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lunes, 24 de noviembre de 2008

Capítulo 9 Una mujer del Mar y un hombre de sus sueños

La noche de la llegada de Lía a la Comunidad, Raúl se hacía muchas veces la misma pregunta, sin encontrar en su mente ninguna respuesta. ¿Por qué dejar entrar a Lía otra vez? A su proyecto, a su vida, a su tiempo, a sus intereses.
La situación era clara, ahora más que nunca debía evitarse problemas y enfocarse a lo que mejor sabía hacer, manejar la Comunidad junto con sus Pilares y hacerse cargo de lo importante, de lo urgente, de cualquier otra cosa que no fuera Lía y el pasado, sin embargo, estaba totalmente preocupado por su regreso, razón por la cual reprendía a su corazón, aunque sabía que quizás su mente también le había tendido una trampa.
En medio de la noche en su vivienda, los recuerdos de Lía se juntaban en su cerebro como un montón de imágenes multicolores con aspectos y sabores muy distintos, algunos grises, otros rosas, algunos rojos y apasionados; así mismo, algunos dulces, algunos agrios, algunos amargos, pero ninguno insaboro e incoloro, todos ellos conducidos inevitablemente a lo que él creía había sido el cruel desenlace de su historia, aquel fatídico momento que lo había dejado marcado y quizás hasta orillado a convertirse en lo que ahora era, por lo que no sabía si agradecer o maldecir a Lía Alarcón.
En los días del pasado solo una mujer además de Lía le había hecho dudar tanto de su capacidad para enfocarse a sus metas y sueños y botarlo todo por un romance que el esperaba sublime, el nombre de esa persona, ahora ausente de su vida, era María del Mar.
María y el emperador se conocieron cuando este tenía 25 años, ella era profesora de primaria, recién salida de la Normal y él un joven lleno de proyectos desordenados y una profunda tristeza. Hacía ya tres años de la partida de Lía y Ruiz pensaba que era tiempo de enfocarse en su gran proyecto y salir por fin del círculo recurrente de los pensamientos tortuosos de Alarcón, pero al conocer a María del Mar, no pudo más que detenerse un tiempo a pensar las cosas con seriedad.
Fue una tarde de invierno cuando ambos se encontraron en una exposición de pintura; ella paseaba distraídamente en medio de los cuadros, con ojos de preocupación y una notoria sensación de hallarse fuera de lugar, lo cual fue fácilmente traducido por Ruiz como una oportunidad para hablarle y salir de ese tedioso sitio que si de algo adolecía era de arte precisamente.
Unas palabras bastaron para darle cuerda a aquella historia, y un remolino de momentos dibujó los matices de su desarrollo.
María siempre usaba ropa conservadora, sin embargo su personalidad era amable y de una ternura propia de una maestra que ama su profesión, su voz era dulce y su piel era tersa y suave, para muchos su personalidad podía confundirse con sumisión, pero para Raúl esa manera de comportarse le resultaba de una infinita comprensión, cariño y empatía.
La estela de María era un perfume suave y hermoso y sus pasos siempre cortos invitaban a querer observarla mientras salía a dar un paseo matinal.
A la hora de comer María olvidaba los modales y se llenaba de lo que a su paso se encontraba, lo que le resultaba muy divertido a Ruiz, por que las mujeres que conocía lo hacían de una manera fina y educada, siempre pidiendo platillos bajos en calorías y dejando alguna parte de ellos en el plato, de hecho esa curiosa forma de alimentarse era lo único que contrastaba en la marcada feminidad de María.
El carácter casi siempre dulce de la susodicha a veces era suplido por la firmeza de alguien que sabe lo que desea y no admitirá nada diferente.
Desde las primeras salidas ella parecía interesarse en Raúl, platicaban mucho y no permitían silencios durante sus estancias.
El amor entre ellos parecía ser una circunstancia inevitable y tan natural como el hecho de que un árbol diera frutos, sin embargo, Raúl empezó a temer por sus ambiciones al verse poco a poco superado por esos pensamientos, por lo que se reprimió todo lo que pudo para evitar sucumbir ante la dulce sensación de abandono que ella le daba y la calidez de su mirada prístina penetrando en cada rescoldo de su lastimada alma.
Poco a poco se fue perdiendo en ella, y lentamente también se dio cuenta de que María sería la principal prueba de su voluntad para darle todo lo que tenía a la Comunidad.

Comenzaron su relación en primavera, se dejaron llevar por el arrullo de las flores y las aves, convergieron las miradas y las manos, se apoyaron uno al otro en sus asuntos, fueron uno solo en la tristeza de Raúl y en la ternura de María, imaginaron un camino unido, un destino igual, una meta que por un momento creyeron de ambos y emprendieron el viaje a lo desconocido una tarde en que a la sombra de los árboles se besaron apasionadamente y su amor que parecía haber nacido rápido, por esa misma razón era intenso y bello.

María veía a la Comunidad como una utopía loable, sin embargo apoyaba a Ruiz en lo que éste le comentaba e incluso se decía a si misma que podría encajar ahí, al lado de los incipientes Pilares y de los habitantes que trabajarían de una manera armónica y casi increíble y hasta llegaba a sentirse parte de ese mundo que su amante soñaba y que parecía dibujar con sus manos que alteaban inquietas de un lado a otro.

Comenzaron a vivir juntos en verano, era una casita solitaria pero hermosa y los fuertes calores contrastantes con las rudas tormentas, llevaron a sus cuerpos a la pasión desmedida y a las interminables jornadas de desnudez en las que todo lo demás parecía ser postergable, así fue como descubrieron juntos que sus cuerpos se reconocían, se acoplaban, se complementaban y por eso el éxtasis que era compartido se desparramaba como la miel de las frutas que ya maduras eran devoradas por los pájaros; para Raúl todo el mundo giraba alrededor del vientre de María, para María no había mejor lugar para vivir que el pecho de Ruiz, que cálido y añorante, parecía haber tenido siempre espacio para sus cabellos, para sus aromas, para sus sonidos e incluso sus sudores y su amor que poco a poco se consolidaba tomaba la vertiente de la concupiscencia y abandonaba poco a poco la ternura.

María comenzaba a temerle un poco a la Comunidad, por que Raúl parecía sufrir por los días que se iban sin que hiciera algo por su creación, sin embargo él dejaba todo por beber de sus labios y esto la tranquilizaba, aún eran una pareja, aún su camino parecía unido y la Comunidad distante.

