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viernes, 24 de diciembre de 2010

Adieu - Cowboy Bebop

Brevedad

La felicidad es solo el conjunto de hermosos pero breves instantes, es imposible ser feliz por siempre, pero como quisiera disfrutar a plenitud los momentos que me regalas con tu mirada y tus labios.

Sin embargo, se que no podrá durar para siempre, la naturaleza del amor es ser efímera, como efímera es la vida de las rosas que te ofrendo cotidianamente, como corto es el instante en que por fin nos conectamos después de tantas discusiones y malos entendidos, como pequeños son los tiempos en los que no hay más obstáculos por librar.

Quizás mis letras también desaparezcan, tal vez llegue el momento en que te causen hastío, aburrimiento, tedio; a lo mejor hasta mis labios llegan a cansarte, por que si la vida misma se va, nuestro sentimiento no podría ser eterno; pero me gusta consolarme en tus brazos y sentir que puedo expandir el brevísimo instante en que me fundo al calor de tu cuerpo y de ese modo, aunque sea también una bana brevedad, alejo al miedo que amenaza con atraparme entre sus redes.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Hermano II

Nos quedamos callados y el silencio se hizo eterno, incómodo, bestial, como si tratara de devorar los sollozos que no derramamos por pudor, por "hombría" por pura compasión; entonces repetiste "tengo miedo" y yo entendí lo equivocado que estaba al haberte dejado de lado, persiguiendo como siempre sueños de opio no correspondidos, pero ese sangriento atardecer que no dejaba de poseer el momento acalló mis fallos y solo continuamos viendo pasar el tiempo.


Pienso mucho en si podrás darme otra oportunidad para poder apoyarte en estos tiempos de incertidumbre, quisiera que creyeras en mi cuando te digo que siempre serás mi hermano, pero las acciones dicen más que las palabras y perdido como me encuentro, estafado, engañado por mi propia estupidez nuevamente, no se si yo mismo pudiera creer en mis lineas.

Hermano

"Sentir dolor solo puede ser una señal de seguir con vida", escuché mientras las luces se hacían borrosas y los rostros difusos por mis lágrimas, quizás nadie en realidad hablaba, quizás solo varias personas mudas de indiferencia pasaban por aquel pasillo pintado de blanco triste y derruido de  aquél hospital que incolume veía pasar gritos, risas y hasta muecas que simulaban gestos amables.

Por la ventana que se asomaba al final de ese pasillo, mis lágrimas se ocultaban de tu rostro y a la vez me impedían ver el paisaje que tú me mostrabas cansadamente, pero lo más difícil era no dejarlas caer en tu presencia para no lastimarte aún más.

Siempre fuiste mi ejemplo a seguir, el tipo que no se cansaba nunca y que podía correr mil aventuras conmigo infundiéndome las fuerzas que a mí me faltaban, el sujeto que siempre tenía el comentario mordaz, la sonrisa franca, la exageración superflua, el chiste nuevo o simplemente la mirada sincera para seguir adelante, ahora tratas de ahogar tus propias lágrimas que también me quieres ocultar para no causarme más remordimiento.

¿Acaso vivimos nuestras vidas de un solo golpe? preguntaste, y yo solo pude hacer una reflexión para mis adentros: en qué momento nos hicimos así de viejos, como para estar los dos lastimados en ese hospital tan conocido, tu interno y yo de visita, cuando lo normal en el statu quo de nuestras historias era que tu fueras a verme en uno de mis ficticios achaques.

Sin embargo aún somos tan jóvenes, aún conservamos la ilusión de hacer nuestros proyectos realidad y así no dejarnos devorar por la vorágine del conformismo y de la vida barata de la comodidad, pero, alrededor de este paisaje desolado y desolador, todas esas metas parecen cual menos inalcanzables.

De pronto rompes el silencio tan incómodo que acalla nuestro mutuo malestar, y me dices a quemaropa "tengo miedo", y yo comprendo que jamás te vi asustado antes, entonces me doy vuelta a la ventana como queriendo escapar a ese paisaje de la ciudad, que momentos antes me has dicho que te parece ver tan cerca, con sus torres y su esmog, con su gente y sus insultos, con sus devenires y sus historias y sin embargo ahora esta tan lejos de tí; y así como así, fingiendo o tal vez solo viendo pasar las horas, llega para cobijar las palabras no dichas el rojo atardecer...

sábado, 6 de noviembre de 2010

Siguiendo con la historia

- Quizás hoy debiera publicar el nuevo capítulo- pensé para mis adentros al llegar a casa; pero la verdad es que no hay mucho nuevo que publicar, tengo tanto trabajo por hacer, que las letras parecen negarse a salir, de no ser por formulismos legales y posiciones escritas para el asunto nuevo que litigo, creo que he llegado a un momento de revaluación de mis textos, ya no pueden ir en el mismo sentido que antes, ahora no hay más incertidumbre y dudas, que las propias que suponen la decisión que he tomado. Pronto habrá que dejar de lado estos pasatiempos, y quizás no haya más tiempo para estas letras desordenadas, solo y tan solo para el más grande proyecto de mi vida que estará por comenzar. Pero mientras el tiempo llega, y con él las obligaciones propias del hombre que supuestamente ha madurado, escribiré otras líneas que quizas lleguen de una u otra forma al descenlace de mi novela inconclusa en este blog.  Si es que hay alguien del otro lado, agradezco la lectura y la atención brindada, y si ya no lo hay, solo espero no fallarme a mí mismo al escribir lo que ha de faltar.

Cimientos de la Comunidad a 7 de noviembre del 2010
Y sin embargo me muevo... una sensación extraña en mi pecho ronda constantemente, será acaso un vacío anormal, o es algo más. Quizás sea una duda inconfesable, una oración no dicha, una mirada guardada o un grito oculto entre las voces del silencio; como sea, hay algo hoy en mi pecho que no quiere salir, parece como si existieran nuevamente dos yos en mí mismo, como si aquella otra presencia quisiera volver a ocupar el espacio que un día dejó creyendo que era para siempre. "Para siempre" vaya con esas dos palabras tan más ambiguas, vaya noche fría que no quiere terminar, vaya imagen que se niega a irse, vaya cosas tan ridículas que pasan por mi mente... Y sin embargo me muevo...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El mundo es un círculo interminable donde los extremos se tocan, por eso algunos pueden percibir el parecido entre la muerte y el nacimiento.

La experiencia es un cuento contado miles de veces, el amor una ilusión beligerante que nos hace idiotas, cada palabra ya ha sido dicha, cada mirada es una repetición, no es fácil encontrar algo que nos engañe pareciéndonos nuevo.

¿Quién soy para buscar la sublimidad?

Acaso existe...

martes, 31 de agosto de 2010

Una pregunta ronda por mi pensamiento, en el cielo una moneda sigue girando, estoy harto de creer en destinos y causalidades, es ahora cuando la decisión que tome me de una vereda nueva o repita las inclemencias del camino. ¿Volveré a cantar Miss Carrusel o será Llegarás la que pronuncie estos días?

lunes, 30 de agosto de 2010

Carta a Raúl Ruiz, un hombre de sueños de opio

No quiero imaginar lo que debes sentir en este momento, quizás yo tenga ese efecto siempre, no lo se, pero las personas que me conocen terminan despreciándome tarde o temprano; hubo un tiempo en que eso me molestaba, me sentía indignada de que la gente a la que le abría un espacio en mi vida resultara ser completamente incapaz de entenderme y se alejaran dejándome sola y frustrada, por eso es que ahora tomo la iniciativa y me largo antes de que se vayan, así no hay dolor ni decepción.




No se ni me importa si ese sería también tu caso en un momento dado, y ahora en la lejanía y la bendita impunidad puedo hacerte una confesión importante. Tú fuiste distinto, no escapé de ti por que lo merecieras, ni anticipándome a un futuro incierto, me fui por que no somos compatibles, tú no te ubicas en la realidad, siempre aspiras a cosas ridículamente imposibles, y después cuando te topas con el muro de acero que es la realidad, te deprimes patéticamente; eso me da mucha pena de ti, porque no has crecido y sigues dedicándote a soñar demasiado, si alguna vez logras comprender lo que eres y el límite de tus alcances, entonces dejarás de estar traumado esperando metas de opio que lleguen del cielo o de los perdedores que te rodean.



Me dio risa cuando hicieron su primera reunión, tantas ilusiones juntas y ninguna posibilidad, solo palabras huecas pretendiendo ser ideales, solo balbuceos infantiles y ninguna opción concreta, todo un espectáculo destinado al fracaso, entonces, justo entonces, me di cuenta de la gran diferencia entre tú y yo, pues yo sí que conozco mis posibilidades, y no desperdicio mi tiempo en caridades altruistas y estúpidas, yo puedo utilizar lo que tengo para ganar lo que tú no tienes ni tendrás, usaré mi cuerpo, mi labia y mi inteligencia para hacerme rica, ganaré mucho dinero y tendré lo que se me antoje, y cada oportunidad escaparé para no dejar huellas, para no atarme, para seguir siendo una diosa viento, como tu divertidamente me llamabas, compraré mi libertad en cada aparador, y no habrá más sufrimiento.



Sin embargo para empezar mi nueva vida necesito un poco de tu ayuda, tomaré lo que tienes ahorrado, y que solo se iría por la coladera en tus manos, yo lo haré multiplicarse y ser la base de mis aspiraciones, así que supongo que debo agradecerte, por que después de todo en algo ayudarás a mi viaje y algunas cosas he aprendido de ti o más bien de como no ser como tú.



Solo resta despedirme Raúl, procura que el odio que nazca de estas líneas te ayude a situarte en tu realidad, en la que siempre serás un pobre diablo fracasado, pero vamos, hasta los de tu tipo tienen oportunidad de encontrar la felicidad...



P.D. Anticipándome a la pregunta que debe estar corriendo por tu mente te responderé. Sí, alguna vez te quise, como se quiere a un instrumento que te sirve para conseguir algo que realmente deseas.



Hasta nunca Raúl Ruiz.

sábado, 28 de agosto de 2010

Carta a Lía, una mujer de tres letras

Cuando la noche avanza y mi soledad se recrudece, sólo mis recuerdos tristes me hacen compañía y no puedo evitar que miles de instantes se reflejen ante los ojos de mi memoria, en la que recuerdo incesantemente tus miradas, tus palabras, tus gestos y hasta esos infantiles desplantes que tanto te alababa y que ahora me hacen sentir nostálgico; entonces reprimo a mi corazón y busco que la ira me domine, pues quizás si eso sucede el sentimiento ambiguo que se niega a morir en mi interior, sea superado por el resentimiento.




Lía es solo un nombre de tres letras, pero esas tres letras guardan un profundo significado para mí, son expresión de un dolor agudo que no termina por definirse, son, o más bien, deberían ser el conjunto más detestado por mí. Entonces ¿Por qué aun debo cuidar que los recuerdos que me lleguen sean siempre agrios? Acaso es preferible envenenarme de odio antes que permitirme aceptar que aún queda su sentimiento opuesto en mi sistema. Se supone que en mi cerebro tengo miles de razones para detestarte, para intentar con todas mis fuerzas olvidarte o al menos superarte; pero a pesar de que conozco esos motivos y de que muchas veces llegan como oleadas brutales y frías las pistas de tus engaños y traiciones, a pesar de todas esas pruebas incriminantes contra tu persona, no puedo, por más que me esfuerzo, odiarte.



Es patético pensar que ahora estarás con otros, que ahora compartes los besos que me diste a mí con muchas bocas, ensalivando con lascivia lo que para mí era sagrado, manchando la fuente de la que yo creí que emanaba amor, entregando tu cuerpo que hace algún tiempo yo besé con respeto y cariño a cualquier imbécil disfrazado de redentor; pero a pesar de que es odioso y estúpido hacerme a esas ideas, hay una que me asusta más, la de que estés con un solo hombre, un tipo al que ames realmente y que te haya dado lo que buscabas, llenando tu ser de un hipotético cariño que en ese caso yo no pude darte, es enfermizo imaginarte así: buena, noble y entregada, por que es más fácil creer que eres una cualquiera disfrazada de “libre e independiente”; es menos doloroso creer que me traicionaste y abandonaste por tu vacío, por tu ridículo deseo de ser una femme fatale capaz de automanejarse, todo es mejor a imaginar siquiera que he sido yo el insuficiente, el triste perdedor que con sus amores no pudo retenerte a mi lado, por que eso sería tanto como admitir que soy un hombre incompleto, uno que no pudo llenar tus expectativas y que solo te sirvió temporalmente hasta que encontraras a tu verdadero y soñado amor.



Pero a pesar de todo, el rencor solo dura unos pocos minutos y se disuelve, se va a un lugar tan lejano como quizás en el que ahora te encuentras con esos (o ese) por el que me cambiaste y únicamente queda la confusión, la incertidumbre acerca de que es lo que aún siento por ti; sin embargo la noche sigue avanzando y con ella el deseo de confrontarte, y aunque sé que jamás leerás estas líneas Lía, me gustaría que supieras que si soy el infeliz pobre diablo que tu crees, un pobre diablo es capaz de superarte, y hasta de comprenderte.



Hasta nunca Lía Alarcón.

Cimientos de la Comunidad a ....

Raúl Ruiz

sábado, 14 de agosto de 2010

Montañas y recuerdos

La playa cristalina ha quedado atrás y ahora atraviesa una rocosa montaña, en la que más de una vez sus manos se han cortado, dejándole dolorosas y pequeñas llagas, pero ni el dolor ni el cansancio lo detendrán esta vez, quizás solo el recuerdo pueda entrometerse en su camino.



Las jornadas en su pueblo eran extensas, el sol se metía por sus poros y agrietaba la poca frescura del viento, el polvo rondaba en sus ojos, cansados de vislumbrar siempre las mismas rejas en el horizonte, cercas de temor, murallas de incertidumbre que le impedían el paso a sus sueños más aventureros, y cada uno de los días se repetía en un sucesivo e inclemente círculo de tedio. Sus pies descalzos estaban enraizados a aquellos suelos dorados, que a pesar de su hermoso fulgor, le dejaban la sensación de haberlos visto miles de años; ni siquiera las verde-azules hortalizas que cosechaba, ni los árboles que saciaban su hambre con jugosos frutos, le concedían una tregua de satisfacción contra aquella rutina indiferente; pero en medio de tanta desesperanza, un susurro llegaba a sus oídos como manantial en medio del desierto.



Ciertas noches se detenía a escuchar aquel murmullo en el ambiente, aquella inquietud que se colaba en el agua, que cabalgaba el aire, que dormitaba en la tierra y que se reflejaba en el fuego, y en verdad parecía que cada uno de esos elementos mandaba un mensaje exclusivo para sus sentidos, y así, en esa extraña complicidad del ambiente, es como comenzó a descifrar esos mensajes y de repente sentía que cada gota de agua gritaba un nombre, cada polvo en el viento dibujaba unos ojos, cada llama encendida prometía una silueta y todo en conjunción formaba una hermosa imagen rodeada de misterio.



Él no lo sabía de cierto, pero lo imaginaba, unía las partes y en su mente creaba la visión del ser perfecto que desde algún lugar y en algún sitio le aguardaba, que seguramente se encontraba después de aquella barda del horizonte, en el mundo inhóspito e indómito de los que se atreven a cruzar, pero a pesar de saberlo, le costaba trabajo dejar atrás, todos esos años de suma inmovilidad, cual si hubiera sido un pájaro herido que ahora se amedrentaba ante la posibilidad renovada de volar.



Por fin, un maravilloso día él tomo sus únicas posesiones, guardadas de generación en generación en su familia, cada una con una historia, cada una con una finalidad: la espada, que simbolizaba la fuerza, el poder de continuar a pesar de quien quisiera atravesarse en su camino; el libro, que contenía las bases de la sabiduría recolectadas por aquellos que un día perdieron el miedo a saber y se quitaron de los ojos el velo de la ignorancia; las semillas y los frutos de su granja, que por siglos habían sido el sustento material de sus antepasados y que ahora le seguirían para saciar su hambre y llenarle de energías; tres medallones de oro, forjados con el escudo de su bisabuelo, que todos aquellos que lo sucedieron guardaron celosamente, olvidando que el único valor del oro aparece cuando sirve para alcanzar un fin noble; y por último, todos sus sueños, que para él eran lo único que le distinguía del resto del mundo.



Así que cargando la espada, el libro, los frutos, el oro y sus sueños en la espalda, se dirigió al Misterio, como le llamaban a aquel lugar sin fronteras y con muchas dudas, pero también mucha hambre de conocer respuestas,





Sin embargo, cuando se alejaba lentamente hacia la última frontera de su vida pasada, una voz cascada por el tiempo le condenó sin ningún miramiento:



- Yo también partí por ese sendero hijo, yo también creí que el mundo era pequeño y que el Misterio no era más que un bronco potro para domar y conquistar a mi antojo, pero fue la propia vida la que me trajo de nuevo, éste es el lugar para nosotros y tú volverás, tarde o temprano vencido, habiendo aprendido el límite que debemos tener aún en nuestros propios sueños… pero a pesar de todo, te deseo que mis palabras se equivoquen y que tú mismo aprendas las lecciones que del dolor surgen tan claras e inolvidables.



Su padre le dio la espalda después de soltar esas palabras y él pensó que no debía tener miedo, pues llevaba no solo su resolución, sino también los mensajes, esos que eran solo para él, pero sobre todo llevaba una imagen en su corazón, un nombre y una apariencia de aquella que le habían revelado los elementos y que sería sin duda el final destino de su viaje.



Por eso sigue sin detenerse a través de las montañas, con la esperanza de que la próxima cumbre sea la última y detrás de ella se encuentre el prodigioso Bosque del Olvido, pero las rocas y los peñascos son arteros y más de una vez se encuentra en grave peligro de perder el equilibrio, más no la fuerza que surge como una flama en su interior y le da el aliento para seguir avanzando a pesar de las filosas piedras a las que debe asirse.



Y así es como detrás del más fuerte esfuerzo halla la recompensa a su perseverancia, la imagen más bella que ha visto hasta el momento, el majestuoso Bosque de la Soledad, que se descubre para sus ojos como una promesa de que su viaje sigue por buen camino.

viernes, 23 de julio de 2010

Señales

Las huellas que desaparecen sobre las arenas plateadas no le dicen mucho, al parecer son suyas, pero en verdad no podría diferenciarlas de cualquiera otras, la playa que hasta pocos momentos atrás era virgen de él, ahora le parece conocida por completo, solo es una gran masa de suelo brilloso. Su hastío es comprensible, lleva semanas sin noticias de su viaje, la jornada que sin rumbo parece no dejarle más que ensueños difusos, como las fotografías en papel mate que por viejas suelen traer recuerdos borrados, apelmazados unos sobre otros, con muchas versiones de los desconocidos que hace años dejaron una huella en el tiempo, igual de frágil que las que sus pies marcan sobre el piso.


Más y más olas se estrellan contra su cabeza, y su cuerpo yace extendido completamente reflexionando el motivo que lo hace alejarse tanto de todo lo que conoce, las hojas de su libro se han vuelto amarillentas, el filo de su espada se llena de óxido provocado por la salinidad del ambiente, pulgas fosforescentes pelean a muerte entre sus dedos que sin piedad alguna las lanzan a su suerte entre océanos de viento fugaz, su mente ha guardado imágenes tras imágenes de excelsa belleza y pristinidad pero no sabe si esto realmente vale la pena en pos de las cosas que ha dejado de hacer en su aldea tranquila donde las palabras de su padre condenan y alientan a la vez su camino.

Extraña, añora, desea; las tardes soleadas y tranquilas viendo como los gallos brincaban hacia las ramas, como rememorando un estado salvaje, prehistórico, envuelto en décadas de sumisa existencia, viendo como los árboles recibían con los dedos abiertos los últimos rayos del astro protector que de tanto iluminarlos solía quemar sus hojas verde-azules. Hasta los platos sencillos en comparación con las extravagancias de los lugares que ha visto, le parecen sumamente mas deseables y amables con su estómago pero sabe en el fondo que todo se debe al tiempo, a la falta de noticias, a la falta de señales que se acumulan en su corazón y le hieren con el sutil filo de las agujas que conoció en uno de los pueblos que han quedado atrás.

Busca en su interior, vuelve a buscar, y encuentra pequeñas cosas que pudiesen ser interpretadas con mucha imaginación como señales, pero incluso su imaginación ha renunciado, así que deja que las aguas le mojen los cabellos, que las pulgas y los cangrejos se turnen para invadir su espacio y que las noticias se tarden para alterarlo más.

De pronto se pierde en un sueño pesado, a pesar de la frescura del mar deja que el cansancio haga estragos en su resistencia sueña con todo y con nada , hasta en sus sueños esta hastiado, tiene sabor de derrota en los labios y mueca de preocupación, ¡ya basta! se repite, ¿por que seguir un viaje donde lo único cierto es esta incertidumbre? Así que a regañadientes despierta con lentitud para notar que los cangrejos y las pulgas se han ido, que la marea ha bajado y que las arenas ya no contienen ninguna señal de su intromisión, solo y tan solo miles de metros de playa virgen que de alguna manera se han encargado de borrarlo del mapa como insinuando que ni siquiera merece su desdén.

Él piensa que aquello es el acabose y siente que es tiempo de mirar atrás , pero justo cuando lo hace, algo le instiga a voltear hacia el cielo, algo que antes no había sentido y lo llena de una pasión especial. Se trata de la Luna que se había escondido tanto tiempo y así como si nada se vuelve a mostrar. Su corazón palpita alegre y entonces le queda claro, lo que buscaba, era precisamente esa señal.

Nieve y neón

Una nevada ligera cae sobre las calles de Paris, sombras grotescas se reflejan en cada rincón de las banquetas, luces débiles se empeñan en vano por iluminar el panorama, solo las estruendosas luces del neón gobiernan la noche.
Voces se empalman unas con otras hasta llegar a la locura, nadie ni nada se entiende en ese sitio; entonces una pequeña mujer aparece como despuntando por su aspecto ante tanta oscuridad; sus pasos son como luces, abriéndose camino entre la rugiente penumbra, su corazón late débilmente mientras se dispone a llegar al lugar convenido.

La cafetería se llama L´amour y su pinta es antigua y derruida, demostrando que sus mejores tiempos pasaron hace muchos años, sin embargo algunas personas persistentes continúan acudiendo en busca de viejas glorias o recuerdos amenos. En una esquina del inmueble un hombre delgado y alto con un extraño sombrero mira ansiosamente su reloj, mientras tirita del frío intenso que llega hasta sus huesos; de repente como si fuera un golpe de calor para su congelado cuerpo, la pequeña mujer entra al lugar y se dirige directamente a su mesa, ambos tienen tanto que decir que no alcanzan a abrir los labios, se miran por largo tiempo antes de entrelazar sus manos y olvidarse de lo demás, a su alrededor la poca concurrencia comienza a irse mientras el frío aumenta igual que la cantidad de nieve que cae. Afuera hay un barrio funesto, prostitutas deambulan fingiendo sonrisas y ofreciendo su remedio para acabar con el frío y la compañía de la soledad, mientras algunos hombres las miran distraídamente sin acabar de comprender que es lo que pretenden de ellas, pero seguros de sus instintos más primitivos.

El tiempo y su implacable velocidad han alejado al último cliente de L´amour, solo queda un mesero que impaciente dirige miradas a la pareja que sigue sin decir con palabras, lo que se grita con los ojos.
Ha llegado la hora de separarse nuevamente, sin promesas, sin compromisos, solo guiados por la esperanza de volverse a encontrar y entonces poder hablar, o simplemente dejar que las horas pasen en su grata compañía.
Ella se marcha primero, él se queda a observar la negrura disfrazada de colores brillantes en las marquesinas, y el frío mortal que se viste de blancos copos. Entonces decide alejarse también, y sus pasos se mezclan entre mujeres y hombres que en algún momento perdieron una parte de su humanidad, sabiendo que él y la pequeña mujer son el último vestigio de luz en esa noche que se extiende interminable.

jueves, 15 de julio de 2010

Un collar de concha negra

Un murmullo rítmico batía sus notas guiándome a su origen, la penumbra envolvía mis pensamientos más trémulos y mis pasos cansados divagaban dando tumbos en busca de una dirección aún desconocida.




Me encontraba a la orilla del mar, que de noche parecía ser una lengua oscura e indescifrable, cuyas olas con su devenir mojaban mis pies descalzos en un impertinente esfuerzo sin sentido, mientras mi vista recorría el cuadro detenidamente en busca del origen del sonido tan agradable.



No solo se trataba de la armonía de la guitarra y sus cuerdas estrambóticas, ni tampoco de la combinación del bajo que aunado a la batería componían una poesía de acordes salvajes y libres, era algo más, una nostalgia oculta que emanaba de aquel grito eufórico de vida y de rebeldía desembocada.



Cuando pude encontrar el lugar de donde provenía la música, un concierto en la playa abrió sus brazos musicales para recibirme, como a los varios solitarios que prestaban su presencia hipnotizados por el ritmo, la humedad y la sal deslizándose entre la piel; pero de entre todas las miradas presentes, unos ojos deslumbraban a la misma sombra, se trataba de una mujer cuyos cabellos largos y despeinados bailaban dejándose llevar por la suave brisa y las ondas de pasión rockera y cuya piel tersa y blanca invitaba a admirarla largamente, pues era de envidia mirar como la arena se permitía en rozarla de forma impune, escudada ante los caprichos del viento que poco a poco iba aumentando su intensidad.



