El viento se escurría por todas
partes dentro del restaurante, sus improvisadas lonas parecían alas de cometas
rústicos, los meseros trataban de contener las servilletas traviesas que
emprendían el vuelo cual palomas despavoridas.
-
No soy la mejor fuente para dar esta
clase de consejos, pero siempre estaré de parte del débil y del justo, así soy
yo, y aunque yo misma no siga mis consejos siempre, los seguiré dando, sobre
todo a los que me importan.
Observándola de frente me era difícil
pensar que ella sufriera por cosas del corazón, porque ¿en qué parte de su ser
cabría un ápice de debilidad o duda? Una mujer en toda la extensión de la
palabra, que dejaba huella de su caminar por la vida, que tenía voz de mando,
que era firme en la exigencia de lo suyo, y feroz en la defensa de sus ideales,
cuyo atractivo era total, interno y
externamente, y que dejaba con la boca abierta a cualquiera que se cruzaba en
su camino, no era compatible con mis
propios males, con los problemas de un sujeto que a todas luces había tomado la
decisión de apocarse a lo que viniera, de fluir con la corriente a base de no
querer seguir remando, no cabía en mi mente esa posibilidad, no me imaginaba un
escenario en el que ella y yo pudiéramos ir de los mismas vicisitudes; en eso
estaba, cuando de repente interrumpió
mis cavilaciones sentenciando:
-
Lo que tú tienes es confusión, no has
definido lo que sientes o lo que quieres, estas en un momento sumamente
vulnerable y no es propicio para que tomes esta o aquella decisión precipitada,
necesitas un tiempo para ti, necesitas regresar a lo básico que te define.
La plática parecía ya un monólogo al
que yo había dado pauta con mis silencios, ahora me sorprendía lo mucho que me
conocía en tan poco tiempo, y debo reconocer que no era lo único que me
sorprendía, desde mucho antes de llegar mis ojos parecían platos con su sola
presencia.
-
En fin, tú sabrás si tomas en cuenta
lo que te digo o no; ¿te gusta este lugar?,
es de mis favoritos, la comida es increíble.
Por fin me apresure a asentir y una
respuesta llegó a mi mente, claro que era posible que ella tuviera similares conflictos, sobre todo del corazón,
ella y yo teníamos un punto de convergencia, ambos comulgábamos con una imagen
de integridad, y buscábamos parecernos a ella en todas nuestras decisiones, por
eso tropezábamos con personas que se aprovechaban, por eso podíamos coincidir
en males del sentimiento, pero de eso se trata ser humano, de ser soñador e incongruente, de equivocarse y volverse a
equivocar, de arriesgarse sin saber si vas a ganar o a perder,
y ya estábamos más maduros para caer en idealizaciones, en visiones
monocromáticas de la existencia, sobre todo yo, que desde el primer momento al
verla la idealicé, la vislumbré sólo por su físico, y la puse en un pedestal, del
que inmediatamente me apresuré a huir, a
quitarme de la idea de acercarme y sólo me topé con la oportunidad de hablarle,
de lejos, como siempre que encontraba alguien “fuera de mi liga”, de
casualidad, como me permitía llegar a conocer gente tan interesante, pero nada
de eso importaba ya, porque ella me había enseñado una buena lección, y me
había quitado con sus duras palabras un estigma, ayudándome a construir una
idea más adecuada de lo que vivía y dejándome la esperanza de encontrar alguna
vez a alguien así, tan hermosamente humana como ella.
-
¿Sabes? Creo que vendré más seguido a
este lugar, a mí nunca me gustaron los mariscos, pero curiosamente era, porque
nunca me permití probarlos…
Le
dije mientras ella esbozaba una sonrisa y el viento cómplice por fin se
marchaba.
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