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domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 21 Sueños recurrentes

Raúl y Julia partieron en el auto del primero, a Ruiz solo se le había ocurrido apoyar la búsqueda que ya se realizaba participando también en ella y recorriendo lugares que eran frecuentados por Octavio.

En algunas otras ocasiones del pasado Grosso se había ausentado de la Comunidad sin aviso, pero nunca pasaba más de un día sin que volviera con alguna excusa increíble o descaradamente diciendo la verdad de sus correrías.

Raúl sabía que Octavio era una persona que vivía en fiesta la mayor parte del tiempo, aún cuando trabajaba o cuando opinaba en las reuniones del Consejo de Pilares, pero siempre se tomaba las cosas con seriedad cuando un reto de su área lo exigía, por esa razón Ruiz perdonaba algunas de sus ausencias, aunque trataba por todos los medios de que se disciplinara más; sin embargo el Emperador sentía tristeza cuando suponía que las razones de la constante vorágine de diversión en que se sumía su Pilar, eran consecuencia de un vacío profundo que intentaba llenar con una capa de alegría fingida.

Uno de los lugares que Grosso visitaba y que para variar no era un bar, ni nada festivo que se le pareciera, era una pequeña zona verde ubicada a la orilla de una carretera poco transitada, pero de velocidad elevada, que se encontraba en una colina, en la cual se había improvisado una entrada para dos automóviles máximo y en la que, a base de múltiples pasos y visitas, se había forjado un pequeño senderillo que bajaba por la zona de la colina que no estaba pavimentada y se internaba entre algunos árboles que se hallaban a la orilla de una presa. Ese sitio, a pesar de estar cerca de una carretera de velocidad alta, proporcionaba tranquilidad si uno se alejaba cuesta abajo y cerca de la presa, tranquilidad para meditar mientras se observaba el minúsculo movimiento ondular del agua, provocado por algún mosquito o algún pequeño pez que habitara esos lugares, mientras la espalda se recargaba en uno de los fuertes trocos que se alimentaban de esa tierra húmeda y factible para que la maleza viviera. Cuando la noche alcanzaba a los pocos visitantes y los mosquitos se adueñaban del lugar, solo bastaba regresar cuesta arriba y colocarse encima de una enorme roca que se encontraba cercana al improvisado estacionamiento, y divisar las pocas estrellas que la Ciudad permitía encontrar. Octavio le había enseñado alguna vez el lugar a Raúl y Ruiz le había puesto por nombre “El Bosque de la Soledad”, con un poco de sarcasmo, al ser solo un pequeñísimo lugar natural en la Ciudad,  al que solo se podía acceder en vehículo, y debido a la falta de espacio para dejar más de dos autos, estaba claro que los visitantes debían sentirse formidablemente solos, aun teniendo al lado un montón de automovilistas sin rostro que pasaban velozmente por ahí.

Raúl quiso empezar la búsqueda en ese sitio, quizás no con demasiadas esperanzas de hallar a Octavio, pero sí con el deseo de que ese lugar tan peculiar, en su forma y en los gustos de Grosso, le ayudase a pensar con claridad acerca de su paradero.

- Tengo miedo Raúl, no se que está pasando- dijo Julia con voz entrecortada, mientras Raúl conducía rápidamente para llegar al Bosque de la Soledad.

Julia era una mujer de carácter muy fuerte y a Ruiz le inquietaba que en esos momentos mostrara signos de tan notoria fragilidad, ya que siempre era firme y confiaba mucho en si misma, llegando incluso a ser caprichosa y a denotar cierto aire de superioridad ante los demás, lo que aunado al misticismo de sus actos y estudios y a los rarísimos libros que solía leer, la dotaban de una misteriosa personalidad; pero Raúl sabía que en el fondo se preocupaba mucho por todos los Comunitarios a su manera y esa forma de ser tan misteriosa era lo que le daba un toque único. Raúl pensó que su deber como líder de los Pilares era mantenerse incólume ante las situaciones como la que atravesaba, pero que estaba bien que sus soportes fueran sensibles y mostraran ese lado humanizado, a pesar de que le causara mucha extrañeza el verlo reflejado en una de las mujeres más fuertes que había conocido.