Ella misma era la imagen del momento, ella encarnaba todas las voces coreando los instrumentos, el mar, la luna y la sal; sus delicadas manos se estiraban como queriendo adueñarse de la propia música, y su cuerpo vibraba al ritmo que ella misma imponía a los que no podíamos ser más que espectadores de su baile, mientras que un collar con una concha negra era lo único de ese sitio que se atrevía a tocarla.



No sabía la razón, pero era tarde para mí, había caído en su embrujo de salinidad y música, en su libertad y en su rebeldía disfrazada de locura contenida, pero sobre todo, había sido víctima de su belleza, esa que ella lucía con desdén sabiendo que era íntegra, desde los dedos de sus pies hasta la punta de sus cabellos, pasando por la estela que emanaba, y por esos ojos de los cuales sería incapaz de olvidarme.



De repente entre la multitud, cual si fuera magia, su mirada se detuvo en mí, que no hacía otra cosa que verla entre la gente, y en ese instante el rock dejó de sonar fuera y comenzó a tocarse en mi cabeza, cual si todo fuera parte de una canción, de una estrofa pensada para ella, para mí, para ambos, y después de eso, atónito observé como poco a poco aquella hermosa visión se acercaba a mi persona, mientras yo sentía que mi cuerpo se negaba a moverse si quiera, como preparándose para la cercanía del suyo, todo eso envuelto en la melodía de rock que no dejaba de oírse. Entonces los rostros se desvanecieron, los acordes se distorsionaron, incluso el calor de la costa pareció ocultarse para dejarnos solos en aquel lugar, frente a frente, mientras mis latidos se aceleraban al máximo y mis sentidos se agudizaban en estertores hasta ese instante desconocidos, y cuando sus labios se entre abrieron todo pareció explotar.



La tranquilidad de la mañana y la luz del sol naciente me obligaron a abrir los ojos, me encontraba acostado en la costa, bajo la sombra de una palmera; mareado y confundido me levanté torpemente en busca de alguna respuesta, de alguna pista que me dijera que aquello no había sido un sueño, pero al caminar un poco, solo encontré vestigios en la playa de lo que había sido un concierto de rock; aún así me resistí a pensar que había soñado a aquella mujer, que toda esa perfección solo había sido fruto de mi mente, así que seguí caminando por la arena e intenté recrear con la memoria lo que había sucedido, pero sin éxito.



Cansado y aún confuso me hinque a la orilla del mar, tomando algo de agua con mis manos para refrescar mi rostro y mis ideas, cuando de repente, de la espuma de una ola, llegó a mí un collar, precisamente con una concha negra, mismo que me traía una certeza: que existes y que estás en algún lugar y que alguna vez volveré a escuchar esa melodía en mi cabeza.

jueves, 8 de julio de 2010

Viaje

De viaje, la vida es solo pasar, sin permanecer nunca, moverse sin saberlo en un irremediable estado de inercia, conducirse entre miles de cuerpos que van por ahí sin saber su destino, el viaje es la meta de la vida, que no hace más que transcurrir.

Me he movido estando quieto, he observado como los rostros se alejan, como los recuerdos se apilan y como mis años se escurren mientras todo parece falsamente quieto, no hay nada estático, ni siquiera la rutina que cada día invento para imaginar que tengo control, control de mis caminos, de mis objetivos y destinos que jamás estaré seguro de escoger.

Deseo moverme aún moviéndome, deseo volar lejos  encontrar otra vez la razón, esa que se ha escapado en estas tardes grises y que me deja añorando el viaje que es la propia vida.

jueves, 24 de junio de 2010

Capítulo 34.- La prueba de Julia

El tiempo es una fuerza misteriosa que está en todas partes y en ninguna, escapa como gotas de una lluvia entre las manos y a la vez permanece, como la profundidad del océano incólume. Un segundo puede durar la eternidad y la más hermosa eternidad puede acabar en un segundo.




Julia observaba de reojo a Raúl, pues en esas condiciones, prefería no verlo de frente para escapar al asqueroso sentimiento de la lástima, pues un sentimiento tan bajo no podía intervenir en lo que ella sentía hacia aquél hombre que un poco de tiempo antes había sido conocido como el "Emperador" y que quizás no volviera a ganarse ese apodo el resto de su vida.



Muchas crisis habían pasado por Julia desde que salió de su casa, pero no recordaba una tan nítida, tan hiriente como la que estaba pasando, además, desde su incorporación a la Comunidad, Ruiz siempre había estado ahí para de una u otra forma ayudarle a salir de los problemas.



El espíritu de Julia seguía siendo muy libre y muy bello, como aquellas estrellas que estando tan lejanas dan la ilusión de poder alcanzarse, sin embargo, en esos momentos no era ella quien se encontraba en otro mundo, sino su líder y compañero de armas, a quien quizás estaba empezando a amar y ni siquiera lo sabía con certeza, pues ninguna seguridad quedaba en su diagnóstico y estando postrado tan a su alcance, se hallaba más lejos que nunca.



Después de la fundación y posterior estabilidad de la Comunidad, Julia había comenzado a inquietarse, el proyecto seguía encantándole, pero sus convicciones le obligaban a ir más lejos, era doctora y uno de sus sueños era viajar a la provincia, a los lugares inhóspitos donde el hambre y la peste eran cosa de todos los días y a los que el gobierno siempre parece ignorar, quería ser médico rural, llevar esperanza a aquellos seres humanos que la habían perdido junto con su capacidad de esperar algo de sus semejantes; quería ir a los sitios que según la modernidad y las estadísticas no deberían ya existir, pero que cruelmente continuaban existiendo con demasiado exceso en todos los lugares del país. Así que cierto día se armó de valor y se presentó ante Ruiz, a solas, en su hogar, sin esperar el concilio del consejo para plantearle sus deseos.



- Raúl quiero irme, no será definitivo, pero en mi corazón se encuentra el ferviente deseo por ayudar más, por llegar más lejos. Yo nunca te lo oculté, tu sabías que entre mis metas estaba el convertirme en un médico rural y aportar mi granito de arena para curar enfermedades en aquellas regiones tan paupérrimas y marginadas; por eso te pido apoyo, quiero que me ayudes a cumplir esa expectativa, pues ahora se que en ti puedo apoyarme.



Julia hablaba con vehemencia, pero a la vez una ansiedad oculta vibraba en su pecho, no sabía si Ruiz interpretaría aquello como una dimisión de la Comunidad, pero sí sabía que aquello tan personal, tenía que ser planteado al fundador de la misma directamente por su delicadeza y que si había alguien capaz de entender su deseo sería precisamente ese hombre, del que su don le había advertido la imperiosa necesidad de seguirlo a donde la llevara. Por otro lado Raúl permanecía sentado con las manos entrelazadas en un gesto adusto y meditativo, llenándose de palabras la boca, pero pensando detenidamente cada una de ellas.



- Es voluntad del Consejo crear una Fundación Comunitaria - dijo él seriamente- los objetivos de la misma son variados y complejos, uno de ellos es la implantación de programas culturales, médicos y productivos en las comunidades y zonas marginales. De todos esos objetivos, por razón de imperiosa necesidad, los médicos y los productivos deben tener prioridad, pero la Comunidad aún es joven para emprender proyectos tan ambiciosos y le faltan manos que distraer de las otras ocupaciones para llevarlas a cabo. Como doctora principal de la Comunidad tu presencia es de vital importancia aquí en la sede...



Julia advirtió una disyuntiva en los ojos del Emperador, pero prefirió permanecer en silencio mientras que éste se decidía por sus siguientes palabras.



- Sin embargo - continuó Ruiz con seriedad- la semilla de la Fundación esta en nuestra Pilar más humanitaria, en su capacidad para llevar a cabo proyectos como el que ahora se pretende emprender, y es precisamente una oportunidad como la que ahora se presenta, la prueba de fuego, no solo para demostrar tus grande capacidades en la rama de tu profesión, sino también para ir a la vanguardia de nosotros y ser la primera en comenzarlo todo. Así que Julia Jaimes, primero deberás escoger a tu reemplazo temporal aquí en la Clínica de la Comunidad y después, deberás decidir si estas dispuesta a tomar la misión que te confiaré, no solo yo, sino todos los comunitarios.



Julia se lleno de emoción unos momentos, pero comprendió que Ruiz aún no le contaba todo su plan y la ansiedad en su pecho creció nuevamente, pues desconocía la clase de retos le esperarían en su nueva jornada y que el Emperador, por su tono de voz, consideraba altamente complicados.



Hay, en la zona costera - prosiguió Raúl Ruiz, viendo fijamente a los ojos a Julia mientras le hablaba- una comunidad pequeña cuyos más antiguos orígenes se remontan a la época prehispánica de este país, y que quizás por ese motivo, ha sido especialmente golpeada por el gobierno y las circunstancias. Desde la conquista prácticamente han tenido que vivir de forma marginada y austera, protegiendo su cultura y su dialecto a través del paso de los años, lidiando con gente de la "autoridad", que en su contra ha provocado cualquier tipo de desmanes, atropellos y abusos, y conservándose libres e indómitos a pesar de todo, sin embargo desde hace varios sexenios, los gobernadores del estado al que pertenece dicha comunidad, se han empecinado por aplacarlos e incorporarlos al régimen estatal fiscal, y en menor grado y con mucha incertidumbre "ayudarles" arrojándoles mendrugos de seguridad social y servicios educativos. Naturalmente, esta comunidad desconfiada a fuerza de la historia y rebelde por naturaleza se ha negado enérgicamente a permitir la penetración del estado en sus dominios, y el ignorante supino del gobierno solo ha atinado a atacarles con más y más fuerza hasta dejarles prácticamente cercados, sin recibir ninguna clase de apoyo externo y provocando un ambiente tenso de hostilidad y violencia que ha conducido a masacres y crímenes de lesa humanidad. Es ese sitio el objetivo principal de la fundación, por que he podido conocer su historia de cerca gracias a una comunitaria, quien ha escapado del cerco y con muchas dificultades ha encontrado apoyo y aprendido mucho de nuestro idioma, pues ni eso se sabe con certeza en aquello lugares, ella domina el dialecto nativo y ella será la única interprete de esta tarea. Julia, no tengo más personas a quienes mandar y si tu decides emprender la faena, debes estar conciente de que mi apoyo será económico, moral y cuando pueda iré en forma personal, sin embargo estarás prácticamente sola, sola entre personas marginadas que han perdido toda esperanza de apoyo externo y cuyos pensamientos están afectados de un dolor y de un odio tan ancestrales, que difícilmente podrás tener éxito en la misión y para ser franco, quizás hasta tu integridad corra peligro. El proyecto es tuyo si deseas tomarlo, el Consejo lo apoyará sin duda, pero eres tu la que debes pensarlo correctamente y te daré tres días para tomar tu decisión, ahora puedes retirarte.



Julia salió del lugar del Emperador con una mirada indescifrable, caminó sin rumbo fijo y llegó por azar a una de las zonas comunales, donde algunos niños hacían un hermoso bullicio jugando en los columpios, así que sin energías se dejó caer sobre el pasto a una distancia corta entre ellos y sus pensamientos. Por primera vez tenía un terror que no podía dominar, pues aunque sabía que era lo correcto y representaba la oportunidad de cumplir uno de los sueños, la oportunidad real de enfrentarse a algo tan fuerte y desconocido intimida a cualquiera.



- El miedo, el miedo a lo desconocido - se dijo así misma mentalmente- el terror de verse una misma a los ojos y preguntarse de una vez por todas de lo que se está hecha, enfrentarse a la idealización del yo, para solo quedarse con el yo verdadero; es aquí cuando las personas se separan, es aquí cuando se comienza a dar los primeros pasos a aquello que Raúl define como lo sublime, pues el hecho de arriesgarlo todo por una causa parece ser de lo más romántico, pero en realidad es de lo más jodido, pues es entregar todo a una apuesta dudosa y tratar de prepararse para lo peor, sin dejar el ánimo por conseguir los objetivos, y es aquí donde las personas dejan de hablar y tienen que empezar a tomar conciencia de lo que deben ser sus actos, es aquí donde se demostrará a aquellos quienes serán los elegidos por la historia, por la vida o hasta por la gente para trascender, pero aunque lo se, aunque es mi gran oportunidad, ¿por qué las dudas llenan mi cabeza y me parece que me falta algo para ser esa clase de ser humano? Cuando seguí a Raúl, pensé que él buscaba algo más que el dinero, buscaba la gloria de la trascendencia y algo más, algo inconmensurable, algo inexplicable y yo quise también conocerlo y dominarlo. Mi don ha estado dormido por mucho tiempo, pero ahora debo usar todo lo que esté a mi alcance para dar ese paso, para comenzar a ser una verdadera Pilar de esta Comunidad y enseñarme a mi misma, cual es mi motivo por estar aquí junto a esos niños viviendo-.