Los problemas iniciaron en otoño, Raúl dejo de visitar el cuerpo de María tan seguido y ella comenzó a ser celosa, pero no de una mujer, sino de un proyecto, los entonces Pilares buscaban mucho a Ruiz, él trabajaba más que nunca y llegaba cansado, el tedio y la fatiga son pésimos compañeros de la intimidad, pero aún se bebía su aliento, aún llegaba con claveles y girasoles para ella, aún pasaban desnudos una buena parte del tiempo, pero gradualmente esto cambiaba.

María veía como las cosas iban en serio, las inversiones, los planes, las reuniones hasta la madrugada, todo encaminado a un fin mientras que el otoño llegaba al suyo.

María vio pasar los días de aquel invierno, contando cada vez más espacios entre la llegada de Raúl y la solitaria casita que resultaba muy grande para una persona. Al principio trató de refugiarse en la escuela, llegar lo más tarde posible, distraerse con los asuntos de los niños o con las pláticas de los compañeros, pero no podía desviarse de la realidad, la cada vez más inminente decadencia de su relación.

Una tarde como cualquier otra de febrero, mientras una leve lluvia sin fuerzas intentaba cubrir al sol, sintió que estaba repitiendo los pasos de su madre, quien pasó toda la vida esperando en casa a que alguien se apareciera, solo distraída por los balbuceos de los hijos, que en cuanto crecieron, se fueron dejándola sola con sus propias dudas y desesperanzas; entonces tuvo miedo, temor de que Raúl volara tan lejos y ella apenas se quedara mirando la estela que dejaba.

Ahora la comunidad se le figuraba como una mujer ambiciosa que se robaba el cariño de su pareja, sus atenciones, sus desvelos, incluso sus suspiros. ¿Qué derecho tenían esos “Pilares” para estar con Ruiz todo el día? ¿Acaso ellos no tenían otra cosa que hacer, una vida? Los tres eran ahora cuatro, Raúl no era más su pareja, era el líder de aquel ambicioso y descabellado proyecto, era solo una sombra que llegaba en la madrugada y se iba antes de salir el alba.

Se sintió desesperada y salió corriendo a la calle bajo una lluvia frágil, buscando algo sin forma, sin color ni textura: el amor que se supone estaba entre ambos.
Fue inútil buscar a Ruiz, nadie lo había visto y ella ya no sabía donde ir, ahora como su madre, estaba sola con sus pensamientos.

Cuando Raúl llegó en la madrugada de aquel día encontró una pequeña nota sobre la cama, pero tan cansado como estaba, no reparó en leerla antes de quedarse dormido. A la mañana siguiente lo primero que notó fue la ausencia de María, para después tratar de tranquilizarse y tomar la hoja de papel buscando alguna excusa, sin embargo aquel escrito no contenía excusas, solo palabras que hasta ese momento él ignoraba y que ahora era demasiado tarde para acallar:

Hoy tampoco me preguntaste en la mañana, hoy tampoco te acercaste a besar mis labios antes de irte, ni siquiera escuchaste mi historia de los niños nuevos, solo te oías a ti mismo, a Raúl Ruiz, “patrono de causas perdidas”; hoy como todos los días te fuiste físicamente, pero si hablara con la verdad, te diría que tu alma ya se había ido, que tu inquietud resultó más fuerte que cualquier amor por mí.
Yo no soy tu, yo no aspiro esas locuras, solo aspiro una vida tranquila, un beso en la boca al amanecer y alguna caricia nocturna; añoro enseñar, educar a los niños que son nuestros verdaderos patrimonios para el mundo, y encontrar la felicidad en las pequeñas cosas que tu desprecias a diario; ¿me llamarías mediocre? Yo creo que sí lo harías, todo aquel que no siga tus sueños lo es en tu concepción, pero todos los humanos somos universos en nosotros mismos, somos un fin, no un medio, cada uno tiene un planeta de percepciones y posibilidades en su mente y mi mundo, amado Raúl, no se acercará jamás al tuyo.
No me buscarás, pero si lo hicieras te diré algo, yo ya no te conozco más, de hecho nunca lo hice, por que de haberte conocido jamás me hubiera arriesgado a jugar el juego, a amar de esa manera tan entregada como tu lo haces, por que es verdad lo que te digo, tú amas, amas con fervor, entrega y pasión inigualable: amas a “la Comunidad” y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla y ahora lo sé.
Adiós amado Raúl Ruiz, ojalá en mi camino sencillo encuentre a alguien que aspire a la mitad de cosas a las que tú aspiras, pero se entregue a amar el doble de lo que tu lo hiciste.
Atte. MARIA DEL MAR

Ruiz supo que la condena estaba asignada desde entonces, “amas a "“la Comunidad”" y le serás fiel hasta que mueras, nadie más podría reemplazarla” y comprendiendo esto rompió para siempre con esa hoja de papel, al mismo tiempo que daba por terminada una parte de su vida.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Capítulo 8 Una propuesta rechazada

La noche caía sobre la Comunidad, y una luz blanquecina le daba un tono espectral a cada muro y cada espacio, sin embargo, los habitantes iban de un lado para otro finalizando sus actividades habituales, y su ritmo era tan idéntico al de siempre que por un momento a Raúl le pareció que la llegada de Lía solo había sido un sueño y que le esperaba una noche tranquila en su vivienda, claro, después de escuchar la propuesta que tendría que hacerle Mindell al Consejo de los Pilares en pleno.

Julia fue la primera en llegar a la estancia común, había tenido poco trabajo en la Clínica, cosa rara pues siendo la encargada de la salud de los trabajadores de las empresas, la consultoría y de los propios comunitarios, siempre tenía mucha afluencia de pacientes, que la visitaban ya fuera por resfriados comunes, hasta males extraños y difíciles de diagnosticar, como el caso del Emperador; a pesar del semi descanso laboral, había tenido una jornada llena de reflexiones y presentimientos poco comunes, a tal grado que sentía que su don estaba gritándole palabras incomprensibles pero apremiantes y esto la preocupaba bastante, era como si una manzana se hubiera ubicado en su garganta y le impidiera poder respirar bien, como si una espinita invisible se le hubiera clavado y fuera incapaz de quitársela, y todo a causa de lo que había dicho Ruiz a penas en la mañana y que le provocaba esa confusión.

