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jueves, 30 de octubre de 2008

Capítulo 4 El don de Julia

Raúl se retiró de la reunión seguido de Mindell Quintana, mientras que Grosso y Valdés se fueron por su lado también; Julia, por otra parte se dirigió a su consultorio y en el camino meditó sobre el poco casual comentario del Emperador, en otras condiciones no le habría dado importancia, pero ella era una persona que podía ver en las pequeñas cosas infinidad de detalles que pasarían desapercibidos por el ojo común.

Julia nació una mañana de tempestad y junto con los fuertes vientos y el estruendo celestial de los relámpagos, su llanto vino fuerte al planeta, alto y decidido, como una premonición de lo que esa niña tendría destinado, la fuerza y a la vez la sutileza propia de una mujer.

De niña, su actitud inquisitiva y su carácter travieso la hicieron amada de todos, pero a la vez forjaron el capricho de entre sus virtudes, el orgullo que la impulsaría a ser todo lo que deseara llegar a ser.

Cierto día mientras su familia la llevaba a pasear por una feria, durante su incipiente pubertad, conoció un aspecto del mundo que hasta entonces jamás le había pasado por la mente, se encontró con una gitana, una mujer que según su propio dicho, era capaz de ver el futuro de cualquier persona y de traer los hechizos de la suerte y el amor, este último un concepto aún inexplorado por ella, pero que sin duda era uno de los motivos que consideraba primordiales para vivir.

La gitana al principio fue ignorada por sus padres, pero en un descuido la aún niña se escapó de la mirada paterna y se fue a ver las artes de aquella mujer, cuya aura de misterio le atraía bastante.

La hechicera habló con Julia durante mucho tiempo, pues a pesar de la angustia de los padres de ésta, la niña se encontraba bien escondida dentro de una carpa de la feria. Mientras le leía la mano, la gitana le dijo que podía ver en aquellas líneas muchas vidas anteriores y un don especial que hasta entonces jamás había visto, un poder que no podía explicar, pero que seguramente la hacía un ser único y especial, lo que causó sorpresa en Julia, quien cada vez se sentía más deseosa de dominar ese lado mágico que recién le habían descubierto, sin embargo, en el momento en que más atenta estaba, aparecieron sus padres, al principio ansiosos y después muy irritados con ella, propinándole su primer castigo y de paso desilusionando todo aquello que había aprendido ese día.

Mientras crecía, la inquietud se iba haciendo más grande, se preguntaba a menudo si esos poderes de los que la mujer le habló, serían verdaderos y pasaba horas e incluso días enteros tratando de descubrir en ella algo fuera de lo común, pero sin éxito aparentemente.

Muchos adolescentes de su pueblo la notaban, les atraía la naciente adolescencia de Julia, les gustaba además su carácter hosco y caprichoso y la indiferencia que demostraba a todo el mundo, sin embargo ella prácticamente no se juntaba con nadie, prefería estar sola durante los descansos de la secundaria, poniendo mucha atención a las cosas que sucedían a su alrededor para poder despertar aquellos dones que le emocionaban.

Su madre, al notar la abstracción de su unigénita y su continuo intento de descubrir lo esotérico o sobrenatural, trató por todos los medios de convencerla de que esas cosas eran solo charlatanerías y pérdidas de tiempo, de que mejor debería poner más empeño a la escuela en vez de divagar y perder tantas horas en algo tan inútil y sin sentido; pero a pesar de sus esfuerzos y desavenencias, nada conseguía en Julia, excepto motivar más su orgullo y fomentar una rebeldía que no podría ser controlada.

Pero a fuerza de fracasos para encontrar sus dones y ante la insistencia de las figuras paternales de que desistiera de esos intentos, ella centró su atención a las ciencias y a las cosas explicables y aceptables por todos, sin renunciar del todo a la posibilidad de encontrar en sus adentros ese detalle que la hiciera poderosa y única.