Julia tomó entre sus manos un puño de pasto y tierra y cuando lo liberó con un decidido movimiento, por fin pudo dominar sus miedos, pues no había diferencia entre esos niños que tenía de frente y los que habría de encontrar en esa comunidad y sin embargo un mundo entero los hacía distintos. Ella intentaría ayudar y ser un enlace entre esas cosas tan diversas, como suelen ser las propias mentalidades de los hombres. Iría a ese lugar con toda la fuerza y a la vez la sencillez y humildad posibles, y comenzaría con la Fundación de la Comunidad, en busca de hallarse a sí misma y de volverse una Pilar con todo conocimiento de causa.



     

miércoles, 23 de junio de 2010

La niña en la acera

Una y otra vez la vi sentada en aquella acera, parecía estar observando a todo mundo y a nadie a la vez, su mirada distraida dejaba ver unos ojos grandes y unas pestañas soñadoras, siempre yendo hacia arriba y creando la ilusión de aún más grandeza en sus pupilas. La cortina de acero que quedaba a su espalda siempre estaba cerrada, señalando la existencia de una accesoria que alguna vez quizás tuvo éxito, pero que por alguna razón ahora yacía quebrada como seguramente quebrado estaría su dueño. Nunca supe si ella tenía algo que ver con esa accesoria, o si tan solo era una casualidad que permaneciera sentada por largo tiempo tan seguido ahí.

Los días en que ella no aparecía en su habitual guarida, eran los más largos, el trayecto de mi casa a la universidad se hacía eterno sin esos ojos traviesos observándome solo de rabillo y nunca directamente, pero cuando a lo lejos divisaba su presencia, sabía que se repetiría el ritual de pasar supuestamente ignorándola, mientras seguramente ella hacía lo mismo, y después al alejarme discretamente, siempre encontrarla y encontrarme en un recorrido visual que nos acercaba por lo menos un poco antes de perdernos nuevamente.

Sí, ella me miraba cuando yo estaba de espaldas, y yo la miraba desde todos los ángulos, pero ni por esas me decidía a hablarle, prefería invertarme historias con ella, de manera tal que yo pudiera crear nuestro encuentro de miles de formas increíbles, pero a final de cuentas con el mismo resultado, la invención de un bello idilio que nos guiara finalmente a estar juntos, juntos ella con sus aproximados 16 años y juntos yo con mis casi 20, ambos en una edad donde soñar se permite más que en ninguna otra.

A pesar de eso, cierto día ella dejó de aparecer definitivamente en su lugar, no se volvieron a ver sus ojos, sus pupilas y pestañas, se negaron para mí las miradas de reojo y las risas tontas y ahogadas, y solo reinó la calle, la acera, la cortina y la soledad que se emperraba en dejarme ya sin ese sueño, sin esa esperanza.

Ahora, han pasado muchos años, y mi camino ya no es el mismo, ese trayecto ha desaparecido para mí, y mi paisaje actual lo componen edificios y empresas sin nombre y sin esas pupilas ya tan lejanas, y aveces me pregunto donde estará aquella niña que alegró mis mañanas, donde estarán todas esas ilusiones que llenaron mi corazón y me abandonaron para dar paso a estas letras desamparadas. 

martes, 22 de junio de 2010

Monólogo de Raúl Ruiz

Despertar es un ejercicio dificil, por que los sueños siempre son mejores escenarios. La realidad no se compara con el mundo del sueño, al menos no la realidad de las mayorías.


Cada momento que viví soñando valió más de lo que una vida entera de rutina valdría. Mi mente no está dispuesta a soportarlo, ni mi corazón a engañarse para regresar al sueño.

Soñar, más que la actividad del soñador, es una búsqueda inconsciente de lugares sin fronteras, de caminos sin piedras, de vidas sin muerte, solo y tan solo una extensión del infinito y un breve arañazo a la inmensidad de la creación.

Basta decir que no me he rendido para continuar peleando, luchar es una jornada que puede elevarse a la violencia y cambiar a trincheras menos comunes, el arte de resistir es para el inconformista un hálito de vida y una profesión valiente.

Sobrevivir es una tarea extensa, un montón de momentos que complican la existencia, pero que al mismo tiempo la prolongan valiosos instantes.

viernes, 18 de junio de 2010

Capítulo 33.- Alegoría del ritual

Se dice que los humanos necesitan de los rituales, que éstos les proporcionan seguridad, una fantasía acerca de mantener el control, en una realidad que siempre está más cercana al azar que a la certidumbre. Si esto fuera cierto la vida en si misma podría resultar poco más que un acto de fe, un ejercicio de empeñarse en imaginar futuros, aun sabiendo que ni siquiera es cierto el presente. El ritual es tan útil como la costumbre, un límite en la vida de los hombres que están tan familiarizados con el miedo, que gustan de renegar de él en la primera oportunidad.




Herson se preguntaba por que es más deseable pasar una noche como cualquier noche, que conocer un lado oculto de uno mismo mostrado por las circunstancias, y por que en ese instante en que le rondaba la interrogante, quizás hubiera deseado estar en compañía de todos sus camaradas en lugar de disfrutar plenamente la presencia de aquella hermosa mujer con quien compartía una fuga ridícula hacia ninguna parte.



Liliana por su lado se encontraba desconcertada, primero lo de Otavio, luego el largo y tétrico camino que solitaria tuvo que recorrer desde la Comunidad y después un hombre que parecía ser diferente a lo que conocía, pero que por caballero, valiente o hasta macho, le había despojado de su único empleo y la había dejado con un gesto de galante arrogancia en la fila de los que buscan trabajo. En el fondo, ella también deseaba estar en el bar, sirviendo ebrios, por que la idea de romper con sus rituales y costumbres la aterrorizaba.



- Te aseguro que no estás desamparada, se que no tenía derecho a actuar así, pero era tu integridad la que corría peligro, tu dignidad de mujer y hasta tu amor propio. No es ético de mi parte ofrecerte empleo en nuestra Comunidad, pero como hombre me siento completamente responsable de lo que ha ocurrido y te ofrezco un interinato, mientras piensas si te gusta, si te conviene, o si quieres buscar algo más, pero te garantizo que al menos con nosotros no tendrás que pasar otra vez por esas horribles cosas. – Valdés sabía de su equivocación e intempestividad, pero trataba de consolarse a él mismo más que a Liliana con las palabras que esbozaba, pues realmente creía que ella apreciaría su gesto tarde o temprano y notaría que la Comunidad era mejor opción, el problema es que carecía de facultades para unirla, así de la nada, sin siquiera entrevistarla, y lo más que podía hacer por ella era darle el interinato, lo que de por sí ya era un grave descuido de su parte como administrador.

- No se de que se trate eso de interinato- dijo Lara con el tono sumiso que había adoptado desde lo del bar, pero al decir estas palabras, sintió como una súbita ira recorría sus venas y llegaba hasta su garganta. Durante muchos años ella solo había resistido las cosas sin hablar, sin quejarse, incluso aceptando los maltratos de Octavio y de los otros hombres de su vida, sus jefes, sus compañeros de trabajo, siendo menospreciada y prejuzgada en cada oportunidad y había hecho de esta situación infame su rutina, su ritual, con el que al menos sabía a que atenerse, pero aquella noche tan extraña, quizás algo del ambiente le impulsaba a sacar lo que tenía guardado en el pecho.- Pero lo que si sé es que no hay derecho, no hay derecho de que me tomes como una tonta dama en peligro que salvar, por que ella ni siquiera es capaz de hacerlo por sus medios, de que me tengas lástima por no tener trabajo y me arrojes un mendrugo en tu elevada calidad moral, de que me levantes en tus brazos y sin preguntarme me lleves a tu auto e irrumpas en mi vida con tu mirada autosuficiente y tu tono de galán en ciernes, que no solo he visto en ti, sino en muchos a lo largo de mi experiencia. Creía que eras distinto, pero bien puedo equivocarme, no sigas pretendiendo que eres el mejor, ni sigas siendo tan patéticamente amable, respétame, por que merezco ser respetada, si decido dejar de ser una estúpida maltratada será cuando a mí se me antoje y por mi propio albedrío, si decido mandar al carajo a cada imbécil que me cree una cara bonita y una cama deseable, será por que yo lo decido y no por un príncipe azul llegue a mi novela rosa y la haga feliz. ¡Así que no te atrevas a mirarme con lástima o recelo! ¡Por que simplemente no soy la mujer que tu crees que soy!



Herson no pudo ni siquiera voltear a ver a Liliana, siguió conduciendo abochornado y sin rumbo fijo, no se perdonaba el haber sido tan predecible como para prejuzgar en efecto a su pasajera, ni tan soberbio como para intentar salvarla, quizás ella lo hubiese hecho sola, una décima de segundo más tarde de lo que él había decidido intervenir, quizás ella era en realidad la mujer firme e independiente que había creído encontrar en Bareshka, pero su juicio a priori le había negado la posibilidad de comprenderla de ese modo. Lara por su parte sintió en sus puños cerrados la llave de una liberación, una libertad infinita que no se había permitido el lujo de darse a ella misma, siempre presa de sus propios rituales que contrario a lo que ella pensaba, solo eran barrotes en su prisión voluntaria, así que sin ganas de meditar acerca de lo que la había conducido a esa explosión repentina y mucho menos de considerar si ese hombre que la llevaba sin saber a donde, fuera el detonante de su radiante actitud, se sintió complacida de no tener idea de lo que seguía en su vida, de soltarse de la rutina de mujer maltratada y apostar decididamente por la incertidumbre del cambio, sin titubear ni arrepentirse.



Sin embargo, la noche continuaba y más cosas podían pasar, por que cuando el cambio decide hacerse presente llega como una tempestad, así que rompiendo un incómodo silencio entre ambos, el timbre del celular de Valdés sonó como una premonición y bastaron unas simples palabras de Julia, para hacer que Valdés deseara que todo eso fuera solo una pesadilla: “Raúl tuvo un accidente, está muy grave.”

martes, 15 de junio de 2010

Goodnight Julia

El sonido del sax cae como tormenta y sus acordes inundan de melancolía el ambiente, la melodía es un poema inconcluso cuyo único posible descenlace es el abrumador silencio. Muchas luces se encienden y apagan y rostros se desdibujan mientras se oyen ya las notas que agonizan y todo vuelve al tedio.
Buenas noches Julia, buenas noches mundo, a partir de ahora solo quedará la noche y su manto que aleje mis ojos del cegador sol, de los rayos que por ahora se han ido y de la esperanza que no tiene planeado volver.

domingo, 30 de mayo de 2010

Capítulo 32.- Fly me to the moon

Abrir los ojos pero continuar dormido, sumido en días que carecían de sentido y ensoñaciones que resultaban más atractivas que la verdad, bajarse del vértigo y ajustarse la corbata de las costumbres y los deberes, afeitarse las ganas de gritar y sacar la mejor sonrisa de alquiler; esa era una típica mañana de Raúl Ruiz los primeros años que transcurrieron desde la traición de Lía, sin embargo las mañanas continuaron y se unieron al resto de los días que cambiaban un poco los tonos sepia y se volvían de un rojo sangre nítido y sensacional, hasta que ese tono rojo también pasó y todo pareció volver a la calma, hasta ese incidente en que las escaleras fueron el camino más cercano a la muerte.




Pero en la mente de Raúl ya nada de eso existía, todo parecía nebuloso y extraño, como si hubiese despertado de un largísimo letargo y sus ojos estuvieran combatiendo contra un pesado bulto de arena que les impedía el libre ejercicio. Luego de largo rato lidiando con su propia debilidad, Ruiz por fin se había incorporado y comenzaba a notar su entorno, era nuevamente un techo que no conocía, un cuarto pequeño que no recordaba y algunos muebles y enseres propios de una habitación destinada únicamente a pernoctar; lentamente comenzó a buscar sus ropas pues se hallaba completamente desnudo y sobre una silla destinada seguramente como guardarropa, encontró lo que parecía ser su atuendo, una camisa negra y unos jeans percudidos, dentro de los pantalones una cartera desgastada con solo unos pocos duros y una vieja credencial de identidad que delataba que aún se llamaba Raúl Ruiz, pero de lo demás nada. Caminó hacia el cuarto de baño que se encontraba al lado izquierdo de aquella habitación y se miró al espejo, su rostro le era a la vez familiar y desconocido, pero cuando comenzaba a perderse dentro de su propia mirada, un súbito dolor le tomó por sorpresa, la cabeza le punzaba y el dolor como oleadas de fuego le desgarraba por dentro, no podía recordar que sucedía, ni donde estaba, apenas podía hilar algunas breves ideas en su mente, como su nombre, su universidad y como en sueños lejanos la partida de Lía, y después la de María, que eran los hechos más recientes que podía recordar, así que gritando entre el sufrimiento y la incertidumbre se sintió hundirse a través del piso del baño hasta que una voz dulce de mujer llegó a su encuentro y unas manos únicas tomaron con delicadeza su cabeza y mágicamente se llevaron de a poco el suplicio.



