Vistas de página en total

martes, 28 de octubre de 2008

Capítulo 2 Reencuentros y recuerdos

El guardia abrió la reja y con ceño fruncido acompañó a Lía hasta la morada del Emperador.
Al penetrar en la mansión, lo primero que se divisaba era la vereda principal de la comunidad, que llegaba a un punto central y se dividía en tres partes; hacia el centro se encontraban las estancias comunes, a la derecha las casas de los Pilares y a la izquierda los edificios comunales; en el punto divergente en el que Lía Alarcón se quedó un momento a contemplar la majestuosidad de aquel sitio, se encontraba una pequeña escultura en forma de luna menguante, lo que encendió lo recuerdos de Lía, puesto que en la época en que conoció a Ruiz, éste tenía un gusto especial por dicho astro, y procuraba llevar siempre un dije con su figura, por lo que la mujer se imaginó que las manías de Ruiz estarían intactas a pesar de tantos años transcurridos y que en un rincón de Raúl ella seguía estando firme; sin embargo lo que le preocupaba era la forma en que él la recordaría.

El primer contacto visual de ambos fue en la universidad al inicio del curso, ella despampanante se presentaba ante todos con alta seguridad y estima, mientras él, mucho más reservado, guardaba cualquier comentario como si analizara cada momento de esa nueva etapa, que en teoría no debería estar investida por tanta seriedad y cálculo.
Desde el primer momento Lía notó a Ruiz, aunque no por alguna razón en especial, simple y sencillamente por que estaba sentado al frente , sin embargo, al momento en que la causalidad cruzó sus miradas ella pudo notar una combinación especial de sensaciones emanadas únicamente a causa de su persona, o eso quería creer, una mezcla de ternura y deseo que lejos de repelerla le causaba curiosidad, por el hecho de que ese sujeto pudiera conjuntar ambas cosas, matizadas por un toque de inocencia que sus pretendientes normales estaban lejos de tener, no obstante eso, Raúl estaba lejos de los estándares que ella requería para si quiera pensar en una relación, pues no tenía ni la estatura, ni el rostro, ni el físico, ni el estilo de vestir, ni alguna cosa que para ella fuera suficiente para pensar más tiempo en él, así que tras esa breve inspección ella pensó que su presencia sería completamente indiferente el resto del ciclo escolar, sin saber que ambos tendrían una historia mucho más larga.

Para Raúl la extraña estela que Lía desprendía le hizo sentir un breve escalofrío, como una sensación de terror reprimido, como una rana ante la presencia de una serpiente, o el brillo exclusivo en los ojos de un condenado, lo que en lugar de alejarlo lo invitaba a continuar observándola, pues quizás esa mujer de apariencia frívola pero atrayente, fuera una invitación viviente a creer de nuevo en aquello que aún dormitaba en el fondo de su mente, esa idea vaga de la “sublimidad” que para él se escondía en el exquisito instante cuando el amor aparecía como un milagro, como un relámpago abriéndose paso por las espesas nubes, pero tan sutil como el retoño de un árbol seco al finalizar el invierno.

Lía Alarcón llegó a la morada de Ruiz, la cual se encontraba al centro como si estuviera custodiada por las otras cuatro casas de esa zona, y al aproximarse a la puerta, el propio Raúl le abrió el paso.

El semblante de Ruiz había cambiado, esos años de distancia entre las últimas e incomprensibles frases de despedida, parecían haberlo transformado, naturalmente ya no era un jovencito pero la mirada de aquel hombre podía leerse como un gesto gris de tristeza muy a pesar de la demás expresión de su cuerpo.
Lía decifró en él la amargura de la soledad y un gusto malévolo recorrió sus entrañas, por su parte, él la veía diferente, mucho más madura obviamente, mucho más bella de lo que la recordaba, con las energías que a él le hacían falta, con ese aire de desprecio que jamás desaparecía de su ceño.

El mutismo reinó la escena, y solo se interrumpió cuando Lía se acercó al Emperador para abrazarlo, gesto que Ruiz aceptó con cautela, procurando no sentir nada, o fingir que no sentía, pero después de ese estrechamiento le dijo:

- Han sido quince años ya, quince largos años desde que desapareciste- le dijo él con una voz fuerte que ocultaba un tono trémulo.
- La vida me ha devuelto a donde pertenezco Raúl, y esta vez no te será fácil verme partir- le contestó ella con un sugerente tono de familiaridad.
- ¿Acaso la edad no te transforma? Pretendes revivir lo que me costó años de dolor superar, pretendes irrumpir en el pasado sin saber con que fuerzas te metes, energías llenas de resentimiento y dudas.
- No te creo, tu no eres capaz de odiar con la pasión con la que amas, y si pude conocerte en aquellos días se muy bien que no eres de aquellos que olvida un gran amor.
- Tienes razón, yo no olvido nunca, pero eso no me interesa ahora, lo que quiero es saber que te trae a verme, sé franca, no me debes nada, ni tengo yo obligación de verte, pero lo he hecho y quiero saber si debo comenzar arrepentirme.
- Ya te lo he dicho, he venido aquí por ti, para recuperar lo que entonces no pude mantener, pero ahora con los años de la experiencia se que podré hacerlo.
- ¡Basta de juegos Lía! Ya no tengo la paciencia de hace tantos años, dime la verdad ¿a qué rayos volviste?
- No tengo a donde ir, no me queda nada, el destino me ha puesto en mi lugar y vengo aquí a pedirte que me aceptes una vez más, eso es todo.

Raúl la miraba fijamente, en los ojos de ella podía ver tristeza también, aumentada con una dosis de desesperación, sin embargo los recelos del pasado lo torturaban a cada momento y no estaba dispuesto a perdonar y olvidar lo que jamás había comprendido, así que tomando la determinación ganada a pulso junto con el nombre de “Emperador” le mencionó tranquilamente:

- No estoy yo para ser héroe de nadie, ni para pedirte cuentas, pero esta casa, y la Comunidad entera no se cierran a nadie que venga sinceramente.
- ¿Entonces me crees?
- No Lía, pero tampoco me interesa creerte, puedes quedarte aquí si en verdad no tienes a donde ir, pero no seré yo, sino el consejo de los pilares, quien decida si tu puedes quedarte.

Lía sintió desprecio en aquellas palabras, pero a pesar de eso, también sintió el temblor disimulado de Ruiz cuando la abrazaba, tenía una esperanza de tomar lo que deseaba y se aferraría a ella, como se aferra un moribundo a la vida.

1 comentario:

Unknown dijo...

Sin duda Lía es un personaje muy complejo, y a pesar de ser completamente irrelevante en la historia, su presencia tiene un peso fuerte. Es fácil predecir algunas de sus actitudes, pero me pregunto si el Emperador pudo encontrar la sublimidad que infirió habría en ella.

Por otra parte, desde el encuentro fisico del Emperador con Lía, no me queda muy claro el plano emocional del momento, el contexto sentimental. Aclaro que no me jacto de ser mejor novelista que el mismo Mago autor, pero como lectora, me hizo falta saber de la expresión del Emperador, del tono de voz con que habla a Lía, y esos pequeños detalles que me situan como espectadora presencial.

Admiro al Emperador, me encanto su frase "No estoy yo para ser héroe de nadie, ni para pedirte cuentas, pero esta casa, y la Comunidad entera no se cierran a nadie que venga sinceramente."