Siempre se amenaza con la llegada de un momento en que todo
cambie, en que los paradigmas del pasado dejen de existir para dar paso a lo
nuevo, se encuentre uno preparado o no.
La zona de confort es un dulce placebo que no cura ningún
mal, pero es sumamente difícil salir de ella.
Para alguien como Herson Valdés, esas reflexiones comenzaron
a tener sentido la noche que se enteró del accidente de su mejor amigo y líder,
que lo condujo al coma, y desde ese
momento, toda la semana que había trascurrido, fue una suma de bizarros cambios
y locuras.
Octavio había mejorado, pero seguía internado para su
rehabilitación, la cual no duraría menos de dos meses, Liliana Lara la mujer que fortuitamente conoció la
noche funesta y con quien sintió una profunda conexión, resultó ser amante del
propio Grosso, y eso lo situaba en una especie de triángulo amoroso que por
experiencia sabía que no podía ganar, Mindell Quintana comenzaba a mostrar una
cara desconocida, primero defendiendo a Lía, y hasta ofreciéndole su hogar para
quedarse, hasta en tanto se supiera algo de la salud de Raúl, pero con intenciones
completamente dudosas, después
convocando a la reunión del Consejo General Organizacional sin importarle las
opiniones de Julia y del propio Valdés, y luego poniendo en la orden del día
para esa reunión, además de conseguir el control definitivo del Consejo de
Pilares en su nombre, la apertura a la inversión externa de la Comunidad, la
declaración de incompetencia de Octavio Grosso y su exclusión en cualquier
decisión tomada, y por último la
destitución definitiva de Raúl Ruiz y su expulsión de la Comunidad, ello basado
en ciertas pruebas que decidió presentar al CGO en pleno.
Valdés había empezado a sentir el sabor de la inminente traición,
cuando vio los prestanombres de los miembros de la Cámara Empresarial, como
principales candidatos a nuevos accionistas, pero al percatarse de la moción
para acabar con el Emperador, supo que ya era tarde para interponerse en el
camino del traidor, máxime que no tenía idea de las supuestas pruebas que
Quintana tenía contra Ruiz, y toda esa vorágine ocurriría al día siguiente.
Era seguro que Quintana obtuviera lo que quería, primero
porque les había tirado huesos a los disidentes, luego porque el estado de
salud de Ruiz le impedía defenderse, además de que el coma en el que estaba, había sumido a la gran mayoría de los
comunitarios en un estado de miedo e incertidumbre por su propio futuro, y eso
había sido bien aprovechado por Mindell,
que con falsas promesas y un fingido tono paternalista había empezado a robar simpatías de las
mayorías.
En resumen Mindell había estado demasiado activo la última
semana, o más bien meses o años atrás, Herson ya no podía saberlo y se sentía traicionado,
no sólo por su compañero pilar, sino por su propia ideología, que le había
generado una soporífera confianza por todos, y que ahora lo había cegado y
humillado al grado tal que su propio estatus de socio mayoritario parecía
demasiado endeble.
Tal vez nunca había dudado de Ruiz, pero su opinión ya no
importaba, era una nada más, en comparación con la de todos los disidentes y
aún los comunitarios que seguramente podían creerle a Quintana, aunque lo más
seguro es que les mostrara un fraude, una simulación para destruir la
reputación de su líder, también era claro que ello bastaría para darle el
último empujón a la Comunidad como hasta entonces se conocía; con estos
pensamientos en mente, fue a buscar a Julia Jaimes, la doctora personal de Ruiz
que lo cuidaba en su coma, y una sombra apagada del pilar que había sido, a
causa de esa larguísima semana.
-
Julia, no podemos quedarnos así sin hacer nada,
aunque sea mi mejor amigo, tu presencia aquí con él no ayudará a que
milagrosamente se reestablezca, además lo que más le importa, esta Comunidad,
será destruida mañana temprano por Quintana, estoy seguro que si despierta se
moriría de la pena al verse expulsado y acabado.
-
No me interesa que mentiras tenga Quintana
contra Raúl, sé que todo es falso, y los Comunitarios también lo sabrán, él y
los disidentes no podrán vencernos somos mayoría aun- dijo Julia que yacía
sentada a un lado de la cama del Emperador caído.
-
Cómo me gustaría tener esa fe y optimismo-
ironizó Herson- pero sé realista mujer,
Mindell ha estado actuando por mucho tiempo a nuestras espaldas, por culpa de
nuestra confianza y nobleza, por culpa de las decisiones de Raúl también;
además la llamada de Ruiz a la Cámara Principal de los grandes, y la llegada de
esa maldita Lía Alarcón apresuraron los planes de Quintana, ya no podemos saber
con quienes se encuentra aliado, para mí todos pueden ser potenciales enemigos,
y si Raúl no pudo ver eso también, falló como líder-dijo Herson al tiempo que
su queja fue interrumpida por una sonora cachetada que le propinó Julia.
-
Cómo te atreves a decir eso de este hombre que
no se puede defender, sobre todo tú, el soñador confiado y enamorado que la
misma noche del accidente andaba por ahí con la amante de tu amigo Octavio, si
eres la mitad del hombre que pretendes ser defiende tus creencias mañana, no te
la pases quejándote y dudando de tus bases, si de todas maneras somos
derrotados caeremos de pie, nuestro testimonio será clave para eso, pero si tú
mismo lloriqueas y claudicas, ¿qué lograrás? Estás dándote por vencido antes de
pelear y eso te convierte en el más patético de los perdedores, anda dime qué
quieres que haga a estas horas, será posible que tu gran plan sea huir del
barco como ratas antes que se hunda.
Herson dirigió una mirada de odio a Julia y se fue del
lugar; mientras caminaba presuroso, no pudo dase cuenta de una persona que lo
miraba furtivamente, al mismo tiempo que reprobaba con la cabeza su partida, la
vorágine que se aproximaba quizás se los tragaría enteros a todos.
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