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viernes, 18 de junio de 2010

Capítulo 33.- Alegoría del ritual

Se dice que los humanos necesitan de los rituales, que éstos les proporcionan seguridad, una fantasía acerca de mantener el control, en una realidad que siempre está más cercana al azar que a la certidumbre. Si esto fuera cierto la vida en si misma podría resultar poco más que un acto de fe, un ejercicio de empeñarse en imaginar futuros, aun sabiendo que ni siquiera es cierto el presente. El ritual es tan útil como la costumbre, un límite en la vida de los hombres que están tan familiarizados con el miedo, que gustan de renegar de él en la primera oportunidad.




Herson se preguntaba por que es más deseable pasar una noche como cualquier noche, que conocer un lado oculto de uno mismo mostrado por las circunstancias, y por que en ese instante en que le rondaba la interrogante, quizás hubiera deseado estar en compañía de todos sus camaradas en lugar de disfrutar plenamente la presencia de aquella hermosa mujer con quien compartía una fuga ridícula hacia ninguna parte.



Liliana por su lado se encontraba desconcertada, primero lo de Otavio, luego el largo y tétrico camino que solitaria tuvo que recorrer desde la Comunidad y después un hombre que parecía ser diferente a lo que conocía, pero que por caballero, valiente o hasta macho, le había despojado de su único empleo y la había dejado con un gesto de galante arrogancia en la fila de los que buscan trabajo. En el fondo, ella también deseaba estar en el bar, sirviendo ebrios, por que la idea de romper con sus rituales y costumbres la aterrorizaba.



- Te aseguro que no estás desamparada, se que no tenía derecho a actuar así, pero era tu integridad la que corría peligro, tu dignidad de mujer y hasta tu amor propio. No es ético de mi parte ofrecerte empleo en nuestra Comunidad, pero como hombre me siento completamente responsable de lo que ha ocurrido y te ofrezco un interinato, mientras piensas si te gusta, si te conviene, o si quieres buscar algo más, pero te garantizo que al menos con nosotros no tendrás que pasar otra vez por esas horribles cosas. – Valdés sabía de su equivocación e intempestividad, pero trataba de consolarse a él mismo más que a Liliana con las palabras que esbozaba, pues realmente creía que ella apreciaría su gesto tarde o temprano y notaría que la Comunidad era mejor opción, el problema es que carecía de facultades para unirla, así de la nada, sin siquiera entrevistarla, y lo más que podía hacer por ella era darle el interinato, lo que de por sí ya era un grave descuido de su parte como administrador.

- No se de que se trate eso de interinato- dijo Lara con el tono sumiso que había adoptado desde lo del bar, pero al decir estas palabras, sintió como una súbita ira recorría sus venas y llegaba hasta su garganta. Durante muchos años ella solo había resistido las cosas sin hablar, sin quejarse, incluso aceptando los maltratos de Octavio y de los otros hombres de su vida, sus jefes, sus compañeros de trabajo, siendo menospreciada y prejuzgada en cada oportunidad y había hecho de esta situación infame su rutina, su ritual, con el que al menos sabía a que atenerse, pero aquella noche tan extraña, quizás algo del ambiente le impulsaba a sacar lo que tenía guardado en el pecho.- Pero lo que si sé es que no hay derecho, no hay derecho de que me tomes como una tonta dama en peligro que salvar, por que ella ni siquiera es capaz de hacerlo por sus medios, de que me tengas lástima por no tener trabajo y me arrojes un mendrugo en tu elevada calidad moral, de que me levantes en tus brazos y sin preguntarme me lleves a tu auto e irrumpas en mi vida con tu mirada autosuficiente y tu tono de galán en ciernes, que no solo he visto en ti, sino en muchos a lo largo de mi experiencia. Creía que eras distinto, pero bien puedo equivocarme, no sigas pretendiendo que eres el mejor, ni sigas siendo tan patéticamente amable, respétame, por que merezco ser respetada, si decido dejar de ser una estúpida maltratada será cuando a mí se me antoje y por mi propio albedrío, si decido mandar al carajo a cada imbécil que me cree una cara bonita y una cama deseable, será por que yo lo decido y no por un príncipe azul llegue a mi novela rosa y la haga feliz. ¡Así que no te atrevas a mirarme con lástima o recelo! ¡Por que simplemente no soy la mujer que tu crees que soy!



Herson no pudo ni siquiera voltear a ver a Liliana, siguió conduciendo abochornado y sin rumbo fijo, no se perdonaba el haber sido tan predecible como para prejuzgar en efecto a su pasajera, ni tan soberbio como para intentar salvarla, quizás ella lo hubiese hecho sola, una décima de segundo más tarde de lo que él había decidido intervenir, quizás ella era en realidad la mujer firme e independiente que había creído encontrar en Bareshka, pero su juicio a priori le había negado la posibilidad de comprenderla de ese modo. Lara por su parte sintió en sus puños cerrados la llave de una liberación, una libertad infinita que no se había permitido el lujo de darse a ella misma, siempre presa de sus propios rituales que contrario a lo que ella pensaba, solo eran barrotes en su prisión voluntaria, así que sin ganas de meditar acerca de lo que la había conducido a esa explosión repentina y mucho menos de considerar si ese hombre que la llevaba sin saber a donde, fuera el detonante de su radiante actitud, se sintió complacida de no tener idea de lo que seguía en su vida, de soltarse de la rutina de mujer maltratada y apostar decididamente por la incertidumbre del cambio, sin titubear ni arrepentirse.



Sin embargo, la noche continuaba y más cosas podían pasar, por que cuando el cambio decide hacerse presente llega como una tempestad, así que rompiendo un incómodo silencio entre ambos, el timbre del celular de Valdés sonó como una premonición y bastaron unas simples palabras de Julia, para hacer que Valdés deseara que todo eso fuera solo una pesadilla: “Raúl tuvo un accidente, está muy grave.”

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