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lunes, 20 de diciembre de 2010

Hermano

"Sentir dolor solo puede ser una señal de seguir con vida", escuché mientras las luces se hacían borrosas y los rostros difusos por mis lágrimas, quizás nadie en realidad hablaba, quizás solo varias personas mudas de indiferencia pasaban por aquel pasillo pintado de blanco triste y derruido de  aquél hospital que incolume veía pasar gritos, risas y hasta muecas que simulaban gestos amables.

Por la ventana que se asomaba al final de ese pasillo, mis lágrimas se ocultaban de tu rostro y a la vez me impedían ver el paisaje que tú me mostrabas cansadamente, pero lo más difícil era no dejarlas caer en tu presencia para no lastimarte aún más.

Siempre fuiste mi ejemplo a seguir, el tipo que no se cansaba nunca y que podía correr mil aventuras conmigo infundiéndome las fuerzas que a mí me faltaban, el sujeto que siempre tenía el comentario mordaz, la sonrisa franca, la exageración superflua, el chiste nuevo o simplemente la mirada sincera para seguir adelante, ahora tratas de ahogar tus propias lágrimas que también me quieres ocultar para no causarme más remordimiento.

¿Acaso vivimos nuestras vidas de un solo golpe? preguntaste, y yo solo pude hacer una reflexión para mis adentros: en qué momento nos hicimos así de viejos, como para estar los dos lastimados en ese hospital tan conocido, tu interno y yo de visita, cuando lo normal en el statu quo de nuestras historias era que tu fueras a verme en uno de mis ficticios achaques.

Sin embargo aún somos tan jóvenes, aún conservamos la ilusión de hacer nuestros proyectos realidad y así no dejarnos devorar por la vorágine del conformismo y de la vida barata de la comodidad, pero, alrededor de este paisaje desolado y desolador, todas esas metas parecen cual menos inalcanzables.

De pronto rompes el silencio tan incómodo que acalla nuestro mutuo malestar, y me dices a quemaropa "tengo miedo", y yo comprendo que jamás te vi asustado antes, entonces me doy vuelta a la ventana como queriendo escapar a ese paisaje de la ciudad, que momentos antes me has dicho que te parece ver tan cerca, con sus torres y su esmog, con su gente y sus insultos, con sus devenires y sus historias y sin embargo ahora esta tan lejos de tí; y así como así, fingiendo o tal vez solo viendo pasar las horas, llega para cobijar las palabras no dichas el rojo atardecer...

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