- Amor, ya pasó, estoy aquí, tranquilízate por favor, el dolor se irá si te calmas, aún es pronto para que te esfuerces, todo esta bien aquí en esta cápsula donde te protejo – le dijo María mientras llevaba la cabeza de Raúl a su pecho y comenzaba a tararear unas notas- “fly me to the moon, and let me play among the stars…” ¿Ves como ya estás mejor amor mío? Piensa en como bailaremos por todas partes cuando te mejores, piensa como volverá a ser como antes y ambos cantaremos nuestra canción, mientras paseamos por las calles vacías, entre luces tenues y miradas cómplices de nuestro idilio, piensa como el mar volverá a recibirnos entre sus concupiscentes aguas y ahí con la Luna como única farola, haremos el amor y tal vez concibamos lo que ambos hemos estado deseando, un hijo que venga a ser nuestra mayor felicidad, piensa en ello amor, y trata de olvidar lo demás, no esfuerces tu memoria tratando de revivir los dolores del pasado, ni traigas a nosotros las desgracias recientes, solo quédate aquí conmigo y descansa.

- M..a..ría… yo solo…

Ruiz apenas balbuceo, pero el cansancio le hizo callar y perderse en aquella dulcísima canción que María le cantaba como nadie y se dejó seducir en ese mundo de tranquilidad donde la fragancia de María le llevaba a revivir cada nota de la melodía y a olvidar todo lo demás…. “in other words hold my hand, in other words darling kiss me…”

martes, 13 de abril de 2010

Capítulo 31.- Puntos suspensivos.

¿Quién sabe lo que pasa por la mente de un comatoso? ¿Alguien podría explicar lo qué invade la cabeza de un delirante, o lo qué ocupa los pensamientos de un desquiciado?

Ruiz pensaba en ello largo tiempo repartido en los instantes de su diario devenir, ya sea en las breves pausas entre las reuniones del Consejo, mientras conducía su vehículo hacia las empresas que dirigía, o en aquellas noches de soledad infinita en que a lo lejos se inventaba a si mismo un aullido desgarrador que pusiera fin a tanto y tan insoportable silencio.

Quería saber la respuesta a tan extrañas interrogantes, pero le daba temor imaginar que la única forma de obtenerla sería estar en la situación de esas personas, que quizás para los demás, habían dejado de serlo, precisamente en aras de su perdida racionalidad, que tantos y tantos siglos había servido de estandarte para permitirse toda clase de excesos y arbitrariedades. 

Ahora, que precisamente se encontraba, sin desearlo o deseandolo demasiado, en esa situación, no podía sino ver desfilar los recuerdos y nada más. No podía hilar un pensamiento coherente que no tuviera que ver con los labios de Lía o los ensueños de María, que no tuviera inmiscuidos a Valdés, a Jaimes, a Grosso y hasta a Quintana, pero sobre todo, no podía estar consciente de que su debilidad lo había arrastrado al borde de la muerte y que ahora cualquier cosa que le ocurriera estaría fuera de su control, e inclusive fuera del control de cualquier persona; para los religiosos, todo estaría en manos de Dios, para los ateos, en manos de la ciencia, para los soñadores, en manos de la entereza del Emperador, pero para todos, esa situación se encontraba más allá de algo que pudieran predecir, o al menos soportar.

El Emperador de la Comunidad estaba en coma, mientras Lía Alarcón y Mindell Quintana continuaban conspirando, mientras Herson Valdés huía a alta velocidad con una extraña de nombre Liliana Lara, mientras Julia Jaimes se reprendía a si misma una y otra vez reprochándose el no haberse dado cuenta del estado de Raúl, el no haber sido más fuerte y enérgica para detenerlo, para al menos decirle que lo quería y que en ese momento daría lo que fuera solo por tenerlo en esta realidad una vez más, mientras Octavio Grosso ensimismado, como era su estado natural, solo podía pensar en lo mucho que necesitaba un trago y lo dificil que serían las cosas sin alcohol y mientras el propio Raúl Ruiz, continuaba viendo pasar aquellos días que sin duda no regresarían jamás.

jueves, 4 de febrero de 2010

Capítulo 30.- Dolor

Raúl se despertó con una opresión en el pecho y el amargo sabor de los recuerdos abordando su mente sin piedad; de pronto su cabeza se volvió proyector del pasado, de todas esas noches interminables, donde hubiera deseado estar muerto.




Una sensación añeja regresó a su cuerpo, aquél grito trabado en la garganta que hacía doloroso incluso respirar, aquel llanto acurrucado en sus ojos que causaba un ardor de solo abrirlos y aquella furia enterrada en sus puños que aún ahora los hacía temblar de solo pensarlo.



La traición es la más vil de las acciones humanas, es como un manto de fuego que quema la piel, que la hace añicos y cenizas, mientras cadenas de dolor se aferran para lacerar lo que queda, la traición es lo único que Lía Alarcón conocía, la traición era lo único que podía ofrecer, y sin embargo el estúpido corazón de Ruiz, tan débil, tan olvidado en los años que habían pasado después de su partida, se negaba a odiarla, a repudiarla desde el fondo de su alma como la alimaña que era , y aunque en esos momentos de “lucidez” como los había insinuado Grosso que yacía dormido al lado del Emperador, era clara la motivación de éste último para echarla de su vida, él sabía que era muy difícil que la mañana siguiente pensara igual. Quizás debía hacer uso de sus últimas fuerzas y bajar esas interminables escaleras hasta encontrarse con Lía de frente y gritarle, reclamarle los años de dolor, de incertidumbre, de humillación, de impotencia a los que lo había condenado con su cobarde acción, la cual ella tal vez ni siquiera reconocería como algo malo, después de todo las personas como Lía Alarcón nunca miran hacia atrás, van avanzando y pisando a las personas que solo les sirven para alcanzar sus fines, van por ahí hiriendo a los ingenuos perdedores como ahora se sentía el Emperador, obteniendo muchos beneficios sin entregar nada, solo fingiendo, fingiendo risas, fingiendo bienestar, fingiendo orgasmos e incluso fingiendo lo que es imposible de imitar, el amor; pero a pesar de ser imposible de replicar, para una persona que no lo ha vivido, y que solo ha recibido crueldad y malos tratos como el Emperador, hasta la sonrisa fingida de una amante traidora se puede confundir con éste.



Entonces las cosas estaban claras, bajaría aunque eso le costara dolor agudo y mareos, recorrería esa sendera, aunque fuera lo último que hiciera y tomaría venganza, una venganza inicua y placentera que al final lo dejaría más vacío, pero mientras durara, le diera por lo menos la satisfacción del que mata muriendo, echaría a Alarcón del lugar a gritos, a insultos, a golpes de ser necesario y luego ya que se acabara todo, que las paredes a su alrededor se le vinieran en cima, que Julia le inyectara un veneno letal, que Grosso se levantara de su cama y le enterrara un puñal, que Mindell se quedara con todo su dinero y sus cosas, que Herson le diera la espalda, ya nada más podía importarle, después de sentirse así, de por un breve instante volver a vivir ese asqueroso y recurrente dolor.



Se puso de pie bamboleándose y cada paso fue una escena vivida, una noche de alcohol, otra de prostitutas, otra de drogas o lo que fuera que pudiera apartarlo del dolor, pero nada funcionaba, nada podía borrar la risa traicionera que vagaba sin rumbo en su cabeza, nada podía quitarle de los dedos la sensación de su piel, nada podía alejarlo de todo ese sufrimiento condensado en forma de noches eternas, nada podía evitar que gritara hasta desgarrarse la garganta el nombre que ahora volvía pretendiendo que nada de eso había pasado.



LÍA ALARCÓN, LÍA ALARCÓN, LÍA, LÍA... Su castigadora, su judas, su dolor, su maldición y a pesar de todo, su más grande amor. Quizás tenían razón los que lo daban por loco durante ese tiempo, a lo mejor el patético disfraz del Emperador, solo era el último vestigio de la cordura que no lo había abandonado, pero ya nada de eso importaba, solo quería deshacerse de ese sentimiento que le había llegado seco como un golpe, rápido como el frío que se apodera del cuerpo cuando ha sido herido y profundo, como la lengua que había hurgado por su boca hace muchos años atrás y que ahora hasta se atrevía a volver a decir su nombre.



La puerta tan liviana le resultaba un obstáculo insalvable, ardía en fiebre y el delirio le llevaba de la mano, Julia no estaba, y ningún brazo amigo se tendía para ayudarle, no había ahí nadie más que su propia mente castigándole una y otra vez, reviviendo la escena en que descubrió la ausencia de su prometida, y la del dinero de su proyecto, repitiendo las promesas insulsas que había creído, recordando los besos, los “te amos”, tantos falsos recuerdos que antes le parecían tan bellos, y llenándolo de una furia asesina, pero no contra ella, sino contra sí mismo, por haber sido tan idiota, por haber sido tan raquítico, tan ingenuo, tan inútil, tan fracasado, tan perdedor, tan prescindible, y a partir de ese momento las burlas de su mente no lo dejarían más, obligándolo a matarse, o al menos a matar a su parte humana, a su fragilidad que le estorbaba para poder sacar adelante un proyecto que había sido ultrajado por una mujer, un ser perverso que lo esperaba en la planta baja de aquel nosocomio con la misma sonrisa falsa de hacía tantos años y que había vuelto para llevarse lo poco que quedaba de su fuerza y su dignidad, además claro del dinero que había obtenido para su gente, la que ahora no estaba ahí para secundarlo y hacerlo fuerte, la que seguramente estaría durmiendo siendo ajena a cualquier sentimiento de su supuesto líder que se arrastraba ya por el pasillo en busca de las escaleras y de su terrible venganza.



Sin embargo nuevamente era traicionado, ya no por la mujer que seguía incólume en la sala de espera, sino por su propio cuerpo que se negaba a seguir adelante y se derrumbaba cuesta abajo por las escaleras, perdiéndose simultáneamente en el delirio y el dolor, mientras unos pasos se oían a lo lejos y Julia se acercaba corriendo y sollozando al presenciar impotente la caída de Raúl Ruiz.

jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo 29.- Encuentro casual

Liliana caminó durante mucho tiempo mientras se lamentaba por su timidez para no pedir aventón a la Ciudad, o al menos que la dejaran llamar un taxi.

Era ya muy tarde, era seguro que no llegaría a su trabajo y probablemente la regañarían o hasta la despedirían, así que de nada había servido que se retirara de aquél lugar y se fuera dejando a su querido Octavio en esa situación tan incierta. El camino para llegar a la Comunidad era sombrío, boscoso y nada sencillo de transitar por las noches, a menos claro que uno fuera con un vehículo, incluso una bicicleta, para poder apretar la velocidad y ponerse a salvo de la oscuridad y cualquier asechanza posible y aunque en todos los años de existencia de la mansión, ningún altercado había sucedido en la vereda, esto naturalmente era ignorado por la peatona que temblaba de frío  y nervios.

Los sonidos propios del bosque y de la noche comenzaban a apoderarse del ambiente y ningún vehículo se apreciaba por el momento; los pasos de Liliana, antes rápidos y ágiles, comenzaban a hacerse pesados y temerosos, hasta el momento en que un guijarro en el camino la hizo ir de bruces hacia el suelo.

Sucia y adolorida sintió ganas de llorar, por su empleo, por su timidez, por su amor imposible, por su soledad, por el sitio, por miles de razones que la ponían peculiarmente triste, y como ya había avanzado un tramo muy considerable, tampoco era una idea lógica regresar a la mansión en busca de apoyo del Emperador o de Julia Jaimes.

De repente, mientras las primeras lágrimas comenzaban a surcar su rostro, un veloz automóvil le llamó la atención aproximándose y deteniéndose bruscamente frente a ella que miraba inquieta y expectante. Un hombre de cierta edad, seguramente mayor que ella, descendió del auto y se le acercó; resultaba ser bastante atractivo a la vista y su intromisión milagrosa hacía que tuviera aún más encanto para Liliana Lara, que se mantenía de rodillas y sollozando.

- Señorita ¿Qué ha ocurrido? Bueno, además de lo obvio claro. Permítame ayudarle - le soltó Valdés a quemarropa, mientras la levantaba fuerte pero delicadamente a la vez y la atraía hacia él en un gesto tan natural que ni siquiera resultaría ofensivo ni extraño-.

Liliana se sonrojo en demasía pero se mantuvo callada en un intento por recuperar el aliento y que no se le quebrara la voz para explicar y pedir ayuda.

- Usted no vive en la mansión de enfrente, permítame que la lleve a su destino por favor. ¿Puede caminar? Vaya pregunta-  dijo Herson mientras la cargaba en vilo- Claro que no puede, si no, no hubiera estado en una posición tan incómoda.

Herson la llevó cargando el breve espacio entre el suelo lodoso en que se encontraba y  la puerta del copiloto, pero a Liliana le pareció mucho más. En su vida jamás la habían cargado, no sabía como sentirse, claramente era una violación a su espacio vital, pero no le molestaba, además no tenía idea de quien era el extraño que la estaba introduciendo en su coche, pero no le daba miedo, el dolor de su tobillo parecía menos mientras esos brazos fuertes, pero a la vez delicados, la transportaban con una suavidad insospechada. Muchas veces había sido pretendida por sujetos guapos y caballerosos, pero por alguna razón el que ahora la llevaba por ese camino la tranquilizaba y atraía como nadie, en una sensación muy peculiar y parecida  a la que había vivido al conocer a Octavio Grosso, sin embargo Grosso no era así, tan amable, tan cuidadoso, tan galante, Octavio era algo rudo con ella, por no decir bastante, Octavio era en ocasiones grosero e indiferente, completamente seguro de sí mismo rayando en lo egoísta, Octavio era otro de esos tipos "malos" que de alguna manera se habían sabido meter en su vida mucho mejor que los "buenos", por eso Julia le había dicho que no le convenía, pero el sujeto con el que estaba... De forma increíble Liliana se sorprendió a si misma con esta clase de pensamientos, era completamente arriesgado y peligroso pensar así de un desconocido, un sujeto en un automóvil que de repente había aparecido y la había salvado de ese paraje oscuro y desolador, hablándole con toda delicadeza y llevándola en sus brazos para depositarla suavemente en el asiento de su auto y que seguramente jamás volvería a ver, lo cual le dejó nuevamente un sentimiento de tristeza.

De pronto ya iban acercándose a la Ciudad, surcando la oscuridad del bosque y con una música leve de fondo que amentaba el hechizo del momento para Liliana.

- Señorita, lamentó ser descortés, pero pronto llegaremos a la Ciudad y me gustaría saber a donde dirigirme, no quiero que piense que soy entrometido, pero ni siquiera me ha dicho su nombre, el cual por supuesto que me gustaría saber.

Herson no intentaba ser galante, a diferencia de Octavio, él no era un conquistador, simplemente trataba de ser amable y no asustar más a su pasajera, que por la impresión que le daba, se encontraba en estado de choque o algo parecido, pues ni siquiera podía articular palabra, por lo que Valdés intuyó que el dolor por la caída debería ser muy fuerte o él muy atrevido por ofrecerse a llevarla sin que ella al menos se lo pidera, por lo que trataba por todos los medios de romper la situación que se le hacía tan tensa, además de que, por más que lo intentaba, no podía dejar de notar el encanto magnético de la belleza que le acompañaba y en especial de sus largas piernas, que aún con polvo y raspones lucían impactantes.

Su ánimo estaba por los suelos y solo deseaba llegar a la Mansión para olvidarse del fracaso de aquél día, pero no podía simplemente ignorar a una mujer sola en medio de la vereda boscosa e irse a ver a sus compañeros, hubiera sido perverso y contradictorio. Sin embargo, las notas suaves en su aparato de sonido, no eran suficientes para distraerlo de la imagen de Bareshka tan fría y diferente de lo que hubiera esperado, por eso la opción de arrancarle al menos unas palabras a su acompañante, le parecía de lo más deseable también.

Liliana Lara volvió de su abstracción para responder la pregunta, pero su voz se negaba a salir de forma normal, así que apenas atinó a hablar con un tono dulce y bajo, entrecortado y muy frágil, para presentarse y apenas poder articular el nombre del bar donde trabajaba, insinuando que ese era su destino.

Herson se enterneció con la voz y los gestos de Liliana, pues parecía una niña asustada a la que sus padres le habían prohibido hablar con extraños y se sintió con ganas de ayudarle.

- Ya veo, trabaja en ese lugar seguramente, pues dudo que este de humor para unos tragos con esos raspones tan fuertes - le dijo a Liliana mientras disimuladamente le veía los tobillos y en particular el que estaba lastimado.

Liliana notó la mirada de Herson, pero no se molestó ni le causó asco, como aquellas miradas que lujuriosamente la desnudaban, las cuales eran tan constantes, que hasta en Octavio aparecían. A su vez Hersón se notó descubierto y se sonrojo al instante, le daba mucha verguenza haber cedido en la tentación de echarle otro vistazo a las piernas que pudo ver tan claramente mientras se acercaba a la mujer cuyo nombre ahora conocía, que yacía de rodillas en el piso. Ahora seguramente le desconfiaría aún más y se iría con una pésima impresión de su persona. Nada más lejos de la verdad, Liliana solo se interesaba más y más en él. Herson decidió hacer un intento más por congraciarse con aquella pasajera frágil y volvió a portarse galante sin notarlo.

- Me gustaría ayudarla, creo que esta sufriendo por esos raspones y si no pudo caminar a mi auto, tampoco podría trabajar en esas condiciones, por favor, permítame que la lleve a un médico o a su casa, no estaré tranquilo dejándola así, si me lo permitiera quedaría gratamente complacido.

Liliana se sintió conmovida ante aquellas palabras de ese extraño, que a pesar de que había pedido su nombre, no había dado a su vez el suyo, y aunque quiso tomarle la palabra por que el dolor había regresado y estaba muy incómoda con sus ropas sucias, tenía la esperanza de que la dejaran estar en su trabajo sin represalías.

- Gracias por su propuesta, pero debo ir al trabajo, es muy importante que me presente y estaré bien - mintió Liliana con un tono aún más dulce que el anterior- si me pudiera llevar ahí yo le estaría muy agradecida de todos modos.

Herson aceptó haciendo notar sus reservas, pero se ofreció a acompañarla para no contrariar su voluntad. A pesar de que el camino hasta el bar donde trabajaba Lara era extenso, gracias a la habilidad de Valdés al volante y su conocimiento de la Ciudad se hizo más corto, además de que estuvo amenizado por algunos comentarios de ambos, que poco a poco dejaban la tensión para darle un toque más casual a su encuentro.

Al llegar al exclusivo lugar, Herson sirvió de apoyo para que Liliana pudiera llegar hasta el acceso de empleados, llevándola fuertemente del brazo y poniendo todo su peso en él, sin embargo dos sujetos con pinta grotesca que hacían las veces de cadeneros del lugar le negaron el acceso mientras gruñían:

- El jefe quiere verte, pero nos dijo que fuera aquí.

Liliana se preocupo y la tensión se le reflejó en el rostro, ante la mirada de Valdés.

De las luces de neón del lugar salió un tipo vestido extravagantemente, con una cadena de oro y un traje blanco, incluídos los zapatos lustrosos, y un aire de suficiencia que daba lástima.

- ¡Pero si es la dueña del lugar en persona! - soltó con sarcasmo ridículo el sujeto- O al menos eso deberías de ser si quieres venir cuando se te de la gana y a la hora que se te antoje...

Liliana se disculpó bajando la mirada en un gesto de sumisión, pues a pesar de que le molestaba su asqueroso jefe, la necesidad del empleo la obligaba a tragarse su dignidad de vez en vez.

- Una disculpa no es suficiente, tu eres solo una mesera, una simple y sencilla mesera. ¿Acaso pretendes tener un trato especial por tu aspecto? No eres nadie para mí, si quisiera, podría cortarte tu única fuente de ingresos.

Hersón se contuvo mientras observaba a Liliana que inmovil continuaba con la mirada gacha, pero en sus puños comenzó a nacer un calor y una cosquilla que de vez en cuando aparecían para complicarlo todo.

- Pues esta bien, ya no llores mujercita, si tanto te interesa, quizas podríamos llegar a un acuerdo...

Mientras decía esto, el sujeto jaló a Liliana del brazo y la tocó descaradamente en la pierna lastimada, lo que la hizo perder el equilibrio y soltar un grito de dolor; aspaviento que cual si fuera una mecha encendida, detonó aquella sensación en los puños de Valdés, que surgía ante tipos como el que tenia enfrente, así que sin mediar palabra y tampoco medir consecuencias, en un instante Herson estaba ya sobre el jefe de Liliana, golpeándolo rápida y salvajemente ante la sorpresa de los gorilas cadeneros, quienes después de salir de su estupor se le abalanzaron al Pilar, tratando de aprovechar su tamaño y sus conocimientos en las técnicas de sacar borrachos, pero Herson no era un borracho, era una persona muy atlética, y preparada, un tipo lleno de bríos y coraje por esos tratos tan denigrantes contra una mujer, así que haciendo uso de una agilidad insospechada, se desembarazó de los gorilas, tomó cargando a Liliana y escapó en su vehículo a gran velocidad, mientras los cadeneros atendían a su jefe que permanecía completamente noqueado, en esa noche que comenzaba a tener más giros inesperados de los deseados.

martes, 26 de enero de 2010

Capítulo 28 Tentación III

- En cualquier momento uno se tuerce, y sus sueños y convicciones desaparecen, es entonces cuando terminas siendo otro número para la estadística, otro grano en la arena. Yo no quería ser así, no se cuando es que me transforme, no se cuando fue que perdí el control. Aún ahora no podría asegurar que ya lo he perdido, me siento igual que antes, como siempre, quizás fue de una forma tan gradual que ni siquiera lo sentí, y en este momento la única diferencia la hacen los cables que tengo conectados. ¿a qué hora pasó Raúl? Ya ni siquiera te soy útil, ni a ti ni a nadie.

Grosso continuaba su monólogo mientras la luz marchita del ocaso se colaba por las persianas de la habitación y perdía en un esfuerzo vano en contra de la blanquecina luz eléctrica.

- Tantas veces hablamos de lo que podría ser un buen negocio, y tu dijiste que aunque fueran un giro de éxito, había algunos que no querías realizar, como los bares, los antros y los giros negros, quizás lo decidiste por tu convicción, por principios, por moral, o que se yo; sin embargo, no sabías que uno de los tuyos sería víctima de uno de esos giros ¿O acaso lo sabías? Quizás lo veías venir, pero igual no hiciste nada, solo te quedaste observando como me deterioraba sin que me diera cuenta. Pero me estoy equivocando, tu no tendrías por que pagar por mis errores; el darte la responsabilidad sobre mis acciones no te convertiría en el padre que no tuve, ni a mí en una mejor persona de lo que soy, pero ahora siento que todas esas cosas estan de más, contigo ahí mudo, conmigo aquí acostado e inutil, mientras las horas siguen pasando y mi cuerpo empieza a doler más, mientras la sed regresa y la visión libre que tengo por este breve instante se extingue. No se como seré cuando esta visión se vaya, no se si seré como todos los alcohólicos que salen en las cintas, pero no quiero pasar por esto, no me siento con fuerzas, quizás lo mejor sería solo desaparecer y ya, a lo mejor hasta te sirvo más así, sin estorbar, después de todo yo soy reemplazable, lo se, todos lo somos, hasta tú.

Ruiz seguía sin responder, su propio malestar lo tenía a raya de cualquier comentario y no se sentía con fuerzas para armonizar o tranquilizar a su Pilar, así como tampoco fue capaz de interpretar la indignación de Julia, ni las insinuaciones de Lía; Octavio tenía razón y se equivocaba, todos y ninguno eran reemplazables, pero no podía explicarlo en ese momento, así como tampoco podía revertir las palabras de Grosso. Así que se quedó en silencio, mientras Octavio hacía el intento por seguir dormitando, y aprovechando ese momento de tranquilidad obligada, se puso a pensar en los giros de los que le hablaba Octavio.

Pudo haber conseguido más dinero, más posesiones, pudo haber impuesto sus órdenes y su voluntad a más gente, pero todo eso carecería de sentido, por que incluso ahora, cuando había actuado siguiendo a su conciencia, pero su cuerpo, que es el reflejo de la mente, le limitaba tan seriamente, se preguntaba el significado de sus acciones, se preguntaba si todo eso tendría un valor, si en verdad podría escapar de la efímera condición a la que estaba condenado por medio de la Comunidad, y solo se encontraba él sin respuestas y con la misma incertidumbre de siempre y ante esta situación, se imaginó una realidad distinta, un escenario completamente diferente al que estaba viviendo.

Esa mañana se hubiera tomado un cocktail exótico en los límites de su propiedad que daban a la orilla del mar, un océano turquesa, solo destinado a las personas como él que pudieran pagarlo, un paisaje limitado a la gente poderosa y rica, alejado de todo. Entonces su mujer Lía Alarcón, habría aparecido usando un diminuto bikini trayendo en las manos un aceite para darle un masaje en la espalda, mientras los demás se ocupaban de los negocios, mientras los demás se partían el alma para brindarle a él todo ese bienestar material. En ese mundo no habría Comunidad, pues en nadie más confiaría tanto, ni a nadie le daría lo que les daba a sus Pilares, todo sería suyo; en esa realidad el dolor físico no existiría, y todos los días Lía, a quien por supuesto hubiera podido comprar, estaría a su lado, dándole en la boca el dulce veneno de su falso amor.

Raúl no supo contestarse si en esa realidad sí sería feliz, y solo atinó a quedarse dormido, junto con Octavio, ambos perdidos en ensoñaciones de opio.

domingo, 24 de enero de 2010

La gente se repite cada día, se escuchan las mismas frases, se ven los mismos rostros, cada uno en su universo personal revolviendo un ciclo que se supone eterno. Entonces llega siempre la duda, la necesidad de romper el límite, de trascender, de cambiar, pero se antoja tan lejana la posibilidad de hacer algo distinto, que terminamos cediendo al dulce anonimato que protege de la desilusión. La desilusión que nos orilla a seguir grises, iguales, jugando el juego que alguien hace siglos estableció.

¿Cómo se podría escapar a la muerte? De que forma se puede salir de las cuatro paredes de la percepción, de la moralidad, del tedio, del ocio, de la ambición, de la mezquindad. Es que nos limita nuestra condición, o es otro pretexto para seguir siendo iguales.

viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo 27 Tentación II

Una pequeña caravana arribaba a la Comunidad, una ambulancia seguida de dos vehículos, uno de ellos perteneciente a Octavio Grosso, pero tripulado por Julia Jaimes y Liliana Lara, el otro de propiedad de Raúl Ruiz, quien guió a la ambulancia por el camino boscoso que desembocaba en la mansión. Seguramente Octavio dormía incómodamente en el vehículo de emergencia, en ese caso y esas condiciones,  no estaría apto para asistir a ninguna reunión, ni mucho menos a alguna votación, y aunque la fiebre de Raúl no cedía, él a diferencia de su Pilar, si debía de estar en condiciones para cambiar el rumbo de la elección que se avecinaba.

El vehículo de Valdés no estaba en su sitio, por lo que debía estar ocupándose aún de otros asuntos, y aunque a Ruiz le hubiera gustado que alguien le ayudara a caminar desde su auto hasta la Clínica de la Comunidad, hizo un esfuerzo más para caminar erguido y sin pausas mientras los camilleros le seguían de cerca.

Julia y Liliana se detuvieron en el estacionamiento, era tiempo de que la segunda se retirara.

- Hasta aquí puedo llegar, ya debo volver al trabajo, además seguramente él despertará pronto.
- Quizás deberías quedarte a verlo por tus propios medios, pero esta bien, respeto tus decisiones Liliana.
- Gracias Julia, no se como podría pagarles que se hagan cargo de Octavio, estoy segura que estará en buenas manos con Usted, yo vendré en cuanto pueda, aunque resulta difícil llegar hasta aquí sin un trasporte privado.
- La distancia es una de las excentricidades de nuestro lider, pero resulta más sana que estar a un lado de la Ciudad con todo su estrés y contaminantes.
- De acuerdo, pues de nuevo gracias y hasta pronto - dijo Liliana en tono de despedida, mientras se alejaba por entre las rejas.

Julia se detuvo un momento a pensar en cómo haría su interlocutora para volver sin transporte, pero pensó que en ese mismo momento no podía encargarse de eso, sino de Octavio, y que Liliana podría encontrar a alguien que la llevase, incluso podría pedirle a uno de los Comunitarios que la llevase, si es que no fuera tan introspectiva.

Ruiz entro por la puerta principal de la Clínica, un nosocomio privado para los miembros del proyecto, que aunque no competía en la grandeza y lujos de la clínica que no hace mucho había abandonado, sí estaba lo suficientemente equipada para ser útil y eficaz.

Haciendo una seña a los camilleros les ordenó que llevaran a su Pilar al segundo piso, donde se encontraban los cuartos de hospitalización, y sintiéndose aún más mareado se dirigió a la Sala de Espera para poder descansar unos momentos, sin embargo, lo hizo con la mirada baja, para no claudicar mientras lo hacía.

Al llegar a los sillones depuestos para la espera, sintió la presencia de alguien que estaba a su lado, pero más que su presencia, su olor, un aroma peculiar y embriagante, la escencia de Lía, por lo que poco a poco levantó la mirada para topársela cara a cara.

Ella mostró una sonrisa afable, entre alivió y dudas, como las que solía darle al Emperador, mientras que él sintió que desfallecía presa de la fiebre y la incertidumbre.

- Raúl, me dijeron que estabas hospitalizado aquí y he venido a buscarte, pero esas ineptas enfermeras no me han sabido decir donde estabas, solo me dijeron que quizás volverías aquí y por eso aquí me tienes aguardando, pero a la vez estoy sorprendida, por verte fuera de los cuartos, ¿Es que acaso no estabas muy enfermo?
- Estaba, pero ya estoy bien Lía- Raúl hizo una pausa pensando lentamente en lo que le diría para desembarazarse de ella, pues sabia que no era el momento para hablarle y su debilidad empeoraba las cosas, pero no quería armar alboroto, así que lo mejor sería contestarle con la amabilidad que le fuera posible- agradezco tu preocupación, pero como ves estoy bien, regresa a la casa ahí te veré en la noche y hablaremos...
- Ni hablar Raúl, no te creo que estés bien, además así como me han tratado tus empleadas, estoy segura que ni siquiera te han sabido cuidar, mejor vámonos juntos, aplaza los deberes que tengas y ven conmigo para que te cure.
- No puedo Lía, estoy bien - farfulló Ruiz sintiendo un coraje desde el estómago que se extendía hasta sus labios, solo por oirla hablar así, de sus enfermeras y de él mismo, después de todo no podía explicarse como podía ser tan cínica- y ahora si me disculpas, tengo otros asuntos que tratar aquí.

Raúl se levantó pesadamente e intentó dar un paso, pero al momento de mover la pierna sintió como un calor abrasador le quemaba las entrañas y le despojaba de sus últimas fuerzas, así que involuntariamente perdió el equilibrió y fue a dar cerca de donde estaba Lía, quien en un rápido movimiento y con unas fuerzas desconocidas para Ruiz, lo tomó con fuerzas de la cintura y lo atrajo hacia ella, brindándole apoyo, pero quedando con los rostros de frente y casi unidos.

- Imposible que te deje así, ni siquiera puedes andar. ¡Valiente Emperador! Cayendo y tropezando delante de sus empleados...

Raúl no entendió a lo que se refería Lía, hasta que pudo alzar la mirada y vio cerca de ellos a Julia, quien lo miraba de una extraña forma que nunca antes había visto, conformándose como una mezcla entre sorpresa y rencor.

- ¡Julia! - gritó el Emperador, pero ella ya se dirigía a las escaleras, en busca de Grosso seguramente y le daba la espalda - Vuelve y ayúdame...

Ruiz casi perdió el conocimiento con ese pequeño esfuerzo y sus palabras ni siquiera se escucharon más allá de Lía quien se preguntaba el porqué de ese grado de confianza entre Raúl y la mujer que se había marchado. ¿Sería acaso su doctora? ¿Qué vínculo los unía? Pues aunque ella ya sabía de los Pilares y sus identidades por sus investigaciones anteriores, no conocía el o los motivos que habían transformado a Julia en un Pilar, y ahora que la veía de frente, con esa hermosura tan auténtica, pensaba que debía ser cuidadosa con esa mujer, que seguramente podría conquistar a Ruiz si se lo propusiera.

Las enfermeras ayudaron a Lía y a Raúl pero contrario a lo que hubieren deseado no se encaminaron hacia los cuartos del hospital, sino hacia la casa del Emperador, sin embargo, justo cuando iban a cruzar el umbral, Ruiz recuperó unas pocas de sus fuerzas y se opuso.

-Lía en serio, esperame en casa, ire pronto, como ves no puedo ir a otro lado, ahora debo hacerme cargo de algo más urgente, si lo entiendes y me respetas, me dejarás aquí.


Lía asumió que sería mejor postura si así lo hiciera, pero no accedió a regresar a la casa de Ruiz, solo le ayudó a llegar al segundo piso y regresó a la sala de espera, pues no estaba dispuesta a dejarle a Julia su valiosa presa.

Ruiz, no se permitó pensar en el incidente y siguió la ruta que le indicaron las enfermeras en busca de Grosso, encontrándose a los camilleros que se iban en ese instante y gratificándoles.

Al entrar a la habitación Grosso yacía aún dormido, y Julia le sostenía la muñeca haciendo señas de tomarle el pulso.

- Julia, ¿Cómo está?
- Estable por lo pronto - dijo Julia en un tono gélido, completamente nuevo para el Emperador- Así que ella es Lía Alarcón. No sabía que ya se llevaban tan bien en tan escaso tiempo.
- ¿De que hablas?
- Me imagino que pedirás al Consejo desde ya que se quede como tu compañera o tu pareja ¿No es así? De ese modo ella te cuidará lo que nosotros no hemos podido...

Raúl  aún se sentía mal y era incapaz de interpretar los celos de su Pilar médico, además de que a penas le quedaban fuerzas para estar de pie, así que se sentó lentamente en el sillón de espera sin decir más y se acurrucó esperando la llegada de Herson y hasta de Mindell que seguramente se presentarían, hasta entonces hablaría, pero esta decisión solo estaba basada en su propia debilidad física.

Julia sintió un rubor distinto en el rostro, uno de ira por haber sido ignorada, que además se unió a sus grandes celos y no pudo contenerse más, así que se alejó rápidamente de aquél lugar, donde dos de sus compañeros, se debatían entre la salud y la inconsciencia.

jueves, 21 de enero de 2010

Capítulo 26 Tentación I

Un vértigo incontrolable de meses lapidarios se colgaba de sus hombros cual si estuviera enganchado a su piel, lacerándola a cada instante; días sin descanso, noches inciertas, medicinas para engañar el alma, que de cualquier forma yacía enferma; manos invisibles apretando sin piedad su cabeza, murmullos imparables de voces hambrientas, exigiendo, rogando, quejándose sin descanso y reinando sin control en sus pensamientos.




Rostros fugaces, sonrisas ajenas, fragancias esfumándose más rápido de lo que aparecían.



Solo, irremediablemente, aún entre sus Pilares, aún entre la gente que le admiraba y perseguía para hacerle un comentario, brindarle un saludo o hasta una rabieta; solo, aún con las reuniones, los viajes, la Cámara, el Consejo, las visitas, las peleas, los debates, los clientes, la gente, los encuentros; solo, aún cuando debía compartir su espacio con el “Emperador” la figura intocable que había creado para presentarse al mundo, y que ahora cual monstruo rebelde, le exigía más y más tiempo de vida a costa de su propia existencia.



En ocasiones como las que atravesaba, se atormentaba pensando que quizás su careta fuera más importante que él mismo, por que la gente prefería al “Emperador” sobre el hombre, por que si dejaba de serlo, sería afrentado por todos aquellos a quienes había acostumbrado a ser el que no era, sin embargo mantener dos vidas en un solo cuerpo era agobiante y tremendo.



Julia tenía razón en sugerirle un descanso, llevaba mucho tiempo requiriéndolo, pero ahora menos que nunca tenía la convicción de hacerlo, necesitaba algo más que amenazas médicas para detenerse y cambiar de vida, necesitaba una mano estrechada que le dibujara un camino, una sendera distinta a la que las cosas actuales le establecían, una alternativa que lo llevara a escapar, al límite de los comunitarios, de los detractores y de su deber, por una vía extrema y lejana que lo condenara a huir por entre luces y voces sin sentido, un brazo de apoyo perteneciente a una mujer, una compañera capaz de quebrantar la realidad y hacer que ésta pareciera solo una proyección ambigua y borrosa, pero a falta ella sólo le quedaba seguir aguantando intentando mantenerse firme ante tanto mareo.



Lía no era una opción, era simplemente la mayor de sus calamidades, por eso debía desechar la idea de ella de su mente, pero un esfuerzo tan grande solo lograría debilitarlo aún más, así que sin poder acercarse ni apartarse de ella, solo se mantenía parado sobre la estrecha línea de la indiferencia, esperando el más mínimo roce del viento que lo arrojase a uno u otro lado.



