Vistas de página en total

viernes, 23 de julio de 2010

Nieve y neón

Una nevada ligera cae sobre las calles de Paris, sombras grotescas se reflejan en cada rincón de las banquetas, luces débiles se empeñan en vano por iluminar el panorama, solo las estruendosas luces del neón gobiernan la noche.
Voces se empalman unas con otras hasta llegar a la locura, nadie ni nada se entiende en ese sitio; entonces una pequeña mujer aparece como despuntando por su aspecto ante tanta oscuridad; sus pasos son como luces, abriéndose camino entre la rugiente penumbra, su corazón late débilmente mientras se dispone a llegar al lugar convenido.

La cafetería se llama L´amour y su pinta es antigua y derruida, demostrando que sus mejores tiempos pasaron hace muchos años, sin embargo algunas personas persistentes continúan acudiendo en busca de viejas glorias o recuerdos amenos. En una esquina del inmueble un hombre delgado y alto con un extraño sombrero mira ansiosamente su reloj, mientras tirita del frío intenso que llega hasta sus huesos; de repente como si fuera un golpe de calor para su congelado cuerpo, la pequeña mujer entra al lugar y se dirige directamente a su mesa, ambos tienen tanto que decir que no alcanzan a abrir los labios, se miran por largo tiempo antes de entrelazar sus manos y olvidarse de lo demás, a su alrededor la poca concurrencia comienza a irse mientras el frío aumenta igual que la cantidad de nieve que cae. Afuera hay un barrio funesto, prostitutas deambulan fingiendo sonrisas y ofreciendo su remedio para acabar con el frío y la compañía de la soledad, mientras algunos hombres las miran distraídamente sin acabar de comprender que es lo que pretenden de ellas, pero seguros de sus instintos más primitivos.

El tiempo y su implacable velocidad han alejado al último cliente de L´amour, solo queda un mesero que impaciente dirige miradas a la pareja que sigue sin decir con palabras, lo que se grita con los ojos.
Ha llegado la hora de separarse nuevamente, sin promesas, sin compromisos, solo guiados por la esperanza de volverse a encontrar y entonces poder hablar, o simplemente dejar que las horas pasen en su grata compañía.
Ella se marcha primero, él se queda a observar la negrura disfrazada de colores brillantes en las marquesinas, y el frío mortal que se viste de blancos copos. Entonces decide alejarse también, y sus pasos se mezclan entre mujeres y hombres que en algún momento perdieron una parte de su humanidad, sabiendo que él y la pequeña mujer son el último vestigio de luz en esa noche que se extiende interminable.

No hay comentarios: