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jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo 29.- Encuentro casual

Liliana caminó durante mucho tiempo mientras se lamentaba por su timidez para no pedir aventón a la Ciudad, o al menos que la dejaran llamar un taxi.

Era ya muy tarde, era seguro que no llegaría a su trabajo y probablemente la regañarían o hasta la despedirían, así que de nada había servido que se retirara de aquél lugar y se fuera dejando a su querido Octavio en esa situación tan incierta. El camino para llegar a la Comunidad era sombrío, boscoso y nada sencillo de transitar por las noches, a menos claro que uno fuera con un vehículo, incluso una bicicleta, para poder apretar la velocidad y ponerse a salvo de la oscuridad y cualquier asechanza posible y aunque en todos los años de existencia de la mansión, ningún altercado había sucedido en la vereda, esto naturalmente era ignorado por la peatona que temblaba de frío  y nervios.

Los sonidos propios del bosque y de la noche comenzaban a apoderarse del ambiente y ningún vehículo se apreciaba por el momento; los pasos de Liliana, antes rápidos y ágiles, comenzaban a hacerse pesados y temerosos, hasta el momento en que un guijarro en el camino la hizo ir de bruces hacia el suelo.

Sucia y adolorida sintió ganas de llorar, por su empleo, por su timidez, por su amor imposible, por su soledad, por el sitio, por miles de razones que la ponían peculiarmente triste, y como ya había avanzado un tramo muy considerable, tampoco era una idea lógica regresar a la mansión en busca de apoyo del Emperador o de Julia Jaimes.

De repente, mientras las primeras lágrimas comenzaban a surcar su rostro, un veloz automóvil le llamó la atención aproximándose y deteniéndose bruscamente frente a ella que miraba inquieta y expectante. Un hombre de cierta edad, seguramente mayor que ella, descendió del auto y se le acercó; resultaba ser bastante atractivo a la vista y su intromisión milagrosa hacía que tuviera aún más encanto para Liliana Lara, que se mantenía de rodillas y sollozando.

- Señorita ¿Qué ha ocurrido? Bueno, además de lo obvio claro. Permítame ayudarle - le soltó Valdés a quemarropa, mientras la levantaba fuerte pero delicadamente a la vez y la atraía hacia él en un gesto tan natural que ni siquiera resultaría ofensivo ni extraño-.

Liliana se sonrojo en demasía pero se mantuvo callada en un intento por recuperar el aliento y que no se le quebrara la voz para explicar y pedir ayuda.

- Usted no vive en la mansión de enfrente, permítame que la lleve a su destino por favor. ¿Puede caminar? Vaya pregunta-  dijo Herson mientras la cargaba en vilo- Claro que no puede, si no, no hubiera estado en una posición tan incómoda.

Herson la llevó cargando el breve espacio entre el suelo lodoso en que se encontraba y  la puerta del copiloto, pero a Liliana le pareció mucho más. En su vida jamás la habían cargado, no sabía como sentirse, claramente era una violación a su espacio vital, pero no le molestaba, además no tenía idea de quien era el extraño que la estaba introduciendo en su coche, pero no le daba miedo, el dolor de su tobillo parecía menos mientras esos brazos fuertes, pero a la vez delicados, la transportaban con una suavidad insospechada. Muchas veces había sido pretendida por sujetos guapos y caballerosos, pero por alguna razón el que ahora la llevaba por ese camino la tranquilizaba y atraía como nadie, en una sensación muy peculiar y parecida  a la que había vivido al conocer a Octavio Grosso, sin embargo Grosso no era así, tan amable, tan cuidadoso, tan galante, Octavio era algo rudo con ella, por no decir bastante, Octavio era en ocasiones grosero e indiferente, completamente seguro de sí mismo rayando en lo egoísta, Octavio era otro de esos tipos "malos" que de alguna manera se habían sabido meter en su vida mucho mejor que los "buenos", por eso Julia le había dicho que no le convenía, pero el sujeto con el que estaba... De forma increíble Liliana se sorprendió a si misma con esta clase de pensamientos, era completamente arriesgado y peligroso pensar así de un desconocido, un sujeto en un automóvil que de repente había aparecido y la había salvado de ese paraje oscuro y desolador, hablándole con toda delicadeza y llevándola en sus brazos para depositarla suavemente en el asiento de su auto y que seguramente jamás volvería a ver, lo cual le dejó nuevamente un sentimiento de tristeza.