- El miedo es natural e inherente a los humanos, está bien tener miedo, temes por que te enfrentas a algo nuevo y fuera de tu control, pero si lo meditas profundamente sabrás que no existe el control absoluto, ni en la más mínima de nuestras actividades; a veces semejamos ser los dueños de este mundo, los amos y señores, capaces de moldearlo a su imagen y semejanza, quienes a pesar de incontables siglos, pestes, guerras y cambios climáticos, hemos permanecido indestructiblemente para dejar nuestra semilla de superioridad; sin embargo la mayor parte del tiempo somos frágiles personas cuya vida es menos que un suspiro en la existencia de la tierra y más aún, en la existencia de aquello que por desconocer, terminamos nombrando como “universo”. Nuestras cortas vidas a pesar de su efímero lapso, están llenas de tantos matices y colores como el más vasto arcoíris, sufrimos y soñamos, reímos mucho, pero hay quien dice que venimos al mundo solo a llorar y a ver como nuestras lágrimas se secan al sol, así como nuestros cuerpos se secarán al paso de los años. En verdad que la complejidad de los humanos radica en esos extremos, en su corta vida y en su extenso legado, por que si bien es cierto que solo algunos grandes personajes han sobrevivido al paso de los siglos, ya sea por su genio, su creatividad, su dedicación, su amor al prójimo y hasta por su odio, también es cierto que si sus hazañas permanecen, se debe a los demás que las preservaron en el tiempo, pues nada serían esas ilustres personas, si no hubieran otras muchas, sin nombre aparente, hacia quienes esos logros fueron dirigidos, buenos o malos, y que cuentan sus logros para poder usarlos o aprender de ellos para el porvenir. Ahora es natural que temas por lo que sucede en nuestras vidas, es una consecuencia del grave desequilibrio de nuestro estado común, pero tu estas aquí, los Comunitarios estamos aquí, yo estoy aquí, y de alguna manera podremos apoyarnos entre todos para salir adelante, por que es imposible acabar con el miedo, pero podemos aprender de él, convivir con él, para no ser sus esclavos. Ahora mismo eres parte de un proyecto, que más que eso es una realidad, tu función es primordial, como la de cada uno de sus miembros, por eso no desfallezcamos ante el miedo, no seamos rehenes de los que lo infunden, de los que lo usan como arma y estandarte  y no nos unamos a los que con su derrota permiten que aquellos puedan seguir dominando, seamos libres en nosotros mismos, aceptando el nuestro, pero apoyándonos los unos en los otros, para de ese modo darnos valor, para poder hacer una diferencia, que es nuestra máxima meta,  para que todos juntos logremos que nuestro valor sea la pauta que marque el final de la dictadura del miedo. Ahora es natural que temas por Octavio y hasta por la actitud de Mindell, pero te recomiendo que seas fuerte y no dudes en apoyarte en mí y en los demás, por que tu esfuerzo individual tendrá frutos en lo colectivo, ya lo verás, saldremos adelante.

- Aunque se que tienes razón – contestó Julia con voz baja- hay algo en mi que no deja de inquietarme. Pocas veces hemos hablado sobre ello y la verdad es que no se cual sea tu opinión al respecto, o si tu crees, como muchos, que estoy loca o que solo soy una excéntrica, quizás las veces anteriores que lo hemos hablado, solo te has limitado a darme por mi lado sin decirme en realidad cuales son tus sentimientos al respecto, y naturalmente que hablo de lo que yo llamo mi “don”.

- Ya veo – contestó Raúl sin dejar de observar a la carretera- a ese respecto puedo decirte dos cosas, la primera es que no me cierro a posibilidades, gusto de analizar las cosas y de llegar a últimas consecuencias que mi capacidad permita, por eso se que en esta vida hay muchos misterios para los que la humanidad no ha encontrado una explicación que se ate a su lógica, y hasta podría decir que he llegado a la conclusión de que las personas usan el escepticismo como un arma de protección a su disposición, para defenderse de todo aquello que obviamente escapa a su conocimiento y por tanto a su control; sin embargo yo he decidido no utilizar dicha arma, sino que permitir que las cosas se desentrañen ante mi visión para poder emitir algún juicio personal. La segunda cosa que puedo decirte es que yo te respeto en todas tus facetas, como persona, como mujer, como doctora, como Pilar, y por ese motivo, también respeto tu faceta “mística” si puedo llamarle así sin causarte una ofensa.

- Puedes llamarle como desees, por que entiendo que lo haces con respeto Raúl- contestó Julia mientras entrecruzaba sus dedos nerviosamente.

- Pues por esas dos razones, puedo asegurarte que creo en tu “don”, en la medida en que creo en ti y por eso me gustaría que me contaras lo que sientes sin empachos- dijo Raúl con un tono casi paternal que le disgustó un poco a él mismo.

Julia continuó cabizbaja jugando con sus dedos, hasta que alzó sus bellos ojos para mirar a Raúl que continuaba cuidando la marcha del automóvil.