Durante su primera juventud, al terminar su educación media, Julia decidió irse a estudiar a la capital, no por que le gustase “la Gran Ciudad”, si no por que sabía que en su localidad no encontraría las instalaciones más adecuadas para estudiar lo que más le apasionaba además de la magia: la medicina, que si no era tan apasionante como el ocultismo, de menos si le inspiraba fuertemente a entrar de lleno en el misterio más mundano pero no menos loable del cuerpo humano y sus achaques, cosa que tampoco les pareció a sus padres, y en especial a su madre con la que definitivamente ya no se llevaba bien, y que la retó a irse por sus propios medios, a valerse sola y por sí misma en ese lugar para locos y asesinos que era la metrópoli, y donde todos parecían de menos desquiciados e inmorales al por mayor, sin embargo a pesar de las amenazas de su progenitora, ella emprendió el viaje, solo con algunos de sus ahorros y una maleta en la que depositaba, además de sus sueños, su firme confianza de poder salir bien librada, gracias a los poderes que en su interior habitaban y sin duda despertarían en una situación de emergencia.

En la Ciudad Capital, la joven encontró miles de almas sin nombre, gente que anónima vivía a su lado, que incluso eran sus compañeros de universidad, pero no le decían nada mas que su notoria apatía y se sintió por primera vez sola, desamparada entre la muchedumbre sin rostro y los modos de la orbe que le hacían añorar su hogar por muy difícil que resultase volver en ese momento, pero ella supo que volver, significaría más que un fracaso, el triunfo de una verdad que no aceptaría, la verdad de que no tenía esos dones y que solo era una mujer asustada en medio de tantos sueños rotos, y eso jamás lo podría conceder, no sin luchar hasta las últimas consecuencias. Pocos días después consiguió trabajo en la propia universidad, vendiendo en una de las pequeñas tiendas que estaban dentro de las instalaciones universitarias, y empezó a recuperar la fe que creía perdida, ganó confianza y amigos, se abrió paso entre las clases y los maestros y se apasionó cada vez más con la medicina que generosa le abría las puertas de aquel conocimiento y se imaginó haciendo labores altruistas donde más la necesitaran, en las comunidades rurales, donde no había médicos, en los cinturones de miseria que decoraban tristemente la Ciudad, en cada rincón que clamara a gritos por su ayuda, pero sintió que estaba muy sola para lograr todos esos proyectos.

Un día, mientras caminaba de sus clases a su trabajo, notó a un grupo pequeño, pero muy escandaloso de estudiantes que repartía panfletos y hablaban estruendosamente, de entre ellos, el que más llamaba la atención por su voz decidida y enfática y que parecía el líder de los demás, detuvo su vista incidentalmente en Julia, mientras que ella pensó que en ese hombre algo había de diferente, algo que no podía definir pero que seguramente podía notar gracias a aquellos poderes sensoriales de los que en el pasado le había hablado la gitana, y si esa persona le había hecho sentir eso, era necesario acercarse para poder despertar a la magia que estaba escondida en ella.

El hombre le habló de su proyecto, de un proyecto compartido que requería esfuerzo solidario y ganas de soñar mucho, una meta que necesitaba adeptos que fueran distintos a la mayoría de personas, que quisieran dar todo de sí para alcanzar el gran objetivo: una comunidad, un grupo formado de pilares que lo sostuvieran, entonces Julia pensó que ese era el camino para devolverle a la medicina el favor de sus conocimientos, para desarrollar más sus poderes natos, y de paso para explicarse por que esa sensación tan extraña provenía de aquel hombre, del que a penas sabía su nombre: Raúl Ruiz, pero que sospechaba que mucho tendría que ver posteriormente y supo inmediatamente que sería uno de los pilares que necesitaba esa organización.

Desde ese momento se había desarrollado en todos aspectos y encontraba en la Comunidad un lugar bello para vivir y crecer como doctora, como persona, como pilar y como dueña de ese don tan peculiar de su sexto sentido; por esa razón, esa mañana al escuchar a Ruiz, algo en ella le había advertido que la presencia que llegaba a la mansión, distaba ser de solo un incidente sin importancia, era como si un intenso escalofrío recorriera sus venas y la pusiera sobre aviso de la tormenta que estaba por llegar al remanso de su vida.

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