De pronto ya iban acercándose a la Ciudad, surcando la oscuridad del bosque y con una música leve de fondo que amentaba el hechizo del momento para Liliana.

- Señorita, lamentó ser descortés, pero pronto llegaremos a la Ciudad y me gustaría saber a donde dirigirme, no quiero que piense que soy entrometido, pero ni siquiera me ha dicho su nombre, el cual por supuesto que me gustaría saber.

Herson no intentaba ser galante, a diferencia de Octavio, él no era un conquistador, simplemente trataba de ser amable y no asustar más a su pasajera, que por la impresión que le daba, se encontraba en estado de choque o algo parecido, pues ni siquiera podía articular palabra, por lo que Valdés intuyó que el dolor por la caída debería ser muy fuerte o él muy atrevido por ofrecerse a llevarla sin que ella al menos se lo pidera, por lo que trataba por todos los medios de romper la situación que se le hacía tan tensa, además de que, por más que lo intentaba, no podía dejar de notar el encanto magnético de la belleza que le acompañaba y en especial de sus largas piernas, que aún con polvo y raspones lucían impactantes.

Su ánimo estaba por los suelos y solo deseaba llegar a la Mansión para olvidarse del fracaso de aquél día, pero no podía simplemente ignorar a una mujer sola en medio de la vereda boscosa e irse a ver a sus compañeros, hubiera sido perverso y contradictorio. Sin embargo, las notas suaves en su aparato de sonido, no eran suficientes para distraerlo de la imagen de Bareshka tan fría y diferente de lo que hubiera esperado, por eso la opción de arrancarle al menos unas palabras a su acompañante, le parecía de lo más deseable también.

Liliana Lara volvió de su abstracción para responder la pregunta, pero su voz se negaba a salir de forma normal, así que apenas atinó a hablar con un tono dulce y bajo, entrecortado y muy frágil, para presentarse y apenas poder articular el nombre del bar donde trabajaba, insinuando que ese era su destino.

Herson se enterneció con la voz y los gestos de Liliana, pues parecía una niña asustada a la que sus padres le habían prohibido hablar con extraños y se sintió con ganas de ayudarle.

- Ya veo, trabaja en ese lugar seguramente, pues dudo que este de humor para unos tragos con esos raspones tan fuertes - le dijo a Liliana mientras disimuladamente le veía los tobillos y en particular el que estaba lastimado.

Liliana notó la mirada de Herson, pero no se molestó ni le causó asco, como aquellas miradas que lujuriosamente la desnudaban, las cuales eran tan constantes, que hasta en Octavio aparecían. A su vez Hersón se notó descubierto y se sonrojo al instante, le daba mucha verguenza haber cedido en la tentación de echarle otro vistazo a las piernas que pudo ver tan claramente mientras se acercaba a la mujer cuyo nombre ahora conocía, que yacía de rodillas en el piso. Ahora seguramente le desconfiaría aún más y se iría con una pésima impresión de su persona. Nada más lejos de la verdad, Liliana solo se interesaba más y más en él. Herson decidió hacer un intento más por congraciarse con aquella pasajera frágil y volvió a portarse galante sin notarlo.

- Me gustaría ayudarla, creo que esta sufriendo por esos raspones y si no pudo caminar a mi auto, tampoco podría trabajar en esas condiciones, por favor, permítame que la lleve a un médico o a su casa, no estaré tranquilo dejándola así, si me lo permitiera quedaría gratamente complacido.