- Desde que mencionaste ante los Pilares el asunto de la mujer que habías dejado estar en tu casa, he sentido una opresión angustiosa en el pecho, y he tenido un par de sueños raros, además de repente tengo la impresión de que una percepción profunda en mí, me advierte de un gran peligro que se cierne sobre nosotros.

Raúl abrió los ojos en señal de sorpresa y por primera vez distrajo totalmente su mirada de la carretera para ver por unos segundos a Julia, quien continuó relatando.

- En mis sueños suelo verme en una pequeña barca, que se encuentra en medio de un mar oscuro y es sacudida sin cesar por un viento helado, sin embargo la pequeña embarcación resiste los embates de la marea y a pesar de que la poderosa agua del océano parece batirse cada vez con más vigor, mi barca salvadora sigue inamovible. Entonces yo intuyo que esa barca sobrevivirá hasta que pueda salir de ese mar rugiente y por unos momentos me tranquilizo, pero entonces un relámpago de color rojo cae de los negros cielos y golpea la embarcación y esta comienza a inundarse rápidamente, entonces de la nada apareces tú y comienzas a ayudarme a vaciar la inundación que amenaza con hundirnos, pero cuando recién comenzamos a controlar el desastre, de las negras olas surgen cuatro brazos que te toman y te atrapan, para finalmente llevarte con ellos al mar y hundirte, a pesar de mis esfuerzos y de mis uñas que te desgarran en su vano intento por asirte a mí, en ese momento se que también mi barca pronto te hará compañía en las profundidades, pero despierto y el llanto de mis ojos brota tan copiosamente, como lo hace un sudor frío que recorre mi espalda, y si acaso consigo volver a dormir, el sueño se repite.

Después de oír el relato de Julia, Raúl agradeció a las circunstancias el haber llegado ya al "Bosque de la Soledad" y poder reflexionar sin distracciones acerca de lo que su Pilar le decía. En su mente racional la respuesta más lógica era negar alguna relevancia en el sueño recurrente de Julia y quizás hasta buscar un motivo psicológico implícito, pero como había dicho a su interlocutora antes, él si se daba la posibilidad de creer y analizar las cosas antes de desmentirlas inmediatamente, así que le solicitó a Julia que pensara en los detalles más marcados de su sueño, para intentar darle alguna relación con los problemas actuales, aunque tomando con reservas la importancia que deberían darle ambos a ese aspecto, sobre todo en un momento en el que deberían centrar su atención a la localización de Grosso.

Por ese motivo Julia continuó diciendo- Pues una de las cosas que más me llaman la atención de mi sueño es el rayo rojo, por que yo no miro al cielo en ningún momento hasta que aparece, es decir, estoy esperando el ataque del mar embravecido, pero no me espero que ese ataque llegue de las alturas, es algo completamente inesperado…

En ese momento un timbre fuerte sonó de entre las ropas de Julia y ambos se sobresaltaron, se trataba del teléfono celular de Raúl, que Julia traía por si él lo necesitara, mismo que hacía la advertencia de tener la batería baja y estar próximo a apagarse. De repente también Raúl recordó la llamada a las tres de la mañana de días anteriores y su fracaso de comunicarse con el número al que le pertenecía dicha llamada, así que haciendo una relación en tiempos y hechos, pensó que quizás Grosso estuviera detrás de eso.

- Julia, dame el teléfono antes de que se le acabe la batería – dijo Raúl nervioso- debo devolver una llamada que quizás nos de alguna pista.

Julia le dio el teléfono y Raúl se dio cuenta de que el número en cuestión le había marcado nuevamente, tan unos minutos después de que él se había tratado de comunicar, solo  que ya no pudo contestar, por que perdió el sentido en esos momentos, y Ruiz pensó que eran muchas casualidades, y que seguramente Octavio le había hablado por estar en algún problema.

Raúl marcó rápidamente y en el tercer timbrazo del teléfono una voz de mujer que se notaba angustiada le contestó.

- ¿Bueno?
- ¿Bueno? ¿Con quién hablo?, soy Raúl Ruiz, tengo varias llamadas perdidas de ese número…

- Soy Liliana Lara – le dijo la voz de mujer llorosa- debe venir rápido a la Central Médica Norte, Octavio está…

Raúl se quedó impávido, la mujer no pudo terminar la frase, en ese momento su celular se había apagado por falta de batería, dejando en su dueño una gran duda y una opresión angustiosa, como seguramente la que había sentido Julia en días pasados.

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