Herson llegó después, y al contrario de Julia tenía una sonrisa notable y un brillo en los ojos que podía iluminar todo el recinto, jugaba con un pedazo de papel, al parecer una tarjeta, y se había olvidado de lo que iban a tratar más tarde, mientras que tarareaba alguna canción y hasta daba pequeños brincos muy curiosos, cosas que Julia notó de inmediato increpándolo desde luego por tanta felicidad, a lo que Valdés solo atinó a sonrojarse y reírse tímidamente.

Octavio se introdujo apesadumbradamente en la estancia común, su rostro estaba pálido y su camisa desabotonada y arrugada parecía como si un camión le hubiera pasado encima, lo que provocó la alarma de Herson y de Juli, sin embargo Grosso no quiso ahondar en detalles y se limitó a decir que no había sido su mejor día pero que todo estaba bien.

Por último Mindell y Ruiz llegaron juntos. Nuevamente el Emperador repasó con la vista a sus Pilares y se dio cuenta de cada expresión en sus rostros, no en balde eran sus apoyos, ya que los conocía muy bien y podía leer en sus rostros cada inquietud que tuvieran, por ejemplo, la mueca de intranquilidad de Julia, la sonrisa incontenible de Herson, la cara pálida y enferma de Grosso y la inmutable seriedad de Mindell que no era cosa nueva por supuesto, sin embargo sabía que tendría que platicar con cada uno, pero de manera separada, pues cada reacción merecía una explicación particular que solo sería compartida si el que la tuviese así lo deseaba, aunque antes de iniciar la reunión le preguntó a Octavio por su salud, a lo que éste haciendo cara de extrañado solo atinó a mencionar que estaba bien como siempre y que pasaran a lo importante.

Mindell articuló el proyector y puso en el varias diapositivas, dándole forma a sus intenciones y explicando detalladamente su plan: las acciones de las empresas que alimentaban a la comunidad podían aumentar su valor si se permitía que gente externa las adquiriera, que inversiones de empresas ya consolidadas la enriquecieran y de este modo las empresas se volverían más competitivas y más grandes, los tiempos eran propicios y este proyecto favorecería a todos; con más capacidad económica la infraestructura comunitaria estaría segura y en posibilidad de ampliarse, el sustento alimenticio también estaría garantizado por mucho más tiempo, y nuevos proyectos productivos podrían realizarse, con la posibilidad de aceptar muchos más miembros y abarcar otras áreas, llegando inclusive a poder aportar cantidades importantes al altruismo. Todo parecía ser un proyecto maravilloso, sin embargo el Emperador no quitaba su ceño de desconfianza, lo mismo que hacían Julia y Herson.

De pronto Raúl dijo:

- Lamento interrumpir, pero si permitimos diversificación de acciones por lo tanto hablaríamos de vender un porcentaje importante de las mismas y con estas dar derecho a voto y voz a los inversionistas para los movimientos de las empresas inclusive en cuanto a contrataciones y despidos, y en ese caso no podríamos seguir los Códigos de la Comunidad ni los lineamientos de nuestro manifiesto, puesto que en su generalidad los inversionistas solo buscan negocio y lucro y no les importan las reglas, mucho menos las de la Comunidad que buscan más que nada la solidaridad y la fraternidad, luego entonces tendríamos que convocar a consejo para elegir a cuales pueden y cuales no, invertir en la comunidad, lo que obviamente no sería atractivo para ningún mercantilista, lo que me lleva nuevamente a otra pregunta. ¿Es necesario Mindell? ¿Estamos haciendo agua o tenemos déficit de ganancias aquí? ¿No nos basta con lo que obtenemos para mantener la mansión? -Increpó seriamente Ruiz.
- Yo puedo contestar a eso con un enérgico “no” -dijo Valdés- tenemos infraestructura suficiente, convenios con abastecedoras y códigos que no lo permiten, quiero dejar en claro que esto no es solo un negocio y eso es nuestra base amigos…
- Sin embargo –interrumpió Grosso- dueños de muchas empresas externas antes me han hecho saber su inquietud por invertir en nosotros, y la idea tampoco es dejar un statu quo por siempre, por que conformarnos simplemente con esto si podemos asegurar más cosas para el futuro, si podemos expandernos más rápido si hacemos esto, además, nosotros tendremos el control, pondremos como regla un límite de porcentaje para que ellos no puedan hacer lo que se les de la gana, nosotros siempre seremos los líderes y de esa manera cumpliremos con el manifiesto, protegiéndonos por medio de esa limitante de porcentaje y por ende protegiendo a los comunitarios en general.
- Quiero entender –dijo Julia- que el problema que representaría esa inversión sería que los métodos agresivos e incluso ruines de muchas empresas contrastan con nuestras bases, y que muchos comunitarios podrían perder sus empleos o los regímenes de salarios con los que hasta ahora han podido subsistir honrosamente, entonces si este es el mayor reto, coincido con Herson y Raúl en cuanto a que no tenemos que correr ese riesgo innecesario, en todo caso ese crecimiento del que hablan Mindell y Octavio es viable en nuestra situación actual, solo que tardaría más tiempo…
- Pues la verdad es que no es mi plan adicionar lo que dijo Octavio- arguyó terminantemente Quintana- imponer una limitante en porcentajes ahuyentará a los inversionistas y no es necesario temer tanto a despidos ni salarios bajos, las empresas solo conservan a lo mejor de lo mejor en sus bancos laborales, y pagan sueldos competitivos, en relación con otras empresas, yo pienso que debemos arriesgarnos y obtendremos más, ya antes lo hicimos y salimos bien, somos capaces de enfrentar retos y ya lo demostraste en la gran crisis Raúl, les pido que lo mediten señores, es rentable, es seguro y es lo mejor para todos, se los aseguro- terminó Quintana dejando a todos meditabundos.

Raúl previó los hechos venideros con el plan de Quintana, primero un porcentaje limitado, luego uno ilimitado, luego venta total de empresas, luego abandono de comunitarios que en ellas trabajaban y la carga de dejarlos indefensos ante sus nuevos jefes, así que se determinó a no aprobar la propuesta y esperar el resultado de la elección de los demás confiando en que no olvidarían el fundamento de la Comunidad y que Quintana terminaría por entender esa realidad.

