Los habitantes de Quetsaí
piensan que la tierra es una extensión suya, o mejor dicho, que ellos son una extensión de la madre que los
alimenta, que los acoge en su calidez y no los desampara, ejemplo vivo de su
fertilidad, a la que rinden tributo, con danzas, con rituales, con gestos
naturales alejados del falso pudor y del morbo tan propio de la gente ajena;
son fieles testigos de su ternura y de su capacidad de morir y renacer en un
ciclo interminable, y son tan agradecidos con ella que saben que cuando su tiempo
llegue, su sangre será savia que calme su sed, y sus huesos cenizas que la nutran. Pero los
extraños los horrorizan, vienen con sus ojos sin alma, su lenguaje hosco y su interminable ambición, para ellos la
tierra es un pedazo de dinero sin labrar, nada más que polvo que desechar cuando
ya no sea útil para producir la hierba que debería ser sagrada, pero que en sus
manos, no es más que mercancía de depravación, por eso se han cerrado tanto y
están a punto de extinguirse, porque quizás no consideren dignos a los extraños
para guardar siquiera un ápice de lo que fue su cultura, pero tengo fe en que
no todos piensen lo mismo que el Orador del pueblo- le dijo a Julia la joven
Zyan enviada por Ruiz, mientras viajaban incómodamente en el camión de carga,
ya casi a punto de llegar al pueblo de su destino.
Julia pensó en lo diferente que era esa conversación de la
que había tenido con el Comandante de la Zona que las había revisado antes de pasar
por las fronteras de Quetsaí y recordó en su memoria aquellos ojos irritados y
rojizos y el cabello cano sobre las
orejas de aquél mal funcionario, que le llamaron la atención, mientras éste no
dejaba de verle los senos y tocarse la barbilla, al tiempo que la amenazaba
cínicamente, -Su patrón no es nadie aquí, para imponer nada, y menos si es tan
marica que la manda a usted, una muchacha tan guapa en su nombre, hay unos
ricos locos, que nomás se la pasan pensando pendejadas para gastar su dinero y su
tiempo, de no ser porque el señor que usted sabe, nos dijo, ni siquiera lo hubiéramos escuchado,
los malos no tardan en tomar ese pueblo mugroso, y si los indios no se vienen con
nosotros, o los obedecen en cultivarles y dejarles las tierras, no va a quedar
uno sólo vivo, aunque viéndolo bien mirado, el supremo gobierno no les está dando
un verdadero lugar al que irse, sea como sea que jueguen pierden, y lo mismo
para usted y su patrón, si él no cumple con la segunda parte de lo que prometió,
que es bastante diría yo, se le acaba a usted su segurito de vida, yo no soy
pilmama de nadie, y si meto las manos al fuego, sólo sería por una hembra que
fuera mía, así que ya sabe a qué atenerse güerita, tiene cinco días para hacer
lo que chingados haya venido a hacer, y si al rayar el sol del sexto día no
está nuestro complemento en mis manos, no vamos a meternos en el camino de los
malos ni por usted, ni por nadie, a menos que vaya usted hablando por esa boca,
bueno no nada más hablando- dijo el policía mientras se carcajeaba.
Impotente como nunca, pero confiando hasta el final en Raúl,
Julia se retiró del lugar altiva, escondiendo su temor a que ese sujeto la
matara o peor, y pensando que no requería de usar su don para conocer sus
intenciones.
Cuando por fin llegaron al Pueblo, Julia volvió a
decepcionarse, no tuvo ninguna buena impresión su presencia y nadie quería hablar
con ella, ni siquiera con la intervención de su acompañante que servía como
intérprete la mayor parte del tiempo, a ella también la consideraban extraña,
no les importaba su propuesta y a dicho del Orador, preferían morir nutriendo
su tierra con su sangre a dejarla para siempre y menos en manos de los
criminales que la exigían, de nada servían sus argumentos, peticiones y hasta
súplicas, era como hablar con una pared construida por cientos de años de
rencor y desentendidos.
Zyan fue testigo de su llanto de rabia y desesperación a
medida que el tiempo se escurría rápidamente como gotas en una tremenda sequía.
-Doctora, aquí la gente no es ignorante, ni ladina como
dicen en su ciudad, sólo son desconfiados, tiene usted que entenderlos, yo
misma estoy siendo vista con desconfianza, con rencor por traerla, pero sabía
que esperar cuando acepté la propuesta del Emperador, lo único que puedo
decirle es que yo soy una de ellos y si yo le creo a Raúl Ruiz, sé que ellos también
pueden hacerlo, le diré por qué comencé a confiar en él, fue porque me di
cuenta que siempre me trató igual que a los demás, no me hizo de menos, ni tuvo
condescendencias falsas, no me vio como una exótica rareza en su Comunidad,
sólo me hizo sentir una de ellos, si usted puede convencer a la gente que la
respeta, que no se ve a usted misma más que ellos, creo que la escucharán.
- Zyan, qué puedo hacer para que me crean, me he ofrecido a
atenderlos, he visto a niños enfermos y los adultos mayores también lo están,
el propio Orador se ve en mal estado, todos lo parecen, ni siquiera han querido
los víveres que les traje, ni las medicinas.
- Intégrese a los trabajos del pueblo, prepárese para un
desaire o dos, pero hágalo, trate de igualarse con ellos, que no noten su
ajeneidad.
Julia, entendió el punto y se puso a la obra, se acercó a
las mujeres y ayudó en lo que le permitieron hacer de sus labores, escuchó atentamente las traducciones de Zyan y
guardó amplio respeto al Orador, trató de ganarse poco a poco la confianza de
la gente, aguantando malos tratos y desplantes, y poco a poco le permitieron revisar a los
enfermos y empezaron a usar sus víveres y medicinas cuando ésta les prometió
que no los condicionaba a nada, sin embargo la negativa de la gente seguía
siendo la misma, hasta que al anochecer del quinto día sin poder esperar ni un
segundo más le pidió a su acompañante que les tradujera.
-
Les agradezco tanto que me permitieran estar con
ustedes, que me dejaran tratar a sus enfermos y llegar a conocer un mínimo de
sus costumbres y su pueblo tan hermoso, quiero confesar que me avergüenzo de la
gente que los ha sumido en esta situación, que yo misma entiendo lo terrible que
es y no tengo palabras de consuelo, ni de perdón por tanto daño y malicia, pero
la única verdad que tengo para darles a
ustedes, quienes me han abierto un poco de su corazón y esperan de mí lo que no han tenido de nadie de mi gente,
honestidad, es que no hay justicia en este mundo, uno debe construir su propia
justicia, si se quedan aquí no vivirán para ver crecer a sus hijos y nietos,
incluso ellos no tendrán oportunidad de conocer la vida, los desalmados que
vendrán muy pronto tomarán por la fuerza su tierra y en el mejor de los casos
los harán sus esclavos como saben, si desalojan el pueblo con la gente del
gobierno les darán promesas y largas, y en el mejor de los casos menos que una
limosna, los tendrán errando de un lugar a otro a expensas de la administración
que toque, serán usados de propaganda electoral en la incertidumbre y el
abandono indefinidos, pero si deciden ir conmigo estarán en la Comunidad, serán
parte de nosotros y nosotros de ustedes, respetaremos su invaluable cultura,
les brindaremos tierra y espacio, sembraremos la continuación de su legado
juntos, y aunque todo esto sea poco
consuelo por lo que pierden, creceremos, construiremos nuestra propia justicia
y algún día volveremos por lo que es suyo por derecho y herencia milenaria.
Un silencio sepulcral reinó en el lugar y Julia supo que
había sido derrotada, había fallado en el encargo y sintió muchas ganas de
llorar, no por ego, sino por empatía al saber lo que se avecinaba para esa
gente, entonces al ver que todo se desmoronaba Zyan intervino.
-
La doctora Julia no ha venido a imponerles nada,
yo iré con ella, no porque me sienta mejor que ustedes, ni siquiera diferente,
sino porque aunque nos duela es la mejor de las opciones, la madre tierra se
nutre de nuestra sangre al morir, pero acaso querría que ese sacrificio quedara
en manos de los extraños que nos amenazan
y nos roban, nadie quedará para contar lo que fue nuestro pueblo, nuestras
creencias y nosotros mismos, si ella les promete que algún día reclamaremos lo
que es nuestro, tengan por seguro que lo hará, porque cuando ella les dice que
nuestros problemas serán los suyos, lo dice en verdad, ella arriesga su vida en
este momento por nosotros…
Justo al pronunciar esas palabras un estruendo se escuchó y
junto con él, diez vehículos grandes llegaron, bajando unos treinta
sujetos enmascarados y con armas largas, entonces uno de ellos gritó.
-
A ver indios pendejos ya se les acabó la gracia,
el patrón quiere saber si siempre sí le van a trabajar o los manda a la chingada, eso sí,
todos juntitos como les gusta. ¡Traduzca Morales!
Mientras Morales traducía, Julia se horrorizó, no sólo porque
los asesinos habían llegado antes de
tiempo, sino porque podía ver detrás de la máscara esos ojillos sangrientos y lujuriosos y tras de los gritos reconocer la misma voz que le había propuesto hacerla su mujer, se
trataba del Comandante de la Zona, debió imaginar que la policía estaba aliada
con los delincuentes, que se trataba de la misma y única organización dispuesta
a exterminar un pueblo entero, y que no iban a respetar el acuerdo con Ruiz,
todo había sido en vano.
El Orador dio un paso al frente y detrás suyo una joven
mujer lo tomó de la espalda, como queriendo abrazarlo por última vez, ella cubría
su cabeza con un huipil y el Orador se dio la vuelta para tocar su frente,
después la alejó y le pidió a Zyan que tradujera.
-Ustedes nunca serán los dueños de esta tierra, ni de
nosotros, porque no se puede poseer la vida, ni a la madre que la crea, sin
importar cuánto dinero, poder y armas se
tenga, no son dueños del aire que respiran, ni del agua que beben, hoy matarán
nuestros cuerpos, y ultrajarán nuestros recuerdos, pero la tierra jamás se
hincará ante nadie, y ante ustedes menos que nadie.
El comandante escupió el suelo diciendo. – Nos encargaron no
ensuciar el lugar con su asquerosa sangre, ni eso les van a permitir los jefes,
nos los llevaremos al campo militar y se arrepentirán de haber nacido, nadie
los volverá a mentar y nadie los recordará ni en libros, este es el final de su
estirpe, pero como soy muy noble, a ti
sí te mataré aquí viejo tonto, no porque me interesen tus estúpidas
creencias, sino porque nadie se me hombrea y sale vivo.- Luego disparó acabando
con el Orador de Quetsaí.
Julia sintió desmayarse, esperó escuchar gritos y llantos como una tormenta, pero sólo había silencio
ocultando los sollozos quietos de los moradores; al ver acercarse al Comandante y a sus hombres,
Julia se interpuso entre él y la gente, abriendo los brazos en cruz, y aunque el
miedo laceraba su voz, los temblores no paraban y el sudor frío recorría su
frente, aun así les dijo: ¡Esperen!
-
Ah sí- dijo el Comandante- la maldita vieja que
se cree demasiado para ser mía, voy a disfrutar esto.
En ese momento uno de los hombres enmascarados se interpuso y espetó- Comandante,
el señor que usted sabe, ¿qué dirá de esto?
Maldigo al señor que usted sabe y a usted pendejo –dijo el
comandante mientras acariciaba su arma- me rio de ustedes, pero como corrió el
oro a manos llenas, tienes cinco minutos, mientras me volteó a otro lado-
sentenció el Comandante mientras se alejaba un poco junto con los otros hombres armados.
Julia observó al hombre que la había defendido y entonces
comprendió todo, rogándole a Zyan que tradujera dijo – Por favor se los
suplico, vengan conmigo a la Comunidad, es su última oportunidad-.
No es necesario que supliques –dijo en español la mujer que
hacía unos momentos se había despedido del Orador mientras se descubría el
rostro quitándose el huipil- mi padre, me ha pasado su bendición y encargo, y
aunque lloro por dentro su partida, ahora me corresponde a mí decidir cómo
quiero que sea nuestra muerte, rápida aquí peleando, lenta a manos de nuestros
sicarios o más lenta lejos de nuestra tierra, nuestro mundo, pero no he de
condenar yo nuestro legado, dos familias nada más se irán contigo, ellas
preservarán nuestra cultura, nuestra sangre, y si eres la mitad de lo que
pretendes, alguna vez reclamarán este lugar.
Dicho esto, dos familias caminaron hacia Julia, y todos los
demás quedaron impávidos junto a la mujer Orador, Julia sabía que esas familias
se quedarían con gusto a morir en su tierra, así de fuertes eran los lazos de
Quetsaí, pero el irse con ella, era en cierta forma su sacrificio en pos de su pueblo.
El enmascarado que intercedió por ellos le dijo a la Orador
en voz baja –en las cajas de los víveres que trajo Julia hay un compartimiento
falso, donde coloqué algunas armas largas, el Comandante no las encontró, ni
siquiera se lo esperaba, si decides morir aquí peleando manda a tus hombres por
ellas en este momento, perderán de todas formas, pero será mi último regalo a
la memoria de tu padre- entonces la mujer Orador asintió y envió a su gente por
las cajas, mientras que la gente de
Julia se apresuró corriendo a uno de los camiones colocado estratégicamente de lado contrario
del pueblo.
Julia corría con el temor en los labios pero no dejaba de
seguir al hombre que la había defendido, toda su esperanza estaba con él.
Apenas subieron las familias y Julia al vehículo y se
comenzaron a escuchar los disparos, las ráfagas y los gritos, el caos se
apoderó del lugar.
El confiado Comandante nunca esperó que los indios a los que
tanto odiaba se defendieran y menos con armas iguales a las que él tenía,
después de todo los habitantes de Quetsaí y muchos de sus hombres terminaron alimentando
aquella tierra con su sangre, incluida la de la mujer Orador y la del
Comandante.
Julia no paro de llorar mientras huían, pero se sorprendió
de la entereza de las personas de Quetsaí, incluso de las que se habían ido con
ella, que sólo hasta ese momento se permitieron llorar, junto con Zyan que los
abrazaba a todos en su irreparable pérdida.
Alguna ocasión nosotros deberemos sacrificar todo si
queremos que sobreviva la Comunidad – dijo Raúl Ruiz quitándose la máscara ante
la sorpresa de Julia- el Comandante no pensaba dejarnos vivos, se fue para
jugarse entre sus hombres quien te violaría después de él, así que iba a
desobedecer al Senador y al Gobernador, por eso les informé a tiempo la
deslealtad de su empleado, desde el momento en que te amenazó en la Comandancia
e insistió en revisarlas lo descubrí, por suerte todos son corruptos aquí, así que compré a sus hombres para que no
vieran las últimas dos cajas de víveres.
¿Tú manejabas el camión que nos trajo? ¿Siempre estuviste
detrás de mí en la operación? Preguntó Julia incrédula.
No podía decirte nada, era muy arriesgado, hice lo que pude-
dijo Ruiz encogiéndose de hombros- sólo por el informe que les hice a los jefes
y por la parte del Comandante que ahora se quedarán, podemos estar seguros de
nuestras vidas, ellos no pierden nada, sólo unos pocos hombres que no les
interesan, se quedaran las tierras que tanto ambicionaban, pero la verdad es que al último quien nos ha
salvado es la Oradora de Quetsaí, ella nos dio el tiempo para huir y sacrificó
su vida por sus ideales y por los
nuestros, aunque no lo hiciera
conscientemente por estos últimos, gracias a ella podremos cumplir nuestra
promesa algún día Julia Jaimes, así que, cuando llegue el momento, pase lo que
pase deberemos subsistir, no importa lo que tengamos que hacer, lo que tengamos
que dar, la Comunidad debe prevalecer, sólo así protegeremos el legado de estas
grandes personas.
¿Cómo sabré que es el momento álgido de la Comunidad? Dijo Julia.
Créeme, lo sabrás, por eso tienes ese don, dijo Ruiz.
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