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miércoles, 29 de octubre de 2008

Capítulo 3 Los Pilares

Raúl dejó a Lía sola en su casa sin volver a dirigirle palabra alguna, mientras que ella aún desconcertada decidió comenzar a reconocer el lugar lentamente, pensando que tarde o temprano se aclararía su situación, pero creyendo firmemente que ya tenía medio cuerpo dentro del lugar.

La casa de Ruiz era amplia y armoniosa, cada rincón de ella reflejaba serenidad y aunque había pocas cosas, cada una era característica de él; en la sala de estar que se ubicaba directamente frente a la puerta de entrada, había un librero atestado de ejemplares de todos tipos, desde novelas románticas hasta libros de filosofía, títulos desde El Príncipe, El Contrato Social o el Leviatán hasta Clemencia y Navidad en las Montañas, había también cinco sillones de tonos café sobrios, un aparato de sonido y un televisor junto del cual había un estante con al menos trescientas películas de diversos géneros, al centro un tapete en forma de luna llena y varias lámparas para leer. Detrás de la sala un pasillo llevaba a la cocina y el comedor y unas escaleras laterales llevaban al segundo piso donde había tres habitaciones y un baño; una de ellas el cuarto de Raúl, otra un estudio/despacho y la última un lugar con aparatos terapéuticos y máquinas para hacer ejercicio, todo ello por recomendación de una de las pilares quien era la que se encargaba de cuidarle la salud a Ruiz.

Lía recorrió el lugar y decidió dejar su maleta con sus pertenencias en la habitación de Raúl, se sentía tranquila en ese lugar y por un instante decidió recostarse y percibir el aroma que éste había dejado en el lecho, sin embargo al hacerlo una sensación poco conocida para ella la invadió, una especie de oleada cálida y agridulce que vino desde el recuerdo y le tocó el corazón, por lo que pegando un brinco y apretando los dientes recordó su propósito de estar ahí y volvió a tranquilizarse.

Mientras tanto Raúl caminaba hacia la estancia común, sus ojos casi grises se perdían en un mundo lejano y doloroso, el sitio al que deben irse las ilusiones perdidas y los amores añejos, un lugar que no deseaba visitar y sin embargo se mantenía al límite del mismo. Era temprano, pero los Pilares debían estar ya ahí, listos para la breve reunión matutina, planificar la jornada y despedirse cada uno a sus lugares de trabajo. Raúl entro al recinto, que era una especie de auditorio, en cuya tarima se estaba instalada una mesa redonda de madera en la que, justo como lo previó, estaban ya los pilares esperándolo.

La mirada de Raúl abarcó el lugar y reconoció a las cuatro personas presentes en el círculo donde solo faltaba él, al primero que vio fue a Herson Valdés, un administrador aún joven, cuyo aspecto algo desaliñado podría engañar al que lo viera de primera vez, pero cuyo profesionalismo no conocía límites, amante del humanismo e idealista de convicción, sus métodos arriesgados incluían poner siempre al capital humano como el factor determinante en los resultados de cualquier empresa; tenía los ojos casi miel, el cabello castaño a penas un poco largo, una camisa azul con los tres primeros botones sin abrochar y una esbeltez general que se perdía poco a poco con los años y un apetito voraz; él era la mano derecha del emperador, el pilar más cercano y también el más antiguo de todos, el que se había unido al proyecto cuando todo era incierto y los dilemas de salud de Ruiz parecían complicar el escenario aún más; su amistad estrecha con el Emperador no era obstáculo para que lo enfrentara de vez en cuando y para que expusiera la realidad sin endulzarla o mitigarla, sin duda esa cualidad le agradaba mucho a Ruiz que la mayoría de veces apreciaba más una crítica que un halago. Valdés era sentimental en el fondo pero siempre guardaba un silencio de meditación, como preparando la siguiente palabra que iba a decir con sumo cuidado.

Después de Herson observó a Julia Jaimes, médico general con diversas especialidades en medicina alternativa y con una personalidad misteriosa, aún para los miembros de la Comunidad, sus largos cabellos negros le llegaban hasta la cintura y sus ojos cafés eran tan profundos como dos lunas llenas y brillantes, ojos en los que cualquiera que no tuviera cuidado se podría perder y no regresar más; su tez blanca y sus facciones llegaban a coronar su belleza, pero este rasgo era a penas el preámbulo de una hermosura integral, solventada también en una gran inteligencia y un sexto sentido del cual pocos tenían conocimiento, Julia gustaba de estudiar el ocultismo en sus ratos de ocio y no pocos la juzgaban de excéntrica de vez en vez, pero ella era la guardiana del emperador, la que siempre estaba atenta de la salud del mismo y de todos los miembros de la Comunidad.

Al lado de Julia estaba Octavio Grosso, comunicólogo que parecía la antítesis del aspecto desaliñado de Valdés, ya que estaba rigurosamente arreglado y portaba ropas finísimas, consistentes en un traje negro, camisa y corbata rosas y un anillo de oro, además sus cabellos rubios perfectamente peinados y su tez blanca y cuidada con diversas cremas lo hacían parecer metrosexual. Grosso a diferencia de los demás pilares, venía de una familia rica, su madre había muerto al nacer él y su padre encargado de diversos negocios pocas veces tenía tiempo para su retoño, por otro lado, las diversas crisis financieras y un mal manejo de las finanzas habían llevado a la quiebra a su padre y posteriormente al suicidio cuando Octavio solo tenía quince años, y la generosidad de un tío le había permitido vivir, sino suntuosamente, si de forma holgada, sin embargo su educación básica, llena de modales y costumbres de gente opulenta le había permitido tener una habilidad casi mágica para desarrollarse en esos círculos y ahora en la comunidad él era el absoluto encargado de todas las relaciones públicas, la publicidad y de “refinar” a Ruiz cuando éste tenía importantes citas de negocios; políglota y simpático parecía estar siempre feliz, sin embargo solo los pilares sabían que ese aspecto en muchas ocasiones, era derivado de su sed de alcohol interminable.

Por último, pero no menos importante, el miembro más reciente de los pilares, el primero en arriesgar el capital de todos en temerarias inversiones, que en más de una ocasión atentaban en contra de cualquier especulación, pero que de una u otra forma terminaban redituando más y más para la Comunidad, el también llamado hechicero de las finanzas, el economista Mindell Quintana, de cabello negro cano desde la juventud, nariz aguileña, ojos tan cafés que parecían negros, semblante taciturno y serio, con una altura considerable y una delgadez persistente desde su niñez; había llegado a la Comunidad en busca de alguien que creyera en él y encontró en el Emperador esa confianza depositada que tanto requería para llevar a cabo sus sueños, hacer tanta plata como fuera posible y así olvidar un pasado en el que todo el mundo parecía subestimarlo y menospreciarlo. Mindell era quien se mostraba más respetuoso hacia Raúl, procuraba no contrariarlo y hacia su trabajo eficientemente, sin embargo la identificación con el grupo le costaba trabajo y solía ir a todas partes rigurosamente solo, su historia era desconocida para la mayoría de comunitarios, pero Raúl lo estimaba e intentaba que hiciera un buen equipo con el resto de los Pilares.

Al ver entrar a Raúl todos comenzaron a decirle sus planes para ese día, pero en especial había dos cosas que el Emperador quería tratar con ellos, la primera era la apertura de acciones con una empresa externa, proyecto que había presentado Mindell Quintana y que en su preámbulo había generado una serie de debates con los pilares que hacían el tema peliagudo y complejo y que por ende tenía prioridad, sin embargo la segunda, aunque pareciera más banal, le retumbaba en la cabeza, y se trataba de la llegada y quizás permanencia de Lía Alarcón.

Ruiz le pidió a Mindell que le explicara correctamente el proyecto para la apertura de acciones, pero éste le respondió que tenía preparada una presentación para el Consejo programada para la reunión nocturna y que le solicitaba entonces posponer el tema para poder abordarlo mejor, situación que desconsoló al Emperador, que esperaba poder distraerse con problemas más serios de un problema que a pesar de lo que deseaba le presentaba un dilema personal que amenazaba con mezclarse en el ámbito laboral, así que sin más preámbulo expuso el tema de Lía.


- Quisiera proponer a una persona para que se integre a la Comunidad, pero necesito tiempo para decidir correctamente si eso es lo mejor, y se los planteo desde ahora, por que mientras así lo decida estará en mi casa y no quiero que les cause extrañeza su presencia, y mucho menos que pudiesen especular sobre el tema, saben que entre nosotros no hay secretos, pero se trata de un asunto de carácter personal y agradezco su comprensión desde ahora, se trata de una mujer que conocí en el pasado y por ahora no les diré más- les dijo con voz sería pero en ocasiones entrecortada Raúl.

- Pero que dices Raúl, si es por un tiempo o quieres mantenerlo en secreto puedes confiar en nosotros, aunque me parece muy extraño que lo digas tan seriamente, no pareces ser tú, siempre tan correcto y serio, quien traiga a vivir a su casa a una mujer desconocida- le dijo Grosso en respuesta, en un tono festivo, sin embargo al ver que la expresión de Ruiz no cambiaba y su semblante seguía áspero, continuó diciendo- Esta bien, esta bien, creo que hablo por todos al decir que si es tan importante para ti tomes tu tiempo y nos comuniques tu decisión cuando quieras.

Los demás asintieron al notar que Raúl se veía preocupado, pero en la mente de cada uno reacciones diferentes se suscitaban, para Herson quien conocía mejor que nadie la vida de Ruiz, estaba claro que la persona hospedada en casa del Emperador podía tratarse únicamente de dos opciones, la primera María del Mar, la mujer que vivió con Raúl durante una temporada, antes de la inauguración de la comunidad, y la restante Lía Alarcón, la mujer que lo había dejado totalmente desolado y que era la única que en su tiempo pudo hacer que él se olvidara del proyecto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Creo, con espacio a equivicarme, que puedo imaginar el aspecto de Valdés. Es la primer vez que leo una descripción física de Julia, y aun no puedo imaginarla del todo, ¿cuáles son esas facciones que menciona vos? Es que se trata de un personaje distinto a los demás, creo que percibo mas interés poético en ella que en cualquiera de los demás personajes.