Las elecciones del consejo eran absolutas, y para evitar conflictos, después de exponer los argumentos y diversificar los puntos de vista los miembros iban a la parte posterior del auditorio y en un espacio privado votaban en hojas de papel que tenían las palabras lisas y llanas “si” y “no” además de una opción de “si condicional”, el cual en su caso, debería ser escrito con letra de molde, de manera tal que no se reconociera el emitente y por tanto no hubieran rencores o se evitaran lo más posible, así que en esa ocasión el Emperador conminó a votar y las cosas resultaron así: tres no, un sí condicional y un sí, lo que solo significaba una cosa la negativa total del proyecto, así que no teniendo más que tratar la reunión se disolvió y todos se retiraron a descansar.

Octavio por vez primera estaba preocupado, era una noche loca, el se quedaba en casa y su estómago le dolía mucho, además que lo que había dicho el médico le molestaba en sobremanera, ¿cómo se atrevía a insinuar que era alcohólico? La decisión del consejo no le preocupaba mucho, después de todo la negativa de Quintana a poner la limitante le había dejado desconfiado y creía que era lo mejor dejar las cosas así, al menos por el momento y mientras se sentía mejor de salud.

Julia se detuvo a mirar las estrellas camino a su casa, a pesar de sus presentimientos el Emperador se había portado firme y seguro ante la propuesta amenazante de Quintana y eso la tranquilizaba bastante, además que podría platicar con Ruiz posteriormente y así aclarar las dudas que sentía.

Herson estaba contento, esa noche se durmió con el pedazo de papel en las manos y con la promesa a si mismo de llamar al número de la tarjeta de Bareshka el día siguiente para ponerse de acuerdo del plan a seguir, lo que lo emocionaba como a un chiquillo y seguía apartando su mente de lo que el Emperador le había comentado a todos por la mañana.

Raúl caminó a prisa hacia su vivienda, había decidido enfrentarse a la imagen de Lía y estaba seguro de haber elegido correctamente ante la propuesta de Mindell y aunque le preocupaba un poco si él tendría alguna reacción negativa al respecto, confiaba en sus Pilares y en que las cosas estarían bien, apelando a la inteligencia y prudencia de todos; cuando llegó se dirigió a su habitación, pero Lía se hallaba profundamente dormida en su cama lo que le trajo una sensación incomprensible entre ternura y coraje que inmediatamente reprimió para irse a dormir al sofá, entre aliviado y decepcionado por coartar cualquier clase de dialogo entre ellos.

Todos parecían tranquilos, pero había alguien que no estaba así, Mindell en su habitación hacía una rabieta, sus puños apretados se veían tan rojos como la sangre y en su pensamiento estaba la firme disposición de que esa sería la última afrenta que le hiciera Raúl, de alguna manera acabaría con ese lastre y de entre su odio una pequeña ventana se abrió entre sus ojos, quizás la mujer que dormía plácidamente en la casa del Emperador, podría ser esa oportunidad que ya se estaba retrasando.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Capítulo 7 La ambición de Mindell

Mindell hablaba interminablemente, las ideas en la cabeza de Raúl seguían dispersas y se esforzaba por ponerle atención, sin embargo sabía que debía poner orden antes de que Lía afectara sus actividades y perdiera definitivamente el límite de la importancia que podía darle, sobre todo tan cerca de la toma de decisiones importantes como lo era precisamente la apertura de acciones, tema que continuaba explicando Quintana, quien al notar el gesto distraído de Ruiz prefirió dejar definitivamente el resto para la noche y cumplir con las tareas que había programadas.

Ambos abordaron el vehículo de Mindell y se dirigieron a una de las empresas de más reciente adquisición por parte de la Comunidad ,para coordinar a los empleados e implementar nuevos planes de trabajo, una agencia de viajes que habían rescatado de la quiebra por medio de la consultoría y que a través de la nueva estrategia del propio Quintana era ahora suya en la mayor parte, el movimiento era así, se investigaban empresas en franca decadencia y se ofrecían los servicios de “reorientación y de salvamento del negocio” sin coste aparente, pero con la condición de que si tenían éxito, una parte de las acciones de la misma pasaría a manos de la Comunidad, transacción con la cual ambas partes obtendrían ganancias, además de contar con la opción de que si llegaban a fracasar totalmente se le abrirían posibilidades al o los dueños de la empresa en cuestión de formar parte de las empresas de la Comunidad, lo que parecía un plan redondo para los empresarios desesperados y aunque al principio le pareció sumamente ventajoso a Ruiz, impuso una cantidad que le pareció benevolente de acciones que obtendrían en caso de éxito, de manera tal que a su forma de ver no se despojara a los fundadores de la empresa rescatada del capital que habían invertido inicialmente, hecho que aunque no le parecía al creador de la idea, aceptaba sin chistar.

Mindell trabajaba en una de las organizaciones a las que la Comunidad brindó asesoría multidisciplinaria y con su amplia visión de las finanzas pudo predecir que los puntos de oportunidad señalados por Ruiz y sus pilares eran precisamente los que debían ser atacados por los administradores del lugar donde trabajaba, siendo la razón por la que pudo tener esa certeza precisamente que él ya había propuesto los mismos sin ser tomado en cuenta.

Esa parecía la historia de su vida, siempre vagando de un lado a otro en busca de ese reconocimiento y confianza que le permitiera llevar a cabo sus ideas y conseguir sus objetivos económicos, pero sin éxito, siendo menospreciado y tachado de radical y de inepto inclusive, viendo como los años seguían pasando y él no podía desarrollarse profesionalmente, sino que se quedaba poco a poco rezagado en otra clase de empleos, puestos que él veía como de segunda categoría, lugares a los que estaba consignado por culpa de la visión tan fofa de cuasi líderes que vestidos en sus grandes trajes tenían miedo hasta de respirar sin permiso de los inversionistas, de los dueños, de personas que en su opulencia destilaban ignorancia, desconocimiento que se traducía en las muchas contrataciones y ascensos que veía tan a menudo y que no lo alcanzaban a él jamás.

