano como quieres. Si deseas salir bien librado del Consejo General, tú debes ser quien lo dirija en la sesión que tratará sobre las capacidades de Ruiz – dijo Hernández mirando fijamente a los ojos de Valdés, con un énfasis y una seriedad nunca antes escuchado en su persona - ya que tú eres el Administrador, se supone que tu deberías ser el líder y hasta la fecha desconocemos como es que tu llevas el segundo encargo, a pesar de que toda empresa y más aún un emporio, debería ser dirigido por un administrador precisamente y no por una persona de otra área como sucede en este caso. A pesar de que no te tolero como persona, te respeto como administrador, eres el único capaz de hacerlo, y estoy seguro que mi jefe apoyaría esa moción. ¿No lo entiendes Valdés? Ahora es tiempo de que tomes lo que te pertenece justamente, tu eres el verdadero líder detrás del “Emperador”, son tus facultades de administración las que han llevado a las alturas a este proyecto, solo debes tomar el cargo de dirigente del Consejo General y entonces yo conseguiré el apoyo de mi jefe y éste a su vez, el de los demás Gerentes regionales, de ese modo tus decisiones serán supremas, por que nadie se te opondrá. ¡Podrías incluso retirar a Raúl Ruiz! Solo necesitas decidirlo Herson, yo puedo conseguirte la llave de acceso a la dirigencia absoluta de la Comunidad.



Herson se detuvo a pensar antes de responder, meditaba sobre lo sencillo que es para un hombre perderse, y uno de los caminos, quizás uno de los caminos más seductores y fáciles para dejar la propia ideología y personalidad, es la soberbia, la materialización de un ego hambriento que no se cansa de alimentarse por medio de los halagos de otros, de las falsedades, que en ese instante da igual si son o no creíbles, un hombre soberbio toma todo de esas adulaciones y siente que esta más allá de los otros de su especie.



- Pongámoslo al revés Enrique, ¿Qué ganas tu en todo esto? Es irrisorio pensar que lo haces por la Comunidad, cuando tu mismo la intentaste desmoronar desde adentro, ¿Qué me pides a cambio de tu apoyo en mi postulación como dirigente del Consejo? – Inquirió Herson a su interlocutor, sin dejar de sostenerle la mirada.

- Quiero ser uno de los socios mayoritarios, uno de los Pilares, Valdés, yo también quiero gozar de sus beneficios, yo también quiero un retiro futuro tranquilo y lleno de comodidades, una vida como las de ustedes, que además de que se la pueden permitir, se jactan de imaginar que aún con sus lujos están haciendo un bien a los demás, eso deseo a cambio.

- Ya comprendo –dijo Valdés mientras se llevaba una mano a la frente- Supongo que muchos nos ven así, a los Pilares, supongo que a muchos el Manifiesto y el Consejo les parece una reverenda estupidez, y supongo que a muchos les mueve la ambición pura; lo que es difícil aún de suponer, es si uno de nosotros mismos, es decir los Pilares, piensa precisamente de la manera que tu piensas, por que si así fuera, sería completamente indigno de ser llamado Pilar. Me niego Enrique Hernández, tú eres una persona muy capaz, muy inteligente, muy práctica y muy útil, pero jamás podrás ser “virtuosa”, por que solo hay personas que logran eso. Un hombre capaz de dirigir a muchas personas “virtuosas” es sin duda el más especial para ello. Esa capacidad, para que la gente lo siga, para que en base a sus decisiones todas esas vidas los secunden, es una habilidad única que desgraciadamente yo no poseo. Pero hay un hombre que sí la posee. Ese hombre es Raúl Ruiz y será mejor que entiendas esto: ¡YO SOY UNO DE SUS PILARES!



El auto de Valdés se alejó con velocidad y se perdió en la lejanía, en el estacionamiento, cuatro puños se apretaban con fuerza, mientras que la ambición y el rencor dominaban a sus dueños, Mindell Quintana y su aliado Enrique Hernández, no habían podido tentar a uno de los Pilares, pero aún quedaban dos más, para intentarlo, para destruir a la Comunidad desde adentro.

lunes, 18 de enero de 2010

http://www.youtube.com/watch?v=XbOAjpUeQXs&feature=related

Si perderme en tu mirada fuera al menos una opción, si el seguirte por las sombras, o el observarte a través de un cristal me diera la pauta para poder salir. Pero estaré encerrado en mi mismo, aun con este dolor que carcome mi pecho, mientras un aullido circula en la noche.

Con la luna en mi espalda y tu ausencia en mi cabeza, con las dudas en mi izquierda y un bastón en la derecha, con el miedo por delante y sin más alas de fuego por detrás que me eleven de esta locura.