Liliana se sintió conmovida ante aquellas palabras de ese extraño, que a pesar de que había pedido su nombre, no había dado a su vez el suyo, y aunque quiso tomarle la palabra por que el dolor había regresado y estaba muy incómoda con sus ropas sucias, tenía la esperanza de que la dejaran estar en su trabajo sin represalías.

- Gracias por su propuesta, pero debo ir al trabajo, es muy importante que me presente y estaré bien - mintió Liliana con un tono aún más dulce que el anterior- si me pudiera llevar ahí yo le estaría muy agradecida de todos modos.

Herson aceptó haciendo notar sus reservas, pero se ofreció a acompañarla para no contrariar su voluntad. A pesar de que el camino hasta el bar donde trabajaba Lara era extenso, gracias a la habilidad de Valdés al volante y su conocimiento de la Ciudad se hizo más corto, además de que estuvo amenizado por algunos comentarios de ambos, que poco a poco dejaban la tensión para darle un toque más casual a su encuentro.

Al llegar al exclusivo lugar, Herson sirvió de apoyo para que Liliana pudiera llegar hasta el acceso de empleados, llevándola fuertemente del brazo y poniendo todo su peso en él, sin embargo dos sujetos con pinta grotesca que hacían las veces de cadeneros del lugar le negaron el acceso mientras gruñían:

- El jefe quiere verte, pero nos dijo que fuera aquí.

Liliana se preocupo y la tensión se le reflejó en el rostro, ante la mirada de Valdés.

De las luces de neón del lugar salió un tipo vestido extravagantemente, con una cadena de oro y un traje blanco, incluídos los zapatos lustrosos, y un aire de suficiencia que daba lástima.

- ¡Pero si es la dueña del lugar en persona! - soltó con sarcasmo ridículo el sujeto- O al menos eso deberías de ser si quieres venir cuando se te de la gana y a la hora que se te antoje...

Liliana se disculpó bajando la mirada en un gesto de sumisión, pues a pesar de que le molestaba su asqueroso jefe, la necesidad del empleo la obligaba a tragarse su dignidad de vez en vez.

- Una disculpa no es suficiente, tu eres solo una mesera, una simple y sencilla mesera. ¿Acaso pretendes tener un trato especial por tu aspecto? No eres nadie para mí, si quisiera, podría cortarte tu única fuente de ingresos.

Hersón se contuvo mientras observaba a Liliana que inmovil continuaba con la mirada gacha, pero en sus puños comenzó a nacer un calor y una cosquilla que de vez en cuando aparecían para complicarlo todo.

- Pues esta bien, ya no llores mujercita, si tanto te interesa, quizas podríamos llegar a un acuerdo...

Mientras decía esto, el sujeto jaló a Liliana del brazo y la tocó descaradamente en la pierna lastimada, lo que la hizo perder el equilibrio y soltar un grito de dolor; aspaviento que cual si fuera una mecha encendida, detonó aquella sensación en los puños de Valdés, que surgía ante tipos como el que tenia enfrente, así que sin mediar palabra y tampoco medir consecuencias, en un instante Herson estaba ya sobre el jefe de Liliana, golpeándolo rápida y salvajemente ante la sorpresa de los gorilas cadeneros, quienes después de salir de su estupor se le abalanzaron al Pilar, tratando de aprovechar su tamaño y sus conocimientos en las técnicas de sacar borrachos, pero Herson no era un borracho, era una persona muy atlética, y preparada, un tipo lleno de bríos y coraje por esos tratos tan denigrantes contra una mujer, así que haciendo uso de una agilidad insospechada, se desembarazó de los gorilas, tomó cargando a Liliana y escapó en su vehículo a gran velocidad, mientras los cadeneros atendían a su jefe que permanecía completamente noqueado, en esa noche que comenzaba a tener más giros inesperados de los deseados.

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