Solo se trataba de arriesgarse, de tomar en una mano lo que se tenía y en la otra lo que se deseaba y sin detenerse a ponderar de más, aventarse al ruedo de lo desconocido para probarse a él mismo, para demostrar y demostrarse que la capacidad que guardaba era suficiente y bastante para atrapar al mundo y hacerlo suyo, para ver como la vida se convertía en arcilla entre sus dedos, en masa para modelarla como él lo imaginaba. Entonces su ambición lo era todo, el motor, el medio, el elemento; el motor para impulsarlo a la cima, el medio para llegar hasta lo que anhelaba, el elemento en que se movería y del que viviría hasta no ver conseguidos sus objetivos, no necesitaba canalizarla sino que explotarla, aceptarla como una condición inherente a él y transformarla en herramienta para su propio beneficio, pero la ambición podía ser traicionera, podía incluso dominarlo a él y volverlo en su esclavo, sin embargo se repetía que él podía ser su único dueño, su único jefe y con esta afirmación aguantaba, esperando una oportunidad, leyendo entre las líneas de los días y de los rostros, pendiente de lo que podría ser su momento, su gloria.

Por eso Raúl Ruiz, con fama de haber creado algo nuevo y diferente al que llamaba la Comunidad, de aceptar propuestas nuevas, de creer en la gente y de ser prolífico en los negocios, le pareció la respuesta del destino que se alargaba tanto en llegar, la escalera a su propio desarrollo, la manera de explotar su ambición y ver hasta donde podía llegar con ella, y entonces se arriesgó, renunció a su empleo y tomó en una mano todo lo que los ahorros le habían redituado en su vida, que aún siendo poco eran lo que tenía y en la otra sus anhelos y la firme convicción de sí mismo, esperó fuera del edificio de la Consultoría de la Comunidad hasta que Raúl saliera, encaró al Emperador y dijo:

- No lo desgastaré con elogios ni con presentaciones largas, tampoco llenaré formularios ni iré a citas con trabajadoras sociales, no me vestiré de azul para proyectar buena imagen y dinamismo, ni mentiré acerca de mis muchos logros curriculares, tampoco aceptaré empleos bajos para ir ascendiendo lentamente, ni me sentaré en casa a esperar una llamada que quizás nunca vendrá, pero lo que si haré será llevar sus empresas más lejos de lo que usted piensa, le presentaré proyectos y planes que jamás imaginó, complementaré su equipo con mis conocimientos y le daré el capital que traigo aquí para demostrar mi seriedad.


- ¿Y qué pretendes a cambio de tantas bondades?- Respondió el Emperador con un brillo gris profundo en la mirada

- Ser su socio, su “Pilar” como los llama Usted, tener esa oportunidad para demostrar mi valía y si fallo, irme dejándole el capital que ahora le quiero entregar- contestó Mindell con tanto aplomo que se sorprendía así mismo.

- No basta ser un genio en su ramo para ser un pilar, ni es algo primordial tampoco, no basta llevar el negocio a límites insospechados, ni presentar innovaciones diariamente, para ser un pilar se necesita creer, creer en la Comunidad, creer en su gente, aprender de ella, identificarse con ella, crear ese lazo único que lo vuelva indispensable señor, y esas cualidades no se si usted las tenga o las pueda desarrollar.

- Aprenderé entonces, creeré en la Comunidad, puesto que será ella en lo que trabaje y el lugar en donde me desarrolle, creeré en su gente, pues esa gente será mi equipo también y ellos cooperarán para llegar a la cima, me identificaré con ella por que será mi objetivo materializado y aunque no se a que se refiere con “lazo único”, le diré que le seré leal, y la lealtad es indispensable en cualquier lazo y en cualquier unión.

- Entonces no me queda más que observar como lo hace, pero yo no soy pleno en las decisiones, los Pilares también le pondrán a prueba y sepa que nuestra prioridad no son las ganancias sino la propia Comunidad y lo que significa para cada uno de nosotros, siento en usted una ambición grande que se desprende de su voz, de su gesto y de sus palabras, un coraje que lo mismo podría beneficiar que perjudicar, así que aunque suene rudo de mi parte le diré que aún si logra todo lo que dice, si no consigue los requisitos que le mencioné, yo veré por mi gente y solamente le daré las gracias- dijo Ruiz en un tono frío que a Quintana le pareció un reflejo de sus ojos casi grises convertido en palabras.

- De acuerdo señor, yo también le diré algo, podría irme de aquí, suponiendo que es igual que otros que me han puesto a prueba y han terminado dándome lugares insignificantes, pero no lo haré por que creo en usted y adivino que es diferente; créame, en eso de adivinar pocas veces me equivoco- Finalizó Quintana con un gesto de seguridad que parecía llenar todo ese escenario.

Esa fue la primera y única vez que Raúl lo vio tan decidido, tan valiente, incluso tan violento, después y poco a poco Mindell dejó esa fiereza para mostrar una seriedad sin límites que rayaba en una expresión taciturna, cosa que Ruiz apreciaba pues sabía que él hacía eso para lograr cumplir los requisitos que le había impuesto, tenía la certeza de que Quintana con esa ambición inmensa luchaba diariamente por conservar el gesto de tranquilidad, seriedad y respeto con él y los pilares y se desahogaba en las finanzas, en los negocios, donde demostraba su propia naturaleza y su genialidad; por eso cuando el Consejo lo nombró Pilar, el Emperador estaba muy satisfecho de ese cambio de actitud y dio por sentado que había logrado canalizar positivamente esa ambición y que podría ser el método que por fin lo identificara plenamente con el proyecto, así que le depositó su confianza y estimación como antes lo había hecho con los otros Pilares.

Sin embargo Mindell Quintana no podía dejar de sentir que Ruiz lo limitaba, él era el hechicero de las finanzas que había elevado tanto a las empresas de la Comunidad y había ayudado a salir de la “gran crisis” a la misma, y no obstante eso, el Emperador seguía imponiendo criterios que disminuían las ganancias, que resultaban proteccionistas para terceros y que en general restaban sus méritos, todo con base en los “fundamentos de la Comunidad”, en el Manifiesto del Consejo y en el consenso de los demás Pilares, cosas que si bien al principio quería comprender, ahora le parecían insoportables, pues le hacían sentir de nuevo subestimado, menospreciado y no le permitían alcanzar del todo sus pretensiones; pese a todo, él seguía con su actitud de siempre, serio, callado, taciturno y respetando expresamente los designios de Raúl Ruiz.

El día y la visita a la agencia de viajes transcurrieron sin novedad alguna, Raúl pidió a Mindell que volvieran a la Comunidad para alistarse para la reunión nocturna, y durante el camino, mientras que Mindell conducía tranquilamente y Raúl observaba las calles por la ventanilla del copiloto, sus mentes divagaban en vertientes muy distintas; Ruiz, ya libre de compromisos laborales por ese día, se permitía pensar solo un poco en la llegada de Lía, mientras que Quintana pensaba en que nuevamente debía esperar, estar muy atento y quieto hasta vislumbrar esa escalera, esa llave que en esta ocasión le permitiría superar la limitante en su camino, aquello que sentía no le permitía cumplir sus ambiciones: el Emperador.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Capítulo 6 La rebeldía de Octavio

El aire helado en el rostro, una canción estruendosa y un deportivo rugiendo por las calles, mientras que en su mente la perfecta planeación del día, una repetición de todos los días desde que se hacía cargo de las relaciones públicas de la Comunidad; Grosso armónicamente veía pasar por su imaginación la jornada que le esperaba, llegar a un gran edificio, observar sutilmente el lujo de la recepción y trazar un guiño para la recepcionista, rápidamente anunciarse y al mismo tiempo calcular la fortuna de la empresa en que se encontraba y hasta el físico del gerente, escoger las palabras precisas y buscar en las primeras frases de su interlocutor el punto flaco que debía atacar para convencerlo de que la Consultoría que Ruiz comandaba y que tanto éxito tenía con las empresas de la Comunidad, era la llave indicada para el superamiento y el mayor lucro de la de su interlocutor , bromear solo un poco de ser necesario, buscar una nueva reunión en algún otro sitio si el potencial cliente se ponía difícil, elogiar de una manera tan sutil que lo mismo podría estar insultando al gerente y éste no se daría cuenta, cuidar su expresión corporal y al final salir bien librado, nunca con menos que una promesa real de estudiar el servicio que ahí le presentaba, después bajar por el elevador y revisar su apariencia, secar algún molesto vestigio de sudor o algo parecido, volver a la recepción con algún comentario gracioso y si la señorita que ahí laboraba valía la pena regresar nuevamente con una excusa más o menos convincente obteniendo nunca menos que una promesa real de salir a festejar el triunfo logrado. Posteriormente conducir hasta el “cuartel general” tomar solo algunas copas en su oficina para relajarse, para adelantar el festejo, para calmar el ansia; hacerse cargo de los subalternos, coquetear un poco con alguna mujer si es posible, reunirse en consejo si no se suspendía por alguna ausencia del Emperador y puntualmente a las ocho de la noche salir a uno de los mejores lugares a beber y reunirse con la nueva conquista, o en su defecto con alguna de las anteriores que como él disfrutara eso, la dulce sensación de ser aún joven, cumplir bien con el trabajo y embriagarse en una fiesta diaria que a nadie podía hacer daño, y de ese modo no preocuparse, no meditar innecesariamente.

Cual si fuera una premonición todo lo que había maquinado pasaba puntualmente, solo un detalle diferente, una pequeña cosquilla en el abdomen, nada para preocuparse se repetía constantemente, solo un mínimo achaque que no estaba dispuesto a aceptar e ignoraría por el resto del tiempo que le durara. Al terminar su trabajo en la empresa a la que acudió, montó a su deportivo y como seguía sintiendo ese minúsculo pero constante malestar decidió que no tenía deseos de ir a las oficinas de la consultoría, que era, simultáneamente con las empresas, una de las bases económicas de la comunidad y el lugar donde Grosso se encontraría la mayor parte de su tiempo si no fuera por que le llamaban el pilar errante, pues tenía que ir por ahí consiguiendo clientes, atendiendo inquietudes de los que ya tenían y vigilando en general a los encargados de las relaciones públicas en las demás empresas de la Comunidad.

Octavio no se caracterizaba por su férrea disciplina, sino por el contrario, había sido amonestado por el consejo y por el propio Raúl Ruiz por haberse comprado el automóvil en que ahora viajaba, pues era un lujo muy innecesario que salía del concepto de los pilares y en general podía llegar a ofender a los comunitarios, sin embargo él aceptó la amonestación, se quedó sin un mes de sueldo, pero se salió con la suya y se compró su juguete; también en otras ocasiones había hecho rabiar al Emperador con su actitud rebelde y lo había metido en aprietos, pero no había llegado a límites peligrosos, por lo tanto, y sabedor de su importancia como Pilar, seguía cumpliéndose sus caprichos y ese día en especial decidió que se tomaría un descanso del resto de su jornada, no para atender ese cosquilleo, sino para olvidarse de él en alguno de sus restaurantes bares favoritos y prepararse para salir en la noche con una de sus amistades.

Una vez decidido se dirigió al bar Recess, uno de sus preferidos, donde además de las mejores bebidas, servían exquisitas viandas para acompañar y en donde trabajaba una de sus amigas como mesera, Liliana Lara, quien para él resultaba la perfecta opción cuando había un tiempo libre y no era requerido por Ruiz para alguno de sus encargos, por lo que se instaló en el lugar y se puso a curiosear con la vista mientras era atendido; el incidente de la mañana no le preocupaba, después de todo el Emperador ya era bastante grandecito para hacer lo que él quisiera de su vida privada, y a él le molestaba el hecho de que el consejo también tuviera que enterarse de la intimidad de las personas, así que prefirió no involucrarse en el asunto, aunque en el fondo sentía curiosidad por la mujer que se hospedaba en la casa de Ruiz, ya que conocía poco de los gustos del Emperador y esto le llamaba la atención. A pesar de aceptar su estatus como pilar, permanecía reacio para tomar a Raúl Ruiz como su líder, le decía Emperador como los otros, pero él lo hacía con un dejo de sarcasmo, le gustaba pensar que trabajaba con él y no para él, y que después de todo ese era el Concepto de Comunidad, es decir que no hubieran jefes absolutos; pese a su actitud respetaba a Raúl por varias cosas, entre ellas por su entrega para realizar el proyecto de la Comunidad y su valor en los momentos importantes, y no podía evitar sentir aún más respeto por él cuando la mirada gris de éste se le posaba encima y entonces creía por un momento que Ruiz era distinto a los demás por algo que no se podía explicar, sin embargo se había hecho la promesa de no demostrar demasiado ese respeto, por que le gustaba conservar su imagen de rebelde, de oveja negra de la Comunidad.

Liliana llegó a su mesa, llevaba cola de caballo que le llegaba casi hasta la cintura y vestía el uniforme del lugar consistente en una blusa blanca escotada y una minifalda negra que dejaba ver sus largas piernas que eran uno de los detalles físicos de ella que le agradaban a Octavio, mismo que aunado a su tez morena y sus ojos verdes la dotaba de una belleza un tanto exótica y especial para el pilar errante que era la causa de que él volviera y volviera a ese lugar.

Filtreó con ella y le pidió un vodka, mientras que la cosquilla se había transformado en una especie de toque eléctrico que ya le abarcaba la mitad del abdomen y comenzaba a preocuparlo; pese a eso bebió su vodka y encendió un cigarrillo pensando que la edad y la salud no tenían por que molestarlo aún y que el mejor remedio sería conseguir que Liliana saliera esa noche con él, procurando que no se cambiara esa falda y esperando que se suspendiese la reunión del Consejo nocturna por alguna razón, cuando de pronto el toque eléctrico se volvió en calambre y junto con ese dolor intenso una bocanada breve de sangre interrumpió sus pensamientos y le privó del sentido.

Cuando despertó se encontraba en un cuarto de hospital, tenía suero en los brazos y Liliana lloraba calladamente en un sillón junto a su cama, al verlo ella se le abalanzó en un abrazo y le repitió muchas veces lo feliz que estaba de que estuviera bien, cuando un médico entró el lugar e interrumpió a Liliana.

- Señor Octavio, ¿Cómo se siente?
- Me duele todo el cuerpo, estoy mareado, no me siento muy bien ¿Qué pasó doctor? -le dijo Grosso con un tono balbuceante.
- Tuvo un aviso señor, una úlcera provocada posiblemente por exceso de alcohol, estrés o ambos, pero además de eso, le hecho análisis y su hígado no esta muy bien, dígame señor ¿Cuántas veces a la semana bebe? –le increpó el médico con una mirada que revelaba que sabía la respuesta.
- Tres o cuatro veces- dijo Octavio aún con voz entrecortada- pero nunca antes me sentí mal… tan mal-remató mientras sentía la mirada inquisitiva del médico
- La señorita Lara lo ha cuidado bien, a penas lleva usted cinco horas inconsciente, pero debo advertirle que debe atenderse, estos cuadros se pueden repetir constantemente si no lo hace, pero además de eso no solo debe atender su estómago e hígado, le dejaré un folleto, solo revíselo, píenselo y si así lo decide llame

El doctor le dio a Liliana el folleto y salió del cuarto, era de una clínica para alcohólicos y contenía un test para darse una idea de si se tenía esa enfermedad, al verlo Liliana volvió la mirada y Octavio enrojeció de ira y con las pocas fuerzas que tenía dijo

- Que me quiten estos cables, quiero largarme de este lugar

lunes, 3 de noviembre de 2008

Capítulo 5 La amistad de Herson

Herson y Octavio se dirigían también a diversos lugares después de la reunión matutina, a pesar de sus claras diferencias ambos se llevaban bien, pero esa mañana los comentarios de Raúl los habían dejado pensativos y ambos iban serios hacia el estacionamiento.

Al llegar a sus vehículos los dos se despidieron y Herson se dirigió a una de las empresas que alimentaban la Comunidad, tenía que ver al Jefe de Personal quien le había indicado que ya estaban listas las audiciones para los grupos que llevarían a cabo una presentación musical para el décimo aniversario de dicha compañía.

A Herson esa empresa le traía gratos recuerdos, pues había sido la primera que habían logrado abrir cuando aún eran solo tres pilares y Raúl y representaba todo un logro, en especial por que se dedicaban a vender alimentos como salsas y especias, en un principio hechas artesanalmente, con recetas que todos ellos habían ido recolectando de familiares y amigos y por ende era el espíritu más puro de esa unión, un trabajo en equipo que tenía un montón de sueños envasados en botellitas de vidrio.

Ya entrado en añoranzas, todavía recordaba el día en que conoció a Ruiz, ambos asistían a la misma preparatoria y él iba caminando por las jardineras que estaban enfrente de los edificios, extensiones de césped y algunos árboles con el encanto de ofrecer plácidas horas de unión con la naturaleza y lecciones de anatomía para los más aventurados, pasando por exploración y recolección de insectos y simples siestas estudiantiles de alguno que otro asesino de clases, cuando de repente vio a un joven con los ojos casi grises observando fijamente a la nada, aprovechando la sombra de un pino y con una montaña en miniatura de medicinas y libros a su lado, cosa que le pareció llamativa pues a su edad no había visto a personas que necesitasen tantísimos medicamentos, así que satisfaciendo su curiosidad se acerco a él para interrogarlo.

- Hola, todos esos medicamentos son tuyos o quieres abrir una farmacia- le dijo Valdés en tono juguetón
- Afortunadamente no preguntaste si acababa de atracar una de esas – le dijo Ruiz más serio- sí son mías, son pequeños placebos para una enfermedad que desconocen, pero alégrate no se contagiosa por burlarte de mí.
- ¡Vaya! No hay necesidad de ser agresivo, solo es curiosidad amigo, soy Herson, tu como te llamas- le dijo Valdés tratando de conciliar.
- Me llamo Raúl – le dijo secamente Ruiz
- Raúl, quizás entonces me digas como es eso de que n sabes que tienes, ya has visto a varios médicos me imagino.
- Sí, pero igual no atinan, hay cosas que aún no están escritas ni descubiertas, y de vez en vez a alguien le toca ser precisamente el parteaguas para que alguien más las patente y les ponga nombres. Te preguntaría por que tu curiosidad, pero no le veo el caso, en vez de eso te pregunto, ¿has pensado en tu muerte Herson?
- Ehr… ¿a qué debo esa pregunta?
- Hoy en la mañana fui al hospital y vi a un joven como de mi edad entrar ahí de pie y salir cubierto con una sábana, y me pregunté que le habría pasado, unas personas que también se percataron dijeron que vivía en la calle y que unos vagos lo habían golpeado en la cabeza para quitarle algo de comida. ¿Te imaginas Herson? Morir por algo de comida, después de haber vivido en la calle, de ser miserable, de ser tan joven, ¿crees que su muerte sirva de algo? O solo se perderá en la nada, en el tiempo que sigue y sigue sin importar cuantos mueran, cuantos sean pobres, cuanta violencia y cuanta desazón haya y siga habiendo aquí, ¿tu que crees?
Herson se quedó mudo y solo atinó a llevarse las manos al rostro, mientras que Ruiz continuó.
- En todo caso no será en vano, por que yo me di cuenta, y quizás yo mismo no sepa como hacerlo, o me tachen de un niño jugando a pensar diferente, pero igual me di cuenta y no lo dejaré así… No se ni por que te digo esto, probablemente solo querías jugar un rato y ya te fastidié el día, pero velo por el lado amable, al menos te he dado que pensar. Mira estos son un montón de libros que alguien escribió hace muchos años- dijo Raúl señalando el montón de publicaciones- a mi me gustan por que son mágicos, los que los hicieron fueron capaces de crear un mundo, una realidad, su realidad que es distinta a lo que nosotros vemos y en algunos casos sus ideas trascendieron en los demás y dejaron huellas aún después de su muerte, eso me gustaría, pero aún no se como, pienso que ya lo sabré…
- ¿Y no le tienes miedo a tu enfermedad?- interrumpió súbitamente Valdés-¿ No te preocupa que te pase lo mismo que al muchacho que dices de un momento a otro y no puedas hacer nada de lo que dices?
- Aprendí a admitir mi situación y mi enfermedad, me quejé mucho tiempo para lograrlo, maldije y me cerré a todo, pero a fin de cuentas yo estoy aquí y ese joven no, y mientras siga aquí, no quiero vivir de prisa, sino bien y para mi vivir bien es precisamente lograr eso que te digo, no perderme únicamente en lo que comúnmente se dice que hacemos los de nuestra edad, puede ser que eso sea lo que me mantenga con ánimos para seguir- le contesto Ruiz con un brillo en esa mirada gris, que aunque por corto tiempo llamó la atención de Herson.
- Así que es eso, bueno, mientras tengas esa meta y ese montón de libros seguro que lograrás algo, solo procura no ser tan agresivo con la gente, no todos vamos a molestarte, señor seriecito- le dijo Herson con una sonrisa que invitaba a reír que aunada a sus ojos casi miel y sus cabellos alborotados daban una imagen entre lisonjería y confianza que extrañamente hicieron soltar una carcajada a Raúl. Pero no una carcajada de burla, sino una de fraternidad que nunca había sentido y que contagió a Valdés de una forma casi mágica.

Desde entonces Herson lo había acompañado, pues sus ideales eran muy parecidos, él también disgustaba de ver las injusticias, el hambre y la indiferencia, pero difiriendo de Ruiz, él se pasaba los días soñando y pensando profundamente; desde niño siempre se inventaba historias fantásticas y a veces cuentos tristes, todos ellos donde él era el protagonista y emprendía épicas acciones para salvar el día, o a sus padres que siempre estaban trabajando y pocas veces tenían tiempo para él.

Apreciaba mucho la amistad y siempre trataba de hacer las cosas de la manera más correcta que pudiera.

En el amor, a pesar de haber tenido muchas parejas desde su adolescencia, él esperaba a la adecuada, a una que lo hiciera sentir enamorado solo con verla, que fuera a la vez inteligente y tierna, que pudiera rebatir todo lo que él dijera, pero también apoyarlo en los momentos duros, una mujer bella más que físicamente en los aspectos de su ser no visibles. Y aunque esa mujer tardaba en llegar, él se ocupaba de la Comunidad, de su trabajo, de sus amigos y esperaba pacientemente su momento, personalidad que lo hacía muy carismático y a vista de todos, mucho más accesible y “humano” que el Emperador.

Al llegar a la empresa notó que muchos grupos habían llegado respondiendo la solicitud y se preguntó cual de ellos sería mejor elegir así que sentándose pacientemente con el Director del Personal vio uno por uno, hasta que de repente una visión apareció frente a sus ojos, era una mujer vestida de manera poco común, una blusa bordada con motivos autóctonos, una falda larga y sandalias, dos pequeñas trenzas que brillaban como un pequeño sol, donde su cabello rubio se dejaba caer como un caudal caprichoso, tez blanca y los labios más rojos y bonitos que hubiese visto junto con unos ojos miel que dejaban muy atrás al color de los suyos propios, pero todo esto contrastaba con el aspecto de las demás personas que estaban en ese lugar tocando música popular, así que le llamó para preguntarle con quien venía y que música tocaba.

-Oye - le llamó él asombrándose de lo nervioso que se había puesto ante la muchacha- ¿vienes a la audición?, ¿cuál es tu banda?, ¿qué tocas?- le preguntó rápidamente mientras hacía un esfuerzo por que la voz no le temblara.
-Yo no pertenezco a ninguna banda, quiero ver al encargado del lugar- le dijo ella en un tono más serio.
-Pues aquí lo tiene, soy Herson Valdés y soy el administrador de esta empresa- le dijo él algo más seguro que en un principio.
-¡Disculpe!- le dijo ella sonrojándose- no pensé que usted fuera, no parece… perdone, no es que no se vea… yo solo…- contestó ella poniendo aún más rubor en sus mejillas, cosa que le provocó mucha ternura a Valdés.
-No se preocupe señorita dígame que se le ofrece- le dijo él, pensando que después de todo su aspecto algo desaliñado quizás no fuere inconveniente en todos los casos.
- Quiero ofrecer mis servicios, yo soy artista plástica y como se que tienen una gran presentación, yo podría pintar algo para su escenario o hacer algún modelo…

Valdés se quedó pensativo, su carrera había sido muy próspera entre otras cosas por cuidar finamente los gastos que se realizaban y ese seguro sería un gasto excesivo, sin embargo, era el décimo aniversario de su primera empresa y no quería reparar en eso, por otro lado no podía dejar pasar desapercibido que sería la perfecta ocasión para llegar a conocer a aquella muchacha y no se le hizo insano solo intentarlo como una cosa curiosa, así que le dijo a ella que le interesaba la idea y que lo discutirían después de las audiciones si quería, ella accedió y entonces él le preguntó su nombre.

-Ah no se lo he dicho- dijo ella- soy Bareshka Bazzel.