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martes, 8 de diciembre de 2009

Capítulo 25 Lía y Quintana

El hogar de Ruiz se convertía en una reclusión solitaria para Lía, llevaba varios días sin si quiera saber de él, inquieta y aburrida viendo como las horas que se marchitaban, reflejaban su paso en la luz diurna del lugar, mientras ella solo se limitaba a investigar por ahí y por allá en los rincones de la casa.




Ese ejercicio le fue vano, no había ahí nada que no conociera desde antes de Raúl, así que se preguntó por un momento, cuáles eran las cosas que habían cambiado en él, como para que hubiera preferido irse de ese modo, dejando incluso su ropa y pertenencias, y todo para no enfrentarla.



Por fin, cuando su naturaleza inquieta e hiperactiva le obligó a tomar acción en el asunto y estuvo harta de esperar sin éxito, decidió salir a conocer la Comunidad y a su gente y así tal vez, con algo de suerte, encontrar a Ruiz.



La Comunidad estaba ubicada en una extensión inmensa de terreno y era habitual ver a muchas personas trabajando en los detalles del mantenimiento, quienes la miraban con extrañeza, pero la saludaban amablemente.



Los días anteriores a su salida, ella se limitaba a comer lo que había en el refrigerador y la alacena de Raúl, pero cuando este comenzaba a agotarse, se preguntó de que manera conseguiría comida ahí, si no llevaba consigo nada de dinero, pues como era su costumbre, cada vez que cambiaba su residencia, se gastaba todo con propósito de obligarse a conseguir más.



La naturaleza destructiva de Lía, no era óbice para que no apreciara las mejores cosas materiales que podía ofrecer el hombre, por eso su dieta también era muy especial, y el estar comiendo cosas enlatadas y refrigeradas era un suplicio para ella. Algunas de las cosas que prefería comer eran ensaladas exóticas, frutas de temporada, y muy poca carne, si era posible solo una o dos rebanadas de jamón de pavo del más fino, o un corte de ternera o borrego. Detestaba la comida rápida, las pastas, los pasteles y la comida grasosa, pero era capaz de comer lo que fuera si era extremadamente necesario.



El primer lugar que quiso investigar era lo que parecía ser un enorme comedor, donde precisamente se estaba llevando a cabo la hora de la comida. Los olores que desprendía aquel lugar eran suculentos y había un agradable bullicio de comunitarios que también aprovechaban ese descanso para convivir armoniosamente. Al momento de entrar, algunos comensales dirigieron su mirada hacia ella, pues no era alguien conocido y eso resultaba extraño, lo que se aunaba a su belleza que era de notarse y algunos comenzaron a murmurar a ese respecto, en una situación similar Lía hubiese salido de ahí fingiendo indignación, pero tenía mucha hambre y no sabía de otro sitio cercano donde pudiera comer, y menos aún sin dinero.



De repente un hombre se levantó de entre las enormes mesas que estaban dispuestas a lo largo del comedor y le hizo señas con una mano en alto. Ella reconoció a la persona, como el sujeto que Raúl le había presentado la noche en que regresaban de la Cámara, y recordaba que su nombre era Mindell Quintana.



Al acercarse lo reconoció plenamente y se puso alegre por que eso significaba que podría comer gratis y sin mayor problema.



- Por favor tome asiento señorita, ¿gusta comer con nosotros? No hay comida a la carta, pero en realidad no podemos quejarnos del sazón del buffet, es muy bueno –dijo Mindell con tono servicial y acercándole una silla a Lía- dígame entonces ¿Comerá?

- Sí por favor, me gustaría una ensalada, si es que tuvieran – dijo Lía usando un tono suave que denotaba fragilidad y que acostumbraba utilizar cuando quería algo de algún hombre- si fuera usted tan gentil de averiguarlo, le estaría muy agradecida.

- ¡Faltaba más! En un momento regreso – le dijo Mindell presuroso.



Aquella era una escena extraña para los Comunitarios que la observaban, por que primeramente y como ya se ha dicho, desconocían a Lía Alarcón y no se explicaban por que un Pilar la había llamado a la mesa, y además de eso, Mindell Quintana, jamás acostumbraba ir a comer con ellos, ni les hablaba, ni mucho menos intimidaba y su presencia durante varios días seguidos en el Comedor Comunal, era muy exótica.



Ninguno de los presentes podía saber que Quintana había estado buscando una oportunidad para acercarse a solas a Lía Alarcón, para poder conocerla a modo y averiguar un poco de sus planes, formulando uno propio para que lo ayudara o no le estorbara en su caso, y que la noticia de la internación del Emperador en la Clínica de la Comunidad, le había dado la idea de ir al Comedor todos los días que fueran necesarios, para esperar pacientemente a que ella apareciera, pues tendría que hacerlo forzosamente al quedarse sin alimento la casa de Ruiz, y entonces él tendría la oportunidad que deseaba.



Quintana era muy sagaz, podía descubrir con solo verla el hambre que tenía Lía y lo fingido de su tono en comparación con la primera reacción que mostró al conocerlo, también podía deducir que si ella había esperado tanto para acudir al Comedor se debía a que era una mujer muy orgullosa, y estaba cuidando sus acciones de una manera muy esmerada, quizás por que quería demostrarle a Ruiz una supuesta dependencia, o quizás por que pensaba que tenía que ser muy precisa en la primera interacción que tuviera a solas con los miembros de la Comunidad, fuera la razón que fuera, todo aquello le sería útil a Mindell para sondearla.



