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viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo 27 Tentación II

Una pequeña caravana arribaba a la Comunidad, una ambulancia seguida de dos vehículos, uno de ellos perteneciente a Octavio Grosso, pero tripulado por Julia Jaimes y Liliana Lara, el otro de propiedad de Raúl Ruiz, quien guió a la ambulancia por el camino boscoso que desembocaba en la mansión. Seguramente Octavio dormía incómodamente en el vehículo de emergencia, en ese caso y esas condiciones,  no estaría apto para asistir a ninguna reunión, ni mucho menos a alguna votación, y aunque la fiebre de Raúl no cedía, él a diferencia de su Pilar, si debía de estar en condiciones para cambiar el rumbo de la elección que se avecinaba.

El vehículo de Valdés no estaba en su sitio, por lo que debía estar ocupándose aún de otros asuntos, y aunque a Ruiz le hubiera gustado que alguien le ayudara a caminar desde su auto hasta la Clínica de la Comunidad, hizo un esfuerzo más para caminar erguido y sin pausas mientras los camilleros le seguían de cerca.

Julia y Liliana se detuvieron en el estacionamiento, era tiempo de que la segunda se retirara.

- Hasta aquí puedo llegar, ya debo volver al trabajo, además seguramente él despertará pronto.
- Quizás deberías quedarte a verlo por tus propios medios, pero esta bien, respeto tus decisiones Liliana.
- Gracias Julia, no se como podría pagarles que se hagan cargo de Octavio, estoy segura que estará en buenas manos con Usted, yo vendré en cuanto pueda, aunque resulta difícil llegar hasta aquí sin un trasporte privado.
- La distancia es una de las excentricidades de nuestro lider, pero resulta más sana que estar a un lado de la Ciudad con todo su estrés y contaminantes.
- De acuerdo, pues de nuevo gracias y hasta pronto - dijo Liliana en tono de despedida, mientras se alejaba por entre las rejas.

Julia se detuvo un momento a pensar en cómo haría su interlocutora para volver sin transporte, pero pensó que en ese mismo momento no podía encargarse de eso, sino de Octavio, y que Liliana podría encontrar a alguien que la llevase, incluso podría pedirle a uno de los Comunitarios que la llevase, si es que no fuera tan introspectiva.

Ruiz entro por la puerta principal de la Clínica, un nosocomio privado para los miembros del proyecto, que aunque no competía en la grandeza y lujos de la clínica que no hace mucho había abandonado, sí estaba lo suficientemente equipada para ser útil y eficaz.

Haciendo una seña a los camilleros les ordenó que llevaran a su Pilar al segundo piso, donde se encontraban los cuartos de hospitalización, y sintiéndose aún más mareado se dirigió a la Sala de Espera para poder descansar unos momentos, sin embargo, lo hizo con la mirada baja, para no claudicar mientras lo hacía.

Al llegar a los sillones depuestos para la espera, sintió la presencia de alguien que estaba a su lado, pero más que su presencia, su olor, un aroma peculiar y embriagante, la escencia de Lía, por lo que poco a poco levantó la mirada para topársela cara a cara.

Ella mostró una sonrisa afable, entre alivió y dudas, como las que solía darle al Emperador, mientras que él sintió que desfallecía presa de la fiebre y la incertidumbre.

- Raúl, me dijeron que estabas hospitalizado aquí y he venido a buscarte, pero esas ineptas enfermeras no me han sabido decir donde estabas, solo me dijeron que quizás volverías aquí y por eso aquí me tienes aguardando, pero a la vez estoy sorprendida, por verte fuera de los cuartos, ¿Es que acaso no estabas muy enfermo?
- Estaba, pero ya estoy bien Lía- Raúl hizo una pausa pensando lentamente en lo que le diría para desembarazarse de ella, pues sabia que no era el momento para hablarle y su debilidad empeoraba las cosas, pero no quería armar alboroto, así que lo mejor sería contestarle con la amabilidad que le fuera posible- agradezco tu preocupación, pero como ves estoy bien, regresa a la casa ahí te veré en la noche y hablaremos...
- Ni hablar Raúl, no te creo que estés bien, además así como me han tratado tus empleadas, estoy segura que ni siquiera te han sabido cuidar, mejor vámonos juntos, aplaza los deberes que tengas y ven conmigo para que te cure.
- No puedo Lía, estoy bien - farfulló Ruiz sintiendo un coraje desde el estómago que se extendía hasta sus labios, solo por oirla hablar así, de sus enfermeras y de él mismo, después de todo no podía explicarse como podía ser tan cínica- y ahora si me disculpas, tengo otros asuntos que tratar aquí.

Raúl se levantó pesadamente e intentó dar un paso, pero al momento de mover la pierna sintió como un calor abrasador le quemaba las entrañas y le despojaba de sus últimas fuerzas, así que involuntariamente perdió el equilibrió y fue a dar cerca de donde estaba Lía, quien en un rápido movimiento y con unas fuerzas desconocidas para Ruiz, lo tomó con fuerzas de la cintura y lo atrajo hacia ella, brindándole apoyo, pero quedando con los rostros de frente y casi unidos.

- Imposible que te deje así, ni siquiera puedes andar. ¡Valiente Emperador! Cayendo y tropezando delante de sus empleados...

Raúl no entendió a lo que se refería Lía, hasta que pudo alzar la mirada y vio cerca de ellos a Julia, quien lo miraba de una extraña forma que nunca antes había visto, conformándose como una mezcla entre sorpresa y rencor.

- ¡Julia! - gritó el Emperador, pero ella ya se dirigía a las escaleras, en busca de Grosso seguramente y le daba la espalda - Vuelve y ayúdame...

Ruiz casi perdió el conocimiento con ese pequeño esfuerzo y sus palabras ni siquiera se escucharon más allá de Lía quien se preguntaba el porqué de ese grado de confianza entre Raúl y la mujer que se había marchado. ¿Sería acaso su doctora? ¿Qué vínculo los unía? Pues aunque ella ya sabía de los Pilares y sus identidades por sus investigaciones anteriores, no conocía el o los motivos que habían transformado a Julia en un Pilar, y ahora que la veía de frente, con esa hermosura tan auténtica, pensaba que debía ser cuidadosa con esa mujer, que seguramente podría conquistar a Ruiz si se lo propusiera.

Las enfermeras ayudaron a Lía y a Raúl pero contrario a lo que hubieren deseado no se encaminaron hacia los cuartos del hospital, sino hacia la casa del Emperador, sin embargo, justo cuando iban a cruzar el umbral, Ruiz recuperó unas pocas de sus fuerzas y se opuso.

-Lía en serio, esperame en casa, ire pronto, como ves no puedo ir a otro lado, ahora debo hacerme cargo de algo más urgente, si lo entiendes y me respetas, me dejarás aquí.


Lía asumió que sería mejor postura si así lo hiciera, pero no accedió a regresar a la casa de Ruiz, solo le ayudó a llegar al segundo piso y regresó a la sala de espera, pues no estaba dispuesta a dejarle a Julia su valiosa presa.

Ruiz, no se permitó pensar en el incidente y siguió la ruta que le indicaron las enfermeras en busca de Grosso, encontrándose a los camilleros que se iban en ese instante y gratificándoles.

Al entrar a la habitación Grosso yacía aún dormido, y Julia le sostenía la muñeca haciendo señas de tomarle el pulso.

- Julia, ¿Cómo está?
- Estable por lo pronto - dijo Julia en un tono gélido, completamente nuevo para el Emperador- Así que ella es Lía Alarcón. No sabía que ya se llevaban tan bien en tan escaso tiempo.
- ¿De que hablas?
- Me imagino que pedirás al Consejo desde ya que se quede como tu compañera o tu pareja ¿No es así? De ese modo ella te cuidará lo que nosotros no hemos podido...

Raúl  aún se sentía mal y era incapaz de interpretar los celos de su Pilar médico, además de que a penas le quedaban fuerzas para estar de pie, así que se sentó lentamente en el sillón de espera sin decir más y se acurrucó esperando la llegada de Herson y hasta de Mindell que seguramente se presentarían, hasta entonces hablaría, pero esta decisión solo estaba basada en su propia debilidad física.

Julia sintió un rubor distinto en el rostro, uno de ira por haber sido ignorada, que además se unió a sus grandes celos y no pudo contenerse más, así que se alejó rápidamente de aquél lugar, donde dos de sus compañeros, se debatían entre la salud y la inconsciencia.

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