Por lo que aún cansado y confundido debería continuar su faena; primero escoltando la ambulancia que salía del sanatorio llevando Grosso y dirigiéndola con rumbo a la Comunidad, y después decidiendo que hacer para convencer al Consejo General de dejarlo seguir tomando decisiones fundamentales y alejándose de la propuesta de los Grandes, aunque para poder convencer a ese Consejo, primero tenía que encontrar en su interior razones que lo convencieran a él mismo.



En otra parte, Herson, que aún se mantenía en la empresa que había ido a inspeccionar, revisando documentos para la nueva inspección que se avecinaba, había recibido una nueva llamada de Julia avisándole del traslado de Grosso, por lo que tendría todavía unas horas libres ya de presiones, hasta regresar a la Comunidad, sin embargo quería ocuparse antes de la llamada a Bareshka, por lo que tomando con nerviosismo su móvil, marcó los números tan impersonales y fríos que resultaban ser los de esa persona tan especial que guardaba en su mente y que lo alejaba gratamente de los conflictos de la Comunidad y esperó como un niño asustado mientras los monótonos sonidos de un timbre llamando se sucedían uno tras otro. Herson se imaginaba la conversación, de alguna forma ella le haría notar con su tono trémulo un interés más allá de los negocios y así todo empezaría, una historia magnífica, fuera de serie, que le indicaría la pauta del inicio de lo que tan anheladamente esperaba un amor “virtuoso”.



Sin embargo mientras sus ensoñaciones crecían, de repente y como si nada, una dulce voz femenina llegaba para quedarse en vez de los tonos de espera de la llamada.



- ¿Diga?

- Mmm… Quiero hablar con la señorita, con la artista Bareshka Bazzel – alcanzó a decir Herson mientras las palabras se le amontonaban en los labios con timidez, en aras del comienzo de esa situación tan especial-.

- Ella habla. ¿Quién me busca, se trata de un cliente?

- Soy Herson Valdés, tuvimos una entrevista en días pasados, para un evento de aniversario de una empresa perteneciente al Emporio denominado “La Comunidad”, usted me dio sus datos y por eso le llamo.

- ¡Ah! Lo recuerdo, es usted el joven administrador del otro día, claro, quiero saber si ya ha pensado si necesita mis servicios, esto para poder comenzar de una vez los trabajos.

- Considero que si, pero necesito verla… ver su trabajo – corrigió rápidamente Valdés intentando no descubrirse- ¿Dónde puede ser esto?

- Asista a mi taller, si gusta puede hacerlo en este momento, me encuentro en el, le enviaré la dirección por mensaje al móvil si así le conviene – dijo secamente Bareshka-

- Iré entonces señorita – finalizó Valdés dándose cuenta que su interlocutora había cortado ya la llamada-



Herson se mantuvo unos instantes con el teléfono en la mano, su mirada se postraba en ninguna parte, mientras meditaba lo seco y frío de la voz de Bareshka, después de todo él se había hecho tantas ilusiones, tantas perspectivas, y resultaba que a final de cuentas, ella simplemente lo recordaba como un posible cliente más. ¿Es que ella no había sentido lo mismo? Para un hombre tan romántico como Valdés, una respuesta de esta naturaleza no podía más que desmoralizarlo, pues se resistía a pensar que la verdadera dueña de sus sentimientos se comportara de esa forma, y aunque era pronto para hacer cualquier juicio, incluso para él, esperaba que las cosas, ya sea por el destino o por el amor, sucedieran de distinta manera; después de todo el buscaba señales, pautas que le dijeran en su misterio, que iba por el camino correcto para encontrar a la mujer que buscaba, pero esta actitud pasiva no estaba haciendo más que acabar con sus ilusiones poco a poco.



- ¿Y si he estado equivocado todo este tiempo? –Se preguntaba constantemente a sí mismo. Quizás solo he estado buscando algo ficticio, un engaño, como me dijeron tanto, una concepción televisada de lo que debería ser el verdadero romance y amor, por que a final de cuentas, a mi edad, pocos hombres podrían darse el lujo de darle un lugar tan grande a sus sentimientos en su vida…



Fuera la razón que fuera, él se sentía abatido con esa pregunta, pero no se daría por vencido tan pronto, pues si se había ilusionado tanto con Bareshka, era seguro que merecía la pena esforzarse al máximo para llegar a conocerla, para encontrar de alguna manera esas pistas que la delataran como aquella mujer que estaba buscando.



Cerca de ahí, sin que Valdés sospechara si quiera, en el estacionamiento cubierto de esa empresa, dos siluetas platicaban entre las sombras en espera de la salida de el propio Herson, pues uno de ellos lo abordaría, echando a andar el plan del otro, ambos listos para poner otro obstáculo en el camino de la Comunidad.



Herson recibió el mensaje de Bazzel y se dispuso a buscarla de inmediato, así que preparó sus últimos pendientes y descendió por los elevadores al estacionamiento de empleados que se encontraba en el subterráneo del edificio, cuando acercándose a su vehículo, notó que un hombre recargado en el le esperaba, se trataba de Enrique Hernández quien vestía con una camisa azul deslavada, unos pantalones cafés mal acomodados, botas industriales y el cabello largo y chino cayéndole en los hombros y por la frente, al grado de casi cubrir sus ojos castaños.



- ¡Pero si se trata de Herson Valdés en persona! El esbirro más leal del mal llamado “Emperador” – dijo en tono burlón y haciendo una mueca incomprensible Hernández-

- A mi también me sorprende encontrarte aquí Enrique Hernández – dijo seriamente Valdés- aunque supe que el líder de los disidentes había sido nombrado asesor del Gerente de esta empresa, pero creí que se trataba de algún gesto piadoso de mal gusto al que no se le debía prestar tanta atención, después de todo tu permanencia en cualquier trabajo solo radica en tu estabilidad emocional y siendo honestos, yo no te daría más que unos meses nuevamente.

- El único gesto de mal gusto es tu automóvil Valdés – dijo sarcásticamente Hernández- me fascinan estos momentos, en que su ridículo “Manifiesto” les impide hacerme algo, puedes aseverar por ejemplo que no duraré mucho tiempo en este puesto, pero la realidad es que ya llevo lo suficiente, lo suficiente para saber que ustedes solo posan, fingen ser quienes no son, pero me gustaría más que mostraran los dientes para que todos pudieran verlos como son de veras, en realidad solo yo pude ver a tu ambicioso Jefe usando su psicología torcida para salvarse el pellejo durante su juicio en la gran crisis, es increíble que los jueces de ese entonces hayan sido tan estúpidos y crédulos, pero yo no soy así; los disidentes de entonces debimos ganar, pero el fanatismo de sus empleados y las influencias del propio Ruiz cambiaron la balanza a su favor.

- Me incomodan las personas como tu que solo viven del rencor y del pasado Hernández – contestó firmemente Valdés- y si bien es cierto que nuestro Manifiesto te permite seguir trabajando con nosotros, también lo es que si te metes conmigo en un tono personal no estoy obligado a contenerme y mucho menos a soportarte, así que si tu asunto no es laboral yo…

- Pero sí que es un asunto laboral Herson, de eso quería hablarte –contestó Enrique interrumpiéndolo- todos sabemos ya de la intervención del Consejo General, otro Leviatán jurídico creado para contener la soberbia de tu jefe, pero lo que no sabemos con certeza es quien va a ser el que dirija el Consejo General, pues es de todos sabido que aunque se compone de todos los miembros del Consejo común y de los Gerentes regionales, además de otros representantes de los Comunitarios, lo que no sabemos es quien será quien dirija sus trabajos, ahora que Ruiz será motivo de la reunión y resulta obvio que no podrá ser juez y parte; por eso la gente murmura Valdés, se dice que ustedes quieren poner al más neutral de los gerentes regionales dirigiendo esa escena, pero créeme, no tendría la capacidad ni el poder para hacerlo, lo se por que ese Gerente es mi Jefe y por eso conozco de antemano su falta de carácter.

- Ve al grano Hernández, tengo cosas importantes que atender, como para escuchar esas pretensiones tuyas; debes saber que el Gerente de esta empresa es de la total confianza de Raúl, por eso no intervenimos cuando quiso ponerte como su asesor externo, por que precisamente lo hizo por tus habilidades, sin comprometerse a que tu locura pudiera poner en riesgo la empresa, aunque yo pienso que lo hizo para tenerte cerca y vigilado.

- Ya veo, ustedes se creen que pueden hacer eso, pero la realidad es que me necesitan, yo no hice nada ilegal, solo defendía los derechos de los míos, es por eso que aunque dirigí la disidencia durante la crisis, ustedes en base a su Consejo y Manifiesto, no encontraron razones justificables para echarme, sin cometer una grave arbitrariedad, sin embargo ya que te quejas por tus múltiples ocupaciones, y ya que seguramente tu Jefe supremo te ha ordenado otra tontería improductiva como siempre, iré al grano como quieres. Si deseas salir bien librado del Consejo General, tú debes ser quien lo dirija en la sesión que tratará sobre las capacidades de Ruiz – dijo Hernández mirando fijamente a los ojos de Valdés, con un énfasis y una seriedad nunca antes escuchado en su persona - ya que tú eres el Administrador, se supone que tu deberías ser el líder y hasta la fecha desconocemos como es que tu llevas el segundo encargo, a pesar de que toda empresa y más aún un emporio, debería ser dirigido por un administrador precisamente y no por una persona de otra área como sucede en este caso. A pesar de que no te tolero como persona, te respeto como administrador, eres el único capaz de hacerlo, y estoy seguro que mi jefe apoyaría esa moción. ¿No lo entiendes Valdés? Ahora es tiempo de que tomes lo que te pertenece justamente, tu eres el verdadero líder detrás del “Emperador”, son tus facultades de administración las que han llevado a las alturas a este proyecto, solo debes tomar el cargo de dirigente del Consejo General y entonces yo conseguiré el apoyo de mi jefe y éste a su vez, el de los demás Gerentes regionales, de ese modo tus decisiones serán supremas, por que nadie se te opondrá. ¡Podrías incluso retirar a Raúl Ruiz! Solo necesitas decidirlo Herson, yo puedo conseguirte la llave de acceso a la dirigencia absoluta de la Comunidad.



Herson se detuvo a pensar antes de responder, meditaba sobre lo sencillo que es para un hombre perderse, y uno de los caminos, quizás uno de los caminos más seductores y fáciles para dejar la propia ideología y personalidad, es la soberbia, la materialización de un ego hambriento que no se cansa de alimentarse por medio de los halagos de otros, de las falsedades, que en ese instante da igual si son o no creíbles, un hombre soberbio toma todo de esas adulaciones y siente que esta más allá de los otros de su especie.



- Pongámoslo al revés Enrique, ¿Qué ganas tu en todo esto? Es irrisorio pensar que lo haces por la Comunidad, cuando tu mismo la intentaste desmoronar desde adentro, ¿Qué me pides a cambio de tu apoyo en mi postulación como dirigente del Consejo? – Inquirió Herson a su interlocutor, sin dejar de sostenerle la mirada.

- Quiero ser uno de los socios mayoritarios, uno de los Pilares, Valdés, yo también quiero gozar de sus beneficios, yo también quiero un retiro futuro tranquilo y lleno de comodidades, una vida como las de ustedes, que además de que se la pueden permitir, se jactan de imaginar que aún con sus lujos están haciendo un bien a los demás, eso deseo a cambio.

- Ya comprendo –dijo Valdés mientras se llevaba una mano a la frente- Supongo que muchos nos ven así, a los Pilares, supongo que a muchos el Manifiesto y el Consejo les parece una reverenda estupidez, y supongo que a muchos les mueve la ambición pura; lo que es difícil aún de suponer, es si uno de nosotros mismos, es decir los Pilares, piensa precisamente de la manera que tu piensas, por que si así fuera, sería completamente indigno de ser llamado Pilar. Me niego Enrique Hernández, tú eres una persona muy capaz, muy inteligente, muy práctica y muy útil, pero jamás podrás ser “virtuosa”, por que solo hay personas que logran eso. Un hombre capaz de dirigir a muchas personas “virtuosas” es sin duda el más especial para ello. Esa capacidad, para que la gente lo siga, para que en base a sus decisiones todas esas vidas los secunden, es una habilidad única que desgraciadamente yo no poseo. Pero hay un hombre que sí la posee. Ese hombre es Raúl Ruiz y será mejor que entiendas esto: ¡YO SOY UNO DE SUS PILARES!



El auto de Valdés se alejó con velocidad y se perdió en la lejanía, en el estacionamiento, cuatro puños se apretaban con fuerza, mientras que la ambición y el rencor dominaban a sus dueños, Mindell Quintana y su aliado Enrique Hernández, no habían podido tentar a uno de los Pilares, pero aún quedaban dos más, para intentarlo, para destruir a la Comunidad desde adentro.