Alarcón por su parte tenía un poco de interés en Quintana, el mismo que tenía por todos los demás Pilares, por que sus relaciones con Raúl podrían ser un obstáculo para su permanencia en la Comunidad, pero al conocerlo, pudo ver únicamente a un tipo que solo le merecía indiferencia, sin ningún atractivo y con una mirada molesta y asechante como las que debían tener los roedores observando un pedazo de queso.



Mindell regresó con Lía y le llevó un plato con algunas variedades tipo buffet que había ese día, incluyendo la ensalada.



- Muchas gracias, ¿usted ya comió? – le inquirió ella-

- Justamente estaba terminando señorita, pero dígame, ¿Qué le ha parecido la Comunidad?

- Es un lugar muy grande, podría perderme si no tengo guía – le dijo con un tono insinuante Lía, pero se arrepintió rápidamente, por que Quintana le desagradaba mucho a la vista y no tenía ánimos de estar fingiendo en un recorrido que podría realizar sola - sin embargo esperaré a que Raúl me lo de personalmente cuando pueda hacerlo.

- Ya veo, usted debe ser una amistad muy cercana a nuestro “Emperador” – soltó Minell perniciosamente- ¿cómo se conocieron?

- Digamos que somos muy afines, eso es todo – dio como seca respuesta Lía, con un aire de suficiencia-.

- Comprendo – farfulló Mindell, tragándose la insolencia con calma- debido a esa cercanía y afinidad que señala ¿entonces me imagino que ya ha ido a visitarlo verdad?







La pregunta que le hacía a Lía, era un método para poder saber que tan bien se llevaban y de qué iba su relación exactamente, puesto que si ella lo ignoraba, significaba que él la estaba rechazando y esquivando, y eso le daría una oportunidad para poder utilizarla en sus planes.



- Por supuesto - mintió Lía – ¿y usted? Por que siendo uno de los llamados “Pilares” seguramente ha estado yendo a verlo a diario, sería imperdonable que una de sus “manos derechas” estuviera ausente.



Mindell tragó bilis ante este nuevo embate, la realidad es que no se había parado por la Clínica, y tampoco sabía el estado exacto en que se encontraba Ruiz o si estaba consciente o no, y como ésta se encontraba dentro de los linderos de la Comunidad, Lía hubiera podido dirigirse a ella, tan solo preguntando a cualquier persona como llegar, lo que hacía creíble su dicho. Por eso no podía saber si ella mentía, pues tampoco había comentado mucho el tema con los demás Pilares, por que Herson y Julia se mostraban resentidos con su propuesta de la intervención del Consejo General y además estaban ocupados en la búsqueda de Octavio Grosso, Quintana estaba atrapado por lo que Lía decía y si fuera la verdad, ella tenía una relación estrecha con Ruiz en ese momento, y la misma era tan fuerte, que hasta se atrevía a ser insolente con uno de sus Pilares, sin ningún tiento, convencida del apoyo de Ruiz.



- La verdad es que él me comisionó para asuntos urgentes, usted y yo sabemos lo responsable que es y la importancia que le da a este negocio –mintió Quintana esta ocasión-.

- Claro que le da importancia, pero también es una persona muy emotiva, ¿Cuándo irá a verlo? – Contestó Lía mientras degustaba la ensalada y sin inmutarse en su tono ni por un momento-.

- Iré a la Clínica esta noche, parece increíble que estando tan cerca y dentro de la Comunidad, las múltiples ocupaciones me lo hayan impedido – dijo Quintana, esperando no ser descubierto-.

- Entiendo. – dijo Lía, mientras abría un poco los ojos en un gesto de asimilar la situación- Bueno, he terminado de comer, le agradezco el favor de su compañía, nos veremos en la noche entonces, señor Quintana, como usted sabe, debo volver a la Clínica, a hacerle compañía a Raúl, pero no se preocupe, le contaré esta conversación, para que él sepa que se está ocupando con éxito de los encargos que le dio, seguramente él comprenderá que por eso no ha asistido.



Lía se marchó dejando las porciones en su plato que no eran ensalada y caminando rítmicamente, mientras que la estela de su fina fragancia podía aspirarse incluso en las mesas aledañas a la de Quintana; él ni siquiera dijo algo más, pues cuando pudo reponerse Lía ya se había marchado. Por lo que le había comentado Julia, Ruiz estaba delicado, pero por lo que Alarcón le había dicho, estaba consciente, luego entonces, ya los otros Pilares le habrían dicho de su actitud, y el Emperador ya había tenido varios días para tomar cartas en el asunto, antes de que él pudiera mover todos los hilos para preparar al Consejo General, además, por lo que se notaba, Lía Alarcón se llevaba muy bien con Ruiz, y no podría utilizarla en sus planes, y para poner el punto en lo mal que estaba la situación, ahora ella lo acusaría con Raúl y sería peor la situación al saber éste su mentira. No quedaba más remedio que darse prisa y continuar con lo que había ideado, y para eso debía marcharse rápidamente a la segunda empresa más importante que mantenía la Comunidad, pues desde ahí podría encontrar apoyo en un viejo miembro de la disidencia, Enrique Hernández, quien podía serle útil en el Consejo General que se formaría próximamente.



Por otro lado Lía, que no había pensado en la posibilidad de que Ruiz estuviera enfermo o grave y a eso se debiera su ausencia, se daba prisa por encontrar y llegar a la Clínica de la Comunidad, pues aunque estaba tan segura de sí misma que podía asegurar que había convencido a Mindell, todo tendría complicaciones si no comprobaba el estado de Raúl y utilizaba su probable debilidad a su favor, así que comenzó a correr un poco y se aprestó nuevamente al encuentro con